Capítulo 26. Creo que es un final.

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Un divertido trinar hace ruido en mis oídos cual despertador natural, Dios es generoso al regalarnos tan bellos despertares. Sin embargo, logro estirar mi cuerpo y hacer que los dedos de mis pies se retuerzan tratando de sacar el adormilamiento de mi cuerpo luego de muchas horas de sueño. Morfeo me suelta a pesar que mi mente se quiere aferrar a él.

Sonrío al recordarlo la visión involuntaria de anoche fue tan vívida que me hace dudar si fue realmente un sueño, fue algo inesperado ver por primera vez una boca tan delicadamente rosada y bien definida, muy lejos de la apariencia de la de Escarlet, la cual no coincidía con los ojos reflejados, pero ambas partes del cuerpo estremecieron al mío. Mi corazón todavía galopa desbocado sólo al recordar emular el sueño. Suspiro dejando que el aire fresco de la mañana llene mis pulmones y decido que es momento de mi aseo personal.

Veinte minutos después bajo sentado sobre el barandal de la escalera y cómo siempre mi madre grita para que tenga cuidado. Llevo más de quince años bajando, la misma, de esta forma y ella aún teme por mi seguridad, madre es madre no importa la edad de su hijo, suspiro resignado.

Clem, grito a todo pulmón, el diminutivo de Clementine, es un nombre muy largo para una mujer tan menuda como es mi hermana, ella es una especie de héroe para mí, ella es lo mejor que me pudo haber pasado, tenerla como punto de referencia ha hecho de mí un hombre integro a pesar de mi edad, en lo único que no coincidimos es que ella insiste que Escarlet no será mi esposa, suelo reír bromeando diciendo le que ya nos hemos casado, chiste que ocasiona semanas de una guerra fría, pero aún así la amo, tal cual como es.

El desayuno fue interrumpido por la llamada de mi tía Nayiber, hermana menor de mi madre. Mi tía es una mujer que se enfrenta a la sociedad al haber dicho, doblemente sí, hace más de veinte años. Su familia es algo peculiar, pero eso es harina de otro costal.

—Tía— grito al escuchar su voz al otro lado del auricular.

—Hola Dandan— bromea feliz pronunciando su versión de mi nombre según ella.

—Necesito hablar contigo, tía Nayi— un cambio en el tono de mi voz, produjo una variante de su aptitud, lo cual agradezco.

—¿Qué sucede Dandan?— infiere, mi silencio alargado rebela la gravedad del asunto. —Entiendo, nos vemos en casa al terminar tus clases— aseveró con autoridad. A lo que respondí con un sonido gutural difónico de mi garganta, muy propia de los asiáticos, gesto heredado por parte de mis abuelos maternos.

La cátedra de ciencias políticas fue, ¿cómo decir?, ¿un somnífero para los alumnos o un arrebato de excitación para el docente? La cruel y triste realidad, es que, como alumno me dormí en la explicación de la estrategia de la guerra fría. Vuelvo mi rostro en busca de mi novia y la veo cabecear del sueño, ¿cómo no sonreír al verla así?

Al sentir mi penetrante y demandante mirada, ella endereza su espalda y enrosca sus piernas, pasa su traviesa lengua por su labio y me mira en busca de algo de sexapil.

Le señalo la puerta indicándole que nos vemos al finalizar, la tan aburrida clase. Media hora después de un maltrato para nuestro coeficiente intelectual, nos encontramos riendo en el cafetín en unión a grupo de amigos.

Sale a relucir el tema de moda dentro de la universidad. —Se han enterado que un nuevo grupo de estudiantes de intercambio, pregunta una de las chicas que pertenece a la fraternidad Alfa-Delta.

—No— comentan varios del grupo, sin darle mucha importancia, pues estamos más preocupados por la proximidad de los exámenes finales que de la llegada de los nuevos estudiantes universitarios.

—Como siempre ustedes están desubicados, para que se enteren mañana llegan unos estudiantes que pertenecen al intercambio de la Unicef.

—Bien por ellos— me limité a decir mientras beso a Escarlet.

Chequeo la hora y me ofrezco a llevar a mi medianaranja a su práctica de natación, pero Carlos se ofrece a llevarla, cosa que no me extraña pues llevan años como compañeros de nado sincronizado. Con un beso corto me despido.

Los brazos de mi tía me rodean sin intensiones de soltarme, sé bien que la única manera de liberarme es darle varias vueltas mientras la sujeto por su delgada cintura. Más, me pide sin dejar de reír.

—¿Y mis tíos?— pregunto por sus amores.

—¿Dónde tú crees?— bromea feliz subiendo los hombros.

Aunque por los olores deduzco que están en la cocina. Dejaré que mi estomago se dilate lo más que pueda, pues comer aquí es lo más cercana al cielo, pienso hambrientamente feliz.

—¡Qué afortunada eres!, tía— le digo mientras dejo que sus pequeños pies toquen la alfombra que cubre el piso.

Ella sonríe de oreja a oreja mientras sale de su boca su frase favorita; es una de las ventajas de decir doblemente sí.

—¿Quieres hablar ahora o después de cenar?— me pregunta con sincera curiosidad.

Chequeo la hora y opto por iniciar la conversación, Me siento en el sofá individual que está al lado de la ventana que da al jardín trasero mientras ella usa su hamaca.

Tengo un pequeño, pero incomodo dilema, arranco yo con la conversación. Hago un gran esfuerzo para no delatarme en las primeras frases, pero por su gesto y expresión, definitivamente no lo logro. —Escarlet—, la escucho pronunciar en voz baja. Me limito a asentir suavemente con la cabeza. Intento aclarar mis ideas al igual que mi reciente sueño. Luego de explicarle que aunque la creo amar, hay muchas cosa que no me llenan por completo, pero que, sin embargo, todavía quiero intentar formar una familia con ella. La parte sexual es gratificante, es decir reconozco que no siento la necesidad de buscar en otro lado sexo o travesuras sensoriales, no me pesa el serle fiel, pero porqué en tantas ocasiones tengo sueños eróticos,. Le termino preguntando a la hermana de mi madre.

¿Sabes, tía? últimamente hay un par de labios rosados que me vuelven loco en mis sueños al igual que unos ojos donde fácilmente me pierdo feliz en ellos aunque a pesar de ser un sueño recurrente sé bien que se tratan de dos personas distintas. Continuo hablando sin parar mientras Nayi me escucha casi sin interrumpirme, pero me hace una pregunta que logra mover el suelo bajo mis pies.

—¿Algunas vez has sentido celos por Escarlet a nivel que no puedas comer, dormir o simplemente respirar?— dice ella mientras sus ojos descansan sobre dos dedos de sus manos.

Diablos, dominios y miles de centellas me doy por perdido cuando entiendo que mi respuesta es una que nunca pensé que saldría de mi boca. 

DOBLEMENTE ENAMORADOWhere stories live. Discover now