powerful, harry potter (pausa...

By -otbstark

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P | ๐˜ฃ๐˜ฆ๐˜ช๐˜ฏ๐˜จ ๐˜ฑ๐˜ฐ๐˜ธ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ง๐˜ถ๐˜ญ ๐˜ช๐˜ด ๐˜ฏ๐˜ฐ๐˜ต ๐˜ด๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฆ๐˜ต๐˜ฉ๐˜ช๐˜ฏ๐˜จ ๐˜ต๐˜ฉ๐˜ข๐˜ต ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ด๐˜ต๐˜ด ๐˜ฎ๐˜ฆ EL MUNDO DE... More

โ–ฌโ–ฌ POWERFUL
โ–ฌโ–ฌ CAST
โ–ฌโ–ฌ PROLOGUE
โ–ฌโ–ฌ ACT I
โ”โ”โ” harry's letter
โ”โ”โ” diagon alley
โ”โ”โ” hogwarts
โ”โ”โ” divination classes
โ”โ”โ” the hippogriff
โ”โ”โ” the coward of malfoy
โ”โ”โ” dumbledore's office
โ”โ”โ” hogsmeade and sirius black.
โ”โ”โ” werewolfs
โ”โ”โ” the game of quidditch
โ”โ”โ”atenea and the tickles in her stomach
โ”โ”โ”hagrid.
โ”โ”โ”crystal ball
โ”โ”โ”fear and anguish
โ”โ”โ” sirius black, remus lupin and peter pettigrew
โ”โ”โ”atenea black
โ”โ”โ”strong hugs
questions and answers <3
โ–ฌโ–ฌ ๐€๐‚๐“ ๐Ÿ
โ”โ”โ”dad
โ”โ”โ”the quidditch world cup
โ”โ”โ”Death Eaters
โ”โ”โ” you scare me, potter
โ”โ”โ” the tournament of the three wizards
โ”โ”โ” louis smith
โ”โ”โ” unforgivable curses and a faint
โ”โ”โ” friends
โ”โ”โ” imperio
โ”โ”โ” beauxbatons and durmstrang
โ”โ”โ” never trust in slytherins.
โ”โ”โ” you're beautiful
โ”โ”โ” in love?
โ”โ”โ” fear
โ”โ”โ” when green met blue
โ”โ”โ” safety
โ”โ”โ” your eyes
โ”โ”โ” butterbeers relax me
โ”โ”โ” the day before
โ”โ”โ”the first test
โ”โ”โ”the golden egg
โ”โ”โ”blast-tailed skrewts and skeeter
โ”โ”โ” dobby
โ”โ”โ” would you go with me?
โ”โ”โ” dress
โ”โ”โ” oh, ronnie
โ”โ”โ” my little girl
โ”โ”โ” divine
โ”โ”โ” the dance
โ”โ”โ” it was time
โ”โ”โ” pansy being a nightmare
โ”โ”โ”moody and harry's name
โ”โ”โ” looking for some solution
โ”โ”โ” the second test
โ”โ”โ” rita skeeter's article
โ”โ”โ” sirius and crouch
โ”โ”โ” inexplicable feeling
โ”โ”โ” calypso aura
โ”โ”โ”the power of the rogers
โ”โ”โ” a letter for sirius
โ”โ”โ” jealousy
โ”โ”โ” telekinesis?
โ”โ”โ” before the last test
โ”โ”โ” slight bad feeling
โ”โ”โ” when i woke up
โ”โ”โ” mom?
โ”โ”โ” our love...
โ”โ”โ” she was alive
โ”โ”โ” remember cedric diggory
โ”โ”โ” i'll see you soon
โ”โ”โ” ๐‘จ๐‘ช๐‘ป ๐Ÿ‘
โ”โ”โ” this summer felt different.
โ”โ”โ”โ”โ” no, harry.
โ”โ”โ” too selfish, too cruel.
โ”โ”โ” when father figures argue.
โ”โ”โ” the pink-eyed girl
โ”โ”โ” love him the right way
โ”โ”โ” peace and death
โ”โ”โ” late to the train
โ”โ”โ” back to hogwarts
โ”โ”โ” umbrigde.
โ”โ”โ” new friend
โ”โ”โ” broken heart
โ”โ”โ” memories.
โ”โ”โ”โ” hard decisions
โ”โ”โ” new start.
โ”โ”โ” ACT 4

โ”โ”โ” a little, little jealous of him

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By -otbstark

— ¿Tu... ?

—Sí, mi querida y anciana madre —afirmó Sirius—. Llevamos un mes intentando bajarla, pero creemos que ha hecho un encantamiento de presencia permanente en la parte de atrás del lienzo. Rápido, vamos abajo antes de que despierten todos otra vez.

