Capítulo 39

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Eran las siete con veinte, Steven prometió llegar a las ocho en punto y yo tenía a mi madre revoloteando sin mucho éxito sobre mi cabello.

—Bien, quizás pueda pasar esto por aquí... —ella parecía tan concentrada que no quería decirle que realmente no estaba ayudando mucho.

—Quizás nuestro siempre confiable YouTube nos pueda ayudar con esto — ofrecí, pero ella pareció no escucharme así que simplemente acepté mi destino en silencio.

Me miré las manos, con las uñas de color rosa pálido y los pequeños anillos. Secretamente estaba soñando con el momento en que Steven me pondría el ramillete alrededor de la muñeca, la manera en que sostendría mi mano y cómo levantaría su vista a mis ojos, con sus largas y tupidas pestañas. Siempre me quejé de las chicas que soñaban con cosas tan ñoñas como esa, pero ahora sentía una enorme emoción en mi vientre. Pero antes de seguir con esas ilusiones noté que ya no tenía las manos de mi mamá sobre mí.

—¿Qué ocurre? —me giré al mirar en el espejo y ver el reflejo de cómo se alejaba.

—Tocaron el timbre, ya regreso —me sonrió con picardía antes de salir de mi habitación.

Giré nuevamente en la silla cuando una idea apocalíptica cruzó por mi mente: quizás Steven se había adelantado... ¡Oh no!

Me coloqué los zapatos a toda prisa, y sin siquiera ver el desastre que tenía por peinado, salí resignada hasta las escaleras. Quizás fuera una de las chicas con sueños tontos pero no sería de las que hacen esperar a su novio durante horas. Al acercarme a las escaleras temí escuchar la voz profunda y masculina de Steven, pero solo escuché a mi madre decir "gracias" y cerrar la puerta. Me asomé para verla sostener una gran caja en sus manos.

—Es para ti —creo que su rostro tenía la misma expresión confundida que yo mantenía.

Al retirar la tapa de la caja sobre mi cama noté una tela azul marino profundo muy suave y había una tarjeta sobre ésta.

"Ya que no confío plenamente en tu buen gusto.

A."

Creo que sabía quién lo había enviado.

—¿Qué es? —mi madre irrumpió en mi habitación como un huracán e hice todo lo posible por esconder la nota; no es que fuera algo malo, solo que fue lo primero que se me ocurrió.

—Un vestido —estaba en shock, arrugando la nota entre mis dedos.

—¿Qué? —estaba desconcertada, todo lo que ella sabía es que ayer habíamos pasado todo el día buscando un vestido que medianamente me gustara y ahora yo estaba ahí con un vestido azul.

—Lo pedí por internet, no pensaba que llegara a tiempo —nuevamente no sabía por qué estaba mintiendo; tenía sentimiento de culpa.

—Pues déjame verlo —me apresuró a sacarlo de su caja y obedecí.

Perdí el aliento al contemplarlo, aun sobre mi colcha lucía tan hermoso. Nada tenía que ver con la masa apretada de telas rosadas-salmón con pedrería -que juzgaba excesiva- que traía puesto.

—Es hermoso —escuché que mi madre dijo, también con el mayor de los asombros.

—Lo es —estaba conteniendo el aliento.

Era un vestido largo con escote en forma de corazón, cubierto con fino encaje hasta la garganta; era tan delicado, tan sencillo, lucia como algo que había sido hecho para mí.

No te despiertes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora