Capitulo 39

49 4 3
                                    

Mis manos me temblaban. De repente mi respiración era tan pesada que sentí como si estuviera nuevamente asfixiándome con humo. Mis lágrimas empezaron a derramarse y las náuseas aparecieron  otra vez.
—Anna. — Dijo Ian. Su voz fue áspera. Estaba detrás de mí y mis lágrimas nublaban por completo mi visión. No quería verlo, no sabía cómo reaccionar —Anna. —Repitió. Esta vez lo dijo con un hilo de voz. El ambiente era tan tenso que si la tensión fueran copos de nieve todo estuviera recubierto de blanco.
Giré de a poco y cuando vio lo que tenía en mis manos sus ojos se abrieron por completo del asombro.
—Anna. — Dijo nuevamente movió su cabeza de un lado a otro y por su mirada sabía que no quería que lo encontrara.
Los guantes. Los guantes de Sae, los  recordaba tan bien que al verlos envueltos y escondidos junto con la caja de pastillas que le dejé a Michael entre lo más recóndito de uno de sus cientos de cajones hizo que simplemente la sangre se me cayera a los pies.
El se acercó hacia donde estaba y lo detuve. Sus ojos se llenaron de lágrimas y me miraban desesperados.
—No te me acerques — Le dije.
—Anna, te puedo explicar por favor. —Respondió.
— ¿Explicar qué? —Lancé. — ¿Tú quién eres? — Pregunté exaltada.
—Anna, por favor créeme, no soy él.
—¿Él? Entonces lo sabes, sabes... — Mi voz empezó a temblar y de repente todo perdió sentido. No entendía nada de lo que estaba sucediendo. Él trató de acercarse nuevamente y di unos pasos hacia atrás.
—Lo sospeché, pero no estaba seguro y no podía hacer algo en contra sin tener pruebas, es algo muy delicado Anna, déjame explicarte. — Dijo, su voz era desgarradora y sus ojos parecían inyectados de sangre.
—¿Tu eres Sae? —Pregunté. Y aunque lo dude por unos segundos mis palabras salieron sin pensar.
—No. — Dijo. Y dudó. Su respuesta fue tan insegura que sabía que estaba mintiendo.
—¿Cómo puedes mentirme mirándome directamente a los ojos? ¿Cómo? — Pregunté con tanta indignación que mi voz a penas se escuchó, mis ojos y cada articulación de mi cuerpo dolían.
—Anna, déjame explicarte. — Dijo entre lágrimas mientras se acercaba. Me aleje de él y me mordí la lengua para no responder, él entendió mi silencio. — Toda mi vida  siempre ha sido una mierda. Solo era un tonto que sentía que tenía todo el poder en sus manos, y lo peor de todo es que lo tenía Anna, lo tenía.  Crecer como el heredero de una de las familias más ricas del mundo fue algo que me descarriló. Tuve tanta libertad que me sentía preso. Tenía tantas alas, tanto cielo que no sabía hacia a donde volar, y tanto dinero que me sentía pobre. Los viajes, el alcohol, el sexo, las drogas, las personas, nada me llenaba.
Yo era el más popular de la secundaria pero habían personas que en ese tiempo para mí no encajaban, simplemente no los toleraba.— Hubo un silencio de unos segundos que me parecieron una eternidad, él me miró con sus ojos llenos lágrimas— Los becados. —Dijo. Mis lagrimas cayeron y de repente desconocí al Ian que tenía delante de mi. — Por favor, déjame terminar de explicarte.— Suplicó al ver mi reacción — Fue un juego al principio, te lo juro, primero inventamos el nombre con Alan, Sociedad Anónima Exclusiva. Acordamos que sería un club totalmente anónimo, y que no dejaríamos que ninguna persona de clase inferior entrara. La conocimos a Irina, y ella también formó parte de la Sociedad. Éramos los tres, tres adolescentes confundidos, viviendo como adultos.
Empezamos a hacer bromas con los de clase baja, fueron bromas tranquilas, les robábamos el poco dinero que llevaban, arrojabamos a la piscina sus libros, pero luego esas bromas se volvían más pesadas, no me gustaba hacer eso al principio pero después me acostumbré a ese sentimiento de superioridad y empecé a sentir satisfacción. — Sus palabras seguían saliendo, su voz temblaba pero Ian no dejaba de hablar, como si tratara desesperadamente de explicarme y justificarlo todo. — Al cabo de un tiempo La Sociedad Anónima Exclusiva era un secreto a voces, pasamos de ser tres integrantes a ser cuarenta, ninguno sabíamos nuestras identidades a excepción de Irina, Alan y yo,  para ingresar pagaban una fuerte cantidad de dinero y se creaban seudónimos para que todo quedara en anonimato. Todos tratando de hacer la vida imposible a personas que no nos habían hecho nada, por diversión. Sae no es una persona, Sae es una sociedad. — Me quedé atónita ante su confesión. Sus ojos me miraban con dolor y al mismo tiempo con vergüenza. Me quedé congelada. — Las cosas se salieron de control cuando escogí como víctima a Jason. Jason Remín. Anna, por favor dime que me perdonarás, si he evitado decir esto es porque sé que podía perderte. — Suplicó y sus lágrimas corrían por sus mejillas como cascadas, dejé escapar un sollozo cuando recordé a Kaleb hablando de Jason, Ian se abalanzó hacia mí y me hice a un lado. Necesitaba escuchar todo, por mas doloroso que fuera.
—Ian, necesito saber todo.— Solté con un hilo de voz, no tenía fuerzas ni siquiera para gritarle.
— Jason Remín. Vivía en casa de Kaleb Tena era hijo de la criada, él no era becado, el abogado Tena pagaba su colegiatura de manera particular, todos en la sociedad nos sentimos iracundos cuando nos enteramos de aquello, sentíamos que él nos había mentido, que había aparentado todo. Así que empezamos a molestarlo. Le mandábamos notas diciendo que secuestraríamos a su madre, o que lo envenenaríamos sin que se de cuenta si no hacía lo que le pedíamos, lo perseguíamos a todos lados, lo torturábamos, lo obligábamos a hacer cosas horribles. Un día todos salimos con capuchas y pasamontañas y lo amenazamos hasta que se decida transferirse a otra secundaria, quedó tan golpeado que quedó irreconocible, pero a pesar de eso, no lo hizo. Yo era un monstruo Anna, aún no me perdono. — Lloraba y lloraba como un niño. Sus ojos solo desprendían las lágrimas con tanta facilidad como si abrieramos un grifo de agua. — Todo dio un giro de ciento ochenta grados cuando lo perseguí una noche. Ambos íbamos solos. Yo había consumido tantas drogas que hasta ahora no entiendo como no sufrí una sobredosis. Él iba en su auto. Un auto que no entendía cómo su madre podía haberle obsequiado. Me sentía furioso así que lo seguí. El trataba de esquivarme pero yo quería más, quería que me suplicara que ya no lo moleste. Ambos íbamos a gran velocidad, el gritó que me detuviera, y yo hice caso omiso. Mi auto era mucho más rápido así que aceleré aún más y derrapé para ponerme delante de él, arriesgando su vida y la mía, pero sus reflejos reaccionaron frenando a raya y causando que su  auto de vueltas de campana. Me sentí satisfecho, en mi cabeza  pensé que eso haría que por fin se cambiara de secundaría, lo había vencido.
Me acerqué al auto que estaba totalmente destruido. Yo tambaleaba de lo tan drogado y ebrio que estaba. Él estaba atascado, aún recuerdo con  perfección aquella noche, no había ni un alma en las calles, todo estaba oscuro, y él tenía puesto el cinturón de seguridad esa fue la razón por la que no salió despavorido — Sus palabras fueron cada vez más débiles y de repente simplemente se desplomo al suelo cayendo de rodillas. Estaba completamente pálido. Y sus ojos rojos e hinchados. —  Cuando vi su rostro di algunos pasos hacia atrás. Estaba muerto. Jason estaba muerto y yo lo había matado. — Balbuceó entre llanto. Me llevé las manos hacia mi boca para poder silenciar mis sollozos. Ian le había quitado a Kaleb alguien que era como su hermano. Destruyó la vida de muchos, hizo daño, y yo simplemente no lo podía creer.
—Luego fui a casa, y consumí todas las drogas que tenía. Quería desaparecer, me sentía confundido, destrozado, sentía como la sangre recorría  en mis venas, sentía cada latido de mi corazón, según mi cuerpo yo estaba vivo, pero mi alma estaba en una agonía insoportable. — Dijo. No supe que decir, solo quería desaparecer, desaparecer de todo por un tiempo, quería despertar de esta pesadilla. Él levantó la cabeza y me miró con angustia.
—Desperté tres días después en una clínica de rehabilitación mientras mamá lloraba recostada en mi pecho. No he tenido contacto con Sae desde entonce, y esa fue la primera razón por la que Alan se alejó de mi. —Dijo, extendió su mano y trató de sostener la mía, lo solté bruscamente.
—No me toques. —Susurre. Mis lágrimas caían, tenía un conjunto de sentimientos que jamás había experimentado.
—Anna, eso fue hace años, pero te lo juro, te juro por toda mi vida que ya no soy el mismo, yo cambié. — Dijo con la mirada hacia el suelo. —Lo de Jason aún me carcome por dentro, no creas que ha sido fácil vivir con ese peso. Todos estos años,  he tratado de perdonarme, pero creo que no hay perdón más difícil que perdonarse a uno mismo. Cuando tú llegaste a mi vida, decidí vivir, fue como volver a nacer, tú realmente me salvaste de una vida agonizante. — Dijo. —Por favor perdóname. — Susurró.
—Tú. Tu mataste a Jason, tú mataste a Andrew y Tyler, y tu mataste a Michael. — Dije lanzándole la caja de pastillas a su rostro, mi cara ardía y las lágrimas solo se seguían deslizando.  Él me miró con dolor.  Se levantó pero sus hombros mostraban resignación, como si no tuviera fuerzas para luchar. —Ema está entre la vida y la muerte por ti. Todo es tu culpa. —Grité con todas mis fuerzas. —¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? Ema no despierta y es tu culpa.
—¡No es mi culpa! — Gritó. Caminó de un lado a otro tratando de no escuchar mis palabras.— Yo ya no soy como ellos. ¡No es mi culpa! — Repitió. De pronto su semblante cambió de un momento a otro, fue como si el dolor que estaba sintiendo lo exteriorizo haciendo que se  vea sumamente  agobiado.
— Tu comenzaste todo esto. Eres igual de asesino que ellos. — Grité. Él corrió hacia a mí y me agarró de los hombros empujándome bruscamente  hacia la pared.  Mi espalda dolió al sentir el impacto.
Traté de soltarme pero fue imposible, me rendí y seguí con mi pelea verbal.— Todo este tiempo, no has movido ni un solo dedo. ¿Qué hiciste cuando lo mataron a Andrew y Tyler ?  ¿Y Ema? ¡Ella también es tu amiga!
—Ellos son casi impenetrables y con Ema no tenía pruebas suficientes. Por eso guardé los guantes cuando los encontré en el accidente, sabía que no era algo que ella utilizaría.  Y hace dos días cuando fuimos con el directivo, encontré la caja de pastillas en casa de Michael.  Sae no tiene miedo que lo descubran Anna. ¡El deja huellas a propósito! Yo no sabía que te estaban haciendo daño a ti, hasta ayer, cuando casi te pierdo en el salón.
—No es necesario que Sae termine con mi vida para que me pierdas Ian. —Dije. Y me moví con fuerza soltándome de sus brazos.
—Anna, por favor. — Suplicó. — Por favor, quédate.
— Lo siento Ian, yo solo, no puedo con esto. — Lancé caminando hacía la salida. Tomé el anillo que estaba en mi dedo anular y lo puse en la palma de mi mano.
—Quizás si eres mi karma. — Susurró.
Me detuve, y resistí con todas mis fuerzas en mirar hacia atrás, sabía que si lo hacía iría corriendo a sus brazos. El amor es tan irónico que la única persona que quería que me consuele, era la misma que me había lastimado. 
—El acto más severo es que el karma te arrebate a la persona que más amas con la misma arma con la que tu disparabas. —Dijo. Seguía con mi mirada al frente. Y luché contra mi misma para no caer en sus brazos. Si el dolor no tuviera nombre se hubiera llamado como yo.
—Lo siento Ian. —Dije en un susurro. Dejé caer el anillo de promesa al suelo y me llene de valor recordando todo lo que ha hecho. Me aleje de él con el corazón destrozado.

Amarte duele...Where stories live. Discover now