Capitulo 43

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Lo último que recuerdo fue decirle a Dereck que vaya a casa a descansar. Alan me ha obligado, pero no me importaba, haría cualquier cosa por Anna.
A pesar que tenía los ojos vendados, el olor a cigarrillo y la brisa fría que golpeaba  mi cara me levantó. Me sentí mareado, y débil y de un momento a otro mi estómago no resistió,  y vomité en lo que era obvio una ventana.
—¡Maldición! No ensucies el auto Camber —Gritó Alan.  El olor a tabaco me seguía llegando por lo tanto  estaba muy seguro que a lado estaba también Irina.
— ¿Es necesario hacer todo esto? — Pregunté. Tenía las manos atadas y a pesar que haber vomitado me alivió, no me sentía del todo en si. No sé que  me dieron para hacerme dormir, pero sea lo que haya sido esa sustancia aun seguían en mí.
—Te conozco Camber. Sé que te aprenderías todo el camino para llegar hasta aquí.— Respondió. Se detuvo por un momento, sonó la bocina del auto y luego continuó conduciendo. Por los sonidos de las llantas rompiendo ramas y girando sobre tierra húmeda sabía que estábamos en algún bosque, aunque en realidad no sabía que tan cerca o lejos estábamos de La Capital.
El auto se detuvo otra vez y escuché el sonido de la puerta. Todo quedó en total y pleno silencio.  
—¿Qué sucede? ¿Ya llegamos? — Grité.

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— ¡Detente! — Dijo Anna e inmediatamente detuve el auto a raya haciendo que algunas cosas se cayeran de las bolsas del supermercado.
—¿Qué sucedió? — Pregunté asustado. Por un instante pensé que se había lastimado.
—Mira. — Dijo y giré mi mirada hacia dónde apuntaba la suya.
Una pareja con un niño de aproximadamente cinco años deambulaban por las calles mientras que quien parecía ser el padre llevaba una carrito lleno de caramelos. 
—Es un vendedor deambulante. ¿Qué tiene de malo? — Dije y luego de recibir varias miradas enojadas de conductores porque obstruía el tráfico me orillé.
—Estamos a  - 1º C.  Y ellos aún siguen trabajando, ese niño debería estar en cama, con una manta. —Respondió, y eran aquellos ojos con los que Anna me podía transmitir lo que sentía, por su mirada sabía  que se le partía el corazón ver aquello.  Ella tomó las bolsas de comida que había comprado en el supermercado y se desabrochó el cinturón de seguridad.
—¿Qué harás? ¿Le vas a dar todo un mes de las compras que hiciste? — Pregunté.
Anna no me dejaba ayudarla con los gastos de su departamento, así que me parecía totalmente inconcebible que a pesar de sus límites haga esto sin siquiera pensar en ella primero.

—Sí.  Me ajustaré. Aún tengo suficiente comida en el departamento. Yo soy una, ellos son tres. — Respondió y  dio media vuelta.
—Espera. —Dije involuntariamente.
—¿Qué ocurre ? — Preguntó.
Tomé mi billetera, saqué dinero y se lo entregué en sus manos.
—Dáselos.
—Wow Ian, esto es mucho dinero. — Dijo. —Pero no me corresponde darle esto. Tienes que hacerlo tú mismo.— Agregó y me devolvió el dinero.
A lo largo de mi vida he vivido cosas que me han hecho sentir medio vivo. Miedo, adrenalina, furia, alegría, tristeza.
Pero esa noche aquella sensación que tuve dentro luego de ver la sonrisa de aquel hombre con ojos cansados, los ojos agradecidos de su esposa, y la inocente alegría de aquel niño sentí que apenas empecé a vivir.
A pesar de que mis padres han tenido  varias organizaciones benéficas yo siempre participaba de manera obligada, pero aquel día con tan solo ese pequeño acto de altruismo me llenó aquel espacio que no sabía que estaba vacío.
— Gracias Anna. — Le dije, después de una larga charla, y luego simplemente me  perdí en un fuerte abrazo.

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Me sacaron de manera agresiva del auto y prácticamente me llevaban arrastrando de los brazos. La torrencial lluvia sonaba en el techo y el viento que corrían era gélido.
Y cuando al fin se detuvieron me empujaron bruscamente al suelo.
— Vaya vaya, que tenemos aquí. Pero si es Ian Camber. — Comentó alguien, automáticamente sabía que estaba utilizando un distorsionador de voz.
—Señor Ian Camber. Futuro CEO de la Compañía Camber. — Dijo. — Y lo más importante, ex integrante de La sociedad. — Comentó.
—¿Dónde está Anna? — Pregunté.
—¿No te avergüenza ser un hipócrita? ¿No te avergüenzas de traicionar tus principios de tal manera?  — Preguntó. Por momentos sentía que estaba a lado mío, luego a delante y luego atrás. Trataba de seguirlo con la voz pero era complicado, aún tenía los ojos vendados. — ¿Con que cara vienes a nosotros? ¡Maldito! —Gritó. Y luego solo sentí el golpe en mi cara.
—¡Noooo! — Escuché a lo lejos. Y a pesar que solo fue una palabra podía reconocer.
—¡Anna! ¿Dónde estas? ¡Anna! — Grité. Traté de correr hasta donde creía que provino la voz. Y de un segundo a otro un golpe impacto nuevamente en mi rostro haciéndome caer por completo al suelo.
—¡Ian! — Gritó desgarradoramente. Me levanté de inmediato y corrí hacia ella.
—¡Maldito bastardo! ¿Te crees tan valiente? — Dijo y me lanzó otro golpe en todo el centro de mi cara. Alguien me levantó del piso y me sostuvo, mientras que otra persona me quitó el antifaz. 
No podía verlo, llevaba una máscara negra en su rostro. A penas pude ve sus oscuros ojos cafés.
Vi a mi alrededor, y todos estaban uniformados, pero todo me daba vueltas, me sentía mareado, aturdido, apenas podía enfocar con claridad  la mirada,  hice un esfuerzo, todos llevaban la misma gabardina negra y guantes de cuero.
—¿Quieres ver a la zorra de tu novia? — Dijo. Me tomó del pelo y me llevo hasta ella.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. No pude contener mi llanto, me hubiera tumbado al piso si no me estuviera sosteniendo. 
— Es una chica muy coqueta. Nos ha tenido muy entretenidos a todos. — Agregó.
—Ian. — Dijo con un hilo de voz mientras sus lágrimas mojaban sus rostro.
—Anna. Anna por favor perdóname. — Le dije.
Estaba en ropa interior amarrada a una silla. Sus ojos estaban hinchados y parecían inyectados de sangre, sus labios morados y en su pómulo se notaba la presencia de un hematoma.
A pesar que tenía las manos atadas con una soga, me solté de las personas que me sostenían para correr hacia Anna.
Él se puso a lado de ella mientras sostenía un cuchillo directamente en su yugular.
Me detuve de inmediato fue como si de pronto me quedé congelado al suelo.
—Eres muy problemático Ian Camber. Vamos a hacer las cosas así. Yo ordeno y tú obedeces. Si das un paso más clavaré el cuchillo en la garganta de Anna Llobet.
—No, por favor, no lo hagas. — Interrumpí inmediatamente.
—Pero... Si te dejas golpear de todos nosotros, te daremos un minuto para poder salir de aquí con esta zorra. — Dijo. Bajó el cuchillo hasta el pecho de Anna y con su otra mano acarició morbosamente su pecho. —Piénsalo, es un juego muy divertido.
Sus lágrimas caían de su rostro y sus ojos me miraban fijamente.
Yo contuve cada articulación de mi cuerpo. Sabía que si daba un paso él podía matarla justo al frente mío sin ningún problema.
— Voy a ser un poco más justo. Te quitaremos las sogas. —Comentó. —El punto es que no te debes defender. Si veo tan solo algún movimiento en tu defensa. Violare a esta perra en ese mismo momento y la mataré. Ahora ponte de rodillas. —Ordenó mientras me desataban las manos , y con un bate me dio un golpe fuerte en las rodillas. Caí en el piso sin más. — Ahora ya no eres tan hombrecito como demuestras ¿No?  ¡Bastardo! ¡Maldito Bastardo!— Exclamó. —¿Te crees el puto amo por que tu familia es la más poderosa de Marcella? ¡Pues mírate ahora! ¡No eres más que un bastardo!— Me  dio otro golpe con el bate en la espalda. Sentí que perdí la respiración por un momento y luego involuntariamente escupí sangre.
—¡Ian! ¡Por favor defiéndete! — Gritó Anna entre sollozos.
Se acercaron  hacía a mí y me empezaron a golpear. No podía decir con exactitud cuantos eran pero a simple vista pude calcular aproximadamente diez personas, todas golpeándome. 
Desde lejos podía ver a Anna llorando, viéndome desesperadamente como poco a poco aporreaban contra mí.
—Anna, solo cierra los ojos, esto será un momento, todo pasará en un momento. — Balbucee, mientras tenía mi boca llena de sangre.
Ella cerró los ojos y lloraba en silencio.
Sentía golpes por todos lados. Desde golpes con el Bate en mis costillas, hasta puñetes en mi rostro. «Resiste, resiste, en un momento terminará» pensaba, Anna era mi único consuelo para salir de esto, para resistir.
Me lo merecía. Por Jason, por Anna, por Kaleb y Ema, y por todas las personas a las que hecho daño.
El karma puso en mi camino a una persona como Anna para darme cuenta que no soy lo suficientemente bueno, que a pesar que cambié y dejé mi pasado atrás, debía mejorar aún mas.
Así que pese a que sentía dolor en todo mi cuerpo, sé que era lo justo. Era el mismo dolor que hice sentir a personas que en realidad no se lo merecían.
Este era mi castigo y lo aceptaba. Pero no iba  aceptar que Anna sufra más por mi culpa.
Y aunque deseo con todo mi corazón que ella se quede en mi vida, si decide alejarse, si ella decide dejarme, me encargaré de que sea feliz incluso lejos de mi.
—¡Por favor! ¡Deténganse! —Gritó Anna mientras trataba desesperadamente de desamarrarse de la silla. Y entre tantos movimiento contra mi vi que lentamente se acercaba alguien a ella.
Esa persona le dio una bofetada y seguido a eso la tomó del cuello. Estaba tratándola de asfixiar.
Me levanté, y corrí rápidamente , luego de eso me abalancé hasta donde estaban.
—¡Hijo de puta!  — Grité. En mi momento de euforia, solo unos segundos antes de estampar mi puño contra su rostro, quité la mascara con la que se cubría  y no pude disimular mi asombro. Di unos pasos hacia atrás porque no lo podía creer. ¿Esto es una pesadilla? ¿Qué está sucediendo? Froté mis ojos para verificar si quizás estaba alucinando, pero no lo estaba, todo era tan real como la sangre que baja de mi nariz hasta mi barbilla.
Me tomaron por la espalda  con fuerza y yo aún seguía absorto en lo que vi. No podía quitar mi mirada de ella. Sus ojos se asombraron al verme, y desprendieron algunas lágrimas .
— Parece que no puedes ser un hombre de palabra, aunque  después de salir con una persona como ella, cuando eras un clasista enfermo ya me tenía que imaginar eso. —Dijo  con la voz distorsionada, pero simplemente hice caso omiso de su comentario.
—Cindy ¿Cómo pudiste? ¡Eres mi familia! ¡Eres como una hermana para mi! ¡Maldición por que estás haciendo esto! — Le grité. Estaba realmente  desconcertado. Ella me miró y agachó su mirada. 
Corrí hacia Anna y me puse justo delante de ella.
—Dijiste que no te defenderías. —Dijo el Líder de la sociedad. 
—Exacto. Nunca dijiste que no podía defenderla a ella. — Balbucee. — Era un trato, me pegaban a mi pero no a ella. — Tenía mis manos y  toda mi ropa manchada de sangre. Giré mi mirada y Cindy simplemente había desaparecido.
—Como siempre te quieres pasar de listo. —Respondió acercándose a mi. Tenía el cuchillo en la mano y lo movía de un lado a otro como si fuera un juguete.
—Déjala ir, no le hagas daño.  — Supliqué. — Si quieres arreglar algo, hazlo conmigo. —Supliqué nuevamente y me arrodillé lentamente.
La tormenta seguía impactando sobre el techo, y aunque suena tonto el sonido de las gotas golpeando un techo de lata me fascinaba.
Me recordaba a mi infancia, en aquellos esporádicos momentos en que mamá, papá y yo tomábamos un chocolate caliente cuando empezaba a llover.
Todo parecía moverse más lento, desde los pasos de Sae acercándose a nosotros hasta las risas psicopatas de toda la sociedad que estaba disfrutando de algo que ellos tomaban como un show.
Recordé a Cindy y a mi jugando tres en raya en donde yo siempre ganaba por el viejo truco de empezar por la esquina.
¿Por qué está aquí? ¿Por que trató de estrangular  a Anna?
—Ian. — Susurró Anna y giré para poder verla.
«Te amo»  Susurró,  pero fue tan tenue el sonido de su voz que prácticamente pude leer el movimiento lento en sus labios morados por el frio aquellas dos palabras que hizo que mi corazón saltara.
Y aunque me hubiera gustado decir que saltó de felicidad, era totalmente lo contrario.
Nunca un «Te amo» había sido tan doloroso.
Nunca había dolido tanto amar.
Pero antes de que él pueda acercarse aún más un disparo retumbó dentro de la cabaña, dejándonos a todos atónitos.
—¿Anna? —Susurré .

Amarte duele...Where stories live. Discover now