capitulo catorce.

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Capitulo catorce

¿Cómo se suponía que iba a contestar un examen de química, cuando todo el cuerpo me dolía? Golpeaba impaciente el lápiz contra la banca, ¿no se supone que tus músculos se acostumbran al ejercicio físico después de algunos días?

Resoplé con irritación y mi compañero de mesa alzó una rubia ceja hacia mí, yo solo le sonreí restándole importancia, dejaría esa última reacción sin contestar. Guardé mis cosas y fui directo a entregar el examen. El profesor lo arrebató de mis manos, parecía que alguien tenía el temperamento de una adolescente con menstruación.

Era viernes y todo el mundo se movía más deprisa de lo normal luchando por salir de aquella “cárcel”, las hormonas en el viento se podían cortar, y, ¿por qué? Por la enorme fiesta que harían cerca del lago en honor a Abbie Hale, la misma, la ex de Steven. Me agarré el cabello en una coleta de caballo, fingiendo que no me molestaba el asunto, ¿y qué? ¿Qué pasa con la tipa porrista y guapa? Que de su fiesta. Pero, ¡¿por qué estaba tan irritada por eso?!

Al llegar a mi casillero metí mi cabeza en él para intentar respirar con un poco más de tranquilidad. Olía a metal y fresa porque hace unos meses había derramado mi batido dentro de éste; hasta mi casillero era patético. De pronto la cadena alimenticia de la preparatoria estaba aplastándome, esto pasa por interesarme en un chico, yo estaba bien siendo la chica con el súper poder de pasar desapercibida o la chica amiga de esa otra chica. Quizás fuera yo la adolescente con menstruación. Le eché una mirada a mi calendario de Batman, aún faltaban unos días para ese suceso, era por eso que estaba tan susceptible acerca de fiestas y pompones.

Tomé mi cuaderno de literatura y cerré mi casillero.

—Sí que te ves mal hoy —un escalofrío me recorrió la nuca.

—Gracias, eres muy amable —dije con sarcasmo enfrentando la mirada intensa de Steven.

—Sé lo que las chicas quieren oír —se mordió los labios y me guiñó el ojo.

Su comentario no había ayudado a estabilizar las emociones de hace unos instantes.

—Arrogante —susurré y volví a abrir mi casillero para pretender buscar algo solo para fingir que no le ponía atención. El letrero de “patética” estaba colgado en mi frente.

—¿Harás algo hoy en la noche? —se acercó aún más, recargándose en el casillero de al lado.

—No, pero estoy segura que tu sí —¡¿De dónde vino eso?! ¡Dios llévame ya!

Él parecía sorprendido por mi respuesta cortante, quiero decir…, siempre nos habíamos llevado bastante pesado, pero esto era diferente.

—Que bien informada estás, ya te dije que dejes de espiarme —estaba más cerca, podía sentir su mirada intensa y absorbente sobre mi rostro, de nuevo me asombraba que su olor no me fastidiara, y hasta me gustara, olía como a un bosque durante la mañana.

—No es difícil darse cuenta de lo que ustedes hacen —dejé de buscar algo inexistente y lo encaré.

—¿Nosotros hacemos? —fingió sorprenderse. —¡Ah claro! Nosotros los populares —se rio con descaro.

Aguardé hasta que terminara de burlarse.

—¿Ya acabaste? —me crucé de brazos.

—¿Por qué no iras a la fiesta? —preguntó a la ligera como si fuera una charla de lo más casual y no una pregunta que implica en qué nivel estás en esa escuela.

—Por qué no fui invitada, quizás —dije irónica con cara de “¿es enserio?”.

—Bien, yo te invito entonces —alzó sus cejas.

No te despiertes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora