La asíntota del mal [#1] - ✔

By Jos13JR

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¡FINALISTA WATTYS 2022! Miranda Roux está por cumplir tres años de noviazgo con Hunter Armentrout. Sin embarg... More

Epígrafe
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By Jos13JR

Hoy habría sido mi tercer aniversario de noviazgo con Hunter.

Y lo celebré, despertando en el suelo nuevamente, rodeada de materiales de pintura, restos de hojas arrugadas esparcidas en todas partes y el reloj de Hunter descansando con delicadeza entre mis manos.

Abrí los ojos lentamente y dejé que se adoptaran a la penumbra que me envolvía. Me hice de lado y empecé a llorar de manera desconsolada. Mis hombros se sacudían por mis sollozos y sentía el ardor a través de mis ojos.

Cada parte de mis articulaciones me pesaba como un saco lleno de piedras, pero traté de ignorar la sensación de dolor que me acobijaba. 

Tras unos minutos, por fin pude arrodillarme en medio del desastre y saqué con cuidado la carta, la cual pensaba entregársela a Hunter en un acto solmene frente a su tumba. Sin embargo, no atrevía a hacerlo.

Pasé toda la noche escribiendo la carta; no era larga ni muy concisa, no obstante, estaba cargada de elegantes sentimientos y fue el medio que me ayudó a liberar aquellas emociones que me estaban consumiendo y no sabía dónde guardarlas, porque el espacio dentro de mí ya no era suficiente.

Intenté buscar respuestas, las exigía y, como era de esperarse, no obtenía nada.

Hunter, mi Hunter ya no estaba conmigo.

Dolía, dolía demasiado su ausencia y no sabía cómo reparar el vacío que había dejado en mí, en su familia y sus amigos. Tal vez ese era su destino, como el mío que consistía en empezar desde cero, bajo un cimiento repleto de crueldad. Lo sabía, porque cualquier persona era capaz de suprimir sus sentimientos incluso sus pensamientos más íntimos para el bien de los demás.

Por diversos que fueran los motivos, ocultar un sin fin de secretos a veces era la mejor alternativa.

Levantando la mirada al techo, aún de rodillas, cerré los ojos y empecé a llorar.

—Te quiero, Hunter Armentrout —susurré y no me importó que nadie me oyera decir cada palabra, porque necesitaba dejarlas salir o pronto me ahogaría con ellas. Tomé la carta, lentamente y llena de nerviosismo, la estreché en mi pecho., junto a mi corazón—. Feliz tercer aniversario, Hunter… espero que, donde quiera que estés, te encuentres bien.

Tuve que usar una mano para sofocar mi llanto.

Gruesas lágrimas se deslizaban por mi mejilla y caían silenciosamente en el suelo.

—Me cuesta trabajo no pensar en ti, en el futuro que tanto habíamos soñado y nos faltaba poco para que se hiciera realidad; soy incapaz de borrar los momentos que pasamos en casa, en el colegio, en los lugares que visitamos y dejaron huella en nosotros, Hunter —seguí diciendo de forma entrecortada—. ¿Cómo lo haré? ¿Con quién tendría que acudir? ¿Hasta qué punto era mi angustia capaz de torturarme?

Estaba temblando e inclinándome hacia adelante, me aferré a la carta y sentí un dolor punzando en las partes más vulnerables de mi cuerpo.

—Fuiste una pieza importante clavada en mi alma y ahora duele tener que sacarte, pues el espacio que queda en mí, en algún momento alguien lo reemplazará…

«Pensé que eras la persona indicada para mí».

Doblé la carta en dos, luego entre y la rompí en trozos pequeños.

«Pensé que estarías conmigo al final de nuestros días».

Tomé con furia los fragmentos y las arrojé, lejos de mi visión.

«Pensé que acompañarías en el camino hacia la eternidad y no fue así».

A tientas avancé, arrastrándome sobre el piso, hacia el interruptor y encendí la luz que bañó toda mi habitación al instante. El desorden no me sorprendió ni me alarmó, porque sabía lo que había hecho y motivos me sobraban para no sentirme mal por mis acciones.

Sin embargo, el dibujo sí llamó mi atención.

En esta ocasión no se encontraba en la puerta, sino en el suelo, justo en centro de mi dormitorio. Mis pies desnudos se movieron y reparé en la forma que tenía: era un paisaje a medio terminar, del tamaño de un televisor de 32”.

Me pregunté cuánta pintura roja había gastado para hacer el dibujo, pero supuse que toda, porque busqué mis reservas y todo estaba vacío, incluso gasté parte del regalo de Hunter que permanecía guardado en mi armario.

Bien, esa era una razón suficiente para estar molesta conmigo misma. 

Recogí mis pinceles, brochas, plumones de colores y el manojo de hojas blancas y las acomodé de nuevo en sus sitios. Luego de eso, busqué un trapo y me dispuse a limpiar el suelo, quitando el resto de pintura que se había secado.

No quería que mis padres lo vieran.

O peor aún, que quedara una mancha permanente de quemadura sobre la superficie. Eso significaría reparar el suelo en su totalidad y esta vez deduje que papá no se haría cargo de los gastos, tal como lo hizo con la puerta.

Cuando terminé, sonó la alarma.

Pero, honestamente, no tenía planeado ir al colegio.

Eso mismo le dije a mamá, al momento de entrar a mi dormitorio.

—¿No te parece que es un poco… exagerado? —susurró ella.

Parpadeé varias veces, sobresaltada.

Realmente me sorprendió que dijera eso, siendo la mujer fuerte, de un encanto contagioso, honesta en su forma de ser, respetuosa con los demás y sobre todo, muy comprensiva que me inspiró a ser lo mismo.

No era decepción lo que sentía con respecto a mamá, sino un atisbo de sorpresa e inquietud.

—Por supuesto que no, mamá. Es solo que necesito estar lejos de todo, aunque fuese en esta ocasión.

—Tu padre no estará muy contento con esa noticia.

—Me trae sin cuidado —le expliqué.

—¡Miranda! ¿Te atreves a reñirnos, acaso?

Chasqueé la lengua de forma exasperada.

—No, mamá. Es que…

—¿Y qué hay de tus clases? ¿Pensaste en eso siquiera? Los profesores y el director no serán piadosos contigo, creí que lo tenías muy en cuenta.

—Desde luego, mamá. Por eso ee pedí a Hanna que pasara hoy por la tarde a darme un informe de todas las actividades que lleven a cabo este día.

Mamá se había sentado al borde de la cama y me miraba con atención.

—¿En serio hiciste eso?

Hice un gesto de inocencia con la mirada.

—¿Qué tiene de malo?

—Nada, pero…

—Cliff también vendrá, creo.

—Ah, claro.

Mamá apartó la mirada, aparentemente irritada por mi arriesgada decisión.

Guardamos silencio durante un rato, hasta que ella decidió volver a entablar una corta conversación antes de marcharse. Aunque, advertí que ella buscaba la manera de incluir a Hunter en todo momento.

—¿Cómo te sientes? —preguntó.

Mal, muy mal.

Quería morir en ese instante.

—Bien, la noche fue mejor de lo que esperaba —dije, forzando una sonrisa.

Ella pareció notar la duda disfrazada en mis palabras.

—No trates de mentirnos, hija. Tu padre y yo escuchamos que llorabas.

—Bueno, quizá lo hice…

—¿Por qué, Miranda? ¿Por qué simplemente no te olvidas de él?

—¡Para ti es fácil decirlo, mamá! —ladré con impaciencia—, ¡porque tú nunca lo conociste tanto como yo lo hice en estos años! —hice una pausa para recuperar la compostura—. Sí, admito que tal vez llevé muy lejos mi sufrimiento, pero es un proceso que poco a poco empieza a llegar a su fin. O eso creo.

—Está bien, está bien. De todos modos tienes que hacer algo. Tu padre y yo no estamos de acuerdo que te autodestruyas de esa manera.

Puse los ojos en blanco y murmuré:

—Sé lo que hago.

El aire desapareció abandonar mi dormitorio.

Algo pesado me oprimía el pecho y alteraba mi respiración.

—¿Quieres desayunar? —quiso sabe mamá, su mano se posó en la mía y apretó con determinación.

—Sí, claro que sí. Pero primero debo cambiarme —suspiré.

Mamá asintió varias veces.

—Te estaré esperando en la cocina, entonces —dijo, mientras se ponía de pie y se alejaba de mi cama. Se detuvo cerca de la puerta y me miró por encima de su hombro, demasiado afligida que de costumbre—. Cabeza al frente, sonrisa deslumbrante y expresión de valentía, ¿quedó claro, Miranda? —dicho eso, se marchó.

Enarcando las cejas, la vi desaparecer.

Me costó entender lo que ella me estaba diciendo, porque mis pensamientos se alejaban ya de mi alcance y mi concentración se limitaba únicamente a asentir, encoger los hombros o repetir las mismas palabras nada convincentes y aun así, hice lo mejor que pude.

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