◈ Capítulo 44: La noche de bodas *

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-- * Aviso para navegantes, capítulo con contenido explícito --


Drage tragó en seco y casi se atragantó.

―Sutil, damisela ―masculló.

Ella le echó un poco más de vino en la copa con una sonrisa. Las bajadas de guardia de Drage la hacían sentir bien, como si fuera la espectadora de algo raro, privado y delicado.

―Sólo necesito saber que puedo esperar. Las cosas han cambiado mucho, Drage. O por lo menos lo han hecho para mí. ―hizo una pequeña pausa y suspiró― ¿Seguirá siendo esto un matrimonio únicamente destinado al público, como hablamos al principio? ¿O puedo esperar algo más de ti?

Él abrió la boca, tartamudeó algo y volvió a cerrarla. Tomó un sorbo de vino y se aclaró la voz. Ni siquiera se había dado cuenta de que ronqueaba.

―¿Qué te gustaría esperar? ―preguntó, sin mirarla a la cara y sujetando la copa con más fuerza de la necesaria.

Amara se frotó la sien con gesto cansado. Hablar con Drage era peor que intentar mover una montaña con una cuchara. Siempre había sido de pocas palabras, pero ahora comprobaba que sonsacarle algo que no estuviera dispuesto a decir por su propia iniciativa era una tortura.

―Quiero una respuesta, no más preguntas ―atajó con rotundidad―. Después de la ceremonia dijiste que eras mío. Lo has vuelto a decir en esta misma alcoba hace un momento. ¿Qué significa eso para ti? ¿Sólo me ofreces tu cuerpo? ¿O algo más...?

Drage la miró a los ojos por primera vez desde que sacó a colación el día que dejaron a los mercenarios.

―No sé qué esperas que te diga, damisela ―comenzó, con la precaución grabada en los rasgos―. Sigo sin poder contarte muchas cosas sobre mí. Y dudo que eso cambie en el futuro.

―Lo sé ―replicó con serenidad―. Y esa sigue sin ser la cuestión. Una respuesta, Drage. Sólo quiero una respuesta directa. Si no piensas contestarme, dímelo.

Él se puso en pie y soltó la copa en una de las mesitas auxiliares. Se pasó una mano por el pelo y alborotó su pulcra coleta. Comenzaba a sentirse vulnerable y expuesto, y aquello lo asustaba más que nada en este mundo.

Estaba completamente perdido cuando un fugaz pensamiento lo atravesó. El horrible recuerdo de lo que le había costado a su padre poner el corazón en las manos de alguien más.

―No pienso ser una marioneta ―dijo de pronto, apretando la mandíbula. Nunca sería un tonto como lo fue Duncan. Nunca se dejaría llevar hasta el punto de perderse a sí mismo por culpa de una mujer―. Si es eso lo que quieres de mí, lamento tener que darte la mala noticia.

―Está bien ―se rindió ella. Quizás esa no era la noche adecuada para aquello, o quizás esperaba demasiado de una persona que, simplemente, no podía ser nada más allá de una fachada―. Buenas noches, Drage.

Se quitó la bata, sin pudor alguno esta vez, ya que para ella era absurdo preocuparse tanto por el cuerpo si no eran capaces de ahondar en nada más, y se metió en la cama con un suspiro triste.

El día, finalmente, no había acabado como esperaba.

Drage volvió a frotarse el pelo, se soltó el pelo, sirvió más vino en su copa y se lo terminó como si bebiera agua. Dio un par de vueltas a la habitación y miró con nostalgia la puerta cerrada con llave.

La respiración de ella se acompasó al cabo de unos minutos. La piel le picaba por la incomodidad de sentirse atrapado y saber que no podría quedarse dormido con la facilidad de Amara. Su olor, además, estaba por toda la habitación, y lo aspiró con cierta tristeza en su cada vez más apretado pecho.

La sonrisa del dragónTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang