Capitulo quince.

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Capítulo 15

Siempre he creído que Alex tiene una hermosa voz. Recuerdo cuando en primaria nos pusieron a cantar canciones navideñas que nos supiéramos, cuando llegó el turno de Alex, todos los de ahí, aunque tuviéramos diez años y fuéramos impacientes, guardamos silencio para escucharla, después el salón se llenó de aplausos. Pero aun si ella era excelente, no era lo que quería. Claro que tomó clases, cinco años para ser exactos, solo que un buen día le dijo a su padre que estaba harta y que no lo haría de nuevo, y si la obligaban se aventaría de un puente; eso puede hacer que los padres reconsideren sus elecciones.

Si bien ella no amaba cantar, lo hacía de vez en cuando, como ahora en la fogata, ella entonaba Photograp, de Ed Sheeran, acompañada por Jerry Clinton que tocaba la guitarra. Todos, como en primaria, la observábamos fascinados. Yo creía que era un desperdicio, era de las que pensaba que si tenías un talento debías aprovecharlo al cien por ciento, pero Alex fue la que me enseñó que tenemos opciones.

Al término de la canción los aplausos no se hicieron esperar y mi amiga hizo una reverencia exagerada y dramática. Steven a mi lado chifló y aplaudió como loco.

—No sabía que ella cantaba —sus cejas parecían a punto de salir de su frente de lo elevadas que se encontraban.

—Casi nadie lo sabe —miré a mi amiga que se retiraba con Emil. —No le gusta hacerlo.

Hizo un silbido de admiración.

—Imagino toda la presión que tuvo encima.

—Digamos que ella sabe cómo lidiar con eso —miré la pantalla de mi celular, era hora de irme.

—No lo dudo —Steven siguió mi mirada. —¿Es hora, Cenicienta? —su sonrisa torcida apareció.

—No esperes que haga una salida dramática y deje uno de mis zapatos atrás —me froté las manos, comenzaba a hacer frio.

—Y yo que esperaba con ansias ir por la escuela probándole a cada doncella tan fina zapatilla —miró mis pies.

—Son converse —le comuniqué con cinismo.

—Ya lo veo…, las filas interminables —prosiguió como si no me hubiera escuchado. —Tal vez hasta algunas se cortarán los pies para que les quede —se detuvo al mirar mi expresión de sorpresa. —¿Qué no te sabes la verdadera historia de Cenicienta?

—No —respondí atónita.

—Te la cuento entonces. Las hermanastras se cortan los pies para que les quede la zapatilla de cristal, y después, cuando el príncipe y Cenicienta se casan, éstas se quedan en un prado con las manos atadas para que los pájaros se coman sus ojos… —sonreía maliciosamente.

Solté un sonido de asco.

—…y vivieron felices para siembre —concluyó.

—Hermoso —comencé a andar buscando a Rachell para despedirme, asumiendo que se quedaría con Jeremy.

—Me sé también el de la Bella Durmiente —se ofreció.

—Creo que has arruinado lo suficiente mi infancia por una noche.

Steven se rio mientras hundía las manos en sus bolsillos y me seguía.

—Sería bueno que me ayudaras a encontrar a esos dos.

Él volvió a reírse, pero ahora con más ganas.

—¿Qué? —me detuve en seco.

—¿De verdad no tienes idea de donde están? —se cruzó de brazos y me observó con atención.

No te despiertes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora