MÁLAGA 82

Por nuriaverde2020

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Sara Rojas es una adolescente que no tiene amigos. La novela relata la historia de Sara y Margarita, alumnas... Mais

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capitulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 98
Capítulo 100

Capítulo 5

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Por nuriaverde2020

En 1982, Málaga era Hawai: palmeras, playa, cielos rosas y una temperatura, con una media de 22 grados durante todo el año, que te hacía creer que siempre era verano.

Esa noche de domingo tibia y benigna de diciembre, yo me había encerrado en mi habitación, poster de James Dean en Gigante bajo el que me masturbaba y me quedaba vacía, flotando, extraía todos los pensamientos de mi cabeza, subiendo mi serotonina. Cama marinera imitación de barco, con un broche dorado con forma de ancla incrustada en el armazón de falsa caoba, color coñac llama.

Escribí en mi diario secreto. Hacía dos domingos habíamos celebrado el cumpleaños de Natalia, en un burger de Echevarría, donde ella vivía en un piso de los bloques verdes, muy cerca del colegio Estanislao de Koska. Había ido con Mónica y Virginia. Mónica era la única amiga que tenía, Virginia era una sofisticada y elegante adolescente, muy lista, espigada, y con media melena morena brillante como el pelaje lustroso de una foca. Sacaba buenas notas pero era una empollona diferente a mí. Yo me centraba en los estudios por una obsesión ciega y feroz por ser buena en algo, por compensar mi sensación de ser fea y cero carismática. Sin embargo Virginia brillaba en el colegio León XIII como si fuera natural en ella, como si todo lo que hiciera en la vida se revelase fácil, como si no le costase ningún esfuerzo ser una nínfula grácil, etérea, inteligente y crítica, que caminaba a diez metros del suelo de las demás mortales, como las deliciosas criaturas que hacían las delicias de Humbert Humbert en Lolita de Navokov.

Natalia nos había invitado a una hamburguesa, patatas y una Coca Cola grande. Estaba también su madre, Mariola, una mujer muy agradable que era la mujer del director del colegio León XIII, y trabajaba en secretaría. Se había quedado esperando en el banco de fuera del burger.

Como yo había llegado nueva ese año, y era más rara que un perro verde, jamás nadie me invitaba a un cumpleaños. La ilusión que me hizo ser una de las elegidas de Natalia fue sideral, brutal. Deambulé, borracha de alegría, por nuestro piso del Paseo Marítimo como en trance, embobada, y perdida en una ensoñación delirante, enredada en mis pensamientos excitados como muñecos sorpresa que hubieran salido de su caja prisión.

Al volver del burger a casa de Natalia, descubrí que salía humo por el ventanuco del garaje. Se estaba quemando un coche. Sentí un acelerado orgullo por dar la noticia a todo el mundo porque fui la primera en percatarme del incendio. Me excitó que un acontecimiento fuera de lo normal animara una tarde previsible y poder contar algo el lunes siguiente en el colegio.

A Natalia le habíamos regalado un diario de tapas duras azul cielo, con un broche dorado y una mágica llavecita plateada para clausurar la turbación efervescente de sus secretos. Mónica y yo lo habíamos comprado en la Azalea, una tienda de chucherías caras pero preciosas que estaba en el Paseo de Reding. Pero mi madre, siempre generosa en extremo, me había dado el doble de dinero de la parte que tenía que aportar. Así que yo había vuelto a la tienda, a espaldas de Mónica para que no pensara que tenía más dinero que ella y quedar mal, y me había comprado un diario idéntico, con gran satisfacción de propietario y con la embriagadora ilusión de escribir mis pensamientos más íntimos en él, el comienzo de una novela, una obra de teatro.

-No quiero ir a la fiesta de Navidad del colegio-escribí, sentada frente a mi escritorio de madera rayada, una pegatina de Acción contra el cáncer en la ventana, piso quince del Paseo Marítimo, el rumor amortiguado del Melillero en el puerto, el rumor de los niños que jugaban en el patio-y añadí:

-Quiero que Margarita se fije en mí. Quiero que Margarita se enamore de mí.

Margarita era una chica canaria, de melena color cobrizo, y una simpatía sobrenatural, alta y delgada, que vestía con jersey anchos de su hermano mayor, vaqueros pegados a sus piernas, de mi clase del colegio León XIII.

En ese momento, se abrió la puerta, y Marta, mi hermana pequeña, aulló como una hidra demente mientras yo me sobresaltaba de terror rojo y cerraba mi diario de un golpetazo brusco.

-¡Guarra. Fanguta. Me has robado mis bragas nuevas!

-No. Te lo juro-mentí.

-Que te folle un pez, mentirosa de mierda. Te odio-gritó Marta mientras me tiraba un libro a la cabeza que me impactó en la frente. Me puse a llorar. Una vez, Marta me había mordido la oreja en un ataque de rabia y me habían tenido que llevar a Urgencias. Me sentía como Van Gogh reencarnado aunque sin su genio para pintar noches estrelladas.

-Niñas, pero ¿para eso vais a colegios de pago?-preguntó, escandalizada, mi abuela desde el salón mientras veía un especial de Lina Morgan en la primera cadena de Televisión Española.

-¡Confiesa, perra!

-¡Que no he sido yo!

-Te odio.

-Yo también.

Nuria Verde

Nací en Madrid, en 1971. Soy licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense. Trabajo como periodista en Televisión Española. También he trabajado como guionista en diferentes series de televisión (Cuatro, Canal +, Telecinco). Asimismo, soy autora del libro Cómo crear una serie de televisión (T&B Editores, 2007) y de la novela El verdadero tercer hombre (Ediciones del Viento).

En 2010 dirigí un corto, Terapia, que fue nominado a los Premios Goya. 

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