Capítulo 3

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Las copas de vino y champaña se paseaban de un lugar a otro. Los presentes portaban sus mejores galas, sonriendo en la gloria de las buenas nuevas. Los músicos tocaban melodías suaves que deleitaban los refinados tímpanos de las personas de la alta sociedad, o como Steve los llamaba: personas premium.

Televisión por cable: el paquete con más canales.

Seguro de vida: el más costoso.

Mascotas: de pedigree.

Casas: eran para los perros. Los adinerados poseían mansiones.

Todo en ellos tenía un costo aún más elevado de lo que una persona normal podía consumir.

Steve intentó buscar hamburguesas que no costaran setenta dólares por todos los alrededores, hasta que Linda terminó por convencerlo de que se trataba de una misión imposible. Por ello, prefirió comprar sus propios ingredientes y hacer hamburguesas en casa antes de pagarle a cualquier sujeto por el mismo producto, pero a un precio elevado.

George Barnes solía mirar al blondo con cierto deprecio, incapaz de entender el motivo por el cual su hija le había elegido. Sin embargo, cuando los Patriots jugaban, tanto suegro como yerno se olvidaban de las clases sociales y se colocaban la misma playera, apoyando al mismo equipo y gritando a causa de los mismos motivos.

Era una clase de relación nociva con la que Steve estaba bien.

—¿Listo para conocer a la chica? —Linda le ayudaba a arreglar el cuello de su camisa. Estaban dentro de la habitación con las voces de los invitados murmurando detrás de la puerta.

—Mm —Tuerce los labios, desviando su mirada azulada hacia el espejo.

—Vamos. No puede ser tan malo. Estoy seguro de que ella está agonizando tanto como tú con esto —Le sonríe la castaña—. Papá dijo que es bonita.

—No me interesa si es bonita o no, Linda —Sus perdigones garzos se lanzan sobre los gemelos en un matiz de voz gélido—. Sabes perfectamente cómo me siento al respecto.

Su hermana comprende perfectamente a lo que se refería. Estaban abriendo una herida que ni siquiera había logrado cerrarse del todo. Deja ir la prenda de su hermano, observando la manera en que se acerca al espejo de cuerpo completo y arregla el traje oscuro que aún dejaba ver algunos tatuajes por debajo de las prendas.

Después de lo que sucedió cinco años atrás, James revistió su cuerpo en tinta. El que fue un solo tatuaje sobre su costillar izquierdo se convirtió en la raíz de múltiples diseños que llenaban su pecho, parte de su brazo derecho, sus nudillos, manos y, sobre todo, la manga de su brazo izquierdo. Algunos bocetos escalaban hasta el costado siniestro de su cuello, aterrizando sobre la mejilla del mismo. Siempre ignoró las advertencias de su padre acerca de tatuarse de esa forma, pero a él no le importó. No cuando le habían arrebatado lo único por lo que se había motivado a vivir.

—Prometo que Steve y yo te visitaremos todos los días —Intenta consolarle, apoyando ambas manos sobre sus hombros, los cuales apenas alcanzaba con ayuda de sus tacones.

—¿Yo para qué quiero a Stevie bear en mi futura casa? —mofa en un intento de aligerar el peso del ambiente.

—¡Idiota! —ríe la castaña.

A pesar de haberse odiado durante tantos años, la relación entre los hermanos mejoró después de aquella noche en que, no solo James perdió a su familia completa, sino que George Barnes perdió a su esposa y Linda también se sostuvo a una situación que le dejó con secuelas actuales. Se unieron como nunca lo habían hecho, reinando Barnes Inc. de una manera nunca antes vista, imponiendo autoridad en el instante en que ambos cruzaban por las imponentes puertas de cristal.

Babel [Bucky Barnes] EN FÍSICOWhere stories live. Discover now