◈ Capítulo 36: El Templo de los Dioses

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Amara y Liliana se retiraron a descansar en cuanto el banquete se dio por concluido. Se despidieron con formalidad de la reina y abandonaron la sala poco después de que el rey, el príncipe y el resto de nobles de alto rango se marcharan, escoltadas por dos guardias. Después de tanto tiempo ya se habían acostumbrado a las figuras silenciosas que las seguían a todas partes y las guiaban cuando era necesario.

En cuanto llegaron a la alcoba no perdieron ni un segundo y cambiaron sus voluminosos vestidos por otros mucho más sencillos y cómodos, suspirando de satisfacción. Liliana la ayudó a deshacer el intrincado peinado y le cepilló el pelo después, en continuas y suaves pasadas que consiguieron lograr que dejara de dolerle la cabeza. La tensión, provocada por las horas con la cabeza llena de horquillas para mantenerlo todo en su lugar, le había pasado factura.

Apenas habían tenido tiempo de refrescarse con paños húmedos y descansar algo cuando tocaron a la puerta.

一 Lady Amara - la saludó una mujer ricamente vestida con una pequeña inclinación de cabeza, en cuanto Liliana le dio paso - Vengo a informaros de que tenéis el honor de haber sido invitada a las habitaciones privadas de su majestad la reina mañana por la mañana. Tenéis permiso para acudir con vuestra doncella, si así lo deseáis. - hizo una pequeña pausa y observó a Amara con actitud crítica, que se veía agotada por las horas que tuvo que pasar llevando la ropa de gala y el corsé - A la reunión asistirán las damas de compañía de su majestad y otras damas nobles, así que sería sumamente importante acudir guardando la etiqueta y el decoro apropiados. Su majestad la reina se ofrece a proporcionarle vestimenta, en el caso de que no tenga nada apropiado que pueda usar, ya que no estaría bien visto si acudiera con un vestido que ya hubiera usado con anterioridad en público. - la instruyó con cuidado, como si pensara que tan sólo era una pueblerina ignorante.

Amara intentó reprimir un escalofrío y sonrió con modestia, tal cual había ensayado tantas veces.

一 No será necesario. Por favor, transmítele a su majestad que estaremos preparadas. Para nosotras será un honor acudir a la cita. Le agradecemos la invitación de todo corazón.

一 Por supuesto. - replicó, como si fuera lo más obvio del mundo, y se retiró con otra diminuta inclinación de cabeza tras una última mirada desdeñosa.

Esa noche durmieron juntas, como hacían casi todas las noches, pero apenas consiguieron pegar ojo. Liliana preparó la ropa que llevarían esa misma tarde y la revisó decenas de veces antes de acostarse. Aún así, no paró de murmurar para sí misma y de moverse inquieta en la cama. Por otro lado, Amara apenas podía sacarse de la mente las imágenes de la espeluznante colección que tanto atesoraba Ghera. Tuvo pesadillas casi hasta el alba y en más de una ocasión se despertó agitada, con un grito atascado en la garganta y las manos crispadas sobre las sábanas.

Un par de guardias las esperaban a la mañana siguiente y las escoltaron hasta las puertas de las habitaciones privadas de la reina. Ambas jóvenes acudieron hechas un manojo de nervios, tras largas horas de minuciosa preparación. La reina les presentó a todas sus damas de compañía y compartieron con ellas un largo desayuno, mientras las escuchaban hablar sobre temas de la Corte. No consiguieron relajarse en lo más mínimo hasta que la velada llegó a su fin sin incidentes y casi con aburrimiento.

Tras esa primera y agotadora toma de contacto, las invitaciones llegaron a diario. Los encuentros, más o menos breves al principio, fueron extendiéndose en duración a lo largo de los días hasta llegar a ocupar en la mayoría de las ocasiones desde la mañana hasta la noche.

Ghera jamás estaba sola durante el día, se rodeaba continuamente de doncellas y damas de compañía que la asistían en todo y le daban conversación. La función de muchas de ellas parecía simplemente entretenerla.

La sonrisa del dragónWhere stories live. Discover now