Capitulo 35

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Hemos llegado tarde a la fiesta de Ema.
Pero para nuestra suerte la cena aún no empezaba. Los padres de Emi se ha pasado con la decoración de su casa.
Habían cuatro pinos enormes uno en la entrada, el segundo en la sala, el tercero en las escaleras, y el cuarto en el jardín que daba a la piscina, los cuatro decorados con muchas luces y guirnaldas. Sin mencionar que toda la casa tenía bombillos y adornos navideños.
—Anna, querida. Te ves espectacular— Dijo la mamá de Ema al acercarse. Me dio un fuerte abrazo.
—Usted se ve increíble. Y la fiesta es maravillosa— Respondí correspondiéndole por completo a su cariño. Era totalmente cierto El elegante vestido azul cielo que llegaba hasta el piso la hacía lucir radiante.
—Escuché que no pudiste viajar a Santa Val por el clima. Que pena querida, tu familia te debe extrañar.
— Y yo los extraño a ellos. Espero poder verlos para las próximas vacaciones. — Respondí. Aunque me he sentido muy triste el hecho de no poder pasar estas festividades con mi familia, haber video llamado hace un rato con ellos me ha puesto muy alegre.
—Tu eres bienvenida como mi segunda hija, no dudes de pasar con nosotros fin de año. — La mamá de Ema era una mujer muy cariñosa y atenta. — Ian, querido. ¿Cómo estás? ¿Cómo están tus padres? — Preguntó.
—Buenas noches Señora Oslen. Mis padres en Inglaterra, ellos nunca pasan  Navidad aquí. En realidad casi nunca pasan aquí. — Respondió, la mamá de Ema lo miró consternada.
—Pero tienes una excelente compañía. — Dijo mirándome mientras sonreía. —¿Por cierto han visto a Ema?— Preguntó.
—Acabamos de llegar. Me imagino que debe estar con Kaleb. — Le respondí.
—Si la ven díganle que la estoy buscando. Quiero tomarme una foto con ella, ahora que aún no tenemos copas encima. —Dijo, soltó una pequeña sonrisa. — Entonces espero que disfruten. Ian si vas a manejar no bebas, si vas a beber no manejes. — Nos dio un segundo abrazo y se perdió entre la multitud.
Agarré a Ian de la mano bien fuerte. Y sonreí al recordar el consejo que Emi me había dado hace unas horas.
— Vaya que se han esmerado. — Mencionó Ian. — Todo está espectacular. Siempre he escuchado que la familia Oslen hace la mejor fiesta Navideña de la Capital, pero nunca pensé ver tanta producción. — A pesar que la sala estaba decorada impecablemente. La decoración en la sección de la piscina era una locura. Hombres haciendo malabares con fuego. Un barman que hacía espectáculos para servir un trago, vino, champan whisky y mucha comida por todos lados. Todos estaban vestidos elegantes como si estuviera visitando a alguna reina de un país exótico, por lo que sentí que mi vestido no estaba cien por ciento acertado.
— Director Webber es un gusto verlo. — Ian se acercó, y le extendió la mano. El director Webber estaba impecable con su esmoquin negro.
— Igualmente Joven Camber. — Respondió y le correspondió el estrechón. — Anna Llobet me alegra verla aquí. Pensé que iría donde su familia. Me imagino que el clima no lo permitió. — Agregó, extendí mi mano y le estreché devolviéndole su saludo.
—Director Webber, es un gusto. Así es, el clima provocó que se cancelen todos los vuelos , pero me alegra estar aquí. — Respondí — Su reloj.— Comenté al ver el reloj colgando de su muñeca.
—¿Mi reloj? — Preguntó confundido.
—Está desabrochado. Se le puede caer.— Respondí.
—¡Dios! Debió ser a lo que venía conduciendo. Muchas gracias Señorita Llobet. — Respondió aliviado. — Iré a probar los canapés de caviar. Por si no los veo desde ya les deseo una Feliz Navidad. — Dijo mientras se acercó a la mesa de bocadillos.

Básicamente todos se acercaban a saludarlo a Ian. Desde conocidos, hasta amigos de sus padres, casi era como estar con una persona famosa. Saqué mi celular y vi seis llamadas perdidas de Ema. Hasta que al fin vi una cara conocida.
—¡Kaleb!— Lancé. A pesar que han sido días, he sentido que han pasado años de ver a mi amigo.
—¡Oh que emoción!— Susurró Ian sarcásticamente , y puso en blanco los ojos, luego sonrió. Aunque su amistad no es la más estrecha, Ian al fin iba reconociendo que Kaleb es simplemente un buen amigo.
Abracé a Kaleb.
—Anna ¡Que guapa! — Dijo. — Ian ¿Qué tal? — Agregó.
Ian lo saludó con un puño, e inmediatamente me rodeo poniendo su mano en mi cintura.
—¿Por qué se han demorado? Ema te ha ido a ver . ¿No la encontraste en el camino? — Preguntó.
— No, hemos tomado otra calle por la nieve. — Respondió Ian.
—Hace rato me ha llamado, pero tenía el celular en mi cartera. — Dije, marqué a Ema y la llamada se desviaba directamente al buzón de voz.
«Hola, soy Ema Oslen, si es urgente déjame un mensaje, si no lo es llámame luego.» La llamé varias veces y solo podía escuchar su mensaje en el buzón.
—¿Hace cuánto se fue? — Pregunté.
—Casi media hora. — Respondió inseguro mientras veía su reloj. — Yo he querido acompañarla, pero aprovechó que mis padres se me han acercado y luego simplemente desapareció, me ha dejado un mensaje que decía que iría a verte. Se la veía preocupada que no respondieras su llamada.
—Debe estar por venir. —Dijo Ian. —¿Por qué no fue con su chofer?
—No lo sé, me dijo que no podía esperar mucho. — Comentó Kaleb.
Ema no  era la mejor en el volante, algo que de algún modo me alivió ya que por esa misma razón sé que es exageradamente precavida al momento de conducir, aunque en el fondo sentía algo de preocupación.
—Tranquila amor. — Dijo Ian mientras me tomó la mano nuevamente. —Debe venir a baja velocidad. — agregó y me dio un beso en la frente. Pero algo me hacía sentir intranquila. Y simplemente no podía pasar por alto ese sentimiento.
—Kaleb hay que ir a verla. — lancé.
—Anna, debe estar por llegar. — Respondió Ian.
—Ian no entiendes, Ema siempre, siempre contesta su celular. — Dije. Mi corazón empezó a latir más rápido de la normal.
—Yo conduzco. — Respondió Kaleb y nos dirigimos rápidamente a su auto.
Tratamos de escapar de la fiesta a escondidas. Y aunque el clima no ayudaba tanto, para manejar mejor, mis manos estaban sudando.
—Sé que la encontraremos en el camino. Debe estar cerca. — Mencionó Ian, mirándome directamente a los ojos.
—Tomemos el camino más común. —Ordené.
—Claro, ella no conoce mucho de callejones y esas cosas, debe haber venido por aquí. — Respondió Kaleb. Aunque no lo demostraba, sabía que estaba preocupado.
—Quizás su auto se averió, y su teléfono está sin señal. — Pensé en voz alta.  Tratando de auto tranquilizarme.
Apreté la mano de Ian con fuerza mientras miraba la carretera. La carretera se hacía más larga, como un camino sin final, aunque me sabía de memoria el camino a casa de Ema, esta vez me pareció desconocido.
La noche era helada, y a pesar que estábamos con calefacción, eso no abastecía.
—¿Qué? ¿Qué es eso? —Preguntó Kaleb mientras vio por la ventana. —¿Anna qué es eso?— Gritó con fuerza y  frenó a raya. Tanto que Los buenos reflejos de Ian evitaron que se diera un golpe contra el parabrisas . —¡Mierda Anna!
Traté de entender bien todo el escenario,
Mis ojos se empezaron a llenar de lágrimas cuando vimos el auto de Ema estrellado contra un árbol. El impacto había sido tan fuerte que el auto no parecía auto. Y Ema no parecía Ema.
Ian y Kaleb corrieron para aproximarse aún más hacia la escena y yo me quede estática, de pronto sentí que mis piernas temblaban. Las lágrimas salían de mis ojos como cascadas.
—¡Nooooo! ¡Emaaa! ¡Nooo por favor, Emaaa! — Gritaba Kaleb de manera desgarradora. Todo se nubló, y solo vi a Kaleb arrodillado en el suelo y a Ian llamando a una ambulancia.
—Tratemos de sacarla. Ian tratemos de sacarla. Por favor. ¡Ayúdame! — Gritó Kaleb y corrió hacia lo que quedaba de puerta.
Corrí para ayudarlo, por un momento pensé que sería buena idea, pensé que si la sacábamos ella se iba a despertar, pero lo único que obtuve fue llevarme la peor impresión.  A simple vista las piernas de Ema estaban atascadas entre lo poco que quedó de la parte delantera del auto. Sus brazos estaban cortados al igual que su rostro. Estaba totalmente cubierta de sangre, como si le hubieran tirado una cubeta de pintura roja por encima de la cabeza.
—¡Ian ayúdame! Debemos sacarla de ahí. —Gritó con los ojos llenos de lágrimas.
Ian agarró con fuerza a Kaleb. Pero él trató de soltarse con más fuerza aún.
—¡No entiendes! Si la ayudamos podríamos... Si la ayudamos podría ser peor para ella . — Le gritó Ian. Sacudiéndolo de los hombros.
El rostro de Kaleb se tornó pálido, se quedó atónito por unos segundos y de repente solo vi su puño direccionarse en cámara lenta hacia la cara de Ian. El golpe fue tan inesperado que casi lo manda al suelo.
—¿Podríamos qué? ¿Matarla? ¡Ella no morirá!—Gritó Kaleb, nunca lo había visto así. Nunca había visto su parte violenta. Ni siquiera sabía que existía.
—¡Por favor Kaleb basta! Por favor. Cálmate. Ian ha llamado  a la ambulancia. — Dije  y traté de abrazarlo entre lágrimas. Él se soltó y se tumbó al suelo.
Corrí hacia Ian.
—Ian no ha sido el. Está desesperado. ¡Dios! ¿Por qué ha tenido que pasar esto?— Dije llorando apenas podía hablar.
—Lo sé, tranquila. Tranquila. — Acercó mi cara a su pecho y me sumergí en mi llanto.

Hace unos minutos solo estábamos Kaleb, Ian y yo, mientras Ema poco a poco se desangraba, en el esqueleto de su auto. Ella estaba sola. Sin ayuda. Cuando hace unas hora me había dicho que si Kaleb o yo no íbamos a la fiesta moriría, de alguna forma fue real, quizás tan solo hubieran encontrado su cadáver,.
Ahora había tantas luces de ambulancias y de autos que no podía ver, todo brillaba.
Incluso llegaron periodistas para detallar el trágico accidente de la única hija de la adinerada Familia Oslen.

—Ten, bébelo todo y tomate esta pastilla.— Dijo Ian. Me colocó su gabardina encima para abrigarme y se sentó a mi lado en el pequeño bordillo de la cera.
—¿Qué es esto? — Pregunté.
—Té caliente y una pastilla para la migraña.
—Gracias. — Respondí. Ian me conocía tan bien que sabía que en momentos así, automática mi migraña se hacía presente.
—Anna ella estará bien. — Dijo.
La ambulancia y los bomberos gestionaron para sacar a Ema del auto aplastado. Haciendo todo lo posible para no herirla aún más y la trasladaron a una clínica que estaba al otro extremo de la ciudad.

—Está inconsciente. Y probablemente no vuelva a caminar. — Respondí mirando  a la nada. Mis ojos estaban tan hinchados que parecía  que había llorado por tres días seguidos. Dolían. Aún seguía en shock.
—Eso aún no lo saben. — Respondió. — Es mejor que lo llame a Dereck, no tengo mente para conducir... — Dijo mientras se alejo con su teléfono.

Tomé la pastilla y el té de un solo sorbo y vi en el suelo un guante negro. Un guante muy familiar.
La escena de cuando Sae me dio una cachetada vino a mi mente. Una y otra vez. Sus manos estaban heladas. Incluso con esos malditos guantes negros.
Ema nunca utilizaba guantes de cuero. Mucho menos con una correa a  un costado.
Mi teléfono sonó, sacándome por completo de mi inexplicables pensamientos.

«¿Ves lo que sucede cuando me fallan? Dijiste que no dirías nada, y yo confié en ti.
Recuerda que hoy es Ema, mañana puede ser Sebastián o cualquiera de tu familia.
Piensa bien antes de hacer las cosas.

Solo sigue mi juego.»


Había llorado tanto que mis ojos ya no podía producir ninguna lágrima. Así que solo descendí al suelo. Dejándome caer por completo. Ni mi cuerpo ni mi mente pudo más. Estaba tan cansada de sufrir, de sentir, de llorar. Estaba cansada de vivir.
Ema está al borde la muerte y es mi culpa.
Soy como una bomba a punto de explotar. Puedo lastimar a cualquier que esté a mi alrededor. Incluso a los que no están cerca. Como a mi familia.
No podía escuchar nada. Solo podía escuchar los gritos de Ema. Al tratar de escapar de SAE. Al tratar desesperadamente de vivir.
Ian me cargó entre sus brazos. Y me hablaba. Aunque por su expresión podría adivinar que estaba gritando pero no lo podía escuchar.
Tenía el rostro cansado. Sus ojos estaban aún rojos y en la altura de su pómulo tenía una sombra roja a causa del golpe que le dio Kaleb.
Él y Kaleb es lo único que me queda aquí  ahora.
Mientras Ian me colocaba en la camilla de la ambulancia recordaba como Kaleb se ha forzado para ir hasta a la clínica. Sus padres lo han tenido que agarrar para que no fuera en el helicóptero en el que la trasladaron a Ema. Y no pudo. No lo logró. Al final le han tenido que dar un tranquilizante. Y se ha quedado dormido como un niño. Con sus ojos totalmente hinchados y su cara roja de tanto llorar.

Recordé la sonrisa de Em. Sus ojos al bailar una de esas canciones que tanto le gustan, y su manera increíble de vivir la vida, algo que admiraba de ella.
La doctora me desinfectaba el corte que había conseguido por caerme, pero no siento nada.
Es como si mi cuerpo de pronto se desconectara de mi cuello y sea un ser inerte.
Y no podía salir de este estado. No podía volver a la realidad, quise gritar, chillar, llorar. Y simplemente no podía. Ian agarraba mi mano. Miraba a la doctora y luego a mi.
Sus manos estaban igual de heladas que las manos de Sae. Una sensación que hubiera preferido no sentir.
Pero ahí estaba él, cumpliendo con su promesa de nunca dejarme, de apoyarme incondicionalmente pase lo que pase.

Aunque ahora dejarme ir sería la mejor opción.

Amarte duele...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora