Los Recuerdos De Inej [Inej G...

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Inej se ha ido a navegar por el Mar Auténtico para cazar esclavistas. No se detendrá hasta que consiga erradi... More

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20 (capítulo final)
Epílogo
Haphephobia

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"Inej cruzó los brazos. En un instante hizo que se ruborizase y al siguiente que le entraran ganas de cometer un asesinato".
Inej Ghafa Seis de cuervos

--

Kaz ya no tenía ánimos para trabajar, así de voluble estaba su humor esa noche. Inej lo convenció para que subiera a descansar. Desde la gran aventura contra Van Eck Kaz había tenido muchos problemas con su pierna, no hablaba al respecto pero Inej había notado como su cojera se incrementó después de eso.

Una vez Kaz se acostumbraba a su tacto ya no quería soltarla. Pasaban de las tres cuando subieron al ático, no veían problema en subir de la mano. No contaban con la escapada de Anika, estaba borracha e iba camino a los baños. Sonrió por unos segundos hasta que notó lo que estaba pasando, se aclaró la garganta y evitó la mirada indiferente de Kaz, terminó de bajar las escaleras sin decir otra cosa.

Inej se sintió incómoda pero no estaba dispuesta a soltar a Kaz, no después de lo que había pasado esa noche. No iba a soltarlo si Kaz no quería que lo hiciera.

Ahora que el escritorio no ocupaba la mitad de la habitación Kaz había hecho que pusieran un sofá enorme en el ático. Inej podía imaginarlo reposando un par de minutos allí, no sabía porque Kaz parecía aborrecer las camas. Casi no las usaba.

Se sentaron un poco distanciados del otro pero con sus manos unidas en medio de los dos. Él tenía su pierna mala estirada y la buena flexionada.

—¿No vas a contarme? —Preguntó cambiando de posición su mano para sentir el pulso agitado de Inej.

—¿Qué quieres que te cuente?

—Sobre el prepuberto.

—Ahora es mayor que tú, Kaz. Dejó de ser un prepuberto hace mucho tiempo. —El chico rodó los ojos, giró su cabeza para verla. El cabello de Inej se había soltado de su tranza y comenzaba a desparramarse por su rostro. Tenía la cabeza apoyada sobre el respaldo del sofá en su mano libre y las piernas dobladas bajo su cuerpo. —Era agradable. Divertido. Muy hábil con los cuchillos, cuando creciera haría un buen acto. No sé qué pasó con eso, le preguntaré a mi madre si tanto te interesa.

—No te hagas la listilla conmigo, Inej.

—Tú eres el que quiere saber.

—¿Te gustaba?

—No lo sé. Me agradaba pero eso era todo. Yo creía que el gusto llegaría más adelante.

—¿Cómo es que estabas tan de acuerdo en casarte joven?

—Es el tipo de cosas que hacen las chicas de la Troupe. Es distinto ahora, sé y he visto cosa que jamás debí ver. Ya no soy la niña que viajaba en el carromato desesperada por parar para subir a la cuerda. He cambiado mucho desde entonces.

—Yo fui el responsable de muchos de esos cambios.

—Sí, no te vanaglorees de eso. Pero sí, haz cambiado mi vida de muchas formas.

—Eso sonó cursi.

—Lo dice el tipo que gritó lo mucho que le provocaba celos un chico que no he visto en más de tres años.

—¿Quién sería ese pobre diablo? No lo conozco. —Inej soltó una carcajada. Cerró los ojos para descansar un poco, había sido un día largo. Y Kaz no dejaba de acariciar su piel atontándola un poco. —Estas cansada, deberías dormir.

—Voy a robarte el sofá está noche, Brekker. Así que ve a tu cama, descansa tú también.

Inej sintió como el sofá perdía peso. Kaz se había levantado pero no la había soltado, Inej abrió los ojos lentamente y apretó el agarre de Kaz por unos segundos.

—Buenas noches, Inej.

—Duerme, por favor. No fingas hacerlo por un par de minutos y luego te escabullas a tu oficina.

Había pasado muchas noches allí, estaba segura de haber usado más la cama de Kaz que él. Incluso ese jodido sofá. Kaz no dormía, apenas descansaba un par de minutos, lo necesario para continuar.

Inej comenzaba a preocuparse. Parecía que en los últimos meses el insomnio de Kaz estaba empeorando. Se envolvió en su chaqueta y se dió la vuelta para ocultar su rostro de la luz. Por el rabillo del ojo observó a Kaz cojeando hasta el biombo dónde escogió una camisa para dormir, lo observó quitarse la corbata, el chaleco y la camisa que llevaba puesta.

Bajó los ojos avergonzada cuando Kaz se dió la vuelta en su dirección, podía sentir su mirada. Tomó una de las mantas de su cama y se la puso encima. Luego cogeo devuelta a ella colocándose la camisa para acostarse.

Había pasado muchas noches en el ático de Kaz, al principio no lograba dormir por más de unos minutos. Ahora podía conciliar el sueño con facilidad, desde que había salido de la Reserva dormía con sus cuchillos encima, nunca se los quitaba. No le importaba que estuviese en el lugar más seguro y no había nada más parecido que durmiendo en la habitación de Kaz con él a sólo unos metros.

El problema con todo ese acercamiento hacia Kaz era que terminaba deseando más de lo que podía tener. Por el bien de ambos debían moverse con lentitud, avanzar deprisa solo podía terminar con uno de los dos en una crisis de nervios. Y la última vez que Kaz había tenido una crisis había corrido al Listón dispuesto a ser golpeado hasta la muerte sin ningún plan de reserva.

Imaginarse entre los brazos de Kaz, los besos, las caricias eran un tortura para Inej. Era agradable imaginar esas cosas, no era lo mismo intentar hacerlo. Entonces, el terror se apoderaba de ella y los recuerdos de la Reserva aparecían.

—Sé que no estás dormida.

—Yo puedo sentir como me observas.

—Tal vez me gusta hacer eso.

—Y a mí, tal vez, me gusta que lo hagas.

—Ya duérmete, Ghafa.

—Ya cierra la boca, Brekker

***

Inej despertó con los pasos de Kaz moviéndose por la habitación. Estaba parado frente al espejo ajustándose la corbata.

—Anika nos vió subir anoche.

—Sí.

—Sabes lo que pasará, verdad.

—Puede decir lo que quiera, mientras no llegue a mis oídos.

—Qué pasará si te enteras, Kaz.

—Es mejor que no lo sepas. —Kaz terminó de abotonarse el chaleco y cogeo hasta el sofá, se sentó junto a Inej, la observó por unos segundos muy serio. —Sin armaduras.

—Sin armaduras.

—Por eso no te mentiré, Inej. Eres un punto débil para mí, el más grande y peligroso. La última vez que me descuide, solo bastó mirarte para que Van Eck lo entendiera.

—Kaz, no tenemos por que hablar de eso.

—Sí, es una conversación que debemos tener. —Kaz acercó su mano al rostro de Inej, por un momento pensó que iba a tocar su cara pero el temblor de su mano lo hizo retroceder. En su lugar tomó uno de sus mechones y lo enredó en su dedo hasta ponerlo detrás de su oreja. —Acabaste secuestrada porque cometí un error. No voy a permitir que eso vuelva a suceder.

—¿A dónde quieres llegar?

—Ahora tengo más enemigos que nunca, Inej, lo sabes. No voy a permitir que nadie vuelva a ponerte un dedo encima.

—Por eso debemos tener cuidado.

—Sí.

—¿Esto significa que vamos a intentarlo?

—Esto significa que soy un bastardo egoísta. Eres libre Inej. Podrías irte mañana y dejarme si eso es lo que quieres. He estado a punto de perderte una y otra vez desde la corte de Hielo, no voy a tenerte atada a mí pero eso no significa que no vaya a intentar darte lo que mereces. Intentar estar contigo como ambos queremos estar.

—Kaz, yo… —Inej se acercó más a él jamás había querido estar tan cerca de él como en ese momento.

—Ya hemos hablado de tu viaje, pero hasta que tengas que irte yo quiero… quiero esto.

Él no dijo nada más. Inej lo entendió a la perfección. Ella puso su mano sobre su mejilla, pudo sentir el escalofrío que recorrió a Kaz, él no se apartó. Cerró los ojos disfrutando de su contacto, llevó su mano a la que ella tenía libre y la apretó con fuerza.

Había llegado a la conclusión que el contacto lento y debilicado podía provocar más daño del que esperaba. A veces solo necesitaba hacerlo sin pensar mucho en ello, después solo tenía que tragarse el rechazo y la aversión que sentía. Era a Inej a quien estaba tocando, su chica… la que quería que fuera su chica.

Inej era la responsable de sacarlo de sus lugares oscuros, de hacer que su sombra disminuyera un poco cada vez que estaban juntos. Su risa, sus comentarios ingeniosos y la forma que tenía de llevarle la contraria, no se cansaba de eso. Quería tener más.

Ya lo había dicho, era egoísta y iba a tener tanto de Inej como ella quisiera darle. Comenzaba a comprender sus sentimientos, le aterraba la idea de estar enamorado. Nunca creyó poder sentir eso, y allí estaba, adorando a la chica que tenía frente a él.

Sería un Bastardo egoísta. Al diablo con Injen y su habilidad con los cuchillos, al carajo con todos esos hombres que había pillado observándola, si alguien que no fuera Kaz se atrevía a siquiera poner un dedo encima de esa mujer tendría que ir despidiéndose de sus manos.

—Sé como es este negocio, es raro que ahora nosotros estemos en la misma posición en la que pusimos a tantas personas. —Kaz abrió los ojos. Inej acariciaba su mejilla con el pulgar, avanzó lentamente hasta rozar sus labios. —Puedo defenderme, Kaz. Lo sabes.

El espacio entre ellos era mínimo. Inej solo tuvo que inclinarse un poco para rozar sus labios con los de Kaz. La presión sobre ellos era ligera, más que un beso era un suspiro.

Cuando se separaron Kaz llevó su mano a la cintura de Inej por inercia. Ella no podía sentirlo por su ropa pero sabía que estaba temblando, que estaba frío.

—Puedo cuidarme. —Repitió. Había aprendido a reconocer la mirada de Kaz que pedía a gritos por su voz. Hablarle era lo que lo salvaba de alejarse en su terror, así que ella lo hacía. No dejaba de recordarle que era ella quien estaba frente a él, no su pasado.

—Lo sé, pero no puedo cuidar a la ciudad de lo que haría si te pasara algo, Inej. Ya te lo he dicho, no porque me esforcé construyendo todo esto no significa que no esté dispuesto a verlo arder.

—¿Lo harías arder por mí?

—Ladrillo a ladrillo.

—Ladrillo a ladrillo. —Inej se inclinó una vez más y lo besó. Un beso de verdad, no un suspiro. Un beso.

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