El edificio está vacío esta noche. Los únicos que quedan son los arquitectos e ingenieros encargados de la construcción. Siempre tienen reuniones en la noche porque suele ser más calmado.
Me quedo sentado en el suelo, frente a la puerta de entrada de la oficina, apoyado en una columna. Con mi arma en la mano. He puesto siete francotiradores alrededor de todo el edificio.
Beau se ve algo irritado.
— Puta seguridad de mierda — gruñe, en ruso.
Razón no le falta, para hacerme venir a mí.
A las diez en punto, las luces de la oficina se apagan, los murmuros de los hombres dentro de la sala, se apagan. Escucho pasos detrás de mi. Beau, junto al resto de chicos, siete en total, empiezan a ponerse alerta.
Y la batalla empieza antes de que pueda reaccionar. El primer disparo que recibo es en el brazo. Con un gruñido aún levanto mi arma y procedo a buscar un objetivo. Puedo detectar siete siluetas delante de mí.
Disparo a la primera que veo Beau es más loco y se lanza sin siquiera sacar su arma. El ruido de golpes y disparos empieza a incrementarse. Beau está luchando con dos tipos a la vez. Yo logro abatir a uno de ellos tras dispararle en la cabeza, pero otro se abalanza sobre mí. Ambos caemos al suelo y rodamos escaleras abajo, hacia la otro planta.
— Joder — gruño.
El objetivo está encima de mí. Lleva una máscara que cubre su rostro, aunque logro ver sus labios pintados de rojo.
— Imbécil — gruñe, propinándome un golpe con su arma.
Es una mujer.
Como puedo la empujo con mis piernas, ella realiza una voltereta sobre sí misma y cae de pie a unos metros de distancia de mí.
— ¿Qué coño crees que haces atacándome? — demando — soy el puto dragón rojo.
— Un pajarito me ha dicho que no has encontrado a tu mujer en esa tumba — se burla.
¿Habla de Ana?
— ¿Quién...?
— Está viva — asegura — Ana ha estado viva todo este tiempo, pero no vas a encontrarla jamás.
Me quedo inmóvil, hasta que veo cómo uno de mis hombres logra tenerla en el campo de visión. Un punto rojo se dibuja en su frente.
— Estás muerta.
Ella se queda inmóvil.
— O no — se burla.
Hay un punto en mi pecho. Respiro con fuerza.
— ¡Señor! — Beau aparece en ese momento — mierda — maldice al darse cuenta de la situación.
— No te atacaba a ti — asegura la mujer, dando un paso hacia atrás — solo vinimos a buscar a alguien que nos hacía falta — explica — y ahora que lo tenemos, nos marcharemos.
Cuando acaba de hablar, se lanza hacia atrás. Dos disparos suenan en el aire. Uno es el que impacta en mi pecho. Y el otro es el que le da a esa mujer. Aunque ha caído al vacío y no tengo idea si ha logrado asesinarla o no.
Beau me tiene sujeto por un brazo. Otro disparo suena en el aire y decidimos refugiarnos detrás de una columna. Nada sucede pasados unos segundos. Otro de mis hombres llega al cabo de unos minutos. Está algo magullado, pero vivo.
— No hay bajas entre nosotros, pero todos los francotiradores están muertos desde hace horas — dice sin aliento.
Beau y yo nos miramos.
Si los francotiradores llevan varias horas muertos, ¿quien me ha salvado?
— ¿Quién....? — pero no puedo seguir hablando por el dolor agudo en mi pecho.
El hombre parece comprender, porque sigue con su explicación — hace unos minutos un solo hombre ha abatido a tres de los tipos que vinieron a por nosotros — dice mientras ayuda a Beau a mantenerme en pie y a dirigirnos hacia el ascensor — pero no hemos encontrado ni siquiera los casquillos de bala.
— Así que alguien viene, asesina a nuestros enemigos, me salva la vida, y se larga.
Beau y el otro tipo se quedan mirando mientras bajamos a la planta baja. Ya hay un coche esperándonos abajo.
— La mujer — gruño cuando me siento en la parte de atrás del coche — ¿qué pasó con ella?
— Se la han llevado — explica Liam.
Beau suspira e intenta cubrir mi herida con su chaqueta — no puedo entender quién quiere tenerle con vida — explica cuando le miro en busca de alguna posible explicación.
— Y si nos ponemos a pensar quien quiere verle muerto... la lista es larga — le apoya Liam.
— Iros a la mierda — gruño.
Ambos ríen mientras nos dirigimos camino a casa.
🥀🥀🥀
— ¡James! — brama Beau en cuanto entra en casa conmigo a rastras.
No me había percatado de que la herida en mi pecho fuera tan grave. Hasta que he empezado a marearme.
James aparece poco después en la sala. Al parecer ha sido informado porque tiene todo el material para extraer una bala preparado en la mesa de la sala.
— ¿Dónde coño está la enfermera? — demanda Beau al dejarme en el sofá.
— Está de camino, señor — explica James.
— Maldita sea — gruñe — es que no puedes hacer una mierda a derechas, James — se queja.
Intento decirle que se calle la maldita boca porque va a despertar a Ángel, pero ella ya está bajando las escaleras antes de que abra la boca.
— ¿Alex? — demanda mientras camina descalza hasta mí.
Sus ojos se agrandan cuando ve la sangre en mi ropa.
— Señora... — murmura Beau.
— ¿Qué le ha pasado? — exige en el mismo tono que utilizó conmigo esa noche.
— Le dispararon cuando estábamos detrás de unos tipos.
— ¿Y porqué tu estás bien? ¿Para qué coño tiene un guardaespaldas tan inútil?
Sonrío al escucharla maldecir a Beau. Ella se acerca y se sienta a mi lado. Con cuidado aparta la mano de mi herida. La dejo hacer, más que nada porque no tengo fuerzas para oponerme y ya empiezo a ver borroso por la falta de sangre.
Ángel suspira y observa en la mesa los instrumentos que James ha preparado con antelación. Con rapidez la veo ponerse unos guantes y tomar una saga. Ángel la humedece con algún líquido. Escucho el eco de su voz al ordenarle a Beau que me saque la camiseta.
Lo siguiente que siento son sus manos presionando la herida. Presiono con fuerza mi mandíbula mientras ella me limpia con la gaza. Prefiero cerrar los ojos unos minutos hasta que me pide que beba algo. Solo obedezco y siento el sabor del vodka descendiendo por mi garganta.
¿De repente le interesa tenerme borracho?
Ángel abusando de mí es una de mis fantasías más enfermas.
Pese a estar borracho noto las pinzas siendo introducidas por el agujero que ha dejado la bala y la punta de estas escarvando en mi piel en busca del proyectil. Normalmente la enfermera de turno suele ser más lenta a la hora de la extracción, pero Ángel es rápida. Solo dura unos segundos antes de que la extraiga. Veo cómo pone la bala junto a las pinzas sobre la mesa y la sangre en sus manos.
Las puntadas que da tras introducir con gran habilidad el hilo en la aguja quirúrgica tampoco son dolorosas. Parece demasiado buena en esto.
Observo la herida en mi pecho, ahora cerrada. Ángel se extrae los guantes y le pide a James que me prepare algo de ropa limpia al mismo tiempo que le ordena a Beau que me lleve hasta el baño.
Sabía que me quería borracho por algo. Me dejo llevar con una sonrisa en los labios hasta la bañera más cercana. Cuando nos quedamos solos, Ángel me ayuda a meterme en la bañera y empieza a llenarla.
— ¿No vas a denudarme?
— Eres un irresponsable — gruñe mientras me desnuda.
La ayudo un poco porque para una chica flacucha como ella sería imposible levantarme. Con la ropa mojada en sus manos, ella desaparece, dejándome solo en el baño por unos segundos. Puedo escuchar el rumor de su voz mientras habla con alguien, pero no puedo llegar a entenderla.
Cuando vuelve, tiene una toalla blanca junto a un pijama mío.
Con cautela, Ángel se acuclilla en el suelo, al lado de la bañera. Cierra el agua, toma una esponja y empieza a lavarme. Estoy lleno de tierra, polvo y sangre, pero a ella no parece importarle en absoluto.
— ¿Dónde aprendiste a... coser humanos?
Mi pregunta la hace reír.
— En una cárcel para niños — contesta.
Se ve seria al decirlo, como si realmente fuera real. Frunzo el ceño. Me está tomando el pelo porque estoy borracho y medio moribundo por la pérdida de sangre.
— Vamos, dime la verdad. ¿Cómo sabes hacer todo eso?
Ella me sonríe cuando acaricio su mejilla.
— Papá me enseñó — responde.
Miente. Jensen ni siquiera sabía extraerse una jodida bala a él mismo. Aunque tampoco puedo discutir con ella ahora mismo. Ángel sigue babándome, pero me obliga a frotarme las piernas y la polla.
— Ni siquiera cuando estoy a punto de morir puedes darme un pequeño regalo.
Ella rueda los ojos. Luego deja salir el agua de la bañera y empieza a aclararme el jabón con agua caliente. El cuidado que pone en cada movimiento me deja perplejo.
— Serás la mejor madre del puto mundo — declaro.
— Me encantaría poder decirte lo mismo — se burla.
Sonrío y ella cierra el agua. Sus dedos acarician mi herida.
— Por eso tienes que ser mi madre de mis hijos — aclaro, siento que se me empieza a trabar la lengua — somos una suma — explico — yo soy cero, pero tu eres dos. Así si podemos.
Ella suspira y se levanta, pero tomo su mano para que no se aleje.
Ángel sonríe — ¿sigues con eso? No vamos a tener hijos.
— Voy a hacerte seis hijos — juro pese a que ya no siento mi lengua cuando la muerdo.
Ángel me hace soltar su muñeca y se mueve en busca de la toalla. Cuando vuelve a sentarse en el suelo de rodillas, empieza a secarme.
— Seis, ¿me oyes? — insisto.
Ángel se ríe esta vez — ni siquiera voy a dejar que me hagas dos.
Frunzo mis labios y asiento — está bien, empecemos con dos. Te daré dos hijos — le aseguro — pero vas a pedirme más.
Cuando pone la toalla sobre mi cabeza ya no puedo ver nada, pero sigo diciéndole que me rogará por más hijos.
— Está bien — dice al sacarme la toalla de la cabeza — si logras hacerme un hijo con tus ojos, me lo pensaré.
Sonrío porque he ganado esta guerra. Pero entonces ella empieza a alejarse.
— ¿Dónde vas, mujer? — demando.
Ángel se gira — a buscar a Beau para que te saque de la bañera.
Niego — no, yo puedo solo — aseguro, comenzando a levantarme.
La escucho protestar y correr hasta mí justo cuando saco el primer pie de la bañera. Voy a sacar el otro pero mi cabeza da vueltas y Ángel corre a sostenerme. Aunque empezamos a caer los dos hacia atrás. Por suerte logro sujetarme en el mármol del lavamanos y tomar por la cintura a Ángel con mi brazo.
— Soy la ostia — aseguro besando el cuello de mi mujer.
Ella intenta apartarse, pero no la dejo.
— Alex estás desnudo — protesta.
— ¿Y? Si tu no puedes abrazarme desnudo, ¿quién puede?
Ella me fulmina con la mirada y me pega un golpe en el pecho. La mueca de dolor en mi cara la hace arrepentirse de inmediato.
— Perdón — susurra, acariciando mi rostro — ¿estás bien?
— Una patada en los huevos hubiera dolido menos — jadeo, apoyando mi espalda en el lavamanos.
Su sonrisa, pero, alivia cualquier mal que me haya provocado. Esta mujer... si me enamoro de ella, estoy jodido.
— Vamos, cámbiate.
— Sí, señora — gruño, empezando a ponerme la ropa.
Una vez vestido, ella me hace rodear sus hombros con mi brazo y me lleva hasta la cama. Cuando estoy acostado, veo que se aleja hacia el baño.
— ¿Qué haces, donde vas?
— Alex estoy llena de tu sangre, quédate en la cama. Voy a ducharme.
— ¡Te podrías haber bañado conmigo y así ahorrábamos agua! — grito — te recuerdo que el planeta se va a la mierda. Qué poca consideración.
Y así, con la ilusión del cuerpo de Ángel desnudo, me quedo dormido.