◈ Capítulo 13: El médico

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La cabeza le dolía como si lo hubiera pateado un ejército de mulas. Hacía mucho tiempo que no se emborrachaba, perder el control dejó de ser una opción cuando llegó a la edad adulta y comprendió las consecuencias. La verdad es que no había esperado que el licor dulce y especiado fuera tan fuerte. Conocía al barón desde hacía años, en otras circunstancias no habría desperdiciado algo tan bueno con él y con sus hombres. Pero ya estaba ebrio cuando decidió traerles el barril. Parecía una bebida destinada a un paladar más fino, al rey y a su séquito de cortesanos. Algo que debería de haber sido saboreado despacio y con cuidado.

Masculló una maldición. Todo se podría haber torcido con ese descuido tan estúpido.

Espoleó al caballo y respiró hondo.

Veía las montañas de fondo, con la linde del bosque a su lado y la hierba pasando veloz bajo las patas del animal.

Necesitaba despejarse completamente, aún seguía un poco aturdido. Thormun se carcajearía a su costa si pudiera verlo, y luego brindaría recordando que fue estando ebrios cuando descubrió quién era realmente. Aquella ocasión fue una de las pocas en la que los dioses le habían sonreído. Pero anoche podría haberlo perdido todo en un instante, lo que su padre con tanto esfuerzo había conseguido y le había confiado.

Todavía no se hacía al hecho de que Duncan no estuviera. Había pasado poco más de un año, en ocasiones casi esperaba verlo aparecer en el gran salón. Su partida había sido repentina. El corazón seguía doliéndole por haber estado lejos cuando ocurrió, de una manera sorda y continua.

Apretó los dientes y agitó la cabeza.

No quería nada de la vida que se le había presentado. Huir en cuanto tenía ocasión había parecido lo más sencillo, cosa que aún seguía haciendo. Pero eso no podía durar mucho más, tenía que dejar de estar ausente de sus tierras si quería honrar en lo más mínimo la memoria de su padre. Por mucho que su naturaleza le gritara lo contrario.

Hizo girar al caballo y se internó en el bosque. Aminoró el paso y disfrutó de los sonidos y los olores.

La luz de la luna se colaba entre las ramas, más que suficiente para ver hacia dónde iba. Calculó que le quedaba a lo sumo una hora antes de que amaneciera.

Escuchó una rama romperse a lo lejos y detuvo a su montura con suavidad. Bajó del animal y distinguió pisadas entre el barro.

Sonrió con anticipación y empezó a caminar.


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Él no estaba cuando despertó. Se encontró la cama vacía y fría, tuvo que haberse ido hacía rato.

Se sintió extraña y algo triste. Algunas escenas de la noche anterior le habían parecido tiernas, esperaba algo más que sábanas arrugadas por la mañana.

Estiró las alas, las guardó y se vistió. Sus ropas ya estaban secas después de toda la noche frente al fuego. Recogió el camisón y abandonó la habitación con la clara intención de devolvérselo a Samantha. Preferiría dormir completamente vestida a ponerse aquella cosa de nuevo. Y quería hablar con ella. Cuando creía que avanzaba algo, daba dos pasos hacia atrás. La forma de actuar de Drage la hacía sentirse perdida. Y enfadada.

Casi había llegado a las cocinas cuando se dio cuenta de que había alguien sentado en el pozo. Un anciano parecía estar leyendo al sol, con un bastón apoyado a su lado.

一 Buenos días - lo saludó, pasando de largo.

一 Espera, niña.

Ella se dio la vuelta, algo indecisa.

La sonrisa del dragónWhere stories live. Discover now