Capitulo 23

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—Un americano, si es tan amable —Scott se quitó los guantes de cuero y los puso a un lado sobre la mesa, con un movimiento que juzgué de lo más refinado.

—¿Y para usted señorita? —la mesera me dirigió su mirada.

—Mhh.... —miré hacia un pizarrón que colgaba en la pared de enfrente, esto era una decisión difícil porque yo no sabía nada de café.

—Los fríos están en la columna izquierda y los calientes en la derecha —me informó amablemente.

—Dudo mucho que haya gente que pida algo frío con este viento —opinó Scott, añadiendo después una pequeña risa.

—Se sorprendería de lo que veo a diario —respondió la chica sonriendo.

—¿Qué me recomiendas? —finalmente me rendí.

—Depende qué te gusta —probablemente percibió mi cara de confusión—. ¿Tal vez algo dulce?

—Sí —eso podría ayudar con el nudo amargo en la boca de mi estómago.

—Bien, tenemos chocolate, caramelo, vainilla...

—Vainilla estará bien.

—Muy bien, enseguida se los traigo —la alegre señorita se alejó de nosotros hacia la barra.

Me moví un poco incómoda en mi silla, ya era bastante bochornosa esta situación para ahora agregarle lo inculta que era respecto al café. Debería comenzar un curso con Alex.

—Sigo impresionado de que su perro guardián no esté al acecho —la voz de Scott cortó mis pensamientos.

—¿Mi qué? –pregunté con indignación.

—Oh, no se enfade Jena, es solo un juego de palabras, por su... labor, si se le puede llamar así a la forma en la que ellos, sus amigos, manejan el otro lado—con una mano alcanzó y apretó fuertemente sus guantes.

—¿Cómo lo llamaría usted? —me atreví a preguntar apretando las manos por debajo de la mesa.

—Dictadura —lo dijo impasible. No era una sorpresa para él, probablemente lo usa a menudo.

Sofoqué algo que era entre un sonido de asombro y una carcajada. La parte seria y cínica de mí tienden a chocar mucho últimamente.

—Es una opinión muy fuerte —lo miré a los ojos aun cuando mi interior se agitaba.

—Le aseguro que tiene bases —todo rastro de sonrisa había abandonado su rostro.

—Ansío conocerlas —y era en serio.

Antes de seguir con la charla, la mesera dejó sobre la mesa las bebidas.

—Si gustan probarlas por si les falta algo —aguardó mientras ambos bebíamos. Me quemé la lengua pero estaba bueno.

—¿No lo podrías calentar más? —dijo Scott, y a mí se me cayó el alma a los pies. ¿Pero qué demonios?

—Lo siento señor, pero así es como sale de la máquina —se disculpó la chica.

—Entiendo, gracias —le sonrió como si la tensión de antes no hubiera existido.

—Cualquier otra cosa que se les ofrezca —se despidió y se alejó de nuestra mesa.

Scott notó la forma en que lo miraba y su sonrisa se ensanchó.

—Uno se acostumbra, cada vez lo quieres más cargado y más caliente —bebió un poco más. —¿No le gustó? —miró mi vaso abandonado a un lado.

No te despiertes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora