No olvides mi voz

By allierngll

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Destiny Felton, una chica cegada por los errores del pasado que encontró luz en la música. Mitchel Gleeson, u... More

🎸
🎸Capítulo Uno
🎸Capítulo Dos
🎸Capítulo Tres
🎸Capítulo Cuatro
🎸Capítulo Cinco
🎸Capítulo Seis
🎸Capítulo Siete
🎸Capítulo Ocho
🎸Capítulo Nueve
🎸Capítulo Diez
🎸Capítulo Once
🎸Capítulo Doce
🎸Capítulo Trece
🎸Capítulo Catorce
🎸Capítulo Quince
🎸Capítulo Dieciséis
🎸Capítulo Diecisiete
🎸Capítulo Dieciocho
🎸Capítulo Diecinueve
🎸Capítulo Veinte
🎸Capítulo Veintidós
🎸Capítulo Ventitrés
🎸Capítulo Veinticuatro
🎸Capítulo Veinticinco
🎸Capítulo Ventiséis
🎸Capítulo Veintisiete
🎸Capítulo Veintiocho
🎸Capítulo Veintinueve
🎸Capítulo Treinta
🎸Capítulo Treinta y Uno
🎸Capítulo Treinta y Dos
🎸Capítulo Treinta y Tres
🎸Capítulo Treinta y Cuatro
🎸Capítulo Treinta y Cinco
🎸 Capítulo Treinta y Seis
🎸 Capítulo Treinta y Siete
🎸Capítulo Treinta y Ocho
🎸 Capítulo Treinta y Nueve
🎸 Capítulo Cuarenta
🎸 Capítulo Cuarenta y Uno
🎸 Capítulo Cuarenta y Dos
🎸 Capítulo Cuarenta y Tres
🎸 Capítulo Cuarenta y Cuatro
🎸Capítulo Cuarenta y Cinco

🎸Capítulo Veintiuno

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By allierngll


Waves – Dean Lewis

DESTINY  

—Es bueno tenerte de regreso.

La voz de Elanor calentó mi pecho más que la taza de café negro que tenía entre mis manos. Era como volver a casa después de haber estado caminando sin rumbo por mucho tiempo. No realizó preguntas incómodas ni mucho menos se enojó. ¿Por qué no podía ser de esa forma cuando estaba en casa?

Tras haberle dado la renuncia al señor Winters fue que decidí pasar a Pann's. No sabía cuánto lo necesitaba hasta que puse el primer pie adentro. El llegar temprano a casa no estaba en mis planes, y esperaba que Mitchel no estuviese en mi cuarto. ¿A quién intentaba engañar con semejante estupidez?

Una sonrisa se dibujó en mis labios ante la idea de él esperándome. Aunque desde ese día en la biblioteca no dejaban de venir ciertas imágenes a mi cabeza. ¿Por qué no podía dejar de pensar en él de aquella forma tan íntima? Mejor dicho, ¿por qué lo imaginaba haciendo esas cosas conmigo? Un calor viajó desde mi pecho, se desvió por mis mejillas y arribó en mis orejas.

Deseaba enterrar mi cabeza en la tierra como los avestruces del bochorno que sentía al recordar sus palabras. ¿No se cansaba de soltarme esos comentarios? La tranquilidad con la que los decía parecía que hablase del clima y yo era la que terminaba con el corazón en las manos. Tenía mucho tiempo que no me permitía pensar en un chico de aquella manera y, que fuese el protagonista de dichos pensamientos, no me molestaba del todo.

—¿Dezzy?

—¿Mhm? —logré emitir.

—¿Ocurre algo?

Levanté la mirada de golpe, y me apresuré a hablar.

—No es nadie.

Enarcó una ceja.

—Nunca mencioné que lo fuese... —comentó sin entender.

—¿Y si fingimos que no sucedió? —Le ofrecí una risa nerviosa, y esperando que nadie más haya escuchado—. Seguiré bebiendo café mientras observó la lluvia en lo que atiendes a los clientes que van llegando. ¿No te parece un plan estupendo?

—¿Crees que es así de fácil?

—¿Sí? —vacilé.

—No escaparás tan fácilmente... —dijo señalándome con su bolígrafo. No se escuchaba molesta, todo lo contrario, hasta noté emoción en su voz y un brillo en sus ojos—. Antes de irte me contarás a qué se debía esa sonrisa en tus labios.

—Bien —dije simplemente.

Aunque no tuviese planeado contarle lo que había pensado. Espere a que se alejase para volverme hacia la ventana, y llevar la taza caliente a mis labios para darle un sorbo. Dejar el trabajo no había sido fácil, pero es lo que debía hacer. ¿Cómo le pediría un tiempo al Sr. Winters? No sabía cuántas citas necesitaba para que mi padre decidiera que podía volver a trabajar.

Sabía que aún faltaban varios meses para ir a la universidad, pero son los que necesitaba para juntar una cantidad mínimamente decente. ¿Sería esta una clase de señal de que no merecía tener un medio de conducción para irme? A veces solo desearía dejar de sentir que todo el mundo estaba conspirando en mi contra.

Mordí mi labio inferior sin despegar la vista del ventanal en el que gotas de lluvia se deslizaban sin prisa. Sentí alguien acercarse a mi mesa, y los latidos de mi corazón se descontrolaron ante el pensamiento de que fuese Mitchel. Intenté reprimir la sonrisa que quería brotar en mis labios y volqué los ojos en fingida molestia.

Me volví cuando lo escuché deslizarse en el asiento y sentí el color irse de mi rostro. Con un temblor en mis manos, dejé la taza sobre la mesa y miré nerviosa a mi alrededor. Sería tonto pensar que me dejaría ir sin armar un escándalo, ganándose la atención de todos y trayéndole problemas a Elanor y Gordon.

¿Era normal tenerle miedo a la persona que alguna vez llamaste «amigo»?

—Algo me dice que no me esperabas a mí —dijo con una con sonrisa de oreja a oreja.

Jeremy era aterrador.

—¿Q-Qué haces aquí? —titubeé.

—Tranquila, Dezzy. —Extendió su mano para atrapar el salero entre sus dedos, y empezar a jugar con él, sin despegar su mirada de mí—. ¿Acaso este lugar no está abierto a todo el público? Saber que no me quieres aquí hace que me sienta mal. 

Silencio.

Tenía un nudo en la garganta que me impedía hablar.

—¿Eso quieres? —añadió con voz fría.

—No —musité.

—Este lugar me trae tantos recuerdos... —murmuró, y cada palabra que salía de su boca no hacía más que provocar que creciera un odio en sus ojos—. Saffron lo amaba demasiado, sinceramente nunca entendí qué lo hacía tan especial.

Me quedé inerte ante la mención de ella.

«Una de nuestras películas favoritas fue grabada en este restaurante», quise responderle. Sin mencionar también el cariño que le teníamos a Elanor y Gordon como si fuesen nuestros abuelos.

—No sé qué valor tienes para seguir viniendo aquí... —soltó una risa amarga. Después de esas palabras no pude seguir viéndolo a los ojos—. Ni siquiera yo lo tuve en todo este tiempo. —Dejó de mover el salero, y un silencio denso se esparció entre nosotros. Sentía los latidos de mi corazón en los oídos y un sudor esparcirse por mis manos—. Hay algo que últimamente no me deja en paz.

No volví a responder.

Jeremy se inclinó dejando sus antebrazos en la mesa.

—Pregúntame qué es —exigió, y su voz provocó que los bellos de mi nuca se erizaran. Cerré mis ojos por unos segundos, buscando las fuerzas para poder hablar y no llorar en el intento.

—¿Q-Qué es? —balbuceé.

—Me perturba el hecho de que mi novia esté muerta y su asesina camine entre nosotros como si nada hubiese pasado.

Abrí los ojos con horror.

Todos esos meses siempre fueron comentarios similares a los que me dijo cuando me encontró en la tienda. Nunca me había dicho lo que realmente pensaba de manera directa y cruel. Sin embargo, el resto de la escuela se había encargado de hacerlo sin problema. Una opresión en mi pecho me estaba impidiendo respirar con normalidad y miré con desesperación a mi alrededor. ¿Acaso era estúpida? Nadie me ayudaría si él empezaba a decirme todo lo que pensaba de mí. Todos en ese lugar se pondría de su lado sin pensarlo dos veces. Me permití cerrar los ojos por unos segundos para dejar caer las primeras lágrimas.

Jeremy empezó a reírse.

—Oh, vamos —exclamó divertido—. Todavía no comienzo y ya estás llorando. Te recordaba más ruda, Dezzy. ¿El tiempo te ha vuelto débil y tonta? Bueno, no a todos los trata bien la vida. En fin, aunque deseaba decirte eso, la verdad es que estoy aquí por otra razón. Dime, ¿quieres escucharla?

Apreté mis labios en una línea fina, y negué con mi cabeza. El sabor salado llegó a mi boca y Jeremy no dejaba de verme con superioridad. Supliqué internamente que Elanor llegase para que se fuese.

Extendió su mano para tomar mi muñeca, y después la apretó con fuerza. Ahogué un chillido de dolor.

—No harás ningún ruido —advirtió en un susurro.

Asentí lentamente, y él prosiguió.

—He visto que te paseas con ese chico, el sobrino de la profesora de música, como una tonta colégiala enamorada. —Sus palabras me tenían paralizada, y con temor de cuál era el rumbo que tomarían—. Joder, hasta te miré sonreír y no te imaginas la rabia que sentí. Las asesinas como tú no merecen ser felices, mi querida Felton.

Y esa fue la última estocada que faltaba.

  —Suéltame... —pedí en medio de lágrimas. No podía dejar de llorar y me odiaba por eso. El nivel de vergüenza que sentía por estarlo haciendo frente a él no tenía palabras.

—¡No tienes derecho de pedirme un carajo! —vociferó ganándose algunas miradas de las personas que estaban en las otras mesas, y yo salté de miedo sobre mi lugar—. ¿Ese chico sabe lo que hiciste?

Negué con mi cabeza.

—No.

—Eso creí... —murmuró pensativo.

—Déjame ir —lloriqueé. Mi muñeca empezaba a doler por la fuerza que estaba ejerciendo.

—¿Crees que te liberaras de mí tan fácil? No confundas mi silencio con una maldita aprobación. El que me haya mantenido al margen en todo este tiempo no significa que lo haya olvidado. Haré que supliques haber muerto ese día en lugar de Saffron.

Todo comenzó a darme vueltas a ese punto.

Unas enormes ganas de salir corriendo crecieron dentro de mí. El saber que no podía suplicar por ayuda me destrozaba más de lo que esperaba. Solo quería llegar a casa y llorar hasta quedarme seca. Nunca me había odiado tanto como en ese momento lo estaba haciendo. Las ansias por llevar una de mis manos a mi pecho y calmar el dolor eran demasiadas. Aunque tal vez merecía todo el dolor que estaba sintiendo, porque Jeremy tenía el derecho de decir todo eso y no podía culparlo. Ni siquiera podía enojarme con él, solo estaba diciendo la verdad.

—Te alejarás de él.

Levanté la mirada de golpe.

—¿Qué?

Sabía que se refería a Mitchel, pero en el fondo deseaba que no. Sin importar que fuesen pocos los momentos que habíamos pasado juntos me afectaba. Mitchel se encargó de poner una sonrisa en mis labios y derribar muros que nadie más había logrado. Se acercó más de lo que nadie pudo hacer en todos esos meses

—No te quiero ver junto a él.

—¿Con qué derecho? —susurré con dolor.

—Tú decides, Dezzy.

Si tan solo supiese que lo había intentado antes, pero Mitchel no era de los que se rindiese con facilidad. Fue un chico que entró a mi vida cuando más lo necesitaba. Fue el que me ofreció su pecho para llorar y el que siempre buscaba hacerme sentir mejor. Era consiente de que no había sido lo suficientemente agradecida con todo lo que hacía y que en cada oportunidad que tenía me cerraba. Sin embargo, en el fondo, sabía que era el único en el que podía confiar y con el que no temía ser yo misma.

—Si tú no haces lo que te estoy diciendo, le diré todo sobre Saffron —advirtió impaciente. No lucí sorprendida, porque una parte de mí sabía que diría eso. No quería meter a Mitchel en problemas y ya sospechaba que tenía suficientes con los cuales batallar. Era mi forma de agradecerle todo lo que había hecho por mí. Aunque en el fondo me doliese, no podía ser egoísta, no con Mitchel.

—Está bien —murmuré derrotada.

Jeremy me soltó y esbozó una sonrisa con triunfo.

Sus ojos brillaban con una victoria ganaba.

En ese momento divisé a lo lejos a Elanor acercarse con una sonrisa enorme en sus labios. Me agaché para limpiarme las lágrimas con rapidez y enderezarme cuando la escuché llegar.

—¡Jay! —exclamó su apodo alegre. Aproveché que su atención estaba en él para agarrar mis cosas—  Hacía meses que no te veíamos por aquí, parece que fue ayer cuando los cuatro venían a tomar malteadas por las tardes. Tenía que sacarlos casi jalándolos de las orejas para que se fuesen a sus casas.

Detuve mis movimientos al escuchar sus palabras.

—Sí, fue hace mucho  —comentó con amargura.

Elanor se volvió hacia mí, y su sonrisa se desvaneció.

—Dezzy, querida... —preguntó con horror—. ¿Qué sucedió?

Mis ojos fueron directamente a Jeremy.

Era como si no le importase nada ni nadie, recargó uno de sus brazos en el sillón de piel y esa maldita sonrisa petulante no se iba de sus labios. Me retaba con los ojos a decir algo de lo que había pasado. No lo pensé dos veces para salir de ese lugar con las piernas temblándome.

Cuando el airé frío de afuera golpeó mi rostro sentí que podía volver respirar. Mis pies se detuvieron por una fracción de segundos al encontrarme con Garret recargado de brazos cruzados sobre su carro. Sus ojos se abrieron con horror al ver mi estado y abrió su boca para intentar decir algo. Ni siquiera le di la oportunidad de hacerlo porque salí corriendo de allí.

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