No olvides mi voz

By allierngll

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Destiny Felton, una chica cegada por los errores del pasado que encontró luz en la música. Mitchel Gleeson, u... More

🎸
🎸Capítulo Uno
🎸Capítulo Dos
🎸Capítulo Tres
🎸Capítulo Cuatro
🎸Capítulo Cinco
🎸Capítulo Seis
🎸Capítulo Siete
🎸Capítulo Ocho
🎸Capítulo Nueve
🎸Capítulo Diez
🎸Capítulo Once
🎸Capítulo Doce
🎸Capítulo Trece
🎸Capítulo Catorce
🎸Capítulo Quince
🎸Capítulo Dieciséis
🎸Capítulo Diecisiete
🎸Capítulo Dieciocho
🎸Capítulo Diecinueve
🎸Capítulo Veinte
🎸Capítulo Veintiuno
🎸Capítulo Veintidós
🎸Capítulo Ventitrés
🎸Capítulo Veinticuatro
🎸Capítulo Veinticinco
🎸Capítulo Ventiséis
🎸Capítulo Veintisiete
🎸Capítulo Veintiocho
🎸Capítulo Veintinueve
🎸Capítulo Treinta
🎸Capítulo Treinta y Uno
🎸Capítulo Treinta y Dos
🎸Capítulo Treinta y Tres
🎸Capítulo Treinta y Cuatro
🎸 Capítulo Treinta y Seis
🎸 Capítulo Treinta y Siete
🎸Capítulo Treinta y Ocho
🎸 Capítulo Treinta y Nueve
🎸 Capítulo Cuarenta
🎸 Capítulo Cuarenta y Uno
🎸 Capítulo Cuarenta y Dos
🎸 Capítulo Cuarenta y Tres
🎸 Capítulo Cuarenta y Cuatro
🎸Capítulo Cuarenta y Cinco

🎸Capítulo Treinta y Cinco

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By allierngll


Atlantis – Seafret

DESTINY

Me detuve frente a él.

—¿Jeremy? —le pregunté.

Sin embargo, no respondió, en su lugar estampó la revista contra mí pecho y yo la sostuve con rapidez antes de que se cayera al suelo.

Bajé la mirada y la desenrollé con lentitud.

—Página 23 —ordenó apresurado—. Ahora.

Mis dedos temblorosos las deslizaron con el corazón latiéndome a toda velocidad hasta llegar a ella. Todo mi cuerpo se quedó inmóvil al ver lo que decía el título: «¡Nuestro chico malo ha regresado!». No entendía qué tenía que ver eso conmigo, pero mi mirada descendió para leer lo que decía el artículo. Hubo una cantidad de palabras que no pudieron evitar grabarse en mi cabeza: «¿Nada serio?», «¿Conquista?», «¿Lista?», «¿Rompe corazones?». En una sección pusieron algunas de las cosas que solía hacer y en otra los nombres de aquellas chicas con las que se le había visto implicado.

Entre más avanzaba, menos me gustaba.

No pude evitar compararme, ¿quién era yo al lado de ellas? No era nadie. No había logrado nada bueno ni admirable en mis dieciocho años de vida. No tenía redes sociales y millones de seguidores. Ni siquiera entraba en el estándar de belleza establecido por la sociedad. Fue hasta ese punto en el que pude comprender la molestia de todos. Era más que evidente que la sociedad no aceptaría que estuviese con él. Solo era una chica enferma que no era capaz de superar la muerte de su amiga.

¿Qué pasaría cuando los medios descubriesen lo que había sucedido con Saffron? No habría un lugar en la tierra donde pudiese esconderme, ¿y si mis padres volvían a quedar desempleados por mi culpa? Esta vez sí que les arruinaría la vida y no volverían a querer saber nada de mí. ¿Acaso los medios me darían la oportunidad de explicarme antes de sentenciarme? Era como si todo lo que tocase con mis manos lo destruyese, ¿por qué no era capaz de poder hacer algo bien?

Me derrumbé al ver cada una de las fotos que se habían atrevido a tomar y, aquellos momentos que solo nos debieron pertenecer a nosotros, ahora estaban a la vista de todo el mundo. Las lágrimas se acumularon en mis ojos, provocando que viese borroso y que después cayeran sobre las paginas.

Fue cuando sentí el peso de mis actos sobre mis hombros. Me sentía más pequeña de lo que era y un mareo desestabilizó mis rodillas, ocasionado que diese unos pasos hacia atrás. Levanté mis ojos con temor hacia Jeremy y encontré un odio grabado en los suyos. No lo culpaba, yo también me detestaría si fuese él. Debió notar que mi intención era deshacerme de la revista, porque se apresuró a arrebatármela de las manos y tirarla al suelo.

—No te molestes, justo ahora están en todo el maldito internet.

¿Existía una posibilidad de que pudiese desaparecer para evitar lo que estaba a punto de pasar? No me quedó de otra que soltar un suspiro cansado.

—Y dime, ¿qué parte de que «te alejarás de él» no entendiste? —cuestionó, y después se acercó para agarrarme de los tirantes de mi overol con fuerza. Intenté deshacerme de su agarre, rodeando sus muñecas, pero fue en vano. Solo provoqué que me estampara contra el casillero y observé a mi alrededor presa del pánico. Al darme cuenta de que todos preferían desviar la mirada entendí que nadie pensaba detenerlo—. Porque creí haber sido lo suficientemente claro ese día en Pann's, pero tenías que ser una maldita zorra e irte a revolcar con él.

Tenía un nudo en la garganta.

No podía emitir ni siquiera una palabra y mi cuerpo temblaba.

—¡No te quedes callada! —gritó cerca de mi rostro, y luego uno de sus puños se impactó contra el casillero. El ruido hizo que cerrara los ojos con fuerza y más lágrimas resbalaron por mis mejillas—. ¡Respóndeme!

Solo quería que todo se detuviese.

El dolor en mi corazón era demasiado para seguir soportándolo por más tiempo. ¿Mi vida iba a ser de este modo por siempre? No sé en qué estaba pensando cuando creí que todo estaba mejorando.

Abrí mis ojos cuando empezó a reírse.

—¿Sabes qué es lo más divertido?

Fruncí el ceño.

—¿D-De qué hablas? —balbuceé.

El miedo ocasionó que volviese a intentar liberarme de su única mano que aún me sostenía, pero esta vez me empujó con más fuerza que antes y no pude evitar soltar un quejido de dolor. Mi cabeza rebotó contra el casillero y quedé aturdida por un instante. No sabía si eso había logrado que todo el pasillo guardará silencio, pero no escuché ninguna voz después de eso.

—Detente, por favor.

Se acercó tanto que tuve que apartar mi rostro hacia un lado.

—Todos sabrán quién eres realmente —susurró en mi oído con asco.

Mis ojos se encontraron con los suyos.

—El torturarme no hará que ella vuelva.

Jeremy se enfureció y, al ver que levantaba una mano con intención de pegarme, cerré mis ojos con fuerza. Mi pulso se aceleró tanto que pensé que me desmayaría. Todo pasó demasiado rápido, de pronto sentí la ausencia de su agarré y abrí los ojos con lentitud. Si esperaba encontrarme una escena, en definitiva no era esa. Mitchel fue el que se encargó de quitármelo de encima, agarrándolo por el cuello y empujándolo contra los casilleros al lado de mí. No lo pensé dos veces para alejarme con las piernas temblándome.

—Vuelves a tocarla... —advirtió cerca de su rostro con una calma que hasta a mí logró ponerme nerviosa—. Y será lo último que hagas en tu vida.

Jeremy comenzó a reírse.

—¿Estás amenazandome?

Mitchel ejerció más presión en el agarre sobre su cuello.

—Solo estoy diciendo que si la tocas... —Desde donde me encontraba podía apreciar cómo sus rasgos se distorsionaban por la ira. No sabía qué estaba pasando por su cabeza en esos momentos, pero tenía que detenerlo antes de que se metiera en problemas. No importaba cuánto deseara que Jeremy recibiera una paliza, el que saldría más afectado sería Mitchel por agredir a un estudiante—. Romperé cada uno de los huesos de tu cuerpo. Ponle el nombre que quieras, me importa un carajo.

—¡Todos deberían estar en clase! —dijo una voz a nuestras espaldas, dando aplausos para llamar nuestra atención y todos nos giramos para ver a la maestra Corinne—. ¿Qué está sucediendo aquí?

Abrí los ojos con horror.

—¿Mitchel? —preguntó sorprendida. Ni siquiera se molestó en responderle, seguía con la mirada y agarre sobre mi torturador—. Suelta ahora mismo al joven Coleman.

Volcó los ojos.

—No quiero volver a saber que te acercaste a ella porque te mato —dijo antes de soltarlo.

—¡Mitchel Gleeson! —exclamó con horror la señorita Corinne al escuchar las palabras de su sobrino.

Ay, no.

Me encogí en mi lugar.

—Tú y yo arreglaremos esto en casa —le aseguró con molestia, y después se volvió hacia los demás para gritarles—: ¡Si a la cuenta de cinco aún veo alumnos en el pasillo estos pasarán las siguientes dos semanas en detención!

Mitchel se acercó para tomarme de las mejillas ignorando por completo la petición de su tía.

—¿Estás bien? —susurró preocupado.

Al sentir la mirada de Jeremy y Corinne sobre nosotros me alejé dos pasos hacia atrás.

—Tengo que ir a clase.

Parpadeó dolido y yo desvíe la mirada. No podía verlo, en ese momento sentía demasiada vergüenza.

—¿Es una puta broma? —me preguntó con decepción en su voz, y después se volvió hacia su tía—. ¿Y tú no piensas hacer nada?

Corinne intercambio una mirada con Jeremy.

—Tú eras quien lo estaba sosteniendo del cuello y, puesto que no eres un alumno de esta escuela, tocará arreglarlo en casa. No tienes idea del problema en que te acabas de meter por amenazarlo.

Soltó una risa amarga.

—¡Este pedazo de mierda iba a golpearla! —le gritó, y después con un dedo señaló a Jeremy—. ¡Y nadie hizo nada para detenerlo!

Ella cerró los ojos y tomó un suspiro.

—No debiste entrometerte, creo que lo más razonable era comunicárselo a un profesor.

—¡Gracias! —exclamó Jeremy—. Yo también opinó que no debió meterse.

—¡Cierra la puta boca! —le ordenó Mitchel.

Su cara era todo un poema, de verdad se estaba controlando para no desatar su ira contra él. Dejó las manos en su cintura y luego negó con su cabeza sin podérselo creer. Noté el momento exacto en que tomó una decisión, se acercó para agarrarme de la mano y levanté los ojos con pánico.

—Salgamos de aquí.

Corinne dio un paso al frente.

—Ella no puede dejar las instalaciones —dijo con firmeza.

Ni siquiera se tomó la molestia de volverse hacia ella para mirarla.

—No tienes ninguna autoridad sobre mí y, si alguna vez la tuviste, la acabas de perder ahora —le respondió antes de comenzar a tirar de mí hacia la salida.

Mi corazón bombeaba con rapidez.

—¿Q-Qué estás haciendo? —pregunté con temor en mi voz—. Me meterás en problemas.

—Ella no dirá nada —aseguró sin dejar de caminar.

Me solté de su agarré hasta que llegamos a la mitad del estacionamiento de la escuela.

—No iré contigo.

Él se volvió confundido.

—¿Por qué? —cuestionó dolido—. ¿Es por la revista?

No quería hablar de eso. Tenían demasiadas cosas en la cabeza que sentía que iba a explotarme.

Tomé una bocanada de aire.

—Es el hijo del director.

—¿De qué hablas?

—Jeremy —le expliqué—. Es el hijo del director.

Elevó sus cejas al entenderlo.

—Vaya mierda, pero eso no justifica que pueda hacer lo que quiera y nadie hará nada.

Hice una mueca con mis labios.

—De hecho, sí.

—¿Por qué dejas que te trate de ese modo?

—Tenemos historia —dije simplemente.

Negó de forma compulsiva.

—Eso no le da derecho a ponerte una mano encima —aclaró molesto—. ¿Te ha lastimado en otras ocasiones?

Bajé la mirada.

—Sí.

—¿Y esa vez que tenías sangre en la frente?

Fruncí el ceño y levanté la mirada.

—Te dije que habían sido las chicas.

—¿Qué carajo le sucede a los alumnos de esta escuela?

—No soy quién crees —le repetí aquellas palabras que ya le había dicho en la enfermería hace unas semanas—. Deja de verme como la víctima.

Se pasó las manos por la cabeza.

—¡¿Entonces quién eres?! —espetó. Podía darme cuenta de que estaba llegando a su límite.

Lo perdería.

Sabía que lo perdería si le contaba la verdad.

Una ráfaga de aire gélido nos sacudió. Mis ojos se perdieron por un instante en las hojas que caían de los árboles y las que danzaban en el suelo a nuestro alrededor. El ambiente se había vuelto nostálgico, como si supiese lo que estaba apunto de suceder. ¿A alguien más en el mundo se le estaría rompiendo el corazón como a mí en ese momento? El dolor en mi pecho era desgarrador. Trate de llenar mis pulmones de aire a la vez que buscaba el valor para responderle. No estaba lista para decirle adiós.

Abrí la boca, pero él me interrumpió.

—Hay muchas cosas de las que tenemos que hablar y este no será el lugar —dijo antes de dirigirse a la camioneta y abrir la puerta para mí.

Me subí en silencio. Lo miré de reojo mientras se ajustaba el cinturón de seguridad y yo el mío. Me llegué a preguntar si las cosas hubiesen resultado diferentes entre nosotros si fuésemos otras personas. No tenía sentido seguirnos dando falsas esperanzas, cuando éramos de dos mundos completamente diferentes y solo íbamos a terminar lastimándonos.

—¿Conoces algún lugar en el que podamos estar sin que nadie nos moleste?

—Sí —musité.

Me entregó su celular sin despegar la vista del camino.

—Escribe la dirección en el GPS.

Comencé a teclear el nombre del lugar.

¿Por qué se seguía tomando tantas molestias conmigo? No valía la pena.

—Me imagino que ya leíste lo que salió en el artículo —dijo con un tono de voz precavido.

Mis dedos se detuvieron.

—Sí.

—Lo siento, pulga —murmuró avergonzado—. No quería que pasara esto.

—No estoy enojada contigo.

—Pero...

—Tú no tienes control sobre lo que dicen.

—Te juro que ya hablé con mi manager para que se encargué de esto y se olviden completamente de ti...

¿Y yo cómo olvidaba lo que habían dicho?

Brutal – Olivia Rodrigo

Mitchel siguió hablando, pero dejé de escucharlo, su voz haciéndose cada vez más lejana. Miré a nuestro alrededor con desconfianza, algo andaba mal, podía sentirlo. No sabía cómo explicarlo, era una especie de sensación en el centro del pecho, como si algo estuviese apunto de suceder, pero no tenía la capacidad para saber de que se trataba.

Las manos empezaron a sudarme y el corazón a palpitarme con rapidez. No tuve la necesidad de devanarme los sesos intentando descifrar el significado de mis síntomas, porque en un lapso pequeño de tiempo mi cuerpo se zarandeó de adelante hacías atrás. Mitchel había frenado bruscamente y bajé la mirada a su brazo extendido frente a mi cuerpo que había situado para protegerme.

Al levantar mis ojos observé cómo una camioneta se aproximaba en el mismo carril que nosotros y nos obstruía el camino para avanzar. Recargó su brazo derecho sobre la parte superior del respaldo, y con la mano izquierda se encargó de girar el volante con la intención de retroceder, pero otra camioneta llegó por atrás.

Nos habían acorralado.

—¿Ahora qué carajo? —soltó exasperado.

Me tensé cuando reconocí la camioneta, estaba por decir su nombre en voz alta, pero salió de la puerta del piloto y de la parte trasera algunos de los chicos del equipo de Lacrosse. Jeremy era el capitán, por supuesto que harían todo lo que les dijese y eso incluía salirse de la escuela para seguirnos. ¿En qué estaba pensando al creer que dejaría las cosas como habían quedado? Mitchel lo había amenazado.

—No creo que vengan a hablar.

Mitchel soltó una risa.

—Tampoco es como si yo quisiera hablar.

—No tendrás pensado bajarte —murmuré con horror.

Enarcó una ceja.

—¿Crees que voy a desaprovechar la oportunidad que me está dando de partirle la cara a ese idiota? —preguntó estupefacto—. Aquí no hay profesores, nadie puede detenernos.

Mi corazón se aceleró, y extendí una mano para dejarla sobre la suya, que estaba comenzando a deshacerse del cinturón de seguridad.

—Son muchos —le mencioné.

—Tranquila —susurró tomando mi mano entre las suyas y beso mis nudillos—. No es mi primera pelea.

—No lo hagas, por favor.

—Estaré bien.

¿Por qué no le creía?

Tenía un mal presentimiento de todo esto. Me fije en el retrovisor para ver cómo los de la otra camioneta también se bajaban. Los conté, eran siete chicos en total, incluyendo a Jeremy. ¿Existía alguna forma de poder detener lo que estaba apunto de suceder? Mitchel apagó la pick up sin quitar la llave del bombín de arranque.

—No bajes de la camioneta —ordenó antes de situar su mano en la manija para abrir la puerta.

Asentí con mi cabeza.

—De acuerdo.

El nudo en mi garganta se iba haciendo cada vez más grande y, al ver cómo lo rodeaban, me sujeté del miedo al cinturón de seguridad. No alcanzaba a escuchar lo que estaban diciendo por la distancia en la que me encontraba. Solo me quedó observar cómo intercambiaban miradas y risas entre todos.

Hasta que alguien que estaba situado atrás de Mitchel impactó la planta de su tenis contra su espalda en un empujón para lograr ponerlo de rodillas. No perdieron la oportunidad en darle un puñetazo en la mejilla izquierda. Llevé ambas manos a la boca para callar el grito ahogado que se me escapó, ganándome la mirada de algunos y Jeremy pareció ordenarle algo a uno, porque comenzó a dirigirse hacia a mí.

Eso pareció enfurecer a Mitchel y, desde ese momento, todo se descontroló. Me quité el cinturón cuando el chico abrió la puerta y empecé a soltar patadas sin prestar atención en dónde caían. Él me agarró de las piernas con la intención de que me dejara de mover y comenzó a tirar de ellas para arrastrarme por el asiento de piel.

—¡No me toques, maldito idiota! —le grité con desesperación y el corazón latiéndome frenético.

—Pequeña zorra —dijo entre dientes al tiempo que intentaba mantenerme quieta y yo no dejaba de complicarle su tarea asignada—. ¡Lucas, ayúdame!

Giré mi cabeza para ver al otro chico acercarse.

—¿Cómo es que no puedes con una simple chica? —le preguntó, situándose al lado.

Mi piel se erizo al sentir sus manos sobre mi cuerpo sacándome de la camioneta y se me revolvió el estómago. Ambos se encargaron de sostenerme por mis extremidades y llevarme hasta donde estaban los demás. No dejé de retorcerme en ningún momento.

—¡Suéltenme!

Jeremy volcó los ojos.

—Alguien tápele la boca —ordenó cansado.

Le lancé una mirada con rabia.

Si me dejaron sobre el suelo, pero no de la forma en que esperaba. Uno de ellos me sujetó de los brazos, cruzándolos detrás de mí y susurró en mi oído:

—Jeremy quiere que veas el espectáculo desde primera fila.

Me removí sobre su agarré.

—¡Púdranse! —escupí con rabia.

Mitchel intentó llegar hasta donde me tenían.

—¡Suéltala, hijo de puta! —le vociferó, y este soltó una risa detrás de mí—. ¡Te cortaré las manos!

Y el caos se desató.

Mis ojos se deslizaban de un lado a otro sin poder quedarse en un punto fijo. La verdad es que no importaba cuánto los golpease, porque sabía hacerlo y la sangre estaba comenzando a marearme. Sin embargo, tenía una distracción que les favorecía, por eso me habían sacado de la camioneta.

Y es que cada que intentaba llegar a mí, terminaban golpeándolo por detrás y esforzándose por no dejar que se acercara lo suficiente. La risa de Jeremy resonaba por todo la calle y un verdadero miedo creció dentro de mí al ver a Mitchel caer al suelo.

Mi corazón dejó de latir y ya no pude evitar que las lágrimas comenzarán a descender por mis mejillas. Los odiaba a todos, lo que estaban haciendo y me odiaba a mí por ser la culpable. A pesar de que tenía la vista borrosa, podía ver la sangre que empezaba a brotar de los lugares en donde lo habían lastimado.

Nuestros ojos se encontraron por una fracción de segundos y todo se detuvo.

—Cierra los ojos, pulga. —Me gesticuló con la boca para que solo yo pudiese entenderlo.

Desearía ser más fuerte.

—¡Eres un maldito cobarde! —le grité a Jeremy con dolor en mi voz—. ¡No te atreves a ensuciarte las manos y le dejas todo el trabajo a estos idiotas!

Jeremy estaba cruzado de brazos, recargado en el capo de su camioneta y fingió que no me escuchó.

—Terminen con esto, antes de que llegue alguien —les ordenó con un tono de voz cansino.

Nunca lograría borrarme esa imagen de la cabeza.

Estaba recostado en el suelo con posición de feto, y se había llevado las manos a la cabeza para protegersela. Ellos se encargaron de propinarla una golpiza que me daría pesadillas por la siguiente temporada.

Sus risas y ofensas no hacían más que alimentar mi desesperación. No pude soportarlo más, así que me impulsé hacia atrás para lastimar en las partes bajas al idiota que me sostenía. Él me dejó ir para llevar sus manos a la zona afectada. No perdí el tiempo y corrí hasta donde estaba Jeremy.

—¡Eres un pedazo de basura! —le grité después de soltarle un puñetazo en la cara, tomándolo desprevenido. Situé mis manos en sus hombros y le di un rodillazo con fuerza en su miembro—. ¡Vete a la mierda!

Todos se detuvieron, creí que era por lo que acaba de hacer, hasta que escuché el sonido de la sirena aproximándose. No sabía quién había alertado a la policía, pero estaba realmente agradecida.

—¡Vámonos! —les gritó Jeremy con su mirada sobre mí.

Había una advertencia grabada en ella:

Esto no termina aquí.

Me apresuré hacia el peli negro que yacía en el suelo ensangrentado mientras que todos corrían a las camionetas. ¿Qué es lo que había hecho?

—Ay, Mitch... —le susurré con dolor. Él se enderezó con una mano haciendo presión en su costado izquierdo y escupió algo de sangre que tenía en la boca sobre el asfalto.

Lo ayudé a levantarse, pasando uno de sus brazos por mi hombro y caminamos hasta la puerta del copiloto para que se subiera. Una vez que le abroché el cinturón de seguridad corrí hasta el otro extremo para subirme. Mi mano temblaba cuando giré la llave para darle vida a la camioneta e intercambie una mirada rápida con él.

—Solo conduce hasta que te diga que pares.

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