Capitulo doce.

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Capitulo doce.

El sonido de las ramas crujiendo debajo de mis pies desnudos, hacía que mi corazón latiera aun con más fuerza.

“Está escuchando”, “va a encontrarme”, eran pensamientos que no dejaban de repetirse en mi mente.

Tenía la boca seca y los ojos me picaban como si estuviera a punto de llorar. Sin pensarlo, llegué a un claro donde el bosque terminaba; no podía regresar. Su risa me indicaba que se estaba acercando. Con desesperación comencé a buscar un lugar donde esconderme, entonces mis ojos se toparon con los de una chica con cabello crispado y rubio que me miraba con consternación.

“—Huye”, —susurré, pero el movimiento en las copas de los arboles nos anunciaron que ella ya estaba ahí.

Sin pensarlo dos veces me arrojé detrás de una enorme roca para ocultarme, era patético pero era todo lo que tenía. Quería cerrar los ojos y apretar mis oídos para no verla ni escucharla mientras se acercaba con su enorme oz manchada de rojo, con sus ojos en blanco y su sonrisa forzada por ganchos. Esperé a que aquello pasara pero sus pisadas no llegaron. Me atreví a mirar sobre la roca, sólo para ver a lo lejos cómo la chica del cabello crispado era atrapada, sus gritos me erizaban la piel; aquella bruja la tenía suspendida en el aire. Los ganchos se clavaron aún más en su carne cuando ésta comenzó a sonreír, disfrutando de su presa atrapada. Sin perder más tiempo y con un solo movimiento, el cuello de la chica dio dos vueltas antes de que ella cayera al suelo produciendo un sonido sordo.

Cubrí mi boca para no dejar salir un grito. Volví a ocultarme tras la roca. Estaba temblando incontrolablemente.

«No quiero morir, no quiero morir, no quiero morir», repetía una y otra vez.

«Por favor, que alguien me ayude».

Jamás había experimentado un terror tan grande como aquel; era una desesperación fría que corría por mis venas, no podía pensar, no podía moverme, no podía salvarme. Era como estar frente a un abismo y saber que en cualquier momento serás empujada. Estaba por volverme loca, esa desolación tan grande que se extendía por mi  pecho casi me ahoga.

Nuevamente la risa se escuchó. Quedé paralizada donde me encontraba. Sus pasos en la yerba me anunciaban que se acercaba y que me encontraría.

Apreté mis manos hasta que mis nudillos se volvieron blancos.

«Voy a morir».

Salí de mi escondite y fijé mis ojos en aquella mujer, que por un momento mostró un sentimiento que se asemejaba a la sorpresa, pero solo bastó un segundo para que regresara a su habitual aspecto de locura.

Una inesperada valentía se apoderó de mí; al menos no moriría escondida.

Cada una dio un paso más cerca, la oz que sostenía en su mano era enorme y la arrastraba por el suelo. Su cabello espeso color petróleo se agitaba con el aire del bosque, su sonrisa chorreaba sangre y sus ojos no mantenían pestañas ni parpados.

Al acercarme lo suficiente a ella, me agaché, dejando mi cuello al descubierto. Abrí los ojos para despedirme del mundo, cuando a lo lejos, desfigurada por el terror,  apareció la cara de Caleb. Lo vi emprender la carrera hacia donde me encontraba, pero era tarde, escuché cómo la oz bajó y cortó de un tajo mi cuello; era fría pero no dolió, tal vez fuera la adrenalina. Escuché el sonido de mi cabeza al caer contra el suelo, y antes de cerrar los ojos, miré el cielo oscuro por nubes negras.

Desperté en mi cama con un estremecimiento de mi cuerpo y toqué con desesperación mi cuello. Estaba viva. Tardé minutos en hacerme a aquella idea, mi cabeza estaba unida a mi cuello y respiraba agitadamente, aun sintiendo el frio en mi pecho.

No te despiertes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora