Los Recuerdos De Inej [Inej G...

By fanfictiongirl21200

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Inej se ha ido a navegar por el Mar Auténtico para cazar esclavistas. No se detendrá hasta que consiga erradi... More

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20 (capítulo final)
Epílogo
Haphephobia

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Capítulo V

"Lo había engañado. Ese Espectro decente, honesto y devoto había sido más astuto que él. Se giró para mirar otra vez la larga extensión de tejado que iba a tener que recorrer para volver al bote.
—Malditos seáis tú y tus Santos —dijo a la nada, y después se dio cuenta de que estaba sonriendo".
Kaz Brekker, Reino de Ladrones.

Inej no sabía el momento exacto en el que se había enamorado de Kaz Brekker, pero sí sabía cómo ocurrió. Después de todo él era su salvador y su principal fuente de problemas. Fueron los pequeños detalles los que habían desatado ese enamoramiento en Inej, siempre se reprochó el sentir cosas por Kaz cuando sabía que él jamás le correspondería.

El único amor de Kaz Brekker eran los kruge, no había espacio allí para Inej.

A pesar de ello, no pudo evitarlo cuando le regaló su primer cuchillo, todas las veces que la trajo de vuelta a la luz cuando se encontraba en un mal momento; se enamoró de él por todas las veces que le salvó la vida, le guardó las cenas horribles de Rotty, la hizo reír y enojarse cada vez que se burlaba de sus santos.

Kaz era un hombre difícil de olvidar y aún más de apreciar.

Durante su asalto a la Corte de Hielo todo cambió para Inej. Estuvo amenazando a Kaz con marcharse y eso desató que él mostrara sus verdaderos sentimientos, en aquel momento Inej no sabía si se trataba de amor por ella o un simple capricho.

Kaz es como un niño malcriado, tiene cosas que no valora hasta que es muy tarde y cuando alguien más intenta quitárselo… se aferra a ellas con fuerza. Por eso Inej no sabía si se trataba de un berrinche o de verdaderos sentimientos.

En el barco de regreso a Ketterdam las cosas estaban complicadas, Nina había tomado la parem y no sabían cómo podía resultar aquello. Todos estaban asustados y exaltados, Inej trató de mantenerse en calma y aprender lo esencial de la tripulación, al menos de esa forma se mantenía ocupada. También era una forma de huir de Kaz.

Ella se había atrevido a tocarlo, puso su mano sobre su rostro. Él no se apartó pero si sintió lo difícil que había sido para él. Mientras aprendía a hacer nudos con Specht creía sentir aún la frialdad de la piel de Kaz picando en sus manos. Lo que no imaginaba era su mirada, Kaz si la estaba observando, no había parado de hacerlo desde que emprendieron el regreso a casa.

En las noches, en un barco muy distinto con un rumbo muy diferente, el recuerdo de esa última conversación con Kaz antes de su secuestro era todo lo que la atormentaba.

Quédate —le dijo, y su voz era piedra áspera—. Quédate en Ketterdam. Quédate conmigo.

Ella miró la mano enguantada que se aferraba a las suyas. Todo su ser quería decir que sí, pero no se conformaría con tan poco, no después de todo por lo que había pasado. Esas palabras eran las que había estado esperando desde que salieron de Ketterdam, pero las cosas habían cambiado mucho en el camino, Inej tenía que averiguar si Kaz estaba interesado en ella o solo era un capricho latente.

—¿Qué sentido tendría? —Preguntó enojada, decepcionada… desesperada por una muestra de afecto.

—Quiero que te quedes. Quiero que… te quiero a ti.

Su corazón se detuvo. Era todo lo que quería escuchar y seguía sin ser suficiente. Tal vez sus años en el barril la habían hecho egoísta, le enseñaron a desear más de lo que podía tener. Pero en ese instante lo quería todo de Kaz y sabía que obtendría a cambio.

—Me quieres a mí. ¿Y cómo me querrás, Kaz? —Él la miró entonces, con ojos fieros y la boca firme. Era la cara que tenía cuando luchaba—. ¿Cómo me querrás? ¿Estarás siempre vestido del todo, con los guantes puestos y tu cabeza girada para que nuestros labios no se toquen nunca?

Él le soltó la mano y sus hombros se hundieron. Tenía la mirada furiosa y avergonzada mientras giraba la cara hacia el mar. Él estaba luchando pero no era el único en la batalla, Inej tenía mucho que dejar atrás para estar con Kaz, con cualquier hombre, y allí estaba dispuesta a todo si él hacía un esfuerzo.

Tal vez fue porque le había dado la espalda por lo que Inej pudo al fin pronunciar las palabras.

Te tendré sin armadura, Kaz Brekker. O no te tendré en absoluto.

Él no dijo nada, de haberlo hecho la situación tal vez hubiese sido distinta. Inej no se engañaba con falsas esperanzas, había dejado ese hábito hace mucho tiempo. Si Kaz hubiese dicho algo que a ella le hubiera parecido un intento para no alejarla, ella se quedaría sin pensarlo dos veces, lo amaba demasiado para renunciar a él tan fácil.

En ese momento creyó que estar juntos no sería tan fácil de todas formas, había mucho peso entre ellos, mucho dolor y ella seguía sin saber lo que pasaba con Kaz, de dónde venía su aversión a ser tocado.

Quería preguntar, quería.

Tal vez le diría, tal vez no. Kaz era conciente del infierno que Inej había sufrido en la Reserva porque no era tonto, sabía lo que pasaba allí. Pero había mucho más detrás de todo eso y no creía que ella pudiese hablar al respecto, no en ese momento. No con él.

Seguía sintiendo vergüenza.

Inej quería ser vista por Kaz como una mujer, una de verdad. No una chica rota y asustada que debía arreglar, no permitiría eso. Ya no quería ser la pobre Inej, o la chica frágil. Todo ese tiempo en Ketterdam, todos esos años con Kaz le habían enseñado a ser una guerrera, había aprendido más de sí misma en ese viaje que en toda su vida.

No iba a ser la chica dañada, aunque lo estaba. Y definitivamente, no iba a ser la chica que se conformara con los destellos de aprecio que pudiese darle Kaz.

La habían secuestrado, esclavizado, violado, torturado y apuñalado más veces de las que podía contar. Los santos tenían un destino preparado para ella, había sobrevivido a todo eso después de todo, pero eso no quiere decir que no deba ser egoísta.

A fin de cuentas, ella no era una santa. No tenía porque martirizarse.

—¿Inej, estás bien? —La voz de Specht la sacó de sus pensamientos. Trató de pestañar para alejar las lágrimas acumuladas antes de volverse a verlo—. ¿Qué vamos a hacer ahora?

—Ravka, por supuesto. No todos los días nos invitan a una coronación y mucho menos a caminar por los pasillos en los que se formó Sankta Alina.

—¿Y después de eso?

—Puede pasar cualquier cosa. —Inej se encogió de hombros y volvió su mirada al mar otra vez—. ¿A caso quieres decirme algo, Specht?

—No.

—Yo creo que sí.

—No hables de esa forma.

—¿De qué forma?

—Usas el mismo tono y postura que Kaz cuando sospecha algo. —Inej se giró para verlo. Ni siquiera sabía que hacía esas cosas. —Supongo que esas cosas se pegan, ¿verdad?

—Es lo mismo que le dije a mi padre.

—¿Por qué no quieres volver?

—No estoy lista.

—Han pasado meses, Inej. Lo que sea que pasó entre ustedes…

—No pasó nada —Mintió.

Todos sabían que había ocurrido algo entre ellos. Lo sabían porque de lo contrario Inej no habría adelantado su viaje de la noche a la mañana, porque Kaz no estaba en el puerto para despedirse de ella, por las miradas de preocupación que se arrojaban Wylan y Jesper cada vez que Inej se daba la vuelta.  Lo sabían por como se había encerrado en el camarote hasta que dejaron atrás Ketterdam.

Nadie estaba dispuesto a preguntarle. Inej era tan peligrosa y voluble como Kaz, y ese era un terreno peligroso. Todo lo referente a Brekker lo era, y ningun miembro de la tripulación quería acabar con un cuchillo en el cuello.

—Solo digo —Specht habló con lentitud, asegurándole que no se trataba de una orden— que tal vez sea hora de volver a casa.

Se fue. La dejó sola. E Inej trató de alejar los recuerdos de su última noche en Ketterdam, no estaba lista para recordarlo. Para reprocharse lo que había hecho, ya había pasado muchas horas encerradas con su culpa y no quería arruinar su viaje cuando iba tan bien.

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