70. Fumata

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Al llegar a la casa de Chitsen, todos nos bajamos del auto, menos Marco, él da la vuelva en el auto y luego le vemos partir por la misma calle que nos trajo.

—Permítame ayudarle con los maletines.

—Gracias, Sebastián —le doy ambas maletas.

Caminamos hasta la entrada de la casa y luego me paro frente a la puerta, doy tres toques sobre la madera, y a los segundos se logra escuchar como, desde adentro, alguien empieza a quitar la cerraduras de la puerta. La puerta se abre, y tras ella mis ojos encuentran el rostro pálido de una mujer que logro recordar a la perfección, yo misma agarre aquella ondulada cabellera oscura y la arrastré por todo el bar de la discoteca.

—Perra malparida… —Bárbara me agarra del cabello y me adentra a la casa con fuertes jalones—, ¡hoy te mato!

—¡Bárbara, cálmate por favor! —suplico, pero es en vano, Bárbara me jala aún más fuerte y me hace arrodillarme frente a ella.

—¡¿Crees que por ser una Hikari debería temerte?! —se inclina y acerca su rabioso rostro frente al mío—. Así, de rodillas frente a mí, maldita.

Sebastián deja las maletas a un lado del perchero y entra en acción agarrando uno de los brazos de Bárbara, ha hecho algún tipo de llave tras su espalda y la inmoviliza bajo dolorosos movimientos. Chitsen y su esposa aparecen en la escena luego de escuchar los gritos de la alocada mujer.

—¡Oh por Dios! —la esposa de Chitsen grita asustada—. ¡Suéltala, por favor!

—¡Ya, compa, déjala! —le exige Chitsen.

—Solo si ella promete no volver a atacar a Inocencia…

Bárbara aprieta la mandíbula con mucha fuerza, como si con eso impidiera soltar alguna palabra, ella no está dispuesta a ceder, se ha centrado solo en mí, me observa con desagrado, con unos ojos sonrojados y llenos de furia.

—Lo siento tanto, Bárbara…, aquella vez no estaba en mis cabales, no sabes cuanto me arrepiento de lo que te hice, no quería lastimarte.

—Sí, claro…, La mosquita muerta… —gira el rostro buscando el de Sebastián—. ¡YA SUELTAME!... No le haré nada.

Sebastián duda un poco en soltarla, él busca mi mirada y entonces le asiento para que la libere, y él así lo hace. Bárbara se levanta del piso y, sin decir más nada, se aparta de todos, la vemos ir a pasos acelerados por el pasillo que da al patio trasero de la casa, y al abrir la puerta se deja escuchar la estruendosa música que parece provenir del jardín trasero.

La esposa de Chitsen me