◈ Capítulo 24: El último día

442 61 183
                                    


Los siguientes días pasaron en una vorágine de actividad, tan estresante y agotadora que Amara caía rendida en la cama cada noche, prácticamente dormida antes de que Liliana terminara de apagar las velas. Jamás hubiera imaginado que pertenecer a la nobleza sería tan complejo y encorsetado.

Sus jornadas siempre eran iguales y transcurrían sin que tuviera un segundo de respiro. Por la mañana, poco después de rayar el alba, la despertaban y se vestía ayudada por su nueva doncella. Se habían acabado los vestidos ligeros y los zapatos cómodos. Ahora tenía que llevar corsé y pesadas prendas que la agobiaban y le provocaban sofocos y picores, por mucho que el verano estuviera llegando a su fin, y con él, el agobiante calor que los había acompañado las últimas semanas.

Después de un desayuno rápido, que por suerte solía compartir en la intimidad de su alcoba con Liliana y Samantha, comenzaban sus lecciones de protocolo y más tarde las de baile. Le seguía un almuerzo en el Gran Salón, junto a Drage y sus invitados, y por la tarde continuaba con clases de equitación y lecciones sobre las diferentes casas nobles.

Las cenas siempre eran formales. Cada noche se sentaba entre el Lord y el Gran Sacerdote, pero Oswald actuaba como si la conversación que habían tenido aquella noche a los pies de la Torre Norte nunca hubiera existido. Y parecía que jamás se quedaba sólo, por lo que, aunque se muriera por pedirle explicaciones al respecto, nunca encontraba la ocasión indicada. Aunque estuvieran allí para descansar antes de emprender el viaje al Templo de las Diosas, los días del Gran Sacerdote también parecían ajetreados. Transcurrían entre oraciones con los otros integrantes de su comitiva, clases que impartía a los novicios y visitas a la biblioteca con sus ayudantes. De vez en cuando también abandonaba el castillo con algunos de sus guardias para visitar Farenhal y al sacerdote que llevaba el templo de la ciudad.

Pero la situación no sólo estaba siendo dura para Amara. Liliana, cuando no estaba ayudándola con las lecciones, cosía sin parar preparándole un nuevo ropero, adecuado al rango que ahora ostentaba y a la próxima visita a la Corte. Por suerte, había podido adaptar un par de vestidos, pero algunas prendas y adornos tenían que ser hechos a partir de rollos de tela, por lo que Samantha la había puesto al mando de todas las costureras del castillo para poder concluir a tiempo. Para la muchacha era todo un reto dejar sus temores atrás y prepararse mentalmente para abandonar el castillo los próximos días.

La tarde del penúltimo día antes de la partida, Amara se encontraba en la alcoba de Garrik en una de sus lecciones sobre casas nobles.

一 Una vez más - le pidió el médico - Recita las principales casas nobles en orden según sus rangos. De menor a mayor, por favor.

Ella suspiró. Memorizar datos nunca le había resultado un problema antes, pero era la primera vez que le pedían que estudiara algo que no le interesaba lo más mínimo. Eso, junto con el resto de lecciones que estaba aprendiendo en un tiempo irrisoriamente corto, hacían que a esas horas de la tarde le doliera la cabeza prácticamente todos los días.

一 Baronías - comenzó - Casas de Lowrock, Rheagan y Dalarys. Vizcondados, casas de Byrneh y Gorham. Condado, casa de Hawksey. Marquesado, casa de Longford.

El médico enarcó una ceja en ese punto y ella se detuvo.

一 ¿Qué hay que añadirle al marquesado? - inquirió Garrik.

Amara arrugó el ceño, completamente agotada.

一 Marquesado - repitió - casa de Longford, bajo la gestión y guarda generosa de los Folhecar. - concluyó, recitando palabra por palabra lo que aparecía en los libros.

Garrik asintió.

一 Sigue, por favor - le pidió.

一 Ducado, casa de Folhecar. Y por último, la Corona, ilustrísima casa de Meghian.

La sonrisa del dragónWhere stories live. Discover now