Capitulo 30

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Solo sentía unas manos que rodeaban mi cuello, pero no eran caricias, estas me apretaban para poder cortar mi respiración.
Me desesperaba, trataba de quitármelo de encima, movía mis brazos, y pataleaba con todas mis fuerzas, pero no podía, sus guantes de cuero negro estaban fríos, y apretaban aun más sobre mi cuello desnudo.
No podía respirar, y poco a poco me sentía helada, igual que sus manos.
Dejé de luchar, sabía que perdería, yo estaba acostada en la cama mientras él estaba encima de mí, asfixiándome poco a poco.
No podía ver su rostro, solo podía ver sus ojos, eran oscuros, quizás mas oscuros que mi cabello, o que una noche nublada en La Capital.
Estaban llenos de furia, y satisfacción, eran una mezcla de ambos sentimientos que me hacían sentir miedo, pero me rendí, solo detuve mis brazos y dejé que los suyos me ahogaran. Quizás era cobardía o quizás simplemente estaba cansada de seguir corriendo en el mismo círculo, en donde siempre me terminaban alcanzando.
Pensé en Andrew, en lo solo que tuvo que haberse sentido, y en el sufrimiento que los padres de Tyler sintieron cuando él falleció, en la impotencia e incertidumbre de sus familiares, y de repente  recordé a mi familia y a mí jugando juegos de mesas y riendo a carcajadas por las ocurrencias que hablaba Sebastián, recordé cuando Ian me daba el anillo de promesa, y aquella sonrisa de oreja  a oreja que tenía aquel día, también recordé a Ema riendo y  bailando con una copa de champagne en su mano, y a Kaleb tratando de lanzarla a la piscina.
Y de aun momento a otro desperté.
La pesadilla se sintió tan real que por un momento pensé que mi vida acabaría.
Estaba sudando frio, vi por la ventana de mi habitación y las calles desoladas  estaban totalmente recubiertas por nieve. Eran las 3:15 de la mañana y estiré mi brazo para recogerme el cabello, dolió. Mi cara seguía morada y el raspón en mi rodilla seguía latiendo.
Si tan solo pudiera contárselo a alguien, si tan solo pudiera.
Me acosté nuevamente en la cama y cerré los ojos. Pero no podía dejar de pensar en el encuentro que tuve hace un rato con SAE.
¡Que tonta! Pude haberme defendido.
Imaginé a Ema en esa situación, quizás ella hubiera sido mucho mas escurridiza que yo, ella sin duda hubiera actuado con mayor agilidad y valentía. Y sin embargo yo solo esperaba que me sacuda y me golpee, mis reacciones fueron nulas.
Cerré los ojos otra vez esperando que pueda conciliar el sueño, tratando de no pensar en estruendos, o en alguien tocando mi puerta.
Hace algún tiempo, dormir era algo tan fácil, que incluso luchaba para no hacerlo y poder terminar de leer aquel libro de Gabriel García Márquez que tanto me gustaba, pero ahora, me es imposible.

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Al despertar fui directamente al baño, ni siquiera quería verme al espejo, pero lo hice.
La marca morada en mi mejilla se notaba a simple vista. Así que opté por usar algo de maquillaje para que al menos la pudiera atenuar.
Hoy era de esos días en que sabes que serán malos. Y aunque ayer Ian hizo todo lo posible para subirme los ánimos, no lo logró.
Decidí usar un abrigo, el más grande que tenía, un gorro de lana, un par de jeans, y unas botas planas. No tenía ganas de arreglarme más.
Mi teléfono sonó, recogí mis libros y mi bolso rápidamente. Ian siempre llega con media hora de anticipación a la Universidad, así qué probablemente esté abajo comprando capuchinos en la cafetería  hasta que baje.

«Querida Anna.
Estoy ansioso por ver tu rostro hoy.
Discúlpame si ayer llegué sin previo aviso, no pude resistirme, quería divertirme contigo.
Recuerda no decirle a nadie sobre mí.
No querrás que alguien salga lastimado por tu culpa ¿Verdad?
Suficiente tuviste con casi perder a tu madre hace unos años.
Ahora yo seré tu cáncer.
Estoy en todas partes.

Con amor.
SAE. »

Tiré mi teléfono con fuerza al suelo.
Se rompió en varias partes y todas quedaron esparcidas alrededor de la cocina.
¿Cómo era posible que sepa tanto de mi vida?
Sin siquiera darme cuenta mis ojos estaban llenos de lágrimas. Lágrimas de dolor, rabia e impotencia.
Bajé las escaleras rápidamente y con recelo, y tal como lo supuse, Ian estaba comprando desayuno en la cafetería de mi edificio.
—Estaba a punto de subir, te llamé y no respondiste. — Dijo, mientras pagaba con su tarjeta de crédito el desayuno.
— El teléfono se me ha dañado. Se me ha caído del bolsillo y murió. No es nada, ya prácticamente era una chatarra. — Respondí mientras tomé la bolsa de papel. Me di media vuelta y fui en dirección hasta el auto en donde estaba Dereck.
—Anna, es muy importante un celular. Así puedo saber dónde estás , si te encuentras bien, y lo más importante, puedes comunicarte con tu familia.— Comentó. Mientras se ponía el cinturón de seguridad. Era cierto, un teléfono es muy importante, mucho más cuando vives lejos de tus seres queridos.
—No tengo dinero para gastar en algo tan innecesario, si no te molesta  utilizaré el tuyo para llamar a mis padres. — Respondí. Traté de sonar lo más natural para ocultar la verdad. Pero sabía que Ian no estaba del todo convencido. Aún así no tener celular puede resultar beneficioso, así SAE no tendría como enviarme esos mensajes que lo único que lograban era perturbarme.
Pasé todo el trayecto tratando de evitar su mirada.  No me gustaba mentirle. Pero no sabía que más hacer.
—Hoy me tomarán un examen de Economía muy importante. Así que quizás salga quince minutos mas tarde. — Dijo.
—Claro, tan solo escríbeme cuando hayas terminado. — Solté, y recordé que ahora no tenía teléfono. — Ehm O búscame en el salón principal . — Corregí.
—Entonces te buscare en el salón principal. Pero antes de irme me gustaría un beso de buena suerte — comentó. Puso su mano  a la altura de mi derrier y me acercó hacia el. — Te amo. — Susurró, sus ojos estaban perdidos en mis labios.
— Yo también te amo. — Dije. Y le di un fugaz beso. — Tengo que ir, repasaré lingüística un poco más. — Agregué alejándome de él. No quería evitarlo, simplemente han pasado tantas cosas, que a veces lo único que quería era estar sola.  Mientras me perdía en el inmenso campus de la Universidad el  frío que sentía afectaba directamente en mi respiración. La vida con nieve era mucho mas difícil de lo que pensaba aunque aun no había afectado tanto a la ciudad como para cerrar las escuelas y Universidades.
Subí por las escaleras. Sentía que era mejor opción que entrar a un elevador en donde probablemente pudiera estar sola con Sae sin poder escapar.
Si subo las escaleras, al menos no estaré atrapada en cuatro paredes.
Mientras subía iba pensando en las mil y un opciones que tenía para poder defenderme de SAE. Estaba tan perdida en mis pensamientos, que apenas me di cuenta que estaba pasando justamente a lado del grupo de Irina. Ella y cuatro amigas más estaban asomadas en el balcón.
Hice caso omiso y pasé de largo, pero Irina me haló de mi muñeca con fuerza. Miró mi brazalete y soltó una risa de burla.
—¡Que pena! Demasiado lujo para alguien tan ordinaria. Este brazalete debe costar más que la casa de tus padres. — Se burló. Y su secuaces de amigas rieron todas al mismo tiempo. Como si siguieran cada movimiento que hace Irina.
—No tengo tiempo para esto. — Lancé, soltándome de ella. Por instinto clavó sus uñas en mi muñeca. Y luego me miró directamente al rostro. Puso su dedo en mi mejilla, y volvió a sonreír.
