La asíntota del mal [#1] - ✔

By Jos13JR

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¡FINALISTA WATTYS 2022! Miranda Roux está por cumplir tres años de noviazgo con Hunter Armentrout. Sin embarg... More

Epígrafe
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2018: Ofrendas de amor
Glosario

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By Jos13JR

Ya en el restaurante chino, me sentía más relajada.

Música tranquila y suave se escuchaba en el complejo. Había poca gente y en la mesa del centro, estábamos los tres. Hanna sentada a mi izquierda y Hunter a mi derecha, los tres eligiendo nuestra orden del menú plastificado.

Nuestra orden fue servida en cuestión de minutos.

Mientras comíamos, me fijé que tanto Hanna como yo, carecíamos de experiencia sujetando los largos y frágiles palillos de madera. Me resultaba penoso ver que parte de mi arroz se deslizaba y caía en el mismo sitio, una y otra vez.

Hanna, sin embargo, parecía haber perdido el apetito luego de intentar torpemente vaciar su plato de arroz.

—Soy muy mala en esto —murmuró ella, rendida en su totalidad.

Bufé, inclinándome hacia atrás, diciendo:

—Igual yo. Ni siquiera sé por qué acepté venir aquí.

Dejé los palillos sobre la mesa, algo molesta conmigo misma.

—Lo único malo aquí, es desperdiciar la comida de esa manera, mujer —Hunter negó varias veces con la cabeza—. Tu madre estará furiosa cuando se entere —se mofó él.

—¡Ah, cállate!

Hanna se levantó, indignada, tomó su mochila y sin mediar palabra, se fue.

Lo único que alcancé a divisar, estirando el cuello, fue que ella se dirigía a un mesero, este le hacía señas y luego se perdía entre las puertas que, en lo alto de la pared, tenía un rotulo donde se leía: BAÑOS.

Hunter chasqueó la lengua.

—¿Qué le pasa? ¡Solo estaba bromeando!

—Hunter, eso no se hace —le dije, irritada—. Hiciste que se sintiera mal. Tanto tú como yo lo sabemos.

—Ya, lo siento. Iré a disculparme con ella —Hunter se disponía a levantarse, pero me adelanté y lo detuve.

—Trataré de calmarla y hacerla entrar en razón yo misma. Si lo haces tú —lo señalé con la mirada, conteniendo la ira—, es probable que Hanna termine por arañarte la cara. Cuando está enojada, nadie es capaz de detenerla.

Hunter se tocó el rostro de forma automática.

—En seguida vuelvo —repuse.

Seguí la misma ruta que Hanna y la encontré frente al espejo, maquillándose.

—¿Necesitas algo?

—Quiero irme a casa —respondió.

—¿Te... te sientes bien?

Ella negó, su cabello rojo bailó en el aire durante unos segundos.

—Me duele la cabeza, solo es eso.

Ne acerqué a Hanna de manera sigilosa.

—¿También escuchas las voces?

—No, claro que no.

—Ah, bueno.

No quise acercarme demasiado al espejo.

El recuerdo del perro saliendo del cristal todavía me seguía traumando.

—Perdona a Hunter, él...

—Lo sé, Miranda —me cortó ella—. Me comporté como una idiota allá afuera.

—No es verdad. Hunter empezó todo.

—Yo tuve la culpa en aceptar venir con ustedes.

De algún modo, eso me hizo sentir culpable.

Hanna cayó en cuenta de sus palabras y se sonrojó.

—No quise decir eso, yo...

—Fui yo la que te obligó —concluí, sonriendo de lado—. Sabía que no querías, pero te insistí. Perdóname, Hanna.

Mis pies racionaron primero, me aproximé a ella y la abracé.

(No podemos esperar).

(No podemos esperar).

(No podemos esperar).

(No podemos esperar).

Las voces se unieron en una sola y se alzaron hasta alcanzar el interruptor que activó la explosión en mi mente.

Rodeé a Hanna con fuerza y ella gimió de dolor.

—¡Ay!

Ella me soltó y me miró, su rostro convertido en mueca de desagrado.

—Lo siento, no pretendía... —empecé a decir.

—No importa. Tengo que irme —me cortó ella, de manera indiferente—. No soporto estar aquí.

Asentí con la cabeza, mortificada.

—Está bien. Te hablaré luego.

—Adiós, Miranda.

—Ten mucho cuidado, Hanna.

Ambas salimos por la puerta y luego de un gesto rápido de despedida, ella finalmente se alejó; me quedé viendo su figura desplazarse del otro lado de los ventanales que cubrían la parte frontal del restaurante chino.

Mientras me dirigía de nuevo a nuestra mesa, no dejaba de mirar a Hunter con el ceño fruncido.

—Hunter Armentrout, es la última vez que voy a permitir que ofendas a mi mejor amiga de esa manera —mi amenazar en verdad era poderosa—. Si quieres romper conmigo en el último año del bachillerato, solo dilo de una buena vez.

Él palideció al instante.

—No, Miranda, no es eso. Es solo que...

—¿Qué te ha hecho Hanna? ¡Ella es mi mejor amiga, mejor dicho mi hermana!

Hunter se levantó de su lugar y se acercó a mí; había miedo en sus ojos.

Sus labios temblaban ligeramente.

—Miranda, lo siento. Yo no quería...

—Te disculparás con ella, no conmigo —lo interrumpí. Me crucé de brazos, sin esperar respuesta o una excusa.

—Creí que tú...

—No siempre alguien tiene que dar la cara por ti, ¿sabes?

—Miranda...

—¿Qué es esto? —pregunté, viendo una pequeña bandeja encima de la mesa.

—Galletas de la suerte.

Era cierto. Sin embargo, noté que solo había dos en el recipiente de plástico. No me pareció raro, ya que Hanna se había ido hacía un par de minutos. Podía ver parte del papel que supuestamente contenía nuestra suerte sobresaliendo de las esquinas de las galletas.

—Ah, claro —tomé mi abrigo, también el resto de mis cosas y me levanté—. Si no solucionas esto, te olvidas de todo y de mí, también —sentencié, mientras me alejaba.

—¿No te llevarás tu galleta?

—¡Al diablo con la galleta! —mascullé, mi voz sonaba enardecida.

Así pues, empecé a alejarme.

—¡Miranda, no te vayas! —decía, pero no le presté atención.

El ruido del exterior casi me aplastó, aun así, caminé lo más rápido que pude para perder de vista a Hunter. A medida que caminaba, el murmullo en mi mente incrementaba gradualmente.

(Ven con nosotros, Miranda).

Una pareja pasó a mi lado y me pareció que ellos me hablaban en la mente.

(Ya es hora).

Escuchaba que mi teléfono emitía vibraciones y supuse que era Hunter, realizando llamadas o probablemente mandándome mensajes.

Apreté los dientes y seguí andando.

(Sabemos qué hacer contigo).

Imploré que se callaran, porque no los soportaba.

Al llegar a casa, mamá quiso saber el porqué de mi mal humor. Sospeché que se notaba en mi expresión, pero, le respondí que se debía al cansancio. Ella no quiso indagar más, por lo que me dejó subir a mi habitación sin hacer otra pregunta.

Ya en mi propio espacio, dejé las encuestas encima de mi mesa, junto al reloj de arena que me regaló Hunter y suspiré, resignada y abatida.

Revisé mi teléfono y efectivamente, se trataba de Hunter y sus llamadas y mensajes que había realizado durante mi trayectoria. Sin embargo, los ignoré y decidí llamar a Hanna para saber cómo estaba.

—Me tomé un par de pastillas, pero todavía no han surtido efecto —me explicó.

Su voz sonaba fatigada, más bien ella estaba fatigada.

No tenía planeado prolongar su cansancio.

—Deberías tratar de dormir —le sugerí, mientras tomaba mi abrigo y rebuscaba restos de basura en los bolsillos—. No olvides seguir tomando tu medicina.

—Claro. Gracias, Miranda.

—Hasta pronto, Hanna.

Finalicé la llamada y traté de dormir, deseando que nada perturbara mi descanso.

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