59 | Visitas inesperadas.

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¿Cómo no?

— Buagh — dejo escapar — qué feo. 

— Tu dijiste que querías — se burla. 

Sí, pero matarte es lo que quiero. 

— ¿Quieres un café? — demanda, al ver el mohín en mis labios. 

— Chí — musito. 

Alex suspira, toma su teléfono y algunos minutos más tarde, tengo a Beau entrando con un café entre sus manos. 

— Majestad — se burla Beau, entregándome mi café.

— Tonto Beau — le digo, devolviendo el gesto. 

Alex deja escapar una sutil carcajada y luego me estrecha contra su cuerpo. 

— Ya vete, ¿no ves que estoy tomando un café con mi mujer?

— Me voy a quejar a Bjorn — murmura, mientras se da la vuelta y se marcha. 

Nunca entenderé quién manda de esos dos. Beau siempre se las da de jefe, pero en cuanto Alex lo molesta, corre como mujer dramática a quejarse a Bjorn. 

Quién los entiende. 

Alex, viendo que me estoy quedando dormida, me arrebata la taza de las manos, me deja acostada en el sofá y besa mi frente. 

— Descansa, vuelvo por ti en unas horas. 

Con el eco de su voz resonando en mi cabeza y el aroma de este despacho flotando en el aire, vuelvo al pasado, a cuando entré por primera vez a este lugar. 


Noviembre, 2006.


Es un lugar amplio llenas de estanterías con libros igual de aburridos que él. Alex Deberaux, mi hermanastro y; siendo un secreto a voces, mi pequeña obsesión. 

— Señor Deberaux, le traigo los informes que solicitó... — la voz de la mujer se va perdiendo a medida que repasa mi cuerpo, llegando a mi rostro. 

No tengo tiempo para tomar mi máscara y finalmente me reconoce. La mujer intenta retroceder, pero la detengo.

— ¿Quién ha dicho que puedes marcharte? — demando cuando veo que intenta hacer una retirada silenciosa.

Conozco la identidad de esta mujer. 

Laura, la secretaria de Alex, otras tantas veces, su amante. Recuerdo ver bailar a Alex con su esposa por primera vez, justo cuando pensé en él como el sujeto ideal para ser mi escudo.

Me dio la sensación de que estaba felizmente casado con Ana, solo para investigarle más a fondo y encontrarme con la amante secreta en su oficina.

Laura, 26 años. Soltera. Con una niña de tres años cuyo padre es desconocido. Por suerte, no es Alex. Hubiera sido una pena tener que hacer desaparecer a esa pobre criatura.

No soy partidaria de los niños. Son bulliciosos y molestos. Además de que su comportamiento está fuera de lugar las veinticuatro horas. 

— ¿Qué... hace aquí?

— Oh, sabes quién soy. 

— Es la mujer que me chantajea por información. 

Una risa escapa de mis labios mientras repiqueteo mis uñas en la madera del escritorio de Alex — ¿Solo eso? Soy la futura señora Deberaux. Y tu... bueno, imagino que eres algo así como... ¿Su puta? 

Sumisa ©Where stories live. Discover now