Babel [Bucky Barnes] EN FƍSICO

By itsivannamedina

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š€š” šŒššš«šÆšžš„ +šŸšŸ– La vida de fiestas, alcohol y aventuras de una noche termina para Darcy el dĆ­a en que... More

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CapĆ­tulo 1
CapĆ­tulo 2
CapĆ­tulo 3
CapĆ­tulo 4
CapĆ­tulo 5
CapĆ­tulo 6
CapĆ­tulo 7
CapĆ­tulo 8
CapĆ­tulo 9
CapĆ­tulo 10
CapĆ­tulo 11
CapĆ­tulo 12
CapĆ­tulo 13
CapĆ­tulo 14
CapĆ­tulo 15
CapĆ­tulo 16
CapĆ­tulo 17
CapĆ­tulo 18
CapĆ­tulo 19
Cartas a Sabrina: "Dejarte ir"
CapĆ­tulo 20
Cartas a Sabrina: "Ratatouille"
CapĆ­tulo 21
Cartas a Sabrina: "Tengo esperanza"
CapĆ­tulo 22
Cartas a Sabrina: "Celos"
CapĆ­tulo 23
Cartas a Sabrina: "Antes de dormir"
CapĆ­tulo 24
Cartas a Sabrina: "ĀæPor quĆ©?"
CapĆ­tulo 25
Cartas a Sabrina: "El dĆ­a siguiente"
CapĆ­tulo 26
Cartas a Sabrina: "Sin ganas de escribir"
CapĆ­tulo 27
Cartas a Sabrina: "Londres en noviembre"
CapĆ­tulo 28
Cartas a Sabrina: "Feliz aƱo nuevo"
CapĆ­tulo 29
Cartas a Sabrina: "SeƱora Barnes"
CapĆ­tulo 30
Cartas a Sabrina: "Prometo"
CapĆ­tulo 31
CapĆ­tulo 32
CapĆ­tulo 34
CapĆ­tulo 35
CapĆ­tulo 36
"Eres"
CapĆ­tulo 37
CapĆ­tulo 38
CapĆ­tulo 39
CapĆ­tulo 40
"Fuiste"
CapĆ­tulo 41
CapĆ­tulo 42
EpĆ­logo

CapĆ­tulo 33

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By itsivannamedina


Eran las ocho de la mañana y nuevamente estaban plantados en la Fiscalía. Los tres sentados en espera de noticias después de que la secretaria del lugar les mencionó el no poder otorgar información de la que no estaba autorizada. Todo estaba siendo una pesadilla para ellos al no tener noticias de James y las pruebas de sangre aún en espera del resultado dentro de un laboratorio.

Darcy no logró pegar el ojo en toda la noche, por lo que en estos momentos las ojeras eran bastante notorias debajo de sus ojos, haciéndolos lucir hasta más oscuros de lo que comúnmente hacían. Se coloca un simple par de pantalones deportivos color verde, una remera gris holgada con la leyenda de Michigan en la parte frontal y sus clásicos tenis blancos. Linda le acompaña a su lado con un vestido lila precioso, mientras que Steve iba con un par de jeans y una remera blanca.

No veían por ninguna parte al agente que les vio el día de ayer y que había ordenado la captura de James. El abogado ni siquiera les había llamado tampoco y comenzaban a cuestionarse si es que el castaño saldría, o no había esperanza alguna de ello. La última idea hace que los vellos de la nuca se les pongan de punta.

El hombre de ojos rasgados y estatura media sale con su maletín de pronto, observando a la familia reunida en la sala de espera y regalándoles una pequeña sonrisa condescendiente antes de acercarse a la familiar directa de James.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué nadie nos dice nada? —Linda arremete con cierta desesperación en su voz.

—Tranquila, señora —Tuerce los labios el hombre—. El otro abogado y yo estamos trabajando arduamente por su padre.

—Pero ¿y mi hermano? ¿Qué ha pasado con él?

—El interrogatorio les ha llevado toda la noche, pero tal parece que el joven Barnes podría salir limpio. Tan solo necesitan verificar con otros agentes y hacerle un par de cuestiones más acerca de otras cosas que parecen no coincidirles.

La noticia hace que Darcy exhale profundamente, ligeramente alegre de una pequeña esperanza dentro de todo este embrollo. Justo como el día anterior, las palabras le faltan y los pensamientos abundan. Se pregunta qué es lo que le estarán cuestionando y de qué manera James estaría actuando. Esperaba que su aspereza para tratar a otros seres humanos fuera de su familia no le estuviera jugando en contra, pero estaba casi segura de que así era.

—Por otro lado —tuerce los labios—, su padre no parece tenerla tan fácil. Solo estamos esperando el resultado oficial de los exámenes de laboratorio. De ser positivos, harán una revisión completa de las oficinas de Barnes Inc., así como las casas del señor.

—Mierda —masculla la castaña—. Steve, tendrás que poner al tanto al equipo de seguridad de ello —Se dirige hacia el rubio.

—Enseguida les hago aviso —Entiende inmediatamente el mensaje, saliendo de la habitación con el móvil sobre el oído.

—¿Podemos pasar a ver a James? —Por fin se escucha la débil voz de Darcy dentro de la escena, ganándose la mirada del abogado, quien niega con la cabeza.

—Me temo que será posible solo hasta que le dejen ir o le trasladen —Tuerce los labios.

La segunda opción le da escalofríos, tan solo asintiendo con cierta duda en sus acciones. Se sentía débil, pues apenas tenía unas pocas galletas y té en el estómago. Su cuñada le ofreció desayunar temprano por la mañana, pero el apetito no llegaba a ella, mucho menos de pensar que su pareja no había consumido ninguna clase de alimento en veinticuatro horas desde que decidieron llevárselo tan abruptamente.

El hombre se despide, argumentando que necesitaba también salir a comprar un refrigerio, y de alguna manera entendían el que lo hiciera, posiblemente se trataba de uno de los casos más jugosos que podía obtener después de tanto tiempo sirviendo a la familia. Las chicas vuelven a sentarse, resignadas a que Steve probablemente tuvo que contactar a más gente de la esperada. Los Barnes tenían tantas cosas ocultas que, si una salía a la luz, podía perjudicarlos a todos.

A estas alturas estaba casi segura de que el primer plan de James había funcionado: que todos los inversionistas de la empresa quitaran sus acciones para evitarse verse involucrados con personas problemáticas. Su duda aún era cómo podría levantarse después de haber sido custodiado hasta la Fiscalía por verse inmiscuido como un sospechoso. Él siempre lograba salirse con la suya, lo hizo con ella, así que podía dominar sobre cualquier cosa que él deseara.

Suspira estruendosamente, apoyando la mejilla en su mano antes de volverse a colocar los audífonos para escuchar un poco mejor la canción en el móvil. Las personas pasan justo como el día de ayer y solo algunas salen con sus familiares recibiéndolas entre brazos. Ella deseaba recibir así al castaño, y el no verle pasar en ningún instante tan solo aumentaba su inquietud.

El clima estaba completamente nublado el día de hoy y Steve no había vuelto en un buen rato, Linda le trae un par de cafés para amenizar un poco el ambiente para ambas y hacer este lugar tan gélido uno un poco más agradable.

Llegan las diez de la mañana.

Después las once.

Las doce ni siquiera se sintieron.

Y fue hasta la una de la tarde en que pudieron ver esa silueta alta atravesar el umbral con sus manos esposadas y esa expresión de pocos amigos más acentuada que nunca. El oficial le retira los grilletes con ayuda de una llave, haciendo que James se sobe las muñecas, caminando en dirección a la salida antes de haber visto a su familia sentada en aquel lugar. Su expresión cambia drásticamente de aquella rígida a una sobrecogida, sobre todo, cuando Darcy ni siquiera lo duda y se levanta de su asiento, dejando caer el móvil al suelo para abrazarlo efusivamente.

—¡James! —chilla, rodeándole con sus delgados brazos.

—Cachorra —Eleva sus manos durante unos instantes, intentando asimilar lo que estaba sucediendo. El calor que había pasado dentro de la sala de interrogaciones había sido infernal, por lo que su hedor actual no era tan agradable como solía serlo—. ¿Qué hacen aquí? —Corresponde el abrazo de la menor, inclinando su rostro para enterrar su nariz en la curvatura de su cuello, la más baja haciendo puntas para alcanzarle.

—Estábamos esperándote, ¿qué otra mierda estaríamos haciendo aquí? —La voz se le rompe de repente, rodeándole ahora el cuello con sus brazos y atrayéndole para sentirle aún más cerca de ella—. ¿Qué pasó? ¿Al fin te liberaron?

—Sí —responde, dejando que la chiquilla descargara todo lo que le angustiaba en ese momento—. No encontraron nada en mi contra, así que, me dejaron ir —murmura sobre su oído, dando pequeños besos sobre el mismo, hundiendo la punta de su nariz en las largas hebras de su cabello castaño.

—¿Y tu padre? —Se separa apenas un poco para mirarlo—. Apestas demasiado —No abandonaba el tono lastimero de su voz.

—Calla ya —Sonríe, tomándola por la barbilla y acariciándola apenas un poco, admirando esas facciones que habían permanecido en su cabeza todas esas horas—. Te explicaré más en casa. Tienes que descansar.

—Tú también —Señala, volviendo a abrazarle, ni siquiera importándole el mal olor que poseía el otro.

James mira a su hermana y ésta encoge los hombros con los brazos cruzados sobre el pecho, enternecida con la escena y contenta de ver a su hermano libre. El hombre firma unos papeles antes de salir y se encuentran con Steve, quien había arreglado todo en un buen par de horas. Los amigos se saludan y todos suben a la furgoneta negra, tomando camino hacia la mansión del hijo mayor.

—¿Qué va a pasar ahora? —Linda cuestiona—. Nos congelarán las cuentas en menos de veinticuatro horas después de todo este drama.

—Lo harán, pero volverán a habilitarlas cuando noten que las nuestras no tienen nada por lo cual puedan incriminarnos —Se pasa las manos por el puente de la nariz—. Los socios retiraron todas sus acciones. Barnes Inc. tendrá una crisis en aproximadamente un mes, por lo que tendré que despedir a algunos empleados —Deja salir un suspiro.

—¿En qué puedo ayudar? Te ves demasiado agotado —Vuelve a intervenir su hermana.

—Pierce no puede enterarse aún del encierro de papá. Zemo está intentando mantenerlo entretenido, pero no es ningún idiota —Su mirada se pierde en la ventanilla, observando a los transeúntes vivir tranquilamente sus vidas sin esta clase de dramas rodeándoles—. Necesito que te deshagas de los asesinos de Sabrina.

—Pero, James...

—Tienes que ser tú. Eres la única a quien puedo confiarle esa tarea. Si yo hago siquiera un movimiento, Pierce me detectará de inmediato. Debe de tener ya el ojo encima de mí —Parece desesperado, lo nota por la forma en que sus ojos se enfocan solo en ella y toma sus manos entre las propias a manera de súplica—. Sé que quisiste mucho a Sabrina y a mis hijos. Por favor, haz justicia por ellos.

Sabe que la tarea asignada es más pesada de lo que pensaba, que le estaba cediendo, no solo la única oportunidad que tenía de tomar venganza por su familia, sino el motivante por el que estuvo activo todos estos años sobre Pierce y su propio padre. Solo asiente, esperando que el mayor cambiara de planes en cualquier instante.

El camino se lo llevan planeando sus siguientes pasos y qué es lo que harían para quitarse a la policía de encima. Darcy sentía los nervios encima sin siquiera saber cuál era su papel dentro de todo esto. Tenía poco de haber llegado a la familia, así que no comprendía del todo qué rol tendría que desarrollar para hacer algo de importancia. Y entre sus pensamientos, la mansión aparece frente a ellos, permitiéndoles bajarse con premura.

—¡Señor! Qué alivio verlo bien —Sandra les recibe con una sonrisa revitalizada.

—Solo muerto me impedirían volver a mi casa —Le corresponde a la empleada—. Linda, tú y Steve sigan en comunicación con el abogado. En cuanto las pruebas revelen el resultado, tendremos que movilizarnos.

Su hermana asiente, tirando de la mano de su esposo hacia la sala, donde estarían pendientes del teléfono.

—Sandra, prepárales un poco de té. Envía un poco para la señora, y para mí...

—Un café americano completamente negro —asiente la mujer, ganándose esa mirada de orgullo por parte de su jefe después de tantos años de servicio.

—Gracias —Ahora sus ojos se dirigen hacia su pareja, tomándola de la mano para tirar de ella sin mucha fuerza escaleras arriba—. Necesito hablar contigo.

La última frase le hace tragar saliva con dureza, cuestionándose de qué se trataría y creando los peores escenarios en su cabeza conforme los escalones hacia la planta alta se terminaban. Si se le ocurría decir alguna idiotez después de permanecer tanto tiempo separados, estaba segura de que le otorgaría una bien merecida patada en las bolas, y la idea de más hijos a futuro sería descartada inmediatamente.

Las puertas de las habitaciones pasan frente a ellos y su cabeza no deja de maquilar en ningún instante. James suelta su mano para caminar al interior, cogiendo un par de cosas, entre ellas, un par de maletas que coloca sobre la cama. Su mirada refleja cierta aflicción, mientras sus puños se abren y se cierran constantemente, posiblemente en la búsqueda de su propia fuerza de voluntad. Los orbes garzos se encuentran con los castaños, anunciando el presagio de una noticia.

—He mandado cambiar tus boletos de avión. Sales el día de mañana a mediodía —anuncia con aquel extraño sentimiento en el centro de la tráquea y el subir y bajar constante de la manzana de Adán—. Necesito que prepares algunas prendas para irte. Prometo mandarte el resto después o dejarte usar la tarjeta libremente para que compres lo que gustes.

El anuncio le cae como un balde de agua frío sobre la cabeza, haciendo que ésta se moviera en negativa constantemente. Veía las emociones a través de su mirada, pero las palabras enunciadas por su boca decían todo lo contrario. Darcy presiona sus puños también tras el repentino cambio de sus planes. Esperaba que la despedida tomara un poco más de tiempo, mas no así de pronto, cuando no tenía aún la fuerza para dejarle ir súbitamente.

—No. No me iré así —Niega devuelta, dando un pequeño paso hacia atrás, como si deseara regresar el tiempo con ello y negarse a su destino—. Tú tenías que llevarme al aeropuerto...

—Y lo haré.

—... tenías que comprarme un café, decirme palabras lindas.

—Darcy...

—Se supone que me abrazarías antes de irme y prometerías alcanzarme después —Da un par de pasos más hacia atrás, notando el pesar en la mirada ajena.

—Es necesario. Todo esto está creciendo mucho más de lo que había planeado y no quiero perderte. A ti no —Presiona sus labios en una fina línea, arrugando de pronto la nariz.

—Necesito más tiempo, James —El nudo en su garganta crece y el aludido da un par de pasos hacia el frente que le hacen retroceder aún más—. No me quiero ir así.

—¿Por qué? El plan era el mismo: irte a Milán, que estudies allá tres años y que por fin cumplas tu sueño de ser una diseñadora —continúa.

—Pero no irme tan de pronto —El color rojizo se inyecta en sus ojos, haciendo notorio el escozor que las lágrimas le provocaban—. Si me voy así, sin pasar más tiempo aquí contigo, sin disfrutar a Linda, a Steve... —Traga duramente.

—Darcy, por favor. Es por tu maldito bien —Intenta cerrar la distancia entre ambos, pero ella le detiene con las manos en el pecho, negando consecutivamente con la cabeza.

—Si me quitas el tiempo que me queda, nunca irás a Milán —Su mirada vuelve a conectarse con la de él. En esta ocasión, las lágrimas corriendo completamente por sus mejillas ya sonrojadas—. No volverás a repetirme que te importo, no me buscarás —Solloza fuertemente con la yugular marcándose al momento de tomar una profunda respiración—. No me dirás que me amas.

La última frase hace que el otro salte en su lugar con un jadeo ligeramente sorprendido. A pesar de haberlo mencionado la noche pasada, el juego dejó de ser divertido para ambos. El incendio que habían comenzado les alcanzó de golpe y ahora los dos se fundían en las llamas sin saber siquiera cómo salir de ellas o si siquiera era posible extinguirlas. Sus pupilas viajan sobre aquellas aún fijas en las propias, esperando por las palabras que salieran de su boca.

—Cachorra, entiende que yo...

—Yo sé —Deja escapar de nuevo, agachando la mirada sin bajar los brazos, como si aquello asegurara la salud de su corazón ante el derrumbe que estaba sucediendo—. Sabrina, tus hijos y todo el asunto de la venganza —Vuelve a contemplarle ante la nublosa vista que sus lágrimas le permitían—. Te he entendido todo este tiempo, James. He velado por tu descanso cuando has tenido pesadillas y he acariciado tu cabello mientras jadeas el nombre de ella en medio de tus sueños —El corazón se le encoge.

Recuerda haber sentido algo suave durante las noches en que descansaba, pero el acurrucarse con la castaña había provocado que dormir se volviera algo natural en él, abandonando el constante estado de alerta en el que siempre se encontraba previo al haberse permitido yacer junto a ella. El verla llorar le estaba destrozando poco a poco, desmoronando las últimas piezas de su cordura.

—Pero, a pesar de entenderte, también quisiera que tú me vieras ahora —continúa, presionando sus dedos sobre la prenda del otro—. Sentí tanta puta angustia creyendo que te iban a mandar a prisión, pensando en que estabas pasando por hambre, calor o frío, miedo o preocupación. Y estas horas me hicieron darme cuenta del hecho que yo te veo a ti —Se seca las lágrimas con el dorso de una de sus manos, volviendo a colocarla sobre el pectoral de él.

—Claro que te veo, te lo he dicho antes. Te lo dije la noche de la muerte de Loki y te lo he repetido hasta el cansancio —Su ceño se frunce tras las acusaciones de la otra.

—Pero siempre con el fantasma de Sabrina enfrente mío —lloriquea, presionando con más fuerza la prenda ante el sentimiento de coraje que de pronto crecía en ella.

—No es así. Ella formó la parte más importante de mi vida, me dio a mis hijos y por supuesto que quería una vida junto a ella —Succiona sus mejillas hacia el interior, moviendo la quijada con cierta tensión—. Pero a ti te veo como lo que eres: mi esposa.

—No lo entiendes —Le suelta, tomándose los cabellos con desesperación, negando repetidamente.

—Entonces, explícame. ¿Qué es lo que necesitas que sep...?

—¡Que yo estoy aquí, James! —De pronto explota, haciendo que el otro saltase hacia atrás con ella peinando los mechones largos oscuros con una de sus manos, dejando ver ese rostro enrojecido y las lágrimas que no paraban de salir—. ¡Yo estoy en tu presente y ella ya es tu pasado! ¡Quiero que me mires a mí! ¡Solo a mí! —Se apunta a sí misma ante la mirada pasmada del otro.

No sabe de qué manera reaccionar cuando ni siquiera él sabía cómo sentirse respecto a la división de su propio corazón en un dilema que le había atormentado por días y noches enteras. A pesar de tener una inclinación a su predilección, algo de su culpabilidad le volvía a arrastrar al punto de inicio, ese que provocaba momentos de arrebato en sí mismo y que ahora se reflejaban en la castaña.

—No puedes pedirme eso.

—¡Claro que lo puedo hacer! ¡También tengo sentimientos, joder! —Da otro par de pasos hacia adelante—. ¡Quiero sentirme verdaderamente querida al menos una puta vez de mi maldita existencia! No la segunda, ni la tercera opción, mucho menos el repuesto para corazones heridos —gimotea con su respiración agitada y esos sollozos entrecortados que comenzaban a salir de su boca.

—¡Me preocupo todo el maldito tiempo por ti! ¡Te cuido, te protejo, estoy al pendiente de todo lo que necesitas! —Él también comienza a alzar la voz, encontrando los reclamos de la más joven algo absurdos.

—¡Pero no me amas!

—¡¿Quién te metió esa mierda en la cabeza?!

—¡Di que no me amas!

—Darcy...

—¡Dilo! —Presiona con un par de pasos para empujarle.

—N-No...

—¡Dilo de una maldita vez! —Logra ver cómo el otro intenta detener esos pequeños golpes que aterrizaban de pronto sobre su pecho, admitiéndose cobarde dentro de este escenario.

—¡Darcy, para!

—¡Dilo y detén este jodido amor que siento por ti!

Sus palabras hacen que sus movimientos se detengan en seco y el marco de ella llorando a todo pulmón sea el foco de su mirada. Su corazón se vuelca de forma estrepitosa, de pronto recapitulando todo lo que había sucedido hasta ahora y la manera en que las acciones de ambos les orillaron justo a este instante en el que los dos se encontraban al borde de sus sentimientos.

Quiere decir algo, pero la sombra de Sabrina aparece justo detrás de la pequeña silueta de Darcy.

Admira esos ojos castaños en búsqueda de alguna respuesta devuelta, de una réplica que no llega ni siquiera por el hecho de verla desmoronarse de aquella manera frente a él, y es cuando el mensaje queda más que claro para ella, asintiendo un par de veces y llevándose un par de mechones detrás de los oídos, buscando su propia voz en el lloriqueo constante que escapaba de entre sus labios. Quiere recoger su dignidad del suelo, pero de pronto ese parecía un lugar más seguro que sus tímidos pasos hacia el enorme vestidor, donde comienza a escoger las prendas que mejor le parecían para el viaje.

Pretende no haber dicho nada hace unos segundos, tan solo pasando frente al castaño para guardar la ropa en la maleta, sollozando aun ruidosamente e intentando detener el llanto mientras James busca exactamente qué decir tras su confesión. Sabe que las palabras están atascadas en su boca y Sabrina le juzgaba desde una esquina de la habitación con esos ojos marrones fijos sobre su silueta, buscando cuál era la emoción exacta que debía retractar en estos momentos.

Solo ve la anatomía de Darcy ir y venir con diferentes prendas entre sus brazos, cabizbaja y abrazando cada objeto como si éste pudiera darle un poco de apoyo al dolor que en estos momentos sentía. Sus pupilas viajan constantemente entre aquel fantasma y la chiquilla dolida que tenía enfrente, incapaz de moverse, admirando la fuerza que la otra poseía para continuar como si nada hubiese sucedido hace solo unos momentos.

Por unos instantes, sus monstruos presionan en el interior de su cráneo con insistencia, haciendo que la sinapsis de sus neuronas se atrofie entre los recuerdos de aquello que alguna vez soñó y con lo que se obsesionó contra la presencia de Collins desde el primer instante que sus caminos se cruzaron. La joven le había otorgado cada pieza de ella e incluso más. Tan solo quería sentirse amada, como ningún jodido hombre le había hecho sentir en todo este tiempo. Ella buscaba el amor que ningún otro sujeto le había otorgado. Todos faltos de cojones, justo como él incluso cuando la ve salir de la habitación, dejando esas maletas llenas de ropa con la que el día de mañana estaría partiendo a Milán.

Algo dice antes de salir, pero no lo comprende del todo.

Escucha una conversación incomprensible en el pasillo. Las puertas eran lo suficientemente gruesas como para no permitirle distinguir las palabras exactas, pero cuando la voz de Linda hace eco, el llanto de Darcy vuelve, resquebrajando las últimas hebras de su alma, esas que se sostuvieron gracias a su presencia.

No sabe a dónde fueron las voces, probablemente al interior de alguna de las habitaciones, pero Sabrina está en el fondo de la pieza con los brazos cruzados, esperando por la respuesta decisiva por parte de él, y es que tenía tanto miedo de perderla de nuevo, como una segunda muerte de la cual sería culpable en esta ocasión.

Lucy posiblemente le aportaría alguna buena idea, pero solo era el fantasma de su difunta esposa el que estaba presente, absolutamente nadie más.

Se hunde en el suelo, cayendo sobre el mismo con sus dedos presionando las hebras oscuras de su cabello, tirando de las mismas con desespero tras el eco de tantas voces dentro de su cabeza y la sola compañía de su sombra en este frío lugar. Se da cuenta de que Darcy había llenado todo eso en tan poco tiempo, y se sentía bien no sentirse solo al menos durante un momento del día, pero siempre eran los putos fantasmas y los jodidos recuerdos aquellos que convertían las sonrisas nuevamente en llanto.

—Mierda, mierda, mierda, mierda... —musita con las repentinas lágrimas que de pronto brotan de él, empuñando con mayor fuerza su cabellera corta, presionando la misma entre sus dedos mientras comprime sus dientes al punto de hacerlos chirriar—. Mierda.

Sabe que acaba de joder algo importante y que Darcy no le entregará su confianza de nuevo, mucho menos después de lo sucedido. Si las cosas no se resolvían en este tiempo y ella continuaba en Milán, había una enorme posibilidad de que ese año se redujera a días para un divorcio inminente.

No quería perderla.

No quería volver a estar deprimido, quería sentirse vivo y ver el rostro de ella día a día.

Esa sonrisa fastidiosa.

Su voz chillante.

El eco de sus risotadas.

Los surcos de lágrimas se acentúan ante las tantas veces que estuvo a punto de perderla últimamente, sin mencionar aquella en la que Loki estuvo cerca de secuestrarla de no ser por su llegada tiempo. La cachorra no necesitaba ningún guardián especial para ser cuidada, ella tenía un carácter único con el que podía afrontarse a cualquier persona, a cualquier enemigo.

Ni siquiera lo necesitaba a él.

Sin embargo, él necesitaba de ella. En una forma enfermiza, tal vez obsesiva, pero no podía mantener su tacto lejos de su piel ni sus besos apartados de esos labios. Exigía el fuego de su existencia dentro de un constante palpitar de sus almas, y es entonces que vuelve a mirar al fantasma de Sabrina por sobre sus antebrazos, los cuales estaban sobre sus rodillas.

Sabrina nunca desearía verle así de miserable.

Esa no era su esposa.

Era el reflejo de sus propios fantasmas en aquel recuerdo que él mismo deformó tras los susurros de sus demonios, los cuales ahora clamaban por Darcy.

Traga saliva con fuerza, levantándose rápidamente antes de coger un par de papeles de la mesa de noche, una pluma y apoyarse en el mueble, comenzando a escribir con premura, dejando que el lloriqueo permaneciera con el recuerdo de su pequeña cachorra lagrimeando hace un rato, el dolor que le hizo sentir y que provocó en ambos. Sus manos queman a causa de la premura con la que escribía, pero no le interesa en lo absoluto.

Urgía de sentir aquello que había causado.

El espíritu de la blonda continúa mirándole desde el rincón, esperando poder leer aquellas palabras que no podía ver. Sin embargo, por sus expresiones, reconocía que eran las frases que James silenció durante tanto tiempo, esos sentimientos que bloqueó por un lapso longevo y los arrepentimientos de los pecados innumerables. La tinta no se acaba en ningún instante, así como tampoco lo hace su voz dentro de las letras.

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