—Pero ¿qué hace aquí un retrato de tu madre? —preguntó Harry, desconcertado, mientras salían por
una puerta del vestíbulo y bajaban un tramo de estrechos escalones de piedra seguidos de los demás.

—¿No te lo ha dicho nadie? Ésta era la casa de mis padres —respondió Sirius—. Pero yo soy el
único Black que queda, de modo que ahora es mía. Se la ofrecí a Dumbledore como cuartel general; es lo
único medianamente útil que he podido hacer.

Harry, que esperaba un recibimiento más caluroso, se fijó en lo dura y amarga que sonaba la voz de
Sirius. Siguió a su padrino hasta el final de la escalera y por una puerta que conducía a la cocina del sotano. Ahora entendía por qué Atenea se quejaba tanto del lugar, Sirius no actuaba como figura paternal.

La cocina, una estancia grande y tenebrosa con bastas paredes de piedra, no era menos sombría que el
vestíbulo.

La poca luz que había procedía casi toda de un gran fuego que prendía al fondo de la
habitación.

Se vislumbraba una nube de humo de pipa suspendida en el aire, como si allí se hubiera librado una batalla, y a través de ella se distinguían las amenazadoras formas de unos pesados cacharros
que colgaban del oscuro techo. Habían llevado muchas sillas a la cocina con motivo de la reunión, y estaban colocadas alrededor de una larga mesa de madera cubierta de rollos de pergamino, copas, botellas de vino vacías y un montón de algo que parecían trapos.

El señor Weasley y su hijo mayor, Bill, hablaban en voz baja, con las cabezas juntas, en un extremo de la mesa.


La señora Weasley carraspeó. Su marido, un hombre delgado y pelirrojo que estaba quedándose
calvo, con gafas con montura de carey, miró alrededor y se puso en pie de un brinco.


—¡Harry! —exclamó el señor Weasley; fue hacia él para recibirlo y le estrechó la mano con energía —. ¡Cuánto me alegro de verte!


Detrás del señor Weasley, Harry vio a Bill, que todavía llevaba el largo cabello recogido en una coleta, enrollando con precipitación los rollos de pergamino que quedaban encima de la mesa.


—¿Has tenido buen viaje, Harry? —le preguntó Bill mientras intentaba recoger doce rollos a la vez


—. ¿Así que Ojoloco no te ha hecho venir por Groenlandia?


—Lo intentó —intervino Tonks; fue hacia Bill con aire resuelto para ayudarlo a recoger, y de
inmediato tiró una vela sobre el último trozo de pergamino—. ¡Oh, no! Lo siento…


—Dame, querida —dijo la señora Weasley con exasperación, y reparó el pergamino con una
sacudida de su varita. Con el destello luminoso que causó el encantamiento de la señora Weasley, Harry alcanzó a distinguir brevemente lo que parecía el plano de un edificio.


La señora Weasley vio cómo Harry miraba el pergamino, agarró el plano de la mesa y se lo puso en los brazos a Bill, que ya iba muy cargado.


—Estas cosas hay que recogerlas enseguida al final de las reuniones —le espetó, y luego fue hacia un
viejo aparador del que empezó a sacar platos.
Bill sacó su varita, murmuró: «¡Evanesco!» y los pergaminos desaparecieron.


—Siéntate, Harry —dijo Sirius—. Ya conoces a Mundungus, ¿verdad?
Aquella cosa que Harry había tomado por un montón de trapos emitió un prolongado y profundo ronquido y despertó con un respingo.


—¿Alguien ha pronunciado mi nombre? —masculló Mundungus, adormilado—. Estoy de acuerdo con
Sirius… —Levantó una mano sumamente mugrienta, como si estuviera emitiendo un voto, y miró a su
alrededor con los enrojecidos ojos desenfocados.


Ginny soltó una risita.


—La reunión ya ha terminado, Dung —le explicó Sirius mientras todos se sentaban a la mesa—. Ha llegado Harry.


—¿Cómo dices? —inquirió Mundungus, mirando con expresión fiera a Harry a través de su
enmarañado cabello rojo anaranjado—. Caramba, es verdad. ¿Estás bien, Harry?

—Sí —contestó él.

Mundungus, nervioso, hurgó en sus bolsillos sin dejar de mirar a Harry, y sacó una pipa negra,
también mugrienta. Se la llevó a la boca, la prendió con el extremo de su varita y dio una honda calada.

Unas grandes nubes de humo verdoso lo ocultaron en cuestión de segundos.

—Te debo una disculpa —gruñó una voz desde las profundidades de aquella apestosa nube.

—Te lo digo por última vez, Mundungus —le advirtió la señora Weasley—, ¿quieres hacer el favor
de no fumar esa porquería en la cocina, sobre todo cuando estamos a punto de cenar?

—¡Ay! —exclamó Mundungus—. Tienes razón. Lo siento, Molly.

La nube de humo se esfumó en cuanto Mundungus se guardó la pipa en el bolsillo, pero el acre olor a
calcetines quemados permaneció en el ambiente.

—Y si pretendéis cenar antes de medianoche voy a necesitar ayuda —añadió la señora Weasley sin dirigirse a nadie en particular—. No, tú puedes quedarte donde estás, Harry, querido. Has hecho un largo
viaje.


—¿Qué quieres que haga, Molly? —preguntó Tonks con entusiasmo dando un salto.
La señora Weasley vaciló, un tanto preocupada.


—Pues…, no, Tonks, gracias, tú descansa también, ya has hecho bastante por hoy.


—¡Nada de eso! ¡Quiero ayudarte! —insistió la bruja de muy buen humor, y derribó una silla cuando
corría hacia el aparador, de donde Ginny estaba sacando los cubiertos.


Al poco rato, varios cuchillos enormes cortaban carne y verduras por su cuenta, supervisados por el
señor Weasley, mientras su mujer removía un caldero colgado sobre el fuego y los demás sacaban platos, más copas y comida de la despensa.

Harry se quedó en la mesa con Sirius, Atenea y Mundungus, que todavía lo miraba parpadeando con aire lastimero. Atenea, que se sentó junto a Harry, miraba a Sirius y Harry con una pizca de envidia en sus ojos azules.

—¿Has vuelto a ver a la vieja Figgy? —le preguntó Mundungus.

—No —contestó Harry—. No he visto a nadie.

—Mira, yo no me habría marchado —se disculpó Mundungus, inclinándose hacia delante con un deje
suplicante en la voz—, pero se me presentó una gran oportunidad…

Harry notó que algo le rozaba la rodilla y se sobresaltó, pero sólo era Crookshanks, el gato
patizambo de pelo rojizo de Hermione, que se enroscó alrededor de las piernas de Harry, ronroneando, y luego saltó al regazo de Sirius, donde se acurrucó. Sirius le rascó distraídamente detrás de las orejas al
mismo tiempo que giraba la cabeza, todavía con gesto torvo, hacia Harry.


—¿Has pasado un buen verano hasta ahora?

—No, ha sido horrible —contestó el muchacho.


Por primera vez, algo parecido a una sonrisa pasó de manera fugaz por la cara de Sirius.
—No sé de qué te quejas, la verdad.

—¿Cómo dices? —saltó Harry sin poder dar crédito a lo que acababa de oír.

—A mí, personalmente, no me habría importado que me atacaran unos dementores. Una pelea a muerte para salvar mi alma me habría venido de perlas para romper la monotonía. Tú dices que lo has pasado mal, pero al menos has podido salir y pasearte por ahí, estirar las piernas, meterte en alguna pelea… Yo, en cambio, llevo un mes entero encerrado aquí dentro.

—¿Cómo es eso? —preguntó Harry con el entrecejo fruncido.

—Porque el Ministerio de Magia sigue buscándome, y a estas alturas Voldemort ya debe de saber que soy un animago; Colagusano se lo habrá contado, de modo que mi enorme disfraz no sirve de nada. No
puedo hacer gran cosa para ayudar a la Orden del Fénix…, o eso cree Dumbledore.


El tono un tanto monótono con que Sirius pronunció el nombre de Dumbledore hizo comprender a Harry que Sirius tampoco estaba muy contento con el director.

De pronto, Harry sintió un renovado
cariño hacia su padrino.

—Al menos tú sabías qué estaba pasando —dijo más animado.


—Sí, claro —repuso Sirius con sarcasmo—. Yo sólo tenía que oír los informes de Snape, aguantar sus maliciosas insinuaciones de que él estaba ahí fuera poniendo su vida en peligro mientras yo me quedaba aquí cómodamente sentado y sin pegar golpe…, y sus preguntas acerca de cómo iba la
limpieza…

—¿Qué limpieza? —preguntó Harry.

Atenea, sin estar escuchando la conversación, se cuestionaba; ¿Porque Sirius prefiere hablar con Harry, que conmigo, su hija?

Un sentimiento de disgusto se alojó en el estómago de Atenea, pero se mantuvo en silencio, negándose a estar allí y ayudando a Molly para distraerse.

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