◈ Capítulo 23: Orígenes

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一 Si no te estás quieta, no acabaremos nunca - la reprendió Liliana, frunciendo el ceño con concentración.

Añadió unas cuantas horquillas más, se impregnó las manos con un par de gotitas de aceite y lo pasó por los rizos sueltos para marcarlos y darles lustre. Por último, colocó una sencilla diadema en el recogido.

一 ¿Ya? - preguntó Amara, nerviosa.

Nunca antes había pasado tanto arreglándose, le parecía una pérdida de tiempo.

一 Casi, falta un pequeño detalle - le entregó un frasquito de cristal - Échate unas gotas en las muñecas y luego frótalas entre sí. Después pásalas por el cuello y el escote para que el aroma se extienda.

Ella hizo lo que le había indicado y se puso en pie, algo envarada.

一 ¿Cómo estoy? - inquirió dudosa.

Liliana había conseguido adaptar a sus medidas un rico vestido azul marino, traído directamente de Farenhal, con piedras negras engarzadas en el corsé y un escote redondo, que dejaba el inicio de los hombros a la vista. En la espalda, que lucía prácticamente al descubierto para que pudiera sacar las alas con comodidad, la prenda se cerraba con lazadas de seda negra que acababan deslizándose sobre sus caderas. La tela de la falda caía con gracia hasta el suelo, formando una pequeña cola tras ella.

一 Pareces toda una dama - contestó su amiga con una pequeña sonrisa - Lo que es casi un milagro para los recursos y el tiempo que hemos tenido. Ahora sólo espero que recuerdes algo de lo que te he explicado sobre protocolos en el banquete.

Liliana terminó su propio peinado rápidamente, y cubrió la corta melena con un fino paño casi traslúcido.

一 Las doncellas deben de cubrir el cabello en los eventos - explicó, al ver su mirada extrañada.

一 ¿Cómo sabes tanto sobre estos temas? - preguntó, aunque se arrepintió en cuanto las palabras abandonaron su boca - No, no hace falta que contestes.

Liliana sonrió con tristeza.

一 Cuando llegué al castillo de pequeña, medio muerta de hambre y harapienta, y vi a Lord Duncan y a su hijo, me prometí a mi misma que algún día conseguiría tener un hombre así a mi lado. Que no volvería a pasar hambre, que jamás vestiría de nuevo con retales - suspiró - Me dediqué a observar a los nobles, aprender sus costumbres, su forma de vestir, de hablar. En mis pensamientos, algún día sería una gran señora y tenía que estar preparada. Sólo quería salir de aquí, tener una familia y una buena casa, no estar obligada a servir a nadie nunca más. Y darle a mi abuela todo lo que nunca tuvo y siempre había merecido - una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla, pero ella pareció no percatarse y continuó hablando - Pensaba que podía seducir a un noble hasta el punto de enamorarlo y que se casara conmigo, ya viste cómo era yo cuando llegaste aquí. Y sin embargo, lo único que le pediría a los dioses ahora sería poder regresar al pasado, a mi humilde casita en el bosque.

Amara la abrazó con suavidad, intentando aportarle algo de consuelo. Era la primera vez que la escuchaba hablando tan abiertamente de su pasado. Sin embargo, aquella pequeña confesión la hizo recordar a sus propios seres queridos y los ojos se le aguaron.

Liliana la apartó lentamente.

一 Míranos - dijo con los ojos aún brillantes por las lágrimas - Llorando como dos viejas cuando deberíamos de estar felices por tu compromiso. Debemos darnos prisa o llegaremos tarde.

Se acomodó el vestido y la miró de forma crítica. Abrió una cajita y sacó otro frasco. Echó una gota en su dedo índice y lo pasó con suavidad por los labios de Amara.

La sonrisa del dragónWhere stories live. Discover now