◈ Capítulo 9: Sus ojos

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Drage la llevó a rastras por los dos patios y entraron en la torre del homenaje, la más grande del castillo y la destinada a la familia del Lord. Amara estaba confundida y seguía asustada. La hizo subir las escaleras, abrió una puerta y la metió en una habitación con brusquedad. Él entró detrás y cerró a sus espaldas.

― ¿Harás caso de algo de lo que te ordeno en algún momento? – le preguntó con hastío y enfado.

Había faltado poco, muy poco. Y seguro que ella no tenía ni la más mínima idea de lo que había estado a punto de pasarle. Sólo de pensarlo le daban ganas de bajar y acabar con la vida del estúpido hombre.

Amara miró a su alrededor y enrojeció. Estaban en su dormitorio, sin lugar a dudas.

― No he hecho nada – balbuceó, sin entender lo que había ocurrido.

― ¿Acaso no te dije expresamente que no salieras por la noche? ¿Qué permanecieras en tu habitación? – la increpó.

Ella enrojeció aún más y pasó una mirada nerviosa por la estancia. Tenía más del doble del tamaño de la suya. En un lado había una gran chimenea con una mesa y un par de butacas. En algunas de las paredes, estanterías con libros y varios baúles. Dos grandes ventanas daban al patio de armas, y entre ellas había un tapiz con un emblema de fondo negro con una línea dorada que lo cruzaba perpendicularmente. El mismo que se veía en algunas zonas del castillo. Y finalmente, en el otro extremo, se encontraba una gran cama de roble.

Amara se puso más nerviosa aún y se alejó un poco de él.

― Te he hecho una pregunta, damisela – Drage avanzó un paso en su dirección – Y puedes dejar de estar tan nerviosa, no pienso tocarte un pelo de esa cabeza hueca.

Ella miró de nuevo las ventanas y calculó la distancia. Si era lo suficientemente rápida, podría escapar por ahí si fuera necesario. Pero él pareció ver sus intenciones y se colocó entre ella y su vía de escape.

Estaba cada vez más furioso. La joven se empecinaba en contradecirlo y ahora lo había colocado en una situación incómoda. No pensaba ponérselo tan fácil, debía de aprender lo que implicaba vivir allí, por su propio bien.

― Pensaba que la prohibición era salir por la noche del castillo – musitó Amara finalmente.

― Creo recordar que fui muy claro al decirte que por la noche tienes que permanecer en tu habitación.

― Lo siento – contestó agachando la cabeza.

― ¿Así piensas solucionarlo todo? ¿Actuando como te dé la gana y pidiendo perdón después? ¿Sabes acaso lo que te hubiera pasado si yo no hubiera aparecido? – era única en sacarlo de sus casillas.

― Quería que lo ayudara con el baño – tartamudeó asqueada.

Drage soltó una risotada seca y ella lo miró con asombro. Era la primera vez que lo veía comportarse de una manera tan expresiva.

― Que un noble pida que lo ayudes con el baño por la noche significa que quiere tenerte desnuda en su cama. Y por muy inocente que seas, imagino que sabrás para qué – replicó con sequedad.

Ella se estremeció.

― Jamás habría accedido a eso – se sentía ofendida de que pudiera pensar lo contrario, el barón la asqueaba y le ponía los pelos de punta.

Él enarcó una ceja con cinismo.

― ¿Y en qué momento de la noche crees que hubiera pedido tu opinión, damisela?

La sonrisa del dragónWhere stories live. Discover now