—Parece que no la estás pasando muy bien. — Dijo al punzar su dedo en mi pomulo. El maquillaje no lo cubría por completo. Me quedé helada. Nunca pasó por mi mente que Sae podría ser Irina, ni siquiera ella sería tan cruel para hacer algo así, para haber acosado a Andrew, y haber torturado a Tyler.
Pero mis sospechas cambiaron y se direccionaron directamente hacia Irina. Habían muchas cosas que no concordaban como el hecho de que ella se haya ido a Hawái con sus amigas y Alan en las vacaciones, mientras yo estaba en Santa Val. O el hecho de que la persona que me atacó era de una contextura completamente diferente.
Pero así mismo habían cosas que quedaban como anillo al dedo, una de ellas es que Irina me odiaba. Sin haberle dado motivos, por el simple hecho de gustarle a Ian Camber ella me odiaba. Unos segundos después bajó su mirada y vio el anillo en mi dedo anular de la mano izquierda, sus ojos se abrieron de la impresión. Me solté esta vez con más fuerza antes de que pueda articular alguna palabra  y caminé rápido hacia el salón. 
Huí.
Últimamente huir es lo que mejor me sale.
Ahora tenía mucho en qué pensar. Irina puso en dudas las escasas ideas que tenía sobre SAE.
¿Será ella? Pero si fuera así ¿Qué tenía en contra de Andrew y Tyler? Se me hacía difícil creer, incluso sabiendo lo arrogante y violenta que Irina puede ser.
Parece muy afectada al ver mi anillo, quizás ahora piensa que es un anillo de compromiso, algo que no es tan alocado, cuando a veces miro mi dedo anular, incluso yo mismo llego a imaginar que es eso.
Muy en el fondo, siempre me ha atraído la idea de un matrimonio joven, aunque con la persona correcta cualquier edad es la adecuada.
Y eso era algo muy cierto, los matrimonios mas sólidos no solo se basan en la edad, o en la madurez, si bien eso era algo muy importante, no es lo primordial. Cuando alguien no es para ti, no lo es y no lo será aunque seas joven o adulto. Maduro o inmaduro.
—¿Anna qué te ha pasado? — Preguntó Kaleb al verme. Estaba sentado en uno de los primeros asientos. Había reservado uno para mí colocando su mochila sobre el asiento vacío. Su mirada se dirigió directamente hacia mi mejilla.
—¿Se nota mucho?— Le pregunté mientras tomaba asiento.
—¿Qué ha pasado?— Preguntó nuevamente con seriedad, por sus ojos sé que pensó lo peor. — ¿El te ha golpeado?— sus ojos esta vez eran de pánico. Yo me quedé helada. ¿El sabía de SAE? ¿Sabía que me ha golpeado? No supe que responder. Pero si es así Traté de analizar mis palabras antes de soltarlas.
— Anna ¿Ian te golpeó? —Agregó. Desde que lo conozco jamás lo había visto tan serio. De repente supe que no estaba hablando de SAE.
—¿Qué?  ¡No! — Titubee. — Me he caído de las escaleras — Mentí.  Su rostro de pánico se convirtió en uno de alivio.
—Perdón, no quise pensar mal sobre Ian, solo que fue lo primero que me vino a la mente. — Dijo realmente avergonzado, por un  momento pareció que su rostro se tornó rojo. Sabía que no era por mala intención, es más si yo no lo conocería tan bien a Ian, quizás creería que sería capaz de hacer algo así.
El día pasó mas lento de lo que imaginé, sabía que hoy sería un día pesado pero no pensé que tanto. 
Los ojos se me cerraban al escuchar la clase del maestro de filosofía.
«Cerraré los ojos un momento» Me dije a mi misma, total ya estaba adelantada con mis tareas y proyectos.
Pensar en que muy pronto se acercaría la Navidad era lo único que me podía poner feliz. Volveré a ver a mi familia de nuevo en las vacaciones por fin de año.  Diciembre era un mes de alegría, en Santa Val; mamá y yo adornábamos de pies a cabeza la casa, ella tenía guirnaldas, y adornos navideños de antaño, tenían la misma edad que yo, estaban tan bien conservados que incluso mamá aún los guardaba en el mismo estuche en que los compró. Por estas fechas la casa ya debería estar roja, verde y  brillando con luces por todos lados, sin duda este año es muy diferente, y aunque los cambios son buenos, me gustaría revivir algunos Diciembres pasados.
—Anna. Anna. Anna. — Susurró Kaleb. Dándome con su codo un ligero golpe en mi antebrazo. Me desperté. Y lo miré. Él giró su mirada hacía adelante y no me había percatado que el maestro estaba delante de mí observándome.
—Señorita Llobet, acompáñeme a la oficina del Decano Webber. — Dijo autoritario.
¡Solo esto faltaba!
Recogí mis libros y mi bolso, y le hice un gesto a Kaleb de que lo llamaría mas tarde. El maestro era joven y apuesto, a pesar de que llevaba en su rebajada barba unas cuantas canas, me imagino que por herencia. No le faltaba una que otra chica que suspiraba al verlo, pero el siempre se mantenía al margen de algunas propuestas inapropiadas. Su mirada estaba fija en el camino, era alto y sus pasos eran largo, en comparación a los míos.
Parecía que iba en un maratón, en donde yo estaba en ultimo lugar por supuesto, el hecho de no haber podido dormir bien anoche, o podría decir que toda esta semana me daba cierta desventaja.
Cuando al fin llegamos a la oficina el abrió la puerta.
—Director Webber. Buenos días. — Dijo. El acomodó mi silla para que yo pudiera sentarme
—Buenos días Decano Webber.— Lancé tímida. Nos saludo estrechándonos las manos. Sé que me iban a dar algún tipo de sanción por dormir en clases.
La Universidad de Marcella era la mejor del país, pero lamentablemente las reglas estipuladas solo se aplicaban para los estudiantes becados,  aquellos que eran ricos no se veían para nada afectados, o simplemente hacían donaciones para la Universidad, donaciones que no eran necesarias y así podían borrar cualquier tipo de acto rebeldía.
—Anna, te he traído hasta aquí porque varios maestros hemos percatado que estás distraída, últimamente tus ánimos no son los mismos, y siempre estás con sueño o desgano. Si bien tus notas son excelentes necesitamos que te enfoques aún más, tienes una beca completa, si tienes algún desliz puedes perderla. —  Dijo el maestro.
El decano Webber me miró confuso.
—¿Llobet? Pero ella es una de las mejores estudiantes del primer año, por no decir la mejor. — Dijo. Se acomodó en su silla. Y me miró con impaciencia.
— Disculpen, no han sido los mejores días. Últimamente sufro de insomnio y no he podido descansar. Yo en realidad aprecio mucho la oportunidad que tengo aquí y no la desaprovecharé. — Dije. Y era cierto. No podía desaprovechar la oportunidad de graduarme y probablemente encontrar un buen trabajo.
—El Señor Ian Camber ha modificado por completo el plan de becas, un plan de becas muy estricto que se ha mantenido por más de una década, no sé cómo pero ha convencido a todo el directivo y estoy totalmente seguro que tú le has servido como inspiración. El quiere dar oportunidades a personas que quieren, pero lamentablemente no pueden. — Dijo el Decano. Se acomodó su reloj, de su muñeca izquierda que por lo visto y por mis escasos conocimientos en joyas lujosas podría costar más que dos autos. — Lo más conveniente para ti, y para las muchas limitaciones que has tenido que enfrentar es aprovechar al cien por ciento esta oportunidad y sé que lo harás. Simplemente tus maestros se han preocupado por ti. — Agregó.
Otra vez sentí mi cara roja. Pero esta vez era por la impotencia que sentía.
Si tan solo no hubiera un "SAE" si tan solo no tendría que sobrellevar esto en silencio, o si tan solo fuera lo suficientemente valiente para poder enfrentarlo sola, las cosas serian muy diferente.
Pero ¿Cómo hacerlo?
¿Cómo enfrentarlo?

Amarte duele...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora