Sumisa ©

By Nicolebrayden

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Libro 1 Sumisa: Seduciendo al dragón rojo. #SAGAMENTIRAS Alex Deberaux había logrado tener un nombre en el ba... More

Sinopsis
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Multimedia
Prefacio
Prólogo
1| Falso.
2| Encuentros a medianoche.
3| Normas.
4| Objetivo.
5| Hacia un lugar inesperado
6| Bajo tierra
7| La hija y el culpable.
|8| Mamá.
9| Desterradas.
10| Elixir.
11| Un enemigo común.
12 | El nuevo órden.
13| Dvenadtsati.
14| Vuelta a casa.
15| Castigo.
16| Mentiras.
17| Salvado.
18| Esperanzas y miedos.
19|Prueba nueva.
20| Corazón, pobre corazón.
21| Cabos sueltos.
22| Sospechas.
23| Oral.
24|Fiesta.
25| Señuelo.
26| Escape.
27| La llave.
Nota
28| Centro de investigación
29| Regreso a casa.
30 | Confesiones.
31| Castigo.
32| Crimen.
33| Regalo.
34| Despedida
35 | Enemigos
36 | Adiós
37 | Infiel
38 | Nuevo líder.
39 | Disfraz
40 | Pastel
41 | Fiesta
42 | Olvido
43 | Entregada.
44 | Explicaciones
45 | Olvidada
46 | El hombre de ojos grises.
47 | Virginidad.
48 | Claridad.
49 | Fiesta del té.
50 | Intento de robo.
51 | Su regreso.
52 | División.
53 | Enfrentamiento.
54 | Corazones rotos.
55| Madre.
56 | Conexión.
57 | Compartir.
58 | Fresas con nata.
59 | Visitas inesperadas.
60 | Malentendido.
61 | Promesa.
62 | Heredero.
Extra: Pasado
63 | Ana.
64 | Pesadillas.
65| Falso pretendiente
66 | Nuevos problemas.
67 | Enemigos aliados.
68 | Anticonceptivas
69 | Violación.
70 | Tumba.
71 | Muere, pero hazlo.
72 | Vínculo de sangre.
73| Cobarde.
74| Liberación.
75 | Adiós
76 | Regreso.
77 | Reencuentros
78 | Mentiras hechas realidad.
79 | Veneno.
80 | Deseos prohibidos.
81| Secuestro.
82 | Nueva amenaza.
83| Novia políglota.
84| Compañero de baile
85| Callejón.
86| Corazón roto
87| Guardaespaldas
88| Regreso inesperado
89| Planes en acción.
90| Enfermera
91| Trampa
92| Adicción
93| Caprichos
94| Di Angelo
95 | Unidos por el pasado
96 | Desastre
97| Amores
98| Tablero de ajedrez
99| Juegos
100| Súplicas
101 | Preparaciones de guerra.
102 | Vendida.
103| La reina del veneno
104| Sobreviviendo
105 | Dos almas unidas
106 | La verdad.
107 | Mentira.
108 | Ahora y siempre
109| Un futuro juntos
110 | Procedencia
111| Encuentro
113| El ojo del huracán
|114| Secuestro y Abandono
115| La casa de verano
116 | Pérdida
117| Cuñada.
118| Nuevos senderos
119| Solo
120| Viejos amigos
121 | Liberada
122 | Rota
123| Sentimientos encontrados
124 | Una sonrisa
125| ¿Amor paternal?
126| Separados
127 | Unión
128| Adiós.
129 | Beso.
130| Solo esta noche.
131 | Venganza
132 | Ring
133| Árbol genealógico
Extra: Dia de la madre.
134 | El plan de Cole.
135| Sexo por teléfono.
136 | Ataque.
137| La luz al final del tunel.
138 | Pídele perdón por mi
139| 50 crucifijos.
Grupo de lectura.
140 | Rescate
Extra: Primer beso.
141 | Sacrificio.
142 | Rehén.
143 | Las sombras y el pequeño demonio.
144 | Amor
145 | Criatura
146 | Confesión.
147 | Despedida
148 | Rutina.
149 | Viva o muerta.
150 | Memoria.
151 | ¿Separación?
152 | Repartición.
153 | Secretos.
154 | Besos bajo las estrellas.
155 | Papá.
;

112| Catorce millones en la ciudad del amor

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By Nicolebrayden

"La cárcel de una mujer, es un hombre enamorado de ella"

La limusina se detiene frente a la alfombra roja. Alex sale primero. Mi respiración es demasiado inestable. Alex tiende una mano para ayudarme a salir. Saco los pies juntos primero y luego me levanto con cuidado. El flash de las cámaras nubla mi visión por unos segundos.

Mi vestido blanco ondea con la brisa, los diminutos cristales que lo componen brillan más gracias a los disparos de las cámaras. Alex no está nada conforme con mi vestido por el pronunciado escote, pero no me importa.

Edmond cierra la puerta detrás de mí. Tomo el brazo de Alex y doy los primeros pasos sobre la alfombra roja. Bjorn, Jackson y Alice están detrás de mí también. Todos vestidos de gala para no llamar la atención, aunque es difícil para los camarógrafos obviar la presencia de cuatro hombres fornidos.

— ¡Señorita Deberaux! — los primeros gritos se hacen notar en cuanto soy reconocida.

— ¿Señorita Deberaux cuándo volvió a Europa?

— ¿Sabe usted algo sobre la muerte de su padrastro?

— ¿¡Señorita Deberaux quién diseñó su vestido?!

— ¿Cuánto dinero donará industrias Deberaux para este evento?

Alex me mira, rodea mi cintura con su brazo y me encamina hacia la puerta de embarque sin dejarme responder.

Por lo visto todas las actividades de esta noche se celebrarán en una réplica de un famoso barco llamado L'Ocean y construido en medio del río Sena con vistas a la torre de París. La réplica está anclada a suelo, sin posibilidad de moverse, pero no deja de ser magnifica.

Intentando mantener la calma acerco mi cuerpo al de Álex y continúo caminando a su lado con paso firme. Empiezo a acostumbrarme a las luces y evito acercarme a la valla que nos separa de aquellos que solo quieren información sobre mí para llenar sus bolsillos.

Las preguntas van en aumento, tanto en tono, como en falta de sensibilidad. Preguntan a gritos por el cuerpo perdido de Jensen, por la fortuna de mi familia, exigen saber el motivo oculto del porqué Alex no lo heredó todo en mi lugar.

Y porqué, pese a ello, él sigue a mi lado.

Oh, se obsesionó conmigo y ahora me acuesto con él.

Imaginar ese titular en los periódicos y telediarios deja fluir una grata sensación alrededor de mi cuerpo.

— No les hagas caso — susurra Alex, muy cerca de mí.

Me siento más aliviada cuando estamos con los pies dentro del barco. Lejos de los gritos de esa gente y de las ráfagas de frío helado.

— Señor Deberaux — la voz de un hombre de seguridad nos interrumpe cuando íbamos a dirigirnos hacia el comedor, dentro del barco — su reservado está listo, señor.

Con un simple asentimiento de cabeza nos dirige a través del pasillo. Creí que solo estaríamos acompañados por Edmond y Bjorn, me temo que estaba equivocada.

En la entrada del comedor, dos asistentes vestidos de frac separan las puertas y nos dejan acceso al interior del lujoso lugar. Observo a mi alrededor, la mayoría de los asientos parecen haber sido ya ocupados. Algunos se entretienen hablando, otros esperan con tranquilidad a que el espectáculo comience.

Desconozco qué clase de diversión podríamos encontrar aquí, solo he venido para no pensar en esa mujer o en la prueba de embarazo no válida de esta mañana.

El salón posee una gran lámpara de cristal en el techo que ilumina la mayoría del ambiente, aunque es ayudada por antiguos candelabros de plata situados en cada mesa. La cuvertería de porcelana que adorna las mesas junto a manteles cuyos bordados deben ser a mano, saca un suspiro a más de uno. El suelo enmoquetado con una enorme alfombra de color rojo facilita el opacar los ruidos de los maîtres en sus innumerables caminos hacia la cocina y de nuevo hacia la mesa que atienden. Las paredes llevan tonos blancos mezclados en dibujos sin una forma específica con relieves en dorado simulando el oro.

— ¿De verdad esto es un lugar para recaudar fondos? — demando en dirección a Alex.

— Si quieres atraer a los billonarios de todo el mundo, debes darles algo por lo que venir — explica.

Mi atención viaja hacia unas escaleras con barandillas brillantes de cristal que dirigen a la segunda planta del salón, allí solo hay unos cuantos palcos que rodean el escenario. Subo con cuidado, sujetándome del brazo de Alex. Alice tampoco sabe cómo reaccionar ante esta opulencia.

He estado en lugares lujosos antes, pero sin duda este se lleva el premio a extravagancia.

Una vez arriba, el pasillo se divide en dos direcciones, seguimos al hombre que nos ha traído hasta aquí. Cabe destacar que cada puerta tiene dos hombres de seguridad, excepto en la que nos detenemos, donde hay dos más, por si acaso.

— Está todo listo, señor— explica uno de los guardias.

Son demasiadas caras nuevas como para acordarme de todos. Alex ha traído a más gente. Aunque después de lo de ayer, no me extraña.

— Primero las damas — ofrece, tras aclararse la garganta y hacer un ademán de su mano.

Asiento, doy los primeros pasos al interior, las paredes han sido recubiertas con unos tonos negros que contrastan con las cortinas rojas, impidiendo que desde abajo se nos pueda ver. El lugar es amplio, con un diván pegado a la derecha, una mesa con cuatro sillas y otros cuatro cómodas butacas de cuero pegadas al balcón.

— Vaya... — susurro.

— ¿Te gusta? — pregunta.

Asiento.

Me acerco hacia las cortinas y las abro para observar el escenario y la planta baja.

— Será una subasta — explica Alex a mi lado.

Ambos tenemos nuestras manos en la barandilla de metal y él posa la suya sobre la mía en una caricia suave.

— ¿Qué van a subastar?

— Joyas de la corona francesa en su mayoría.

Abro mis ojos.

— ¿Jo...yas de la corona? — demando.

Cuando era niña estaba obsesionada con los diamantes, rubíes y esmeraldas que adornaban esas antiguas coronas. Fantaseaba un día convertirme en una reina para poder llevar una. Antes de la ruleta, claro.

— ¿Porqué subastarían algo así?

— El país está en crisis, por los niños con cáncer, porque el presidente ha sido extorsionado para llevarlo a cabo... nunca lo sabremos — concluye.

Arqueo mis cejas. Su sonrisa socarrona está ahí de nuevo. No puedo saber lo que está tramando así que me alejo del balcón y me siento a esperar la cena.

Tengo hambre.

Cuando tocan la puerta Alex se levanta a cerrar las cortinas y deja entrar a los camareros

Los platos que ponen en los lugares de Bjorn y Alex solo provocan náuseas en mi estómago. Llevan demasiados alimentos verdes como para tener un buen sabor.

— Alex... — jadeo.

Sus ojos están poniéndose en blanco cuando se sienta a mi lado. El camarero pone una bandeja de plata a mi lado, levanta la cubierta y sonrío al ver un delicioso plato de espaguetis. Muerdo mis labios y vuelvo a mirar al maravilloso hombre que ha mejorado mi día.

— Deja de mirarme así — espeta.

Siempre amargado pero complaciente.

Los camareros salen tras dejar todo preparado, solo entonces me doy cuenta de que el único guardia aquí dentro es Edmond. Lo observo en silencio, él me saluda con una reverencia cuando nota mi mirada.

Un escalofrío recorre mi cuerpo. Desconfío de aquellos demasiado eficientes con su trabajo, siento que ven a través de mí en cada pequeño movimiento que hago. Observo a Alice, come de su plato en silencio, sus manos se mueven nerviosas, agradezco que Bjorn la cuide lo suficiente como para tomar medidas y ordenar que también le sirvan un plato de espaguetis.

La cena acaba, los camareros vuelven en cuanto Alex presiona un botón en la pared. Tras recogerlo todo, nos asomamos al balcón, solo entonces él recorre las cortinas. Tanto Alice como yo nos sentamos en medio, Bjorn a la derecha, Alex a la izquierda.

Incluso en nuestra cama duerme en ese lado. Bien dicen que el demonio siempre está a tu izquierda. Las luces de la planta baja se apagan, también las de nuestro palco. Solo veo el escenario iluminando a un hombre en traje tras una especie de mesa alta.

— Bienvenidas, señoras, señores, tras una cena cargada con los mejores ingredientes de Francia y los vinos más exquisitos, vamos a dar comienzo a lo que todos estábamos esperando. Este año, con el motivo de avanzar en la investigación contra el cáncer y poder acompañar a los familiares de los niños en su lucha, nuestra sorpresa consiste en una subasta llena de magníficas joyas. Espero que todos demos lo mejor por el bien de esas criaturas.

— El caviar sabía asqueroso.

— He provado vinos mejores.

Ambos, tanto Bjorn como Alex no han dejado de criticar la cocina mientras el hombre hablaba.

— A mí me ha gustado mis espaguetis.

— A mí también — concuerda Alice.

— Por supuesto, su marido trajo al mejor cocinero de Francia para que los preparara. Lo último que le faltaba ya, era una envenenamiento.

— ¿Incluso aquí envenenan gente? — demanda Alice.

— Todos los cubiertos son de plata por un motivo — le explica Bjorn.

Observo a Alex, él me mira también.

— ¿Qué? — demanda.

Quiero mimos.

Hago un mohín con mis labios. Él sonríe y tira de mí para abrazarme, dejándome acercar mi nariz a su cuello y aspirar el aroma de su cuerpo mientras presiona mi cintura contra él.

— Gracias — susurro, dibujando los tatuajes que sobresalen por su camisa — pero estoy bien, no tenías que esforzarte tanto.

Tampoco hay riquezas en el mundo que puedan hacerme sentir bien en este momento.

— Eres mi esposa — dice, como si eso lo aclarara todo.

— No lo soy — gruño, separándome de él.

Puedo ver la sonrisa en sus labios. Algo trama, y no sé qué es. No por nada es el dragón rojo.

Traen el primer objeto en una bóveda de cristal, lo muestran en la pantalla gigante detrás del hombre. Es una corona. Abro la boca. La corona con la que soñaba de pequeña. Las pujas empiezan en 20.000 euros. Rápidamente el precio va en aumento y desconozco cómo están pujando hasta que veo los botones al lado de los asientos.

— ¿Quieres una corona? — le pregunta Bjorn a Alice.

Ella niega, abrumada.

Olvidaba la pequeña fortuna de los Markov, a veces se me pasa por alto que es el hombre de confianza de Alex y por tanto, también posee bastante dinero.

— Es... la corona de una reina — musito, en dirección a Alex.

— Sí — dice Alex, quitándole la importancia — ya te dije que eran las joyas de la corona.

Miro a Alice, ella me devuelve el gesto. Yo sé que él me oculta los números reales de todas las transacciones que ha hecho en los últimos dos años. Pero... no creí que fuera capaz de venir aquí y comprar una joya que perteneció a una reina.

— ¿Vas a comprar una corona? — demando al ver que la puja ha ascendido ya a un millón de euros.

— No — niega — ¿quieres una corona?

.

— No — musito, no puedo verme más codiciosa que Alice.

Los objetos subastados siguen avanzando, joyas raras pertenecientes a antiguas reinas de Francia o España son puestas a la venta tras contar sus ilustres historias. Los precios por los que son vendidas exceden mi lógica.

Bjorn ha acabado comprando una corona de diamantes para Alice, es una tiara bastante simple con diamantes blancos, pero ha costado un millón de dólares.

Entonces llegan al último objeto. Un enorme rubí rodeado de diamantes perteneciente a una antigua sultana otomada llamada Hurrem, esposa del emperador Suleiman el Magnifico. Explican que en guerras posteriores llegó hasta Francia y finalmente a manos de la reina Isabella.

Precio de salida, 500.000 euros.

— ¿Ha dicho medio millón de euros? — demando con la boca seca.

Aclaro mi garganta y veo a Alex presionar el botón. El precio sube, y él sigue presionándolo. Las pujas continúan. Mis pies tocan el suelo con fuerza mientras Alex no deja de presionar ese botón, aumentando el dinero que va a pagar por él. Ya lleva ocho millones de euros.

— Hijo de puta — gruñe Alex, mirando hacia otro palco al mismo tiempo que presiona el botón varias veces, iniciando una lucha con su contrincante.

Ambos no dejan de presionarlo hasta que es el hombre frente a nosotros, desde su palco, quien eleva las manos en señal de rendición. Alex gana.

Acaba de gastar catorce millones de dólares.

Por haber sido el hombre que más ha pagado en toda la subasta, llaman a Alex al escenario. Mi corazón está en un paro cardíaco. ¿No sabe cuánto lucha su consentida mujer para llegar a ganar un millón de dólares al mes? Y él acaba de gastar catorce en una sola noche.

— Vamos — ordena Alex en mi oreja.

Me levanto con el cuerpo temblando, tomo su mano, entrelazando nuestros dedos y camino hasta la salida. Sus hombres nos siguen de cerca. En el último segundo, pero, logro obligarle a soltarme la mano. No quiero subir al escenario a recoger algo tan caro.

Alex sube solo, sus hombres se quedan conmigo. El presentador de la subasta lo halaga, él explica que la pieza estuvo en su mente desde el principio. Ruedo los ojos y me giro de golpe al notar la presencia de la persona que más odio en este mundo.

— Beau — susurro, frunciendo el ceño.

— Señora, ¿me echaba de menos?

— Nadie ha sido castigado estos días, así que si. ¿Que tal un poco de harina para reafirmar nuestra amistad?

Ambos nos sonreímos sin una pizca de gracia en nuestros gestos.

— Ángel, por favor, ven aquí — Alex llama desde el escenario.

Niego. No me gusta hablar en público, menos tener a todo el mundo mirándome. Pero Beau me toma por los brazos y me obliga a subir el primer escalón.

— Beau como me subas ahí...

— Son órdenes del jefe, señora.

— Te juro que te arrancaré la cabeza si me subes ahí — amenazo, girándome, para que la gente no pueda verme.

— Señora Alex me arrancará los huevos si no sube ahí — replica.

Solo aparece para hacerme la vida imposible.

En contra de mi voluntad, acabo en el escenario. Suspiro, observando hacia el público que no puedo ver por culpa de los focos cegadores. Con una sonrisa fingida en mi cara me acerco al micrófono.

¿Qué tengo que hacer? ¿Alagar una joya que no quiero porque Alex quiere meterla en su colección de cosas inútiles?

Él sonríe. Las paredes del salón empiezan a moverse, el aire sopla cuando el techo desaparece como por arte de magia, todo está hundiéndose en el suelo. Abro la boca, puedo ver la torre de París cuyas luces se están apagando desde la punta hasta sus cuatro patas. Fuegos artificiales explotan en el cielo formando corazones brillantes de varios colores.

— ¿Vas a casarte conmigo ahora?

Alex está de rodillas en el suelo, con el anillo en sus manos y esa sonrisa que me gustaría borrar de su cara. Acaba de dejarme sin aliento.

Me ha atrapado frente a la élite de todo el mundo. Aquí arriba, no puedo rechazarlo sin ser juzgada. Es algo clásico en mis libros, la protagonista siendo atrapada por el protagonista, incapaz de rechazar una propuesta por la presión del momento.

Estrategia básica de un carcelero.

Aclaro mi garganta, acerco mis labios al micrófono y tras dedicarle una sonrisa a Alex, respondo forzando mi tono de voz para que todos me escuchen bien — no.

Mi risa es suave, aunque placentera. Todo el mundo ahoga gritos, otros suspiran, otros comentan, alucinados. Alex me mira, ladeando la cabeza. Niega, se levanta y me rodea con su cuerpo. Sus manos buscan mi dedo y me coloca el anillo pese a que me he negado.

La gente se ríe y aplaude.

— Alex... ¿porqué se ríen?

— Piensan que estás bromeando — explica en mi oreja.

— Pero no quiero casarme con él — explico en el micrófono, ellos vuelven a reir.

No lo entiendo.

— Ya es mía señores, de aquí no se me escapa — habla en el micrófono.

La gente le aplaude.

Alex entrelaza su mano con la mía y bajamos por fin del escenario.

— Felicidades señora Deberaux — se mofa Beau.

— Lo primero que haga cuando vuelva a casa será preparar dos quilos de harina.

Beau me acusa en automático con Alex, pero él solo me estrecha entre sus brazos, sin soltarme de la mano toma mi mejilla y me obliga a mirarle.

— Te dije que serías mi esposa.

— No me casaré contigo.

— ¿No te gusta el anillo?

— ¿Porqué no podías solo comprar un anillo normal?

— Eres mi reina, necesitas un anillo acorde a ti.

Muerdo mis labios y dejo que me acerque más a él. Tiene demasiada labia como para luchar contra él.

El cielo estrellado, los fuegos artificiales y la propuesta de matrimonio que me prometió en la ciudad del amor hablan demasiado bien de él pese a que es un ser amargado y lleno de maldad. No puedo enfadarme ahora.

Observo el anillo en mi dedo.

Supongo que ahora sí seré su esposa.

Alex pierde el poco control que tiene sobre él mismo y me besa. Pegando su cuerpo al mío, primero realiza gestos fuertes, con fiereza, luego con suavidad, hasta dejarme sin aliento y separarse lentamente de mí.

— No quiero volver a escuchar que no eres mi esposa.

— Pero no lo soy.

— Ángel — advierte, llegando a su punto máximo.

Ya no logro contener más mi sonrisa, mis manos están sobre su pecho mientras observo el brillante rubí — digamos que, aquí, frente a catorce millones de dólares gastados en la ciudad del amor, acepto ser tu prometida.

Es la primera vez que bailaremos juntos.

He tomado todas sus primeras veces, lo sé.

Pero esta vez, es sin duda, la única en la que ella se ve realmente feliz sin estar en mi cama. Algunas mujeres se han acercado a ella para observar el anillo, la rodean mientras toman su mano y preguntan, entre suspiros, cuándo será la boda y si van a ser invitadas.

Ella asegura que enviará invitaciones a todo el mundo.

— Huele a que costará otros catorce millones de euros — se burla Beau.

— Gastaría el triple si se queda conmigo — acepto.

Beau abre los ojos — señor, ¿tiene fiebre?

— Cállate — le ruge Bjorn.

Tiene a Alice en sus brazos, su mujer mueve la cabeza de un lado a otro con su corona, mostrándole cuánto brilla su nuevo regalo.

Sé que le pago un buen sueldo cada mes, pero también sé que jamás gasta el dinero porque prácticamente le mantengo yo. Así que es normal que pueda gastar cantidades exhorbitantes en regalos para su mujer.

— ¿No quieres venir conmigo, Alice? Te compraré tantas coronas como quieras.

Alice se queda inmóvil y se abraza a Bjorn. Automáticamente él da un paso hacia adelante y Beau ríe mientras les advierto que no empiecen con sus mierdas aquí.

Ángel, cansada de las atenciones, se aleja de las mujeres y vuelve a meterse entre mis brazos, pero es bastante intuitiva, nota al instante la cara de su perro rabioso.

— ¿Qué pasa? — demanda.

Acaricio mi barba con la mano que no sujeto a Ángel y me despido en silencio de Beau.

— Está acosando a mi mujer — le cuenta Bjorn, sin reparos.

Ángel desvía su mirada a Beau, él da un paso hacia atrás y le sonríe. Ángel, por alguna razón, le muestra los dientes y gruñe, como una pequeña fiera enrabiada.

— ¿Dónde has aprendido eso? — demando, intentado que no le asesine aquí.

— Tú me enseñaste — dice, orgullosa.

— Bueno, como sea, vamos a bailar.

Ella hace una mueca — no quiero.

Juega conmigo.

— Muévete, venga, solo vas a bailar conmigo a partir de ahora.

— Siempre abusas de mí — se queja cuando ya está en mi pecho, lista para dar los primeros pasos.

— ¿A qué viene esa horrible acusación?

— ¿Mi primera vez? — saca a relucir.

Arqueo una ceja — ¿y todos los cuchillos debajo de la cama? Los que guardas en tu mesita de noche, tienes uno hasta detrás de cuadro.

Ella me mira y nos detenemos al ritmo de la canción. Tenemos nuestras manos entrelazadas en alto, ella tiene tomado mi hombro, yo, su cintura.

— Una necesita protegerse — se defiende.

— Ah, como la vez que me apuñalaste cuando realmente no querías nada — sus mejillas se vuelven rojas — esa faceta tuya de ángel encerrado me endurece la polla cada maldito segundo, pero nunca has hecho nada que no hayas querido — digo, obligándola a echarse hacia atrás. Nuestros rostros quedan el uno cerca del otro — acéptalo — le ordeno cuando vuelvo a ponerla de pie.

— No sé de qué me hablas.

— Te hablo de que nos hemos quedado sin vajilla de plata en casa — informo.

Su respiración se acelera — eres un rencoroso, Alex, solo fue un cuchillo.

— Con el que me apuñalaste cuando verdaderamente no quisiste nada conmigo.

Su sonrisa se ensancha — solo fue un poquito.

Ella suelta mi mano para hacer ese gesto, señalando qué tan poco me hundió el cuchillo. Pero tardé dos meses en recuperarme.

— Debí encerrarte en el cuarto rojo entonces — amenazo.

Me encanta decirle cosas que no haré. Hay un gesto que solo hace cuando está verdaderamente indignada. Toma una bocanada de aire mientras abre los ojos y frunce el ceño, provocando un leve hinchazón en sus labios y volviéndome loco.

Cuando es la tercera canción que bailamos, somos interrumpidos por uno de los hombres de Gideon.

— Sería conveniente que viniera, señor, el presidente le espera.

Jodido cabrón.

— Si te veo bailando con otro hombre es carne para pescado, ¿queda claro?

Ángel sonríe — queda claro — acepta, feliz y juguetona.

No, no queda claro.

*****

Nunca os di algo como esto en mis antiguas dos versiones de esta novela. Espero que lo disfrutéis. No soy demasiado romántica en persona por lo que no sé qué sería considerado romántico en general.

Después de hoy, lo siento por lo que vendrá.

Creo que eso es todo.

Os amo.

Att: Nicky 💋

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