La asíntota del mal [#1] - ✔

By Jos13JR

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¡FINALISTA WATTYS 2022! Miranda Roux está por cumplir tres años de noviazgo con Hunter Armentrout. Sin embarg... More

Epígrafe
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1708: Oscuros favores
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2018: Ofrendas de amor
Glosario

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By Jos13JR

Hunter seguía en el suelo, en posición fetal, mantenía los ojos cerrados pero era notorio que respiraba y hablaba en voz demasiado baja. Varios estudiantes se arremolinaron en torno a la puerta y no dejaban de murmurar.

Más tarde llegaron varios profesores, el director y también la mamá de Hunter.

—¿Qué le pasó? —quiso saber, mientras se agachaba y auxiliaba a su hijo—. ¿Qué fue lo que le hicieron?

—¡Nosotros no le hicimos nada! —chilló Hanna.

La señora Armentrout no nos dejaba de taladrar con la mirada.

Minutos después, llegó una ambulancia y trasladaron a Hunter en una camilla, a la vista de todo el Colegio Bryn. Incluso nosotros, los que sufrimos heridas leves, fuimos llevados también al hospital.

Mis padres llegaron poco después, estaban muy alterados y preocupados.

Mi cuerpo dejaba ya de doler, porque el medicamento que me habían administrado al llegar al hospital, estaba surtiendo efecto y me relajaba poco a poco. Debido a que no sufrí nada grave, fue más un choque emocional que heridas superficiales, decidieron atenderme después de que todos los médicos y enfermaras de turno en la sala de emergencias prestaran toda su atención en Hunter.

No obstante, me recomendaron recibir terapia psicológica, pero, el daño ya estaba hecho y era imposible borrar eso. 

Papá estaba enardecido, afirmaba que Hunter representaba un peligro y que su presencia significaba únicamente problemas.

—Si nos unimos, podemos interponer una demanda…

—No, papá —le supliqué. La venda en una de mis muñecas lesionadas me provocaba comezón pero, logré hacer caso omiso—, no lo hagas. Ellos están sufriendo, Hunter está sufriendo y no quiero ser la persona que incremente más su dolor.

—Pues merecido se lo tiene —respondió papá, inmóvil y muy serio.

—¡Jason Roux, no digas eso! ¿Acaso no tienes sentimientos? —soltó mamá, haciendo un gesto de indignación—. ¡Recuerda lo que le pasó a su padre!

—Lo siento, Linda, es solo que nuestra hija es la más afectada de toda esta situación. Y me parece que te lo advertí, ¿no es así, Miranda?

No sabía qué decidir.

Estaba segura de que, si terminaba lo nuestro con Hunter, me alejaría finalmente de todo ese desastre. Era lo correcto, desde luego, ya que estaba asumiendo un riesgo muy alto por el simple hecho de acudir a él en los momentos menos oportunos y lo menos que quería era terminar con heridas físicas graves.

Mis padres jamás me lo perdonarían.

Pero ¿qué será de Hunter? Esa era la otra parte de mi situación.

Si me quedaba con él, si luchábamos juntos y afrontábamos lo que sea que se avecinara, tal vez me daría cuenta que fuimos creados el uno para el otro. Además, prometí que estaría a su lado, que lo cuidaría, porque sé que él lo haría conmigo si yo estuviese en su lugar.

Y eso mis padres no lo entendían.

Rompí en llanto, porque era una decisión muy difícil.

Y las consecuencias no se harían esperar, claro está.

—¿Qué harás? —quiso saber papá.

Todavía llorando, les dije:

—He decido terminar con él, sé que es lo mejor —murmuré y una parte importante de mí se derrumbó—. Pero, antes de irnos, quisiera verlo por última vez.

Me costó convencerlos, pero accedieron.

Y al final ellos salieron ganando, porque me permitieron ingresar a la habitación de Hunter y saber cómo estaba. Dijeron que era necesario dejarlo descansar, pues podría alterase en cualquier momento y para evitar eso, enfermeros especializados se turnarían para monitorearlo si algo salía mal. 

Lo mejor que pudieron hacer por mí, fue dejarme verlo a través de la ventanilla que estaba disponible en la puerta de la habitación de Hunter. Y la visita apenas duró unos minutos, los suficientes como para notar que él estaba sujeto a la camilla, con una especie de cuerda de seguridad.

Estaba dormido, gracia a eso, no advirtió mi presencia.

Luego de despedirme de él en silencio, no lo volví a ver.

Y según los rumores, la madre de Hunter había decido que sería mejor que él se retirara del colegio y volvería, si es que lograba recuperarse. Una posibilidad muy remota, fue lo primero que pensé.

Yo, sin embargo, me esforzaba tratando de sacarlo de mi vida de manera permanente.

Y aun así, durante los primeros días me ganaba la tristeza y desesperación, y terminaba llorando de manera desconsolada en mi habitación, sin que mis padres se dieran cuenta.

Quería olvidarme de él.

Y lo peor es que era inútil tratar de hacerlo.

Un par de días después, estando en clase, pude despejar un poco mi mente.

Sin embargo, ver el asiento vacío de Hunter me alteraba constantemente.

De todas formas, traté de restarle importancia.

Mientras llevábamos a cabo un debate, organizado previamente por uno de los profesores, me sentí nuevamente completa y por extraño que sonara, pude expresarme de una manera pacífica, tranquila y puntual. Mis respuestas eran satisfactorias y recibía un gesto de aprobación por parte de mis compañeros.

Real o no, era lo que necesitaba de manera urgente.

Yo había estado tomando nota en todo momento, así que aproveché para apuntar aquello que me pareció interesante. En ese momento, alguien llamó a la puerta. El profesor salió y atendió quién sea que fuera, y no tardó nada. Cuando volvió nuevamente, su expresión era inescrutable.

—Lamento interrumpir, solo quiero avisar a la Señorita Roux, que se necesita de su presencia en la dirección ahora mismo —informó a toda la clase. Mis compañeros moderaron un murmullo de asombro.

Consternada, me levanté de mi asiento y eché a andar.

Miré a Cliff y Hanna, que asintieron en mi dirección, como dándome ánimos.

Al salir, el pasillo estaba desierto, pero era notorio el bullicio en las clases contiguas y uno que otro estudiante que se paseaba solitario varios metros adelante. Me costó trabajo llegar a donde mi indicaron, porque mis piernas se sentían pesadas y me rehusaba a entrar.

Algo dentro de mí gritaba, luchaba y se resistía a dar otro paso más.

Dejé la puerta ligeramente abierta.

—Señorita Roux, la estábamos esperando —dijo el director Sanders al reparar mi llegada y no estaba solo—, siéntese, por favor.

La madre y los hermanos de Hunter se encontraban ahí, y era evidente que estaban afligidos. Los tres tenían los ojos rojos por el llanto e iban vestidos de negro. Me detuve en seco y pensé seriamente en salir corriendo.

Algo no andaba bien.

—¿Qué sucede? ¿Qué hacen ustedes aquí? —les pregunté, sin sonar maleducada—. ¿Cómo está Hunter? ¿Todo bien con él?

La señora Armentrout rompió en llantos desconsolados.

—Ellos, bueno… —empezó a decir el director, pero se detuvo.

Aline, la hermana mayor de Hunter, se acercó a mí.

—Lo sentimos mucho, Miranda. Pero mi hermano… él acaba de morir —me dijo y fue como si una bomba estallara a corta distancia. Mis sentidos me fallaron y empecé a respirar con dificultad—. Creímos que merecías saberlo. Él… tenemos entendido que fue una persona importante para ti.

Tuve que tapar mi boca con una mano y sofocar un grito.

Gruesas lágrimas se deslizaban por mis ojos y no me permitían ver con claridad. En mi mente surgieron varias imágenes de Hunter riendo, corriendo como un niño pequeño y besándome como si no hubiese un mañana.

Estuve a punto de caer frente a ellos, sin embargo Kurt y Aline lograron sujetarme a tiempo y evitar sucumbir a la amargura.

—No es cierto, díganme que no es verdad —supliqué, mi voz amortiguada por el llanto y el desconsuelo—. Hunter, él… no, no, no…

Mi cuerpo temblaba, mis pies y manos me temblaban, todo mi cuerpo se sacudía de forma violenta y sin darme cuenta, estaba llorando descontroladamente.

—Se suicidó, Miranda —dijo Kurt de improviso—. Las voces en su cabeza lo atormentaron a tal punto que, en un descuido, logró derribar a uno de los enfermeros de guardia y corrió a un ventanal. Nadie lo pude detener —siguió diciendo el hermano de Hunter, su voz se volvía en un susurro doloroso que me era imposible escuchar—. Una vez ahí, dijo sus últimas palabras, rompió el vidrio y se lanzó al vacío. Fue una muerte instantánea.

Grité lo más fuerte que pude y no me importó que todo el colegio me escuchara.

Sentí que mis cuerdas vocales se desgarraban y me quedaba sin voz; de todos modos el dolor seguía latiendo, caliente como la llama que había ardido con intensidad y ahora poco a poco se iba apagando.

Aline me abrazó desesperadamente.

—Nosotros tampoco podemos creerlo, pero ya está hecho. Hunter se liberó de una carga y ahora está en un lugar mejor —me dijo al oído.

—No queremos ocultarte nada y él no lo hubiera querido, pero… —comentó Kurt, alejándose de mí. La señora Armentrout seguía llorando.

Me separé de Aline bruscamente.

—¡No! ¿Por qué me hacen esto? ¡Yo necesito saberlo todo! —chillé.

Kurt negó con la cabeza.

—Entiende, Miranda, es duro para nosotros venir hasta aquí y decirte que él ha muerto.

—Dímelo, por favor… —le supliqué.

—No, y no tiene caso que insistas —me respondió.

—Solo dímelo, quiero escuchar lo que dijo —repliqué.

Kurt abrió la boca para decir algo, pero Aline se adelantó.

—«Te quiero, Miranda», fue lo que uno de los enfermeros escuchó a Hunter gritar antes de que se matara —ella miraba el techo mientras hablaba—. De toda oscuridad que vivía en su mente, tú fuiste esa luz que estuvo en sus pensamientos antes de dejar este mundo —finalizó y se quedó callada.

Mi mirada se posó en ella, luego en Kurt y por último en la mamá de Hunter; sin decir nada, salí disparada por la puerta y huí, no sin antes tropezar y caer, pero logré levantarme y seguí corriendo sin mirar atrás.

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