Capítulo 14. Miedo, miedo

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La alfombra húmeda de grama bajo nuestros pies y la brisa suave de la mañana que acaricia nuestras mojadas mejillas me recuerda que estamos en el cementerio de veteranos. Las exequias se hace en un inmenso silencio donde un formal acto oficial honra las virtudes de él, su prometido. 

Fue herido en combate sacrificándose para salvar la vida de dos compañeros, los cuales no se han despegado ni un instante del féretro manteniendo la posición de respeto desde hace mas de una hora y no tienen la intensión de cambiarla aunque por sus mejillas corren miles de lágrimas. Las palabras de reconocimientos por cada una de sus a sañas nos dejan en claro el tipo de excepcional persona, soldado y hombre que fue. Es ahora cuando comprendo la gran fascinación, admiración y amor que arropó el corazón de mi amada.

El sonido de las trompetas anuncian lo inevitable; el descenso del féretro. Un silencio abrazo las almas de los presentes y es sólo el llanto a susurro de mi amor, su amor, el que nos saca de este estado casi de ensoñación lleno de un profundo dolor.

Dos grandes pastores alemanes se echan al pie de la fosa, es increíble observar el dolor que estos caninos reflejan ante quien fue su compañero de escuadrón. Los sobrevivientes presentan armar descargando detonaciones a la par que es bajado el ataúd. Sus superiores mantienen la posición firme homenajeando la gran labor de quien descansa ahora en paz y porta en su pecho la medalla de honor ganada por su valentía e intrepidez a riesgo de la propia vida, más allá de la llamada del deber.

En cierta forma me siento importante para mi amada Danna, soy su único pilar, me tiene tomado fuertemente de dedo meñique no se ha despegado de mí en estos dos días. Ella se niega a ir a su apartamento así que estamos durmiendo en la casa de mis padres ésta vez compartimos la cama sólo para dormir y nada más ya que ella dice miedo miedo cada vez que intento alejarme.

Danna al ver descender el féretro grita con todas sus fuerzas —Amor seré tu esposa en la próxima vida... te amo... espera por mí— cayendo nuevamente a mis pies, la tomo en brazos y con ayuda de mis padres regresamos a casa. Paula al verla tan alterada por el funeral decide inyectarle un sedante para que pueda descansar.

Me quedo con ella en mi habitación, me acurruco a su lado al atraigo hacia mi pecho y dejo que mi latidos sean las música que le traiga con poco de paz. No pasa más de unos escasos minutos cuando puedo sentir mojada mi camisa, aún dormida, sedada mi amor llora por la pérdida del suyo. Empiezo a tararear una suave melodía para llenarla de paz. Cierro los ojos relajando mis tensos músculos, suspiro sobre su cabeza y me entrego por un par de horas a Morfeo.

Ya el sedante está en pleno efecto así que decido reunirme en la sala con mis padres, Paula y su esposo para decidir cuales medidas debemos tomar para tratar de ayudarla.

Lo primero es buscar un psicólogo especialista en duelos, luego asegurarnos que se alimente y se mantenga hidratada. Así pasó las dos primeras semanas.

Ya para la tercera semana Danna es mucho más independiente, inclusive podemos mantener algunas conversaciones y ver algo de TV. Hoy en la tarde me pide que la lleve a su apartamento, ya que considera que está lo suficiente centrada para retomar su vida.

Ella sabe que necesita incorporarse al trabajo. Lo que desconoce es que mi padre, como fundador de la empresa, giró instrucciones a recursos humanos indicando que ella está exenta a cualquier reglamento de contratación, por lo tanto no pueden aplicarle acciones jurídicas por ausencia laboral.

Decidimos ir Paula, Danna y yo al apartamento, ella igual se aferra a mi dedo en cuanto llegamos al edificio, pero se mantuvo firme así que procedemos a entrar. Un frío sudor perlea su tensa frente puedo sentir su inevitable temblor sobre mi dedo en cuanto las puertas del ascensor se abren en su piso, pero aun se mantiene firme. Me entrega las llaves y giro la manilla, pero en el instante que la puerta se abren delante de sus ojos me abraza y vuelve a pronunciar esas dos palabras a las cuales yo tanto pavor les tengo; miedo miedo.

Una semana después estamos otra vez al frente del apartamento, en ésta ocasión estamos acompañado por mi padre, ya entramos y aunque Danna rompe en llanto, ha podido recorrer todo el lugar, toma una de las fotos de la repisa oprimiéndola contra su pecho se sienta y permanece en silencio alrededor de diez minutos mirando el horizonte que se vislumbra en el balcón. Luego sólo se levanta y le solicita a mi padre ayuda para venderlo y comprar otro apartamento lo más pronto posible, me pregunta si la ayudaría con la mudanza, confirmo gustoso, pues nada en la vida me haría más feliz más que mudarme con mi amor.

Dos semanas después estamos embalando las pocas pertenencias de Danna, sólo los artículos personales, fotos, ropa, libros esas cosas ya que vendió el apartamento completamente amoblado. Ella está embalando en la sala y yo me enfoco en el cuarto. Guardo la ropa, zapatos y carteras sin problemas.

Para lo que no estoy preparado es para lo que encuentro en las gavetas de la peinadora, allí está cada una de las cajas de las tantas joyas que le entregaban con cada traje, pero dentro de ellas sólo hay una pequeña nota que acompaña la foto de la joya, leo la nota con la fecha de la venta y el tratamiento de su prometido que lograba cancelar. Destapo una tras otras tras otras siempre es lo mismo yo no pude soportar tanto y permito que un par de lágrimas salgan de mis inundados ojos mientras que un gemido de dolor sale sin control de mi reseca garganta. Ella entra al escucharme para darse cuenta de lo que yo estoy sintiendo me abraza, besa mi cabeza y consuela.

Cuando logro tranquilizarme le pregunto porque nunca me lo comentó yo le hubiese dado el dinero sin necesidad de vender nada. Pero ella despliega una delicada sonrisa y me confiesa que no se atrevía porque desde su punto de vista yo soy simplemente perfecto.

Luego se levanta dándome la última caja para mi sorpresa todavía contiene la tobillera que hace juego con mi tatuaje. Aprieto la tobillera pidiéndole con la mirada permiso para ponérsela. Ella asiente suavemente con la cabeza.

Transcurre un mes más, estamos contentos desempacando en el nuevo apartamento. Es algo más grande que el anterior y más céntrico. Danna no sabe, pero se lo acababa de comprar a mi madre, claro a módico precio, ese fue el aporte de ella en el proceso de sanación de quien yo espero sea mi esposa.

En estos meses realmente me encuentro en celibato autoimpuesto, por consideración a la hermosa relación que tuvieron ellos. Manuela ha asumido sin protesta el rol de cuevita quien sé que debe estar en espera de troncón, sin embargo, no voy a apresurar ni presionar a mi Danna.

Ya han pasado casi seis meses ella está al día con el trabajo acumulado, vive sola, aún va a consulta una vez a la semana. Sus avances son gigantescos según la psicóloga quien es amiga de mi familia y nos mantiene al tanto de sus progresos sin romper su ética de profesional.

Un año después un sábado cualquiera Danna se presenta de sorpresa en mi apartamento. Yo estoy asombrado ya que ella paulatinamente se había alejado de mí. Creí, en ese entonces, que debía darle espacio y tiempo para sanar, pero debo de reconocer que varias veces por semana me escabullía para verla, de lejos, en la oficina trabajando y siempre buscaba la tobillera.

Luego del saludo y los abrazos hablamos alrededor de dos horas de todo y de nada tal cual como en la primera cita que tuvimos en aquel restaurante. Cuando ella de repente se sentó en el piso y desvistió mi pie izquierdo, miró, acarició mi tatuaje.

Los latidos de mi corazón no daban tregua a mi pecho, mi respiración se torna errática y un frío invade sin permiso a una parte de mi alma. Trago silaba, se me antoja amarga y pesada, al darme cuenta  lo que este gesto de ella significara.

Ella me agradece todo lo vivido conmigo. Pero tengo que avanzar Daniel y tu también, recuerda lo que te dije eres simplemente perfecto, no lo olvides. Afirmó ella desde lo más profundo de su ser. Allí tomo conciencia de lo que desencadena sus palabras.

Me agacho para retirarle la tobillera mientras le agradezco por haberme enseñado lo que es el amor. 




DOBLEMENTE ENAMORADOWhere stories live. Discover now