41. Rumbo A La Casa Hogar

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El área social de la mansión parece estar inspirada en locaciones propias del paraíso, la amplia piscina tiene una hermosa arquitectura ovalada con finas baldosas color turquesa, desde un extremo de la piscina se puede escuchar como el agua se desborda hasta caer a un nivel más bajo, parece ser una extensión exclusiva para niños, ya que de ese lado hay un pequeño tobogán que desciende en aguas llanas.

Estoy sentada en una cómoda hamaca colgante de bambú y nilón, sus suaves cojines provocan querer dormir sobre ellos, pero ahora no es momento, ya que estoy en compañía de mi hermano menor: Ermac; ambos nos relajamos sobre un par de hamaca, bajo un translucido techado de pvc, y nos mantenemos cálido junto a una pequeña chimenea portátil mientras mantenemos nuestros ojos sobre Marisol, quien está usando su nuevo caballete para pintar el hermoso paisaje de invierno que tiene en frente.

—Ermac, conozco tu historia con Antonella —digo rompiendo silencio.

Mi hermano se queja exhalando aire de sus pulmones.

—Antonella y su problema para mantener su vida en privado.

—Aquí el del problema eres tú, y lo sabes bien. —Busco su rostro con mi mirada, se ve muy serio—. No debiste ponerla en esa situación.

—Cuando me propongo algo, me aseguro de que se cumpla sí o sí..., esa es la única manera que conozco para cumplir mis cometidos —sigue hablando sin verme al rostro... Por cierto, sus palabras me han hecho recordar a Dimitri.

¡Maldición, sal de mi cabeza!

Sacudo mi cabeza tratando de lanzar lejos aquel recuerdo de Dimitri.

—Ya, Dimitri... solo trata de ser un mejor esposo para ella, aún hay tiempo para remediarlo. —Fijo mi mirada en él, pero..., de repente, se me ha quedado viendo de manera extraña e interrogativa

—¿Me acabas de llamar «Dimitri»? —cuestiona con cierto repudio.

—¡Disculpa! —empiezo a titubear—, es q-que aún no supero e-ese suceso.

—Uhmmm... Ya veo... Entonces Dela te lo contó.

—SÍ... ¡Pero ya! Volviendo al tema sobre Antonella; solo déjala ser libre.

—¡Quiero hacerlo!, pero...

—¿Pero?...

—Tengo miedo, Inocencia... Temo que, al darle esa libertad, me muestre un rostro diferente; si ella llegara a confirmarme que nunca llegó a amarme entonces podría destruirme, y no tendría el coraje para forzarla nuevamente a estar conmigo.

¡Wow!... Entonces sí está enamorado de ella, y parece no estar seguro si ella le corresponde.

—Ermac, no puedes vivir para siempre con la incertidumbre de que «si te ama o no».

—Lo sé, pero... —el sonido que hace mi celular le interrumpe.

—Disculpa, ya vengo. 

Me levanto de la hamaca colgante y camino hacia los alrededores de la piscina.

—¿Hola? —respondo al celular.

—Flor de Jazmín, podría decir que tienes voz de ángel, pero no, de seguro los ángeles copiaron la tuya.

—Dimitri —respondo sorprendida luego de escuchar su voz.

—Estaba pensando en ti... ¿Será que tú también lo estabas?

—¡C-Claro que no! —miento con descaro, incluso amanecí soñando con él.

—Ya mandé a alguien para que pase por ti, uno de mis sicarios debe estar preguntando por ti en la garita del portón. Para no levantar sospechas le dije que se disfrazara de monje.

De Monja A MafiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora