No olvides mi voz

By allierngll

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Destiny Felton, una chica cegada por los errores del pasado que encontró luz en la música. Mitchel Gleeson, u... More

🎸
🎸Capítulo Uno
🎸Capítulo Dos
🎸Capítulo Tres
🎸Capítulo Cuatro
🎸Capítulo Cinco
🎸Capítulo Seis
🎸Capítulo Siete
🎸Capítulo Ocho
🎸Capítulo Diez
🎸Capítulo Once
🎸Capítulo Doce
🎸Capítulo Trece
🎸Capítulo Catorce
🎸Capítulo Quince
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🎸Capítulo Veinticuatro
🎸Capítulo Veinticinco
🎸Capítulo Ventiséis
🎸Capítulo Veintisiete
🎸Capítulo Veintiocho
🎸Capítulo Veintinueve
🎸Capítulo Treinta
🎸Capítulo Treinta y Uno
🎸Capítulo Treinta y Dos
🎸Capítulo Treinta y Tres
🎸Capítulo Treinta y Cuatro
🎸Capítulo Treinta y Cinco
🎸 Capítulo Treinta y Seis
🎸 Capítulo Treinta y Siete
🎸Capítulo Treinta y Ocho
🎸 Capítulo Treinta y Nueve
🎸 Capítulo Cuarenta
🎸 Capítulo Cuarenta y Uno
🎸 Capítulo Cuarenta y Dos
🎸 Capítulo Cuarenta y Tres
🎸 Capítulo Cuarenta y Cuatro
🎸Capítulo Cuarenta y Cinco

🎸Capítulo Nueve

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By allierngll



I Think I Like When It Rains - WILLIS

DESTINY

Habían transcurrido aproximadamente cuarenta y ocho horas desde que mamá consiguió que el dueño de una tienda que se encontraba cerca de casa me diera trabajo. Esa era la razón por la que me encontraba acomodando comida enlatada en uno de los anaqueles. Si lo pensaba un poco, no estaba tan mal para ser mi primer trabajo y me dejaba usar mi walkman mientras no hubiese clientes.

El horario se acomodaba a lo que necesitaba, tres días a la semana y en un horario después de la escuela. Aunque una de las cosas que me preocupaba era cuánto tiempo me tomaría juntar el dinero para el carro. Lo menos que quería dar era molestias y tener que recurrir a mi padre para que me apoyase con una parte. Mi desventaja era ser estudiante y menor de edad.

No quería ser pesimista, pero me costaba tanto ver el lado bueno de las cosas y eso lo había confirmado en la última sesión con el señor Saltzman. Todo lo positivo que decía no lograba nada más que desesperarme, y ya había decidido que lo mejor era quedarme callada. Solo tendría que soportarlo un poco más y adiós a este maldito lugar.

Normalmente el sonido de mis audífonos era mayor del que tenía ahora, pero eso permitió que escuchara el tintineo de la campana alertando la llegada de un cliente. Deslice la diadema hacia atrás dejándola en mi cuello y pausando la música. Me quedé inmóvil al ver el grupo de chicos entrar y, cuando el instinto de esconderme aprecio, tuve que recodarme en dónde estaba. Espere a que se alejaran un poco para dirigirme al mostrador y observar a esa distancia cómo platicaban entre ellos. El corazón golpeaba contra mi pecho y las manos comenzaron a sudarme.

Apreté mis manos en puños hasta que sentí que las uñas lastimaban mis palmas. Di una mirada fugaz a las cámaras que se encontraban en la parte superior de la tienda y supliqué por dentro que eso bastara para detenerlos de intentar cualquier estupidez. Cuando regresé mi atención al frente me percaté de que Jeremy estaba observándome. Había un odio grabado en sus ojos y una expresión sombría. Mientras sus amigos estaban sumergidos agarrando todo lo que encontraran, él se acercaba al mostrador dando pasos pequeños y me sentía como una presa siendo acechada por un cazador.

Un sudor frío me cubrió la frente y el oxígeno parecía cada vez más escaso. Hasta que por un momento sentí un ligero mareo, y la idea de salir corriendo no parecía una mala opción. ¿Qué pensarían mis padres al enterarse de que me despidieron en mi primer día de trabajo por dejar la tienda sola? Jeremy estaba por decir algo, cuando alguien más entró a la tienda y mi corazón se detuvo por completo. ¿Por qué después de tanto tiempo esos ojos azules seguían teniendo el mismo efecto en mí? Garret ni siquiera había notado mi presencia, porque estaba más concentrado en acercase a su mejor amigo.

—¿Por qué están tardando? —cuestionó mientras se acercaba lentamente y buscaba a los demás con la mirada—. No pienso quedarme por más tiempo en el auto.

—Solo me detuve para saludar a una vieja amiga —dijo simplemente. Esbozó una sonrisa escalofriante sin despegar su vista de mi rostro—. ¿No es así, Dezzy?

Eso fue suficiente para que Garret se pusiera rígido de pies a cabeza, y deseaba decirle que no había sido el único. Aunque en el fondo sabía que ambos reaccionamos así por distintas razones, y la mía era porque estaba aterrada, pero ¿cuál era la suya? Lo más lógico podría ser que no esperaba verme allí. Deseaba meterme debajo de las sábanas de mi cama y no salir nunca más. Fui lo bastante rápida para apartar mis ojos de Garret cuando me percaté que tenía intenciones de girarse hacia mí. No podía mirar a ninguno de los dos a la cara. En ese instante hasta sentí que apreté demasiado el delantal color verde que traía puesto porque me estaba cortando la respiración.

—Vámonos —pidió Garret.

—¿Qué te pasa? Los chicos y yo todavía no terminamos de elegir lo que llevaremos.

El suspiro que soltó Garret me confirmó que estaba perdiendo la paciencia.

—Hay más tiendas —sugirió.

—Ya estamos aquí.

—¡Solo vámonos! —vociferó. Mi cuerpo reaccionó dando un pequeño salto por el susto.

Jeremy se burló.

—¿A qué se debe tanta prisa?

—Ninguna —dijo con más calma—. Solo que está tienda no me gusta.

—¿Las cosas o el personal? —indagó divertido—. Creo que ambos son un asco.

Me encogí en mi lugar.

¿Acaso existía una posibilidad de poder defenderme? Tenía la garganta cerrada debido al miedo y observé cómo Garret se acercaba un paso hacia él. Ambos tenían la misma altura y eso les permitía verse a los ojos retadoramente sin ningún problema.

—Me largaré de aquí con el carro y tendrán que regresar a sus casas caminando —amenazó.

Mi mirada fue subiendo lentamente hasta llegar a sus rostros. Garret tenía el ceño fruncido y sus ojos flameaban con molestia. En la de Jeremy solo encontré burla y era porque todo esto le divertía.

¿Acaso se podía ser tan cruel?

—¡Bien! —espetó derrotado—. ¡Larguémonos de aquí!

Escuché cómo soltaron suspiros y murmuraron por lo bajo molestos.

—¿Qué hacemos con las cosas? —indagó uno de los chicos.

Jeremy se aseguró de que lo estuviese viendo.

—Tírenlas al suelo, me da igual —dijo simplemente.

Miré el instante en el que empujó el hombro de Garret con el suyo mientras avanzaba para salir por la puerta de cristal. Sentí que podía volver a respirar, y después observé cómo salían uno por uno. El único que permaneció en su lugar fue Garret y, antes de irse, se volvió hacia a mí. Lo conocía tan bien que podía ver la pelea interna que estaba teniendo en ese momento.

Enarcó una ceja.

—¿Seguirás dejando que te traten como basura? —cuestionó.

No respondí.

Él guardó sus manos en los bolsillos de sus shorts largos antes de darse media vuelta y fijar su atención en el cristal para no verme.

—La gente suele verte de la manera en que te proyectas —murmuró pensativo—. No te diré cómo vivir tu vida, pero si no les pones un alto, jamás se detendrán. ¿Qué estás esperando que suceda para que puedas entenderlo?

Sentí mis mejillas y orejas calentarse de la rabia.

—Solo vete —pedí.

Esbozó media sonrisa con amargura.

—Te has vuelto experta en alejar a la gente, Dezzy.

La forma en que lo decía provocaba que mi corazón aleteara, porque sabía que no lo hacía con burla como Jeremy. Sin embargo, me dolía que me llamaran de esa forma y solo a Elanor no me atrevía a pedirle que no lo hiciera.

—No vuelvas a decirme así —advertí.

—Una cosa más que no puedo hacer —dijo mirándome por encima de su hombro. El dolor en sus ojos me dejó congelada y, tras escuchar el claxon de su auto, salió de la tienda.

Me dejé caer al suelo para soltarme a llorar como había deseado hacer desde que entraron a la tienda. Me desgarraba el alma extrañar tanto mi anterior mi vida y no poder hacer nada para recuperarla. El deseo de haberle pedido a Garret que se quedará era muy fuerte y, si tan solo Jeremy no fuese tan cruel conmigo, le hubiese pedido volver a ser amigos. Sin embargo, al final del día, no eran más que deseos que no podían cumplirse. No importaba que nos diésemos una oportunidad de intentarlo, ya era demasiado tarde para nosotros. Era una tonta, ¿por qué llegué a creer que trabajar era una buena idea? No soportaría más encuentros de este tipo, y esperaba que no volviesen de nuevo.

***

Me despedí del señor Winters una vez que le entregué la cuenta total de las ventas y decirle que todo había salido bien. Aunque la mirada que me dio cuando se percató de mis ojos rojos e hinchados me decía que no se lo había creído. El que toda la pared de enfrente fuese de cristal me permitió darme cuenta que había oscurecido y comenzado a llover. Todas las mañanas revisaba el pronóstico y ese día no lo había hecho. Maldije por dentro mientras aferraba mi patineta contra mi costado y jalaba la puerta con la mano izquierda. Me pasé el gorro de mi sudadera por la cabeza para no mojarme demasiado y, tras darle una última mirada al cartel rojo neón de la tienda, emprendí camino a casa.

Escuchar las gotas caer me recordaba el hecho de que no traía puestos mis audífonos. No tenía sentido arriesgarme a sacarlos y que se arruinaran por la lluvia. Baje la mirada a mi patineta que a esas alturas se encontraba mojada y esperaba que por ser la primera vez no pasara nada. Algunos mechones comenzaban a pegarse en mi rostro y mi cuerpo a temblar de frío. Nada de eso me importaba, solo quería que el dolor de mi pecho desapareciera y que las lágrimas se perdieran entre la lluvia. Estaba desesperada por llegar a mi habitación y escuchar música para adormecer el dolor.

Mis pasos eran lentos sobre la acera y, cuando estaba por dar la vuelta, el sonido de un claxon hizo que me detuviera. Miré a través de la lluvia una vieja pick up azul acercándose hasta detenerse junto a mí. Limpié mis ojos con una de las mangas de mi suerte para ver mejor al conductor. Me quedé de piedra al darme cuenta que se trataba de Mitchel, con su cabeza hizo un movimiento para que me subiese, ¿acaso estaba mal de la cabeza? Ni loca me atrevería a hacerlo. Lo ignoré deliberadamente y seguí caminando. El ruido de una puerta siendo abierta ocasionó que abriera los ojos con horror. ¿En verdad se había bajado del carro? Miré sobre mi hombro para confirmarlo y lo encontré caminando hacia mí dando zancadas.

—¡¿Estás planeando que te dé hipotermia?! —espetó, y me tomó del brazo para jalarme hacia la puerta del copiloto.

Me solté de su agarre.

—¿Estás loco? —pregunté irritada—. ¿Quién te crees para tocarme?

Volcó los ojos.

—Te estoy ofreciendo llevarte a casa.

—A mí me parece que me estás llevando en contra de mi voluntad —murmuré al tiempo que sostenía con fuerza la patineta que se estaba resbalando de mi mano—. Pensé que había sido clara al ignorarte.

—Eres terca —dijo exasperado—. ¿Te lo habían dicho antes?

Elevé un hombro despreocupada.

—Tal vez.

—¿Puedes subirte al carro? No estaba en mis planes terminar empapado por querer ayudarte.

Me mordí el labio insegura.

Mitchel tenía el ceño fruncido, y algunos mechones comenzaban a pegarse a sus mejillas afiladas. Busqué en sus ojos alguna señal de burla, pero solo encontré genuina preocupación. Estaba entre la espada y la pared, por un lado, quería estar sola y por el otro quería llegar a casa lo más rápido posible.

—¡De acuerdo! —acepté derrotada.

Él camino hasta la puerta para abrirla y, una vez que estuve sentada, cerró la puerta. Lo observé alejándose con una expresión de confusión en su rostro y quise reírme en ese instante. Cuando se situó frente al volante aproveché para hablar.

—¿Es la primera vez que le abres la puerta a una chica? —pregunté divertida.

Mitchel se volvió hacia mí con rapidez.

—¿Tanto se nota? —enarcó una ceja—. Debo confesar que antes no me había importado hacerlo.

Negué con la cabeza.

—Si piensas que eso me hará sentir especial te equivocas.

Se encogió de hombros.

—Nada perdía intentándolo —respondió mientras comenzaba a desprenderse de la sudadera.

Me quedé inmóvil al ver sus brazos completamente tatuados y la camiseta sin mangas pegándose a su cuerpo debido a la humedad. Al ser de color blanco se transparentaba y podía ver su abdomen y pecho definido. Mis ojos lo recorrieron con lentitud, desde los rasgos finos de su cara, hasta las venas marcadas de sus manos. ¿Cómo era posible que se viese así de bien después de mojarse bajo la lluvia? Estaba segura de que si me viese en un espejo tendría la apariencia de un cachorro abandonado.

Dejé caer la patineta entre mis piernas mientras observaba cómo sus manos empujaban su cabello hacia atrás, y luego me daba una mirada divertida al atraparme viéndolo. Mi corazón latió con rapidez y mis mejillas se incendiaron. Ninguno de los alumnos de mi escuela se le comparaba y esa aura de chico mayor debía ser la debilidad de muchas. Me reprendí internamente por dejar que su físico me cegara por tercera vez.

Mitchel se quedó observándome con curiosidad.

—¿No piensas quitarte la tuya?

—¿Mhm? —emití nerviosa.

Soltó una risa.

—La sudadera —explicó—. Te enfermaras.

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