24. Jodidamente obsesionado

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¿Cómo no tenerte miedo?, si cada vez que te tengo cerca me siento tan vulnerable.

La maldita perilla de la puerta no gira, trato y trato y nada, ya la cólera empieza a emerger producto de la impotencia.

—Escucha, Inocencia —un sonido metálico cerca de mi oreja izquierda, estoy segura de que esas son las llaves—. Buscas esto, ¿verdad?

Con mucha angustia y sintiendo excesivo terror empiezo a golpear la puerta, tal vez del otro lado alguien me escuche.

—Inocencia, ¿realmente crees que alguien va a escucharte? Ahí fuera todos están desesperados por conseguir, aunque sea una foto de Chica Pimienta, nadie le tomará importancia a una puerta.

—¡Di-Dimitri, sé que eres tú! —saqué valor de «no sé dónde» para decir eso.

—Tan linda, reconociéndome aun sin verme —me jala del brazo alejándome de la puerta y termina apretándome sobre su pelvis, justo ahora estoy sintiendo... ¡El templado susodicho!

¡Oh Inmaculada concepción!, si no lo alejas de mí voy a quedar concebida entre mi ropa.

—Flor de jazmín, hoy sí te llevo conmigo.

Mis ojos han logrado acoplarse a la oscuridad, puedo ver mejor el lugar, estamos dentro de una oficina, y ahora empiezo a notas otras siluetas... ¡Oh por Dios!... ¡Hay más hombres aquí!

—Dimi... —me calla poniendo un pañuelo en mi boca.

Los otros hombres se lanzan contra mí, me sujetan de los brazos y me alzan de las piernas... ¡¿Quieren violarme?! ¡Dios mío, protégeme, Señor!

Trato de patalear, pero ellos son más fuertes, me tiene bajo su control, ¡Dios...!

...

«Hace frío. ¿Se habrá dañado la calefacción?».

Trato de abrigarme entre las cobijas para entrar en calor... Un momento..., ¡¿Cobijas?!

Me levanto entre espantos y con un corazón exaltado, estoy sentada sobre una cama individual y, aún con las cobijas sobre mis piernas, me pregunto: ¿Qué hago aquí?... ¿Será que nuevamente estoy soñado?... Se ve tan real.

Toda la habitación esta tapizada con una oscura madera, incluso el suelo también es de madera, un par de plantas rozan el techo y algunas lámparas amarillentas adornan la habitación; un rústico escritorio está continuo a un librero que guarda algunos viejos libros, y del otro extremo un par de sofás desgastados.

Rápidamente salgo por completo de las cobijas y me acerco hacia la ventana, sé que no estoy en una cabaña y que esta no es la mansión Hikari, desde la ventana se muestra un paisaje... ¡¿Nocturno?! ¡¿Cuánto tiempo estuve dormida?!... Estoy, tal vez, en un segundo o tercer piso... ¿Cómo llegué aquí?... Necesito retomar mis últimos recuerdos:

«Sé que estaba en el Mall, incluso las bolsas con las compras están de un lado de la cama; recuerdo el caos con Pimientita, la aglomeración, lo apretada que estaba y luego alguien me jaló... ¡Oh!... Dimitri... ¡Oh por Dios!».

Corro hacia la puerta y, al abrirla, me encuentro con un hombre de piel morena, ojos saltones, es calvo, alto y de cuerpo robusto. Al verme me lanza una sonrisa envuelta en cinismo, solo con un paso largo llega frente a mí.

—¡Ey, despertaste! —dice mientras me agarra de los brazos, enseguida intento liberarme, pero su fuerza es increíble.

—¡Suéltame!, por favor... ¡Tengo que salir de aquí! —definitivamente no me va a soltar, y con esto logro deducir que esto no es un sueño, pues este hombre me sostiene tan fuerte que hasta me lastima al apretar mis brazos.

De Monja A MafiosaWhere stories live. Discover now