Capitulo diez.

74 8 0
                                    

 

Siempre me había impresionado la capacidad que tienen las madres de consolar, era como el mayor alivio para el alma, o así lo veía yo. Me preguntaba si esa habilidad se adquiría con el tiempo o si la tenías desde siempre; si fuera lo segundo yo estaba perdida.

—Hice algo horrible, ¿verdad? —había terminado de narrarle a mi madre lo sucedido esa tarde.

—Definitivamente. Seguir a las personas es algo siniestro, las haces sentir vulnerables y atacadas a su vida privada —acariciaba mi cabello lentamente. —¿Acaso te gustaría sentirte de esa manera? —cuestionó.

Mordí mis labios antes de contestar.

—No —dije con desanimo.

—Bien, al menos me alegro de que aun conserves algo de cordura —casi pude ver su sonrisa. —Tienes que disculparte —dijo por ultimo.

—No sé cómo. —Sentía cómo me hundía, aunque tuviera mi cabeza reposando en sus piernas. —No creo que él quiera escucharme —recordé la mirada que Steven me dedicó, me hacía sentir como lo más miserable del mundo.

—Ya hiciste algo que él no quería —me recordó, y yo cubrí mi rostro con las manos. —Jena —continuó, —tienes que hacerlo, si no te perdona, entonces al menos habrás hecho el intento.

Restiré mis manos para girarme y mirarla. Ella tenía razón.

—Tengo miedo de que no me perdone —confesé.

Una sensación en mi pecho se apretaba contemplando esa expectativa.

—Lo que hiciste fue muy grave —su mirada sabia y tierna cayó sobre mi rostro. —Merece una disculpa, ¡y una muy buena!, si me lo permites.

Bufé.

—Lo haré —dije finalmente. —¿Debería darle un regalo?

—¿Intentas comprarlo?

—No…, ¿crees que funcionaría? —cualquier opción que me augurara un mejor resultado sería bienvenida.

—No creo que el costo deba ser lo importante —hizo una pausa. —Además, no creo que tengas tanto dinero —susurró con malicia.

—Gracias —ironicé.

—Tal vez algo más significativo —me sonrió.

La palabra significativo quedó volando en mi mente. De pronto el regalo perfecto aparecía en mi cabeza, solo esperaba que él lo tomará como tal.

Me giré de nuevo, mi madre continuó acariciando mi cabello unos momentos más antes de irse, ella también tenía cosas que hacer. Por supuesto, antes de irme a dormir bajé a hacerme un té, ahora menos que nunca necesitaba ir a seguirlo a otra dimensión.

Generalmente siempre te sientes un tanto invisible en la escuela porque hay un gran número de personas, y todas son o más extravagantes, o más llamativas que tú, así que normalmente no tienes problemas en pasar desapercibido, lo cual está bien para mí, me gusta el bajo perfil. Pero ahora, con mi espalda contra el casillero de Steven, esperando por él, sentía cómo todas las personas me miraban, estaba casi segura que no era así, pero podía ponerme paranoica si quería.

Comenzaba a impacientarme y a mirar compulsivamente mi teléfono, tenía cálculo a la primera hora, debía de apresurarme, pero también tenía que hacer esto, quería verlo. Choque de intereses…, jamás te sentí tan intensamente. La bolsa de papel que sostenía cada vez se sentía más pesada.

Dirigí mi vista al pasillo por milésima vez pero esta ocasión logré divisar un cabello alborotado. ¡Bingo! Steven se detuvo un momento observándome, frunciendo los labios con disgusto, para después darse la vuelta. El gesto me dolió pero no iba a dejar que eso me impidiera hablar con él, ya había llegado muy lejos. Fui tras él tratando de acompasar mi paso al suyo ¡Dios! ¡¿Por qué me diste piernas cortas?!

No te despiertes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora