Somos luz de estrellas

By bel_ove

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Artemis tiene un sueño frustrado: estudiar arte; pero el encuentro con un intrigante chico le hará preguntars... More

Antes de leer
Prefacio
Epígrafe
1. Asolada
2. Efecto dominó
3. Pozo sin fondo
4. Colisión y pugna
5. Desazón
6. Tregua
7. Watson
8. Sin retorno
9. Idílico
10. Brote
11. Preliminar
12. Rumbo
13. Sorpresa
14. Eros
15. En picada
16. Trueque
17. Inminente
18. Contraste
19. Exordio
20. Súbito
21. Mots
22. Mariposa
23. Switch
24. Entre la magie y la ilusión
25. Flux
26. Vaivén
27. Confianza
28. Cierre
30. Cae el telón
31. Lapsus
32. Segundos
33. Fugitiva
34. Faceta
35. Falso
36. Palabras al aire
37. ¿Karma?
38. Electricidad
39. Un debate muy cliché
40. Sendero
41. Trinchera
42. Sombras
43. La magia de la vida
44. Libre
45. Desconocidos
46. Detrás de la armadura
47. Pensando con el corazón
48. Un gusto conocerte
49. La otra cara
50. Manipulador
51. Mafia, monarquía y alianza
52. Ni blanco, ni negro
53. Lluvia torrencial
54. El vacío y la luz
55. Ataraxia
56. Sin alma
57. Fissure
58. Fénix
59. intempestivo
60. De vuelta a la realidad
61. El hacker
62. Amarga derrota, dulce victoria
63. Estrella fugaz
64. Adiós caos
65. Unitáte
Epílogo

29. Primera

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By bel_ove

Estaba feliz de que por fin terminase la semana; el año escolar terminaría pronto y todo había sido muy estresante en la escuela, en especial las interacciones con mi entorno social. Por suerte, Nicolas había cumplido su palabra: se estaba comportando como todo un príncipe de ensueño, apoyándome en todo y dándome ánimos interminables, incluso ya me estaba planteando contarle toda la verdad sobre mi clandestina inscripción a la Facultad de Arte.

Aquel viernes por la tarde nos tocó la clase de pintura por primera vez. Como siempre, me encontré con esos eruditos que tenían un talento inigualable para aquella disciplina; por otro lado, corroboré una vez más que yo no poseía una especial habilidad para aquello, y debo decir que me alivió darme cuenta de que Adrián tampoco la tenía. Nos divertimos mucho haciendo mofa de nuestros malísimos bocetos abstractos; reímos tanto que la profesora nos lanzó alguna que otra mirada despectiva. Pero daba igual, me lo estaba pasando genial y todo el estrés de la semana había desaparecido en unas pocas horas gracias a esas carcajadas.

Más tarde, como ya se me había hecho costumbre, fui a casa de Adrián a practicar mis habilidades actorales. Para no tener ningún problema, a mis padres y hermana les inventé que las clases duraban dos horas más porque nos estaban explicando un tema complicado. Sabía que era arriesgado mentir así, pero parecían estar tan contentos de que mi vida se estuviera «encaminando» que me creyeron casi de inmediato.

Y a Nicolas..., bueno, le solía decir que me reunía con mi hermana para que me enseñase cosas sobre la empresa. Había puesto tanto de su parte para que las cosas entre nosotros funcionasen, que cada vez me costaba más mentirle; pero algo en mi interior me decía que no le iba a hacer gracia que todas las tardes fuera a la casa de un chico para reunirnos en su habitación. Sentía que era una mentirita blanca necesaria para mantener la paz, y los hechos no me quitaban razón: hasta ese momento me había funcionado bastante bien.

Al llegar a casa de Adrián nos pusimos a practicar las escenas que ya tenía aprendidas de memoria. Días atrás, él había instalado una cámara para poder registrar mis progresos, y la verdad estaba sorprendida por mi mejoría. No podía esperar para que nos volviera a tocar la clase de teatro y demostrar mis dotes frente a todos.

—Eres un maestro impresionante —le dije mientras mirábamos la última grabación en la pequeña pantalla de su cámara.

—No hay un buen maestro sin un buen estudiante —me respondió sonriente—. Art, tengo que contarte algo —dijo de repente.

—¡Ay, qué misterioso! —bromeé, lanzándome en uno de los pufs del estudio.

Adrián dio media vuelta a una silla de madera y la posicionó frente a mí; se sentó en ella a horcajadas, apoyando sus brazos en el espaldar para luego lanzarme una mirada divertida.

—¿A que no sabes a quién le mandé un video de tu espectacular interpretación?

—No juegues, ¿qué hiciste? —le reproché incorporándome para lanzarle una mirada acusatoria.

—Tranqui, no la envié a Juilliard —se mofó entre risas.

La verdad, me estaba poniendo nerviosa. Sí, habíamos trabajado en el miedo escénico, sin embargo, mi único público hasta ese momento había sido él; aún nos faltaba pasar al siguiente nivel. Creí que estaba lista, pero al escuchar que más personas me habían visto actuar, empecé a sentirme en extremo incómoda.

—Dime ya, Adri...

—Oye, oye, no lo hice con mala intención. De hecho, fue muy improvisado. La otra noche estaba con Santi, ¿sabes? El chico para el que estoy haciendo el guión. Me dijo que estuvo haciendo castings para el corto y que que no había encontrado nada convincente; así que, no sé, se me ocurrió mostrarle uno de los videos que grabamos —explicó encogiéndose de hombros.

—Ay, no. Y ¿qué dijo? Si fue algo muy malo, prefiero no escuchar, no estoy preparada.

—Deja de ser tan pesimista. ¡Obvio que le encantó! Te quiere en el corto, bueno, a no ser que aparezca alguien mejor. Sigue haciendo castings, pero me dijo que eres la mejor que ha visto para el papel hasta ahora.

Me costó creer lo que escuchaba. Sabía que había mejorado, pero ¿tanto como para actuar en un corto independiente? No creía estar preparada. De todas formas, me hizo sentir bien saber que la opinión de que era buena actuando se extendía más allá de la mía y la de Adrián.

—¡Wow, qué bueno! Aun así, no me gusta que hagas esas cosas sin avisarme; no me siento lista para hacer algo tan grande, es mucha responsabilidad para mi poca experiencia.

—Por algún lado se empieza, Art. Es una buena oportunidad, tienes que ser más atrevida; aventúrate a lo desconocido y te puedes llevar grandes sorpresas.

—O grandes desilusiones.

—O ambas —concluyó condescendiente—. Ya tendremos tiempo para hablar de eso. ¿Quieres revisar la nueva parte que escribí antes de irte? —preguntó poniéndose de pie.

—Sí, vamos —acepté imitándolo.

Salimos del estudio y me senté en su cama. Abrió el cajón del escritorio, atiborrado de libros y cuadernos, y sacó un par de hojas arrugadas con su letra plasmada en ellas; las puso en mi mano para luego dirigirse al balcón mientras encendía un cigarrillo.

Me puse a leer el guión. De rato en rato, lo observaba fumar apoyado en la barandilla. El rojizo atardecer alumbraba su perfil, sacando a relucir su piel trigueña. Estaba perdido en sus pensamientos, mirando al vacío como solía hacer a veces. Siempre me preguntaba qué cosas extraordinarias podrían estar pasando por su mente.

—¿Por qué ella no cree en el amor? —le pregunté mientras aún leía su creación en las arrugadas hojas blancas.

—Porque la vida le ha demostrado que no existe —me respondió después de espirar el humo.

—Eso es muy cliché —solté.

Se volteó con una expresión divertida en el rostro.

—¿Qué, ahora eres crítica de guiones? —Lanzó un bufido burlón al aire.

—Solo digo que eso es muy común, pensé que tendrías una razón más interesante —lo piqué, se me había hecho costumbre molestarlo con su pensamiento snob sobre el arte.

—Me gusta apegarme a lo cotidiano cuando escribo historias. Sí, es un evento común en películas, series y libros; pero también es común en la vida. Y sí, muchos ya lo han contado; no obstante, nadie lo ha contado como yo. Todos podemos aportar nuestra esencia, nuestra magia... Por más que sea una idea trillada y dicho todo eso. —Hizo una pausa y empezó a reír—. Tienes razón, señorita críticas exquisitas: yo también creo que es cliché y lo expresé así en su momento. Santi me lo pidió, tiene la idea de que puede agradar más al público si se va a lo seguro; aunque no comparto esa idea, él está poniendo todo el presupuesto, así que... Ya te dije, solo lo estoy ayudando porque me parece interesante experimentar escribir guiones. Si fuera mi corto, probablemente hubiera hecho algo diferente, no lo sé —explicó mientras apagaba el cigarro en la barandilla.

—Bueno, eso me tiene más sentido. Aun así, me encanta cómo construiste el personaje, sus diálogos se sienten... —Hice una pausa mientras apoyaba mi espalda en el colchón para descansar un poco—. Se sienten tangibles, muy... reales.

—Tú los haces reales —respondió sentándose a la orilla de la cama.

Esbocé una sonrisa como respuesta a su halago; él me devolvió el gesto y se tumbó a mi lado.

—¿Qué harás más tarde? —preguntó.

Por alguna razón, percibí una especie de tensión en su voz.

—Iré a una fiesta, creo. ¿Por? —respondí apoyándome en los codos para mirarlo a la cara.

—No, por nada en especial; hoy íbamos a ir a casa de Celeste con los chicos, por si te querías apuntar. —Se encogió de hombros aparentando estar relajado.

Parecía disperso, como perdido en sus pensamientos. Tenía la mirada clavada en el cielo raso y el pelo ondulado le caía como una cascada desparramandose sobre las constelaciones del edredón.

—¿Tú crees en el amor? —cuestionó de repente.

De inmediato, me pregunté si la causa de su silencio había sido por estar pensando en el amor. Nunca podía predecir lo que iba a decir a continuación.

—Supongo que sí... No lo sé. ¿Y tú?

—Claro que sí, no tengo dudas de su existencia —afirmó, esta vez mirándome.

—¡Wow! ¿Cómo estás tan seguro?

—Porque el amor es más de lo que crees que es, y sin él... no existiríamos.

***

Mientras cenaba con Pia y mis padres, intentaba apaciguar mis nervios por decirles que esa noche quería salir. La semana pasada ya había ido a casa de Daniel y era muy raro que me diesen permiso dos fines de semana seguidos. Tenía que ir con Nicolas a una especie de fiesta en casa de Antonella. Era una de las hijas de los socios de su padre, así que tenía la esperanza de que les pareciera bien que me reuniese con esos chicos; aunque por mi parte solo quería ver a Nicolas, en teoría era beneficioso que me relacionase con ellos. Estaba rogando mentalmente para que me diesen permiso.

—Pa... —La voz me salió demasiado temblorosa, intenté aclararme la garganta—. Papá —logré decir en voz alta.

Él levantó la vista del plato con una expresión tediosa, el solo contacto visual hizo que mis ganas de pedir permiso se desvanecieran. Ya me imaginaba lo que iba a decir: «solo te interesa la vagancia y la vida social, deberías dedicarte a estudiar... blablabla». No tenía ganas de un sermón. Al notar que me había quedado muda, mi madre me lanzó una mirada impaciente, incitándome a hablar.

—Esta noche Nicolas, el hijo de Adriel, me invitó a salir con él y sus amigos... ¿Puedo ir? —solté apresurada. Mi padre mantuvo su semblante impasible.

Por otro lado, mamá esbozó una sonrisa cómplice en mi dirección y Pía me acusó con la mirada, como advirtiéndome de que estaba cometiendo un error garrafal.

—¿Qué amigos? —preguntó él.

—Los que estaban en nuestra mesa en la cena de la otra noche —expliqué con nerviosismo, pero aliviada de que no empezase a gritarme.

—¡Ay, qué estupendo, hija! —exclamó mi madre de repente.

—Ellos son mayores que tú. ¿Qué clase de salida es? Si se trata de una fiesta con alcohol, ni se te ocurra —advirtió mi padre, ignorando el comentario de mamá.

—No, me dijo que me quieren conocer mejor, y como ambos estamos en la misma escuela le pidieron que me invitara. Será algo tranquilo —mentí.

Sí que habría alcohol, y por lo que me había contado Nicolas, solían tomar bastante; luego se quedaban a dormir en la casa donde se celebraba la «reunión». Me explicó que casi siempre lo hacían en la de Antonella o Julián, porque los padres de ella viajaban mucho y él tenía casa propia.

—Bueno, si me prometes que mañana y pasado te vas a centrar en tus estudios, puedes ir —afirmó mi padre. Una chispa de emoción se encendió en mi pecho.

Nicolás me había pedido que también pidiera permiso para quedarme a dormir con ellos, pero eso me daba aún más miedo; solo me dejaban pasar la noche donde Diana y alguna vez donde Daniel. Hacer una pijamada en la casa de una desconocida y con tres chicos durmiendo a mi alrededor era la receta perfecta para que los ojos de mi padre se salieran de sus órbitas y me gritara por lo menos por una hora. No sabía si intentarlo o no.

—¿Dónde es la reunión? —preguntó mi madre con una sonrisa.

—En la casa de Antonella, es la hija del señor que traía un bigote, no me acuerdo de su nombre.

—Oh sí, sí, la hija de Oscar —dijo ella, mirando a papá con perspicacia.

—Es una familia muy importante, espero que te comportes —advirtió él.

—Sí, lo haré, tranquilo. Una cosa más... —dije, y me quedé bloqueada por unos segundos por los nervios—. La casa está en Buena Vista; me comentaron que como a veces las reuniones terminan algo tarde, sería buena idea que me quede a dormir allí. Antonella me dijo que tiene una habitación para mí.

A último momento se me ocurrió mentir y decir que solo yo me quedaría, y el agregar que la anfitriona me había invitado podría colar. Traía el corazón en la garganta.

—¿No te puede traer el hijo de Adriel? —inquirió mi padre.

Entré en pánico. ¿Qué se supone que debía responder? No podía decirle que se quedaría a dormir también, sería muy arriesgado; y si le decía que estaría en su casa podría averiguar que le mentí, tomando en cuenta que se relacionaba seguido con sus padres.

—Por lo que entendí, se quedaría en su casa de Buena Vista. Si viene hasta aquí, le pediré que me traiga con él —dije por fin. Mi padre asintió en señal de aprobación.

—Bien, si no te puede traer te puedes quedar. Pero quiero verte aquí mañana a primera hora; se acercan los exámenes finales y no quiero que pierdas la concentración es un momento crucial en tu vida.

Le había escuchado decir eso tantas veces que ya me tenía podrida.

—Lo sé, papá, estoy estudiando muchísimo, solo quiero relajarme un poco. Además, es bueno que me relacione con ellos, ¿no?

—Sí, Marco, es bueno que se relacione con esos chicos, deja que la niña se relaje un poco —le dijo mi madre.

Era muy raro que saliese en mi defensa. Cada día me sorprendía más de lo buenos que estaban siendo de pronto conmigo.

Si hubiera sabido que me vendría tan bien hacerles creer que hacía todo lo que pedían mientras en realidad hacía lo que quería, lo hubiera hecho muchísimo antes en lugar de pelearme día y noche por defender mis ideales. Me estaba convirtiendo en una mentirosa de cuidado, en una maestra del engaño; sin embargo, no me sentía culpable. De hecho, me sentía mejor que nunca. Todo iba bien y no cambiaría eso por decir la verdad. La verdad solo traía problemas.

***

Nicolás me mandó un mensaje al llegar a mi casa. No estaba lista; había tardado un siglo en preparar el bolso. Estaba tan segura de que no me darían permiso, que no había caído en la cuenta de que sería la primera noche que dormiría con él. No sabía qué esperar, pero muchas cosas pasaban por mi mente. Estaba asustada y ansiosa; tardé siglos en la ducha e intenté verme lo mejor posible. Era como si fuera nuestra primera cita de nuevo, estaba incluso más nerviosa que aquella vez.

Bajé las escaleras luego de diez minutos. Mi cabeza estaba hecha un lío y mi corazón latía con fuerza. Me dirigí al salón para despedirme de mis padres, que veían una película en la televisión acurrucados en el sofá.

—Ya me voy —anuncié en un hilo de voz.

—¿Ya llegó Nicolas? —preguntó mi madre incorporándose con brusquedad.

—Sí.

—Ay, vamos, le quiero mandar unos saludos a sus padres —anunció levantándose del sofá para dirigirse a la puerta mientras se ajustaba la bata alrededor de la cintura.

No dije nada, no quería arruinar el permiso que ya me habían dado; sin embargo, me moría de la vergüenza por dentro. ¿Qué le iba a decir? Suficiente tenía con mi ataque de nervios.

Abrió la puerta con euforia. El auto de Nicolás estaba estacionado justo al frente de mi casa. Ambas caminamos hacia él; cuando estábamos a unos pocos metros, bajó la ventanilla esbozando una sonrisa.

—Buenas noches, señora —saludó cordial.

—Buenas noches —contestó mi madre con una voz encantadora—. Te encargo a la niña, espero que sean responsables esta noche.

—No se preocupe, yo la voy a cuidar; será una reunión tranquila. Los chicos quieren conocerla mejor, charlaremos y comeremos un poco, tal vez veamos alguna película, nada fuera de lo común —le dijo sin dejar de sonreír.

—¡Ay, qué muchachos tan responsables! A ver si le enseñan unas cuantas cosas a esta chica —soltó mamá, señalándome con la mirada. Nicolas empezó a reír.

—Sí, le enseñaremos de todo si ella está dispuesta a aprender —bromeó y mi madre lanzó una risita fijando los ojos en mí.

—Te la encargo entonces —dijo ella mientras me subía al auto—. Si puedes, me la traes a casa al finalizar la reunión.

Me puse nerviosa de inmediato. Nicolas podía hacer que se cayera mi mentira. Aunque le había explicado por WhatsApp todo lo que me había inventado, me daba miedo que se le saliese algo incorrecto. Mi madre era muy observadora y podría darse cuenta.

—Uy... No voy a poder: hoy me quedaré por allá porque tengo que ayudar a mi padre con unos trámites urgentes del trabajo. Pero tengo entendido que Ann le preparó una habitación. Igual, si va a estar muy preocupada, puedo hacer el esfuerzo de venir a dejarla y luego regresar a Buena Vista —se ofreció, y yo por dentro empecé a gritar. Rogaba que mi madre no aceptase la propuesta.

—No, no, tranquilo, entiendo. Seguro que tienen mucho trabajo, no te pediría algo así; era solo en caso de que te quedase de pasada. Muchas gracias de todos modos, eres un amor —lo alagó mi madre.

Estaba empezando a estresarme tanta dulzura en la conversación, todo era tan falso que me daba repelús.

—Bueno, entonces que tengan una linda noche y me mandas saludos a tus padres, a ver si hacemos una cena conjunta un día de estos —se despidió mi madre. Como siempre, aprovechando la oportunidad para quedar bien.

—Claro que sí, les comentaré. Buenas noches.

—Chau, ma —me despedí y Nicolas puso en marcha el auto mientras ella volvía a casa.

—Dioooos, qué locura. No puedo creer que te hayan dejado quedarte a dormir. ¡Lo vamos a pasar increíble, amor! —dijo entusiasmado mientras nos incorporábamos a la carretera.

Los nervios no habían desaparecido. De hecho, su entusiasmo me puso aun peor. La incertidumbre de lo que podría pasar me estaba matando; sin embargo, las ganas de llegar a la casa de Antonella se incrementaban a cada segundo.


♡♡♡

Primero que nada gracias a todos por llegar hasta este punto de la historia, estas semanas puede que tarde un poco más en subir los capítulos pero tengan por seguro que la historia seguirá su curso sin pausas considerables, muchas gracias por la paciencia y por la comprensión, son lectores extraordinarios. 

¿Qué les apreció el capítulo de hoy? Me dijeron por ahí que ya estaban extrañando las apariciones de Adrián, espero que la escena que tuvo les haya gustado mucho, a mí me encantó escribirla ♡.

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