Capítulo 36

3.3K 336 228
                                    


Catorce horas antes


El sueño de ir a Milán, desfilar en las mejores marcas de ropa y comprar cuanto gelato le fuera posible de pronto se convierte en encerrarse dentro de su departamento con un montón de bolsas y potes completos con la golosina de lactosa dentro de los mismos. Posiblemente había comprado más sabores dulces de los que había planeado, pero su expectativa competía fuertemente contra la realidad que ahora veía, viendo televisión en italiano e incapaz de comprender del todo el idioma.

Posiblemente Londres hubiera sido una mejor opción, considerando la lengua, pero la escuela no era tan xenófoba como la mayor parte de la ciudad.

Durante sus compras, había enviado unas cuantas fotografías a Linda para pintarle un paisaje de felicidad que ni siquiera ella misma se creía. Su cabeza continuaba rondando en James y lo que había sucedido aquella noche. Habían transcurrido un par de días y aún no tenía el valor de abrir aquel sobre, temiendo de que se tratase de algún acta de divorcio la cual no tendría la disposición de firmar.

La sola idea de que el castaño quisiera deshacerse de ella le partía el alma de una forma inexplicable, y es que nadie te explica que el amor duele así de duro, ni siquiera las series o las películas. Todas lloran, pero nadie describe el resquebrajo en tu pecho, la forma en que te falta el aire y que tus manos tiemblan, deseando enviar un mensaje de texto a esa persona, pero con tu cerebro gritándote NO LO HAGAS porque sabe que te dolerá aún más la respuesta.

Era una jodida masoquista en un plano terrenal en el cual ella podía tener a quien se le diera la gana. Varios italianos le habían puesto el ojo encima, pero el colmo era tener la oportunidad de follar con un extranjero y tan solo desear un par de manos americanas tintadas sobre su silueta. Solloza tras ver el beso en el televisor, deseando encontrarse así de melosa junto a James en estos instantes.

Se le había metido por debajo de los pensamientos, haciéndola abandonar el orgullo de una hija con poco amor recibido y mucho por dar. Su hermana verificaba su estado constantemente desde Los Ángeles, pero ella solo tenía el alma rota, imaginando en todo lo que estaba pasando allá sin ella presente.

Y lo peor de todo era continuar atada a Barnes por un acta de matrimonio que ninguno de los dos deseó desde un inicio, pero que ahora no pretendía deshacer. Sus dedos arden con la sola idea de hacerle una llamada, de decirle que lo extrañaba y que no le importaba que no correspondiera sus sentimientos de la misma manera en que ella lo hacía.

No deseaba que renunciara a Sabrina, deseaba que también le amara con la misma intensidad que ella hacía. No solo como una amiga o una compañera, sino como una amante o un enlace.

Aquella noche, su silencio le dañó aún más de lo que pudieron hacer sus palabras. Posiblemente hubiese preferido alguna clase de insulto con el cual la discusión pudiese continuar, pero el hecho de que James haya preferido quedarse callado marcó el evento de no poseer siquiera el carácter de enfrentar lo que estaba sucediendo justo en ese momento, y no puede describir con exactitud qué es lo que sucedió dentro de ella en aquel instante, tan solo sabe que no pudo contener más el llanto y solo se permitió romperse frente a él de una manera en que no había hecho con nadie previamente.

James Barnes se llevó lo poco de su dignidad y la enterró con la punta de su pie bajo tierra.

Las películas le habían mostrado que esos hombres siempre buscaban a su amada después de haberla cagado en grande, pero, al igual que sus padres, tenía que acostumbrarse a la idea de que esto no era una clase de película Disney o una romcom de los dos mil como las que tanto le gustaban.

Estaba embrujada por un demonio que, posiblemente, ni siquiera se inmutaba en estos instantes por su existencia y la sola idea de abrir aquel sobre le partía en mil pedazos. Observa la joya en su anular izquierdo, aquella que se le entregó el día de la boda, provocando nuevamente el llanto en ella y que sus yemas ardieran por volver a abrazarlo, olisquear aquella loción de notas de albahaca, madera de cedro y bergamota. Se había obsesionado enfermizamente con un hombre con el cual solo podía soñar y ahora su ansiedad le mataba internamente por conocer una respuesta mayormente digna a lo que hizo aquella noche.

Deseaba tanto volver a aquella mañana de abril y huir de casa, evitar todos estos problemas y continuar con su vida de fiestas. Estaba tan segura de que, si hubiese sido otro hombre en lugar de James, no se hubiese enamorado de esta forma tan oscura y dolorosa. Posiblemente continuaría follando con cualquier tipo, drogándose con Loki y evitándose todo este desastre.

Todo era mejor cuando su vida era caótica.

Ahora el caos se había apoderado de sus sentimientos, haciéndola meterse aún más dentro de aquella colcha rosada, sentada sobre el sillón de la sala. Da un largo sorbo al popote con la malteada de chocolate que se había preparado hace poco. El lugar era precioso, pero poco apreciable debido a que las cortinas tenían cerradas desde que había llegado, permitiéndole hundirse aún más en su miseria.

Tenía tanto miedo de que James le pidiese alejarse, que entre sus manos continuaba el papel que le había dado en el aeropuerto, donde no había girado a verlo para despedirse al menos un poco, temerosa de que aquella fuese la última ocasión en que le vería. Abraza el sobre entre sus manos, sollozando ligeramente y esperando el instante en que este desapareciera.

Sea lo que sea que estuviese dentro, hacía temblar todos sus sentidos. Jamás se había sentido tan cobarde como este punto, posiblemente porque nunca había temido tanto el quedarse sin alguien como lo hacía con su marido, y es que se había encaprichado al punto en que los escalofríos se hacían comunes cuando él estaba presente. Todo en él le provocaba cosas que jamás había sido capaz de procesar.

Sus dedos se mantienen en movimiento sobre el papel, mordisqueándose los pequeños trozos de piel en su labio inferior, buscando algún otro pretexto justificable por el cual no tuviera que abrirlo, pero las opciones se le acababan y el resto de las explicaciones eran más que estúpidas para ponerlas. Deja escapar un suspiro, imaginando aquella mirada severa puesta sobre la propia, exigiéndole un divorcio por el cual no deseaba su llegada.

Sus uñas levantan con cuidado la pestaña del sobre, tirando de él suavemente hacia arria con el sonido de la rasgadura del mismo. Su corazón se aceleraba contra su pecho en un frenesí constante con todos los posibles escenarios que su mente creaba dentro de cada segundo que transcurría.

Desliza con cuidado la hoja de papel doblada en el interior, notando la tinta que se mantenía por los dos lados con la caligrafía adulta de James, esas veces en que los empresarios estaban tan acostumbrados a firmar documentos que, cuando se trataba de escribir papeles personales, sus trazos continuaban siendo parecidos a los de las autorizaciones oficiales.

Desdobla con cuidado el papel, comenzando a detallar cada palabra con cuidado, tragando lentamente y esperando lo peor como un resultado de un accidente del cual no podía evitarse la desgracia. El nudo asciende cada vez más por su garganta mientras continuaba leyendo, pensando en la mismísima voz de James hablando a través de las letras.

Babel [Bucky Barnes] EN FÍSICOWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu