El fuego no siempre quema

By Soniammad

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🔥Ganadora Watty 2021🔥 Ada Irons quiere llegar a ser fiscal para ayudar a los buenos. Por eso sabe que bajo... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1.- El preso
Capítulo 2.- El despacho
Capítulo 3.- La comida
Capítulo 4.- El Número Ocho
Capítulo 5.- La coartada
Capítulo 6.- La inocencia de James Burnside
Capítulo 7.- El mensaje de Christal
Capítulo 8.- El jefe de la policía
Capítulo 9.- El contacto
Capítulo 10.- El club Burnside
Capítulo 11.- El dormitorio de Jimmy
Capítulo 12.- La existencia de Marian
Capítulo 13.- El callejón
Capítulo 14.- La visita nocturna
Capítulo 15.- El robo de pruebas
Capítulo 16.- La equis de Randy
Capítulo 17.- Las dos historias
Capítulo 18.- Las nuevas pistas
Capítulo 19.- La carretera desértica
Capítulo 20.- La dura realidad
Capítulo 21.- La vuelta al inicio
Capítulo 22.- La última cena
Capítulo 23.- La sentencia
Capítulo 24.- La fianza
Capítulo 25.- El fotógrafo
Capítulo 26.- El hombre quemado
Capítulo 27.- La investigación
Capítulo 28.- La rusa
Capítulo 29.- La forense
Capítulo 30.- La cena con Sullivan
Capítulo 31.- La única copa
Capítulo 32.- La madrugada
Capítulo 34.- La equis de Christal
Capítulo 35.- La revelación
Capítulo 36.- La grabadora
Capítulo 37.- El ADN
Capítulo 38.- Las flores
Capítulo 39.- El artista
Capítulo 40.- Los cómplices
Capítulo 41.- El plan
Capítulo 42.- El encuentro
Capítulo 43.- El más rápido
Capítulo 44.- La confesión
Capítulo 45.- El juicio
Epílogo

Capítulo 33.- La oferta de trabajo

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By Soniammad

No hemos dormido después de hacer el amor. Me sorprende cuando los primeros rayos del sol nos pillan en la cama. Debemos llevar horas hablando. Estoy apoyada en el hombro de Jimmy, él me rodea con un brazo y yo acaricio sus tatuajes y sus cicatrices mientras él roza mi cadera con mucho cariño.

Pensé que Jimmy sería de los que se duermen en el acto (como suele hacer Fred), pero parece tan reacio como yo a dejar que el momento se acabe. Hemos hablado de nuestras vidas, de cosas felices, de buenos recuerdos, pero también de lo malo. Me ha explicado sobre sus tatuajes. La mayoría tienen una historia detrás, como yo había supuesto. Y sus cicatrices cuentan historias mucho más trágicas. Quiero conocer todas y él habla sin problema de ello, pese a que algunas cosas, sobre todo las relacionadas con su familia, hagan que le tiemble la voz.

―¿Qué le pasó a tu padre? ―me pregunta cuando el silencio se prolonga unos segundos largos―. Oí de su muerte, pero me dijeron que había sido un atraco frustrado... Sin embargo, parece que no piensas igual, Ada.

Me tomo un segundo. Entierro la cara en su costado y froto la nariz en él. Huele tan bien que trato de centrarme en eso para no ponerme a llorar por hablar de mi padre.

―No sé qué fue, pero no fue un atraco. Le dispararon en la calle, cinco veces, le quitaron la cartera y todo lo demás, pero no el Rolex, que era muy caro. Es verdad que, a priori, puede ser un atraco. Quizá no tuvieron tiempo de quitarle el reloj, o no lo vieron, o yo qué sé. Durante unos días lo creí. Y, después del funeral, me atreví a ir a su casa. Alguien había entrado.

»Fred... Él me dijo que quizá el ladrón le había quitado las llaves y quería robarle algo más, pero no se llevaron las cosas caras. Sin embargo, mi padre siempre colocaba los casos en marcha en un corcho del despacho de su casa y alguien había arrancado algunos papeles. No conseguí averiguar qué caso era. En la fiscalía me dijeron que no llevaba ningún otro caso, a parte de los que sí estaban, pero las chinchetas seguían allí, Jimmy, y habían arrancado los papeles dejando trozos. Mi padre era muy cuidadoso, nunca estropearía así unos papeles.

―¿Qué dijo Clayton de eso? ―me pregunta con interés.

―Que si la fiscalía decía que no llevaba más casos sería verdad y que quizá él arrancó algún papel que tiró porque no le servía de nada. Pero yo no lo creo, Jimmy. Yo conocía bien a mi padre...

―Lo sé. Te creo. Cuando tu padre y yo colaboramos no fue oficial hasta que tuvimos pruebas. Podía estar metido en algo parecido. Quizá ayudaba a alguien más de forma extraoficial.

Alzo la cabeza. Es la primera vez en dos años que le cuento a alguien mis sospechas y me cree. Todo el mundo está seguro de que me dejo llevar por el dolor. Que veo cosas dónde no las hay, para aferrarme a una idea que no sea tan dolorosa. Se me aguan los ojos y beso a Jimmy con fuerza.

―Gracias por creerme ―murmuro.

―Eres muy lista, Ada, y creo que tienes buena intuición. Puedes estar segura de que voy a creerte siempre. Hay algo más, pequeña. ¿Te has dado cuenta de que Clayton lleva mucho tiempo tirando de ti en la dirección contraria? Yo que tú tendría cuidado con él. No digo que sea el malo, pero, como mínimo, deberíamos tenerlo en cuenta. Ningún atracador callejero iría a robar a un piso de una víctima, no si no busca algo. Es peligroso. Además, ¿se dejó el Rolex por las prisas y tuvo tiempo de pasearse por su piso? Llevas razón en que algo huele muy mal.

―Bueno, a lo mejor tú sabes más de atracadores callejeros que Fred ―le provoco, porque quiero dejar el tema.

No sé si es verdad o no, pero la idea de que me haya traicionado duele horrores. Y la de que solo quiera mantenerme a salvo y le haya traicionado yo metiéndome en la cama de Burnside no es mucho menos dolorosa. Así que mejor alejar a Fred de mis pensamientos, antes de que los domine del todo y el arrepentimiento gane la batalla que lleva horas desarrollándose en mi interior.

―Seguramente sí, pero eso no dice mucho a su favor, que se supone que es poli ―bromea, dándome un beso en la cabeza―. Quiero que te quedes ―me lo suelta entonces, de golpe.

Al principio ni lo entiendo (luego tampoco), es un cambio de tema incomprensible para mí. Alzo la cabeza parpadeando tres veces para que nuestros ojos se encuentren. Los rayos de sol golpean con una tímida suavidad en la almohada junto a su cabeza y sus iris parecen más amarillos que nunca.

―¿Dónde? ¿En la cama? Porque habría que ir pensando en ponerse en marcha y...

―En el club.

―¿En la pandilla? ―Alzo una ceja y mi voz suena chillona y burlona, no puedo evitarlo.

―Llámalo cómo quieras, pequeña ―se ríe con suavidad―. Sé que quieres llegar a la fiscalía y eso lo respeto, pero aquí hace falta alguien y si quieres el trabajo, es tuyo. Estoy seguro de que podrás ayudar a la gente, como hacía Christal. Alguien tiene que hacerlo... Y yo... Bueno, me gustaría que fueras tú. Eso es todo. Si te interesa, el trabajo es tuyo. Todo legal.

Me trato de apartar un poco de él, pero su brazo me retiene abrazada contra su pecho. Aun así, me las apaño para mirarle a la cara. No puede hablar en serio. ¡No quiero defender a pandilleros! Justo es lo contrario de lo que quiero hacer. Yo quiero ayudar a la gente, pero... Cierro los ojos y apoyo la frente en su barbilla.

Mil pensamientos pasan por mi cabeza a la vez, como Jennifer Howland, la primera víctima y chica maltratada que Christal salvó de su horrible familia. También pienso en Eileen, obligada a prostituirse para intentar ayudar a su madre. Y Pool, al que la policía no quiso ayudar. Si yo hubiera podido hacerlo... Si hubiera podido ayudar a esa gente... Quizá también hay buenos aquí que necesitan ayuda.

―Wallace no me va a dejar ir ―le digo sincera―. No tiene sentido darle vueltas a otras posibilidades. No podré trabajar aquí, ni para la fiscalía, porque quiere exclusividad dos años más.

―Bueno, te esperaremos. Siempre.

Noto su sonrisa sin verla y alzo de nuevo la cabeza para mirarle. Parece tan relajado esta mañana, tan tranquilo, jovial, guapo y despreocupado... Sé que, en unos minutos, cuando salgamos de la habitación, el peso de la realidad volverá a aplastarnos, pero hemos hecho una burbuja aquí. Una burbuja perfecta en la que escondernos y en la que no dejar que toda la mierda de fuera nos alcance. Así que, ¿qué otra cosa puedo hacer más que aprovecharla? Desciendo de nuevo sobre sus labios y le beso despacio, sin prisa, sin miedo, sin problemas, sin preocupación, sin que importe nada más.

Se mueve lo justo para centrarse de nuevo en la cama y tira de mi cadera para que me coloque sobre él. Seguimos completamente desnudos y gimo cuando nuestros sexos se rozan con suavidad.

¿Su oferta de trabajo tiene que ver con algo más personal? ¿Incluirá algo más íntimo? Recuerdo lo que Eileen me dijo: «Jimmy no pertenece a nadie, pero tampoco reclama a nadie para sí». ¿Qué significa entonces que me quiera aquí, en su pandilla?

Cuando profundiza el beso, enterrando una mano en mi pelo y apoyando la otra sobre mis nalgas para frotarse contra mí, me olvido de todo lo demás. ¿Qué importa el futuro? Por una vez, me permito no pensar en ello. De todas formas, estamos en la cuerda floja y no sabemos si habrá un mañana, siquiera. ¿Por qué pensar en algo más lejano que los siguientes minutos?

La puerta se abre de golpe y me giro tirando de la sábana para cubrirme como puedo. Garret va mirando el ordenador y tarda un segundo en darse cuenta de lo que ha interrumpido. Espero una disculpa, una cara sonrojada (aparte de la mía) y que salga rápido, pero él nos dirige una sonrisa socarrona.

―Tengo algo.

―Ahora bajamos ―le dice Jimmy, antes de lanzarle un cojín, porque sigue mirando.

Garret se ríe y cierra cuando vuelve a irse. Me dejo caer en la cama a su lado, envolviéndome mejor en la sábana y muriéndome de vergüenza. Al tirar de esta encima dejo desnudo del todo a Jimmy, que parece que le da igual, pero yo solo logro querer desaparecer un poquito más. Hundo la cabeza en la almohada lloriqueando, mientras le oigo reír.

―¡¿Qué va a pensar de mí?! ―me quejo, con la voz amortiguada por la almohada.

―Que tienes un culo perfecto ―bromea Jimmy, antes de sentarse en la cama como si tal cosa―. ¿Vienes a la ducha?

Agito la cabeza, pero alzo la cabeza lo justo para ver el nombre de su hermana tatuado en su omoplato. No he podido analizar los tatuajes de su espalda hasta ahora, claro. Las letras son grandes y bonitas, y ocupando el resto de la espalda tiene el único tatuaje a color de todo su cuerpo. Son unas llamas enormes, similares a las de los anillos.

―Vaya, parece de verdad ―susurro, pasando los dedos por encima.

Me parece que se estremece un poco cuando le toco. Noto entonces lo rugoso de su piel. Las llamas coloridas ocultan mil cicatrices y marcas. Su piel no es nada lisa, pero están muy bien ocultas.

―Me lo hizo Eileen, es una artista. Le pagué un par de años de cursos para tatuar, pensé que cambiaría de profesión, pero a ella le gustaba lo suyo y no hubo manera.

Aprieta los labios un segundo y luego me levanta en brazos, haciéndome gritar por la sorpresa. Me parto de risa mientras me lleva al baño como si no pesase nada. Ducharme con la venda del brazo es un rollo, pero supongo que tampoco puedo bajar oliendo a Jimmy y a sexo. De hecho, me sonrojo solo de pensarlo.

¡Holis! Vengo a contaros, por si no os habéis enterado aún, que estoy escribiendo una historia interactiva con mis lectores y lectoras. Podéis encontrarla en mi perfil ^^ y ayudar a crear a los personajes. ¡Muy prontito estará el capítulo uno!

¡Nos leemos!

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