46. La Cascada Del Diablo

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46. La cascada del diablo.

Hay una parte dentro de mí que se revuelca y trata de tomar nuevamente el control, mas no puedo permitirlo, pues el mundo que nos rodea es demasiado siniestro como para permitir tanta debilidad.

Lo que se viene no es fácil, necesito una dosis de demencia.

Esta vez me han enseñado a inhalar aquel potente polvito blanco, su efecto es inmediato, todo se vuelve a intensificar.

—Mucho mejor, ¿no? —Mikael pasa un mechón de mi cabello tras mi oreja.

—Sí, me siento fantástica.

Le veo reír mientras acerca sus labios a mi oreja.

—Entonces, oficialmente tenemos a un nuevo consumidor en la familia Hikari.

—Eso parece —puedo disfrutar de la música, sin miedo o vergüenzas a que alguien me vea, me siento tan liberada.

Nada me resulta tan importante como para sacarme de este estado de sosiego, las luces que destellan por todas partes de repente son tan intensas que hasta me impiden enfocar la visión hacia el fondo de la discoteca, solo puedo apreciar el delicado rostro de Mikael, su nariz es perfectamente perfilada, sus labios son delgado, y tiene una cabellera sumamente lacia; parece ser un hombre complaciente y de dulce agarre, sus manos en mi cintura se sienten tan reconfortante, como si supiera la fuerza exacta que debe ejercer sobre mí.

Mikael me agarra de una mano y hace que gire hasta quedar de espalda a él, con su otra mano rodea mi cintura y me lleva a su ritmo.

—Y dime, ¿dónde estuviste metida todo este tiempo?

—En un monasterio..., en mi pasado fui una monja.

—¡No lo puedo creer! —aún de espaldas, le escucho reír —¿Estás bromeando?

Me doy media vuelta y quedo frente a él para responderle.

—Hablo en serio —le sonrío a boca cerrada.

—¡Acabo de drogarme junto con una monja! ... Nadie, jamás en la vida... —ríe con mucha impresión.

—Sí, supongo que es un gran logro —fijo la mirada sobre el bar—... Mira, iré por algo de beber.

—Ok muñeca, ya sabes a donde ir si necesitas volarte.

—Lo sé, mi hermanito es un adicto experimentado, debe tener guardadas varias bolsitas de coca.

—Tu familia entera es una fábrica de coca, corazón, puedes tenerla cuando se te pegue las ganas.

—Genial.

Luego de guiñarle un ojo, me doy media vuelta y avanzo entre la multitud, rumbo al bar de la discoteca. Cada vez que mis hombros tropiezan con los de estos extraños, sus ojos conectan con los míos y de inmediato se apartan, como si de mi mirada emanaran algún tipo de feromona tóxica capaz de repeler a cualquiera, es fácil de percibir sus temores, parecen ser dominables.

Al llegar frente a la barra del bar, espero a que el bartender note mi presencia y, al hacerlo, de inmediato acude a mi llamado.

—Feliz Navidad, señorita Hikari —me saluda mientras limpia la superficie de la barra.

—Hola, feliz navidad... Por lo que veo, todos aquí me reconocen.

—Sus fotos en la pista de patinaje recorre las redes sociales de todo Londres.

—Así que fue eso.

—Sí, todos están pendiente de lo que hace la familia Hikari.

—Entonces tengo que tener cuidado con los paparazzis —le sonrío de medio lado.

De Monja A MafiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora