capitulo once.

86 7 0
                                    

Capitulo once

—Quiero morir —me desplomé en el pasto y cubrí el rostro con mi brazo.

—Levántate —me ordenó Steven.

—No, es suficiente por hoy —dije resuelta. —Si hubiera sabido que esto era lo que haría, no habría venido —giré mi cuerpo a un lado y abracé mis rodillas.

—Eres una llorona —escuché cómo él también se dejaba caer a unos centímetros de mí. —Los niños de diez años pueden hacer esta rutina hasta tres veces y no los escucho quejarse.

«Será porque eres un dictador loco», pensé.

Le mostré mi lengua.

Sí, estaba actuando como una niña, pero después de dos horas de ejercicios mis neuronas están exhaustas por pensar en mantener mi cuerpo en pie.

—No entiendo qué tiene que ver esto con cruzar al “otro lado”, ahí puedes hacer lo que quieras, ¿no? —Por fin podía sacar las dudas que Steven había hecho que me tragara durante el entrenamiento.

—Cuando estás inconsciente es normal que puedas hacer cosas de las que no tienes menor idea, pero cuando estas consiente es mejor que tengas una idea de lo que intentas hacer. No es como si naturalmente supieras dar una patada o un golpe a una persona en un lugar donde sabes que será letal —la camiseta blanca se le levantó un poco al estirar sus brazos hacia el techo; mi corazón comenzó a cantar.

—Pues yo he soñado que vuelo —le dediqué una mirada de “yo solo digo”.

—Repito: estabas inconsciente, tu cuerpo reacciona sin que lo controles —y él me miro diciendo “deja de fastidiar con el tema”.

Bufé.

—¿Esto será a diario? —Estaba aceptando mi destino de dolor y sufrimiento debido al ejercicio.

—No, solo cada tercer día —sonreía de manera maliciosa.

Chillé con inconformidad y Steven comenzó a reírse.

—Odio mi vida —mi cara estaba contra el suelo, el césped del patio me hacía cosquillas en la nariz.

—Hay otra cosa —me llamó. —Debes dejar de tomar los tés.

—¡¿Qué?! —No, no, no, eso no. —¡¿Por qué?!

—Es hora de que regreses, haremos ejercicios para que cada vez recuerdes más.

Solté otro chillido y él otra carcajada.

Esa tarde había ido a su casa esperando que me revelaran más secretos del “pasillo”, como ellos lo llamaban, pero lo único que había recibido era una dieta de parte de Michelle y una rutina de ejercicios de Steven. Ellos decían que entre mejor estuviera físicamente tendría mayor ventaja, pero realmente yo lo dudaba.

—Steven —los bichos alados de mi estómago se agitaron, ¿siempre me emocionaría de esta manera cada vez que dijera su nombre?

—¿Qué? —Alzó sus pobladas cejas.

—¿Conoces a alguien que…, sea como yo? —Estaba nerviosa acerca del entrenamiento, yo era una “saltadora”, ¿ellos sabían lo que yo tenía que hacer?

Él negó con un movimiento de cabeza.

—Nadie que pueda ayudarnos.

—¿No podemos buscar a alguien? —estaba esperanzada.

—La mayoría ignoran por completo que lo son y viven como tú lo hacías hace poco tiempo, algunos que lo descubren y buscan apoyo, encuentran a personas que les ayudaran…, pero generalmente terminan abusando de sus habilidades de manera egoísta, por eso, si no piensas hacer lo mismo que ellos, nunca te ayudaran.

No te despiertes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora