DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proc...

By IsabeleGPedroso

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Dieciséis años, hermosa y con ciertas habilidades especiales, inexplicables para ella misma. Ella, la cual nu... More

Bilogía de Megana
L'inizio
Viaggio a Londra
Mia suocera e i suoi pensieri
I
II
III
Dieciseis primaveras
I
Decisioni sbagliate
I
II
III
IV
V
VI
Piacere...
I
II
III
IV
V
Benvenuta
I
II
III
IV
Ciao
I
Il mio strambo
I
¡Bambina insolente!
I
II
¿Cosa rispondi?
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
Per te mi sposerò
I
II
III
IV
V
Ricordi del passato e piani futuri
I
II
III
IV
V
Inizia il conto alla rovescia
Dieci
I
II
III
IV
V
Nove
I
II
III
IV
V
Otto
I
II
III
Sette
I
II
III
Sei
Cinque
Quattro
Tre
Due
II
Uno
Uno e settantacinque
Uno e mezzo
0!! Mi sa che sei in anticipo
La forza dell'amore
I
II
III
IV
Philip è assente
I
II Jissella
III
IV
V
VI
Insieme per sempre
I
II
Per sempre

I

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By IsabeleGPedroso

Al despertarme, lo hice con una extraña quemazón en nariz y boca. No se escuchaba nada, tan solo un leve pitido intermitente proveniente del monitor y el susurro refrescante del ventilador a mi lado. 

La habitación estaba pintada en un vainilla oscuro. Era pequeña, con un sofá de cuero marrón frente a la camilla y un sillón del mismo color y tela junto a esta y el alto ventilador. A mi derecha, cerca del sofá y en la misma pared del sillón, estaba la puerta. A mi izquierda habían grandes ventanales por los cuales desde mi posición solo se podían ver las partes altas de unos pinos, el cielo, algunos tejados marrones y el muro de ladrillo del propio edificio. Philip miraba por uno de los ventanales.

-Phil...-tuve que tragar saliva con dificultad antes de poder decir bien su nombre-Philip-se giró de inmediato para luego acercarse y besar mis labios con suavidad. Al apartarse pude ver sus ojos rojizos y lacrimosos.

-Cómo te encuentras?-me preguntó en un hilo de voz sin dejar de acariciar mi cabeza. Su mente parecía gritar, llena de miedo, tristeza, preocupación... todo mezclado con la voz de un hombre, pero todas las frases se unían entre sí y no entendía nada. Y tras todo aquello, su voz, que parecía debatirse por algo realmente importante.

-Qué ocurre?-pregunté tocando su mejilla. El cogió mi mano entre las suyas y la besó. Me desgarraba el alma el gesto tan triste que tenía. Su mente calló de repente. Fruncí el ceño ante aquello-Lo has hecho tú?-pregunté refiriéndome al repentino silencio de su mente. El sonrió con tristeza y algo de diversión.

-Te dije que le había pillado el truco-dijo tan solo. Fui a incorporarme, pero él me detuvo agarrándome por los hombros-Debes descansar.

-Qué ocurre?-dije cada vez más nerviosa. Hizo el ademán de negar con la cabeza pero lo sustituyó por un hondo suspiro.

-El embarazo te está haciendo daño-dijo rozando con el dorso de sus dedos mi mejilla, como quien roza una escultura de arena que comienza a secarse.

-Cómo?-no entendí.

-Está... Es...

-Dime-lo insté.

-El médico dice que el pequeño se desarrolla deprisa, nada alarmante o extraño, pero es bastante más grande de lo habitual y tú sin embargo estás muy delgada y apenas se te nota el embarazo. Eso sí que le resultó extraño. Te han hecho pruebas y...-su gesto era ahora de no entender lo que estaba pensando-Tienes anemia... grabe... y principios de desnutrición y deshidratación... y... tu cuerpo parece no recibir oxígeno correctamente.

-Pero... Entonces el niño puede...-sentí miedo. Un miedo pesado y doloroso y parte de culpa la tenía aquella triste mirada achocolatada-Puede morir por mi culpa-no fue una pregunta.

-No!-se apresuró en decir-No-dijo ahora casi en un susurro-Tú puedes morir por la suya Meg. Lo realmente extraño es que él está en perfecto estado-ahora el miedo lo vi en sus ojos-Te roba la salud Meg-su voz...

Se apartó de mí para acercarse al ventanal nuevamente llevándose las manos a la cara para frotarse, mientras sorbía el aire con fuerza.
Noté un leve movimiento en mi vientre. Lo miré sin atreverme a tocarlo. Luego como quien perdona una vida, lo acaricié.
Me incorporé y no sin sentir dolor, me quité las vías y cables. Philip se giró asustado por la muerte falsa que anunció el monitor.

-Meg qué haces?-se acercó para sostenerme, ya que me había apeado de la cama y había tenido que volver a agarrarme a ella para no caer al sentir que se me nublaba una vez más la vista, pero se me pasó deprisa. Aún así para cuando se me pasó, Philip ya me había sentado en la camilla. Ahora estaba frente a mí, sosteniendo mi rostro entre sus manos.

-Me cuidaré-dije en un susurro alcanzando con mis dedos sus mejillas. Tenía un aspecto tan frágil.

-Te está matando lentamente Megana-su voz ahora incluía rastros de ira-Estás enferma y no se te puede tratar porque sino el perjudicado sería él-las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas nuevamente. Cuando se dispuso nuevamente a apartarse, tiré de él para besarlo, besarlo lento, mientras llevaba mis manos a su rostro rozando con mis pulgares sus húmedas mejillas.
Cuando el pitido continuo y más bien molesto del monitor, cesó repentinamente, ambos nos apartamos y miramos hacia él encontrándonos con la mirada apenada del doctor. Siquiera nos habíamos dado cuenta de que había entrado a la habitación, supongo que alarmado por el propio monitor.
El hombre, quien parecía una persona realmente agradable, me explicó entre varias cosas, dos que fueron las que más resonaron en mi mente durante la noche que nos pidieron que nos quedáramos en el hospital para seguir reconociéndome y obviamente para que pensara bien en lo que haría. Las dos cosas se resumían en opciones, la de dejar vivir al niño o la de dejarme viva a mí. Dramático, lo sé. Explicaré de forma algo más concreta.

-Tu marido te ha explicado bastante bien todo, que se resume en que el niño te está perjudicando de tal modo que puede llegar a matarte-me había comenzado a decir el hombre, pero sinceramente quieres saber en lo que yo estaba pensando de todo lo que había dicho? En la palabra, marido. Sí, me ponen en aviso de que puedo morir por mi embarazo y yo pendiente a una palabra que meses, años o incluso sin llegar tan lejos, semanas atrás, se me hubiese tornado impensable, pero lo cierto es que ahí estaba yo, a pocos días de convertirme en la señora Hemsworth.

-Meg-la voz de Philip mezclaba cansancio con preocupación-Estás escuchando?

-Perdón?-miré rápidamente al doctor, consiguiendo que frunciera el ceño mientras en su mente se decía básicamente que no sabía que narices pensar de todo lo que estaba ocurriendo y de mi comportamiento.

-Acabamos de obtener otros resultados de las últimas pruebas que te hemos hecho y-se quedó callado durante un momento antes de mirarme con gesto crítico-Se puede saber que leñes estás gestando tu ahí dentro?

-En la ecografía salía normalito, dos pies, dos manitas... Nada de cola de reptil ni nada parecido si a eso se refiere-el hombre primero me miró con cara de matemático, luego tan solo le quedó reír.

-Eres consciente de la parte en la que te digo que esa criatura puede costarte la vida?-dijo con seriedad ahora.

-Y qué sugiere que haga?-realmente aquello no era una pregunta propiamente dicha. Algo me hacía pensar directamente en que no había nada que hacer.

-Las opciones son simples. Sigues con el embarazo a riesgo casi seguro de...-se calló para mirar a Philip que se encontraba en silencio, mirando al suelo con el ceño fruncido.

-Cuál se supone que es la otra?-pregunté.

-Aborto-aquella fue la única palabra que hizo reaccionar a Philip levantando la mirada para clavarla en mí. Aquel no era mi Philip. Aquel era un ser frágil, uno del que emanaba miedo... Y no era por perder a muestro hijo. Miré al doctor a espera de que prosiguiera y pareció entender- El problema es que existe un alto porcentaje de probabilidades de que no salgas de quirófano-abrí los ojos como platos antes de echarme a reír con sorna.

-Cuál es la noticia buena?

-No he dicho que haya noticia buena.

-Me dice prácticamente y con educación médica, que solo me queda morir y que las verdaderas opciones no son aborto ni nada, sino morir lento o morir rápido-Philip de un momento a otro se enfureció y salió de la habitación sin mediar palabra y dando un portazo. Yo tan solo me sobresalté con lo último antes de mirar al doctor, que parecía querer disculparse con la mirada por algo de lo que no tenía culpa, mientras se metía las manos en los bolsillos de la bata.

-Perdone-me disculpé antes de ir en busca de Philip.

Al salir de la habitación me lo encontré sentado en un banco junto a la puerta, inclinado hacia delante, con la cabeza entre sus manos y los codos sobre sus rodillas. Me arrodillé frente a él haciendo que me mirara. Sentí una punzada angustiosa al ver su rostro.

-Por qué?-pregunté angustiada mientras secaba sus lágrimas con mis dedos y con la amenaza de ser yo la que comenzara a llorar. Philip me tomó de las muñecas, para quedarse mirándome fijamente.

-Parece que te lo tomes a broma. Es tu vida y la de mi hijo las que están en juego. No se si realmente te da igual o aún no lo has escuchado bien-su voz sonaba tan frágil... Me zafé de su agarre y lo abracé con fuerza.

-Lo he escuchado. Pero que sugieres? Es tu pequeño, nuestro pequeño... Puedo odiarlo por provocar que estés así, pero no por amenazar con arrebatarme la vida, al fin y al cabo fui yo quien decidió otorgarle el derecho de la suya.

-Pero si abortas hay posibilidades de que todo salga bien-me aparté de él incrédula por lo que estaba escuchando.

-Philip-parecí pedirle explicaciones con tan solo decir su nombre-Ya has escuchado al doctor, corro peligro de todos modos, si sigo con el embarazo al menos él podrá sobrevivir-primero miró a donde se supone que quedaba mi vientre bajo aquel ancho camisón y luego me miró a los ojos con gesto doloroso.

-Sabes que lo quiero-dijo mientras bajaba la mirada-Pero no creo que sienta lo mismo si a cambio de su nacimiento obtengo tu muerte.

-Philip no, no digas eso-dije agarrándolo cuando intentó levantarse-Por dios... eres la persona mas maravillosa y positiva que he conocido jamás... por qué tiras por la vía rápida?-ahora fue él el que me observaba como preguntándose si realmente no lo entendía.

-Porque quiero que te quedes conmigo-se inclinó hacia delante para tomar mi rostro entre sus manos y besarme, convirtiéndome una vez más en su frágil muñeca de porcelana, con miedo y extremado cuidado.

-Siempre-dije cuando pude mirarlo a los ojos. Yo sonreí levemente, pero él siquiera pudo hacerlo.

-No me gusta la posibilidad que implica tu siempre-el dolor del pecho no se me iba, incluso había aumentado. Entonces entendí que no era solo el mío el que sentía.

-Intentemos salvarnos a los dos, sí?-como mi pregunta siguió sin provocar ninguna reacción positiva en él, pasé a poner carita de corderito degollado provocando un intento de sonrisa en mi pequeño príncipe.

-Cómo?-sonreí.

-Aunque pierda mis magníficas curvas-dije siguiendo con mis manos el contorno de mi cuerpo, provocando una sonrisa algo mayor en sus labios-Vas a tener que cebarme. Rellenarme como un pavito de navidad, por favor por la boca-aclaré provocando que rotara los ojos con gesto divertido y cuando menos lo esperé y estaba a punto de decir alguna otra tontería, me besó. Me besó con necesidad.

-Un muy buen modo de callarme-dije con tono sensual provocando al fin su risa. Pero al momento su gesto triste regresó.

-Tienes prohibido irte de mi lado, te queda claro?-sonreí sintiéndome radiante antes de abrazarlo enganchándome a su cuello, provocando que estuviera a punto de caer de cabeza desde el banco.

Aquella noche tendríamos que quedarnos allí para que terminaran de hacerme pruebas.
El doctor se sorprendió bastante con nuestro cambio de humor, aunque siendo sincera, Philip aún seguía algo ausente.

-Muy bien, pues por el momento que sepamos el pequeño viene con una salud de hierro, aquí el problema eres tú-yo estaba sentada en el filo de la cama, balanceando mis pies en el aire de atrás hacia delante y viceversa. Philip, sentado en el sofá, a veces nos miraba a nosotros y otras parecía hipnotizarse con el movimiento de mis pies. Yo lo miré frunciendo los labios por la intentona de no reír y cuando levantó la vista tuvo que sonreír.

-Me has escuchado?-el doctor llamó la atención de los dos con su voz grave-Philip, verdad?-ahora hablaba con Philip, que asintió-Podrías dejarme un momento a solas con ella?-dudó, pero al final asintió, antes de levantarse del ruidoso sillón para acercarse a besar mi frente y finalmente salir de la habitación.

-Qué ocurre?-dije al ver que el hombre se había quedado mirando hacia la puerta ya cerrada.

-Perdón?-me quedé mirándolo con las cejas arqueadas.

-Es usted el que quería hablar conmigo a solas, recuerda?

-Omm-el hombre dejó la carpeta a mi lado y se sentó en el sitio que antes ocupaba Philip-Sé que ahora mismo lo que más te interesa es tranquilizarlo y que él esté bien, pero lo tuyo es serio.

-Una estúpida y simple anemia se cura fácilmente comiendo más, si no tengo entendido mal.

-La tuya ni es estúpida, ni es simple y lo entiendes fatal, así que comienza a escucharme-su voz fue recobrando autoridad. Me sentí igual de estúpida e impotente que cuando estaba en el instituto y los profesores abusaban de su poder como tal, para hablar como se les diera la gana. No respondí, tan solo lo miré a espera de lo que tan importante le parecía. Él se levantó para coger la carpeta nuevamente-Te recuerdo que él es mayor de edad y tú una menor, si tus padres no fueron responsables y no lo denunciaron, yo sí puedo hacerlo, además puedo acusarlo de malos tratos o crees que soy tan estúpido de pensar que esos cortes... Cómo se supone que te los has hecho? Ordenando folios?-al escucharlo, no me quedó otra que abrir los ojos como platos y al escuchar lo último, mirar mis manos marcadas.

-Se puede saber quien diablos te crees que eres?-mi voz sonó demasiado fría incluso viniendo de mí. Salté de la cama, empujando al hombre con las manos, logrando que cayera sentado en el sofá-Cíñete a tu trabajo que es diagnosticar y curar, ya hay demasiados detectives de pacotilla en el mundo. Y por si realmente te interesa, las marcas de mis manos me las hice en una pelea con mi tío, no con mi novio. Oh y si piensas que con estúpidas amenazas llamarás mi atención, ten por seguro que lo único que estás consiguiendo es que se rifen papeletas para recibir patadas en la entrepierna y misteriosamente llevas todas las de ganar-las palabras parecían salir de mí envenenadas de puro odio. Me encontraba exageradamente cerca de él, golpeando su pecho con el dedo índice y viendo como hundía su insignificante cuello entre sus hombros.
Al darme cuenta de lo que estaba haciendo y del calor cada vez más sofocante subiendo por mi cuerpo, me aparté de él como asustada por un fantasma. El hombre ahora me miró sin entender mi repentina reacción.

-Es esquizofrénica?-me preguntó sin más, logrando que se me pasara todo el enfado de golpe. Estuve a punto de echarme a reír, pero no lo vi oportuno, quizás al hombre le diera por llamar para que me internaran en un psiquiátrico. Como si lo viera... su explicación: primero me agrede, luego se asusta de no se el qué y finalmente se echa a reír.

-No, no lo soy. Tan solo quiero regresar a mi casa-dije sentándome nuevamente en la camilla. Sonreí levemente al escuchar en sus pensamientos que tal vez estuviera loca.

-Puedo levantarme?-ahora fruncí el ceño. Realmente lo pensaba.

-Oiga, no estoy loca. Tan solo me ha parecido realmente estúpido por su parte el modo que pretende usar para llamar mi atención. Ese chico que está ahí fuera es el que usted y la mayoría de hombres quisieran para su hija-el hombre se puso en pie.

-Tienes calor?

-Que?-se acercó

-Estás roja y no se si es por el enfado que tenías hace un momento o...-tuvo que retirar la mano en cuanto hizo el intento de ponerme la mano en la frente-Estás ardiendo-el hombre aún así quiso volver a intentar tocarme, pero si lo dejaba volvería a quemarse, así que hui de él saltando a un lado, para pegarme de espaldas a la pared.

-Traiga un termómetro y no sea idiota-dije como la madre que gruñe a su hijo por no estarse quieto. El hombre me hizo caso y salió de la habitación dejando la puerta abierta. Philip entró con el ceño fruncido.

-Qué le ocurre?-cerré la puerta para quedarme apoyada en ella. Philip se echó a reír-Nos persiguen?-tuve que reír yo también.

-Estoy ardiendo-dije tan solo.

-Tienes fiebre?-cuando fue a tocarme, para esquivarlo solo pude flexionar las rodillas, pero fui tan torpe que terminé cayendo al suelo. Me eché a reír ante mi torpeza.

-Qué intentas?-me dijo mi niño riendo mientras se agachaba a recogerme, pero obviamente se quemó el también-Au! Estás ardiendo-lo miré arqueando una ceja.

-En serio? Será que no te lo he dicho, verdad?-dije con ironía.

-Joder especifica-me eché a reír una vez más al ver que se encogía de hombros-No puedes hacer nada para que baje tu temperatura?-negué lentamente. Simplemente no lo sabía. Me levanté rápidamente dirigiéndome hacia los ventanales pero al abrirlos el calor me abofeteó.

-Creo que eso no será de ayuda-dijo Philip riendo, ayudándome a cerrar de nuevo la pesada ventana-Ponte frente al ventilador e intenta relajarte-eso hice, me senté frente al ventilador, pero la parte de relajarme la llevaba algo menos practicada.

-Mira a ver si viene-dije atropellando una palabra con la otra. Al escuchar la risa de mi niño, yo que tenía los ojos cerrados, los abrí para ver qué le resultaba tan divertido.

-Relájate-dijo antes de dejarse caer de forma pesada sobre el sillón-Veamos, si ya es definitivo que ese monstruito vendrá al mundo, es obligatorio elegirle un nombre.

-Crees que es el momento?-su gesto divertido por fin me hizo entender-Eres demasiado brusco para los cambios de tema-dije haciéndolo reír.

-Y bien?-dijo acomodándose.

-Mm... no sé. Si es chico...-dudé-Daniel, Marcos...-al ver su cara de espanto paré de inmediato-Qué ocurre?

-Tú? Diciendo nombres normales?-ambos nos echamos a reír cuando le lancé la almohada.

El doctor entró acompañado  de dos enfermeras, una con... no se que era aquello y la otra con una silla de ruedas. El doctor traía consigo una caja plástica blanca en la que llevaba varios aparatos, entre los que pude distinguir el estetoscopio, un medidor de tensión... y de entre los cuales, el hombre tan solo cogió el termómetro y una de las enfermeras de mientras, me tomó la tensión. Tras comprobar que todo estaba normal, mi tensión mínimamente alta, pidió a las enfermeras que se marcharan y a mí se me quedó mirando como a la típica obra del museo a la que no le encuentras ni pies ni cabeza.

-Todo en orden?-el hombre torció el gesto. Supo que me burlaba de él, pero no dijo nada.

Me explicó qué tipo de alimentos debería tomar para contrarrestar la anemia, que bebidas no podría tomar... En definitiva, tan solo le faltaba decirme que tipo de ejercicios hacer y podría contratarlo como mi dietista y entrenador personal.

A la noche Philip fue a la cafetería en busca de unos deliciosos espaguetis a la boloñesa, pero no hubo suerte, trajo a cambio varios trozos de una deliciosa empanada de atún y tomate, y dos platos de ravioli de espinacas y parmesano. Mas un batido de plátano y un botellín de agua. No pude terminarme a penas la pasta, aún así Philip cumplió con su parte del trato e intentó hacerme comer también un trozo de empanada, pero no me entró más de la mitad.

Me estaba quedando dormida escuchando la voz de mi pequeño, que me decía los nombres que él tenía pensado. Philip me acariciaba el rostro. Había pegado el sillón todo lo posible a la cama.

-Lo siento-dije una de las veces que me forcé a reabrir los ojos.

-El qué?-dijo mi niño mirándome con dulzura.

-Deberíamos estar regresando a Roma-sonrió.

-Este hotel nos sale más barato-aún medio dormida tuve que reír-Duérmete anda, enana.

-Philip-dije ya con los ojos cerrados.

-Dime-me susurró.

-Te quiero-casi pude imaginar su sonrisa.

-Yo también te quiero princesa.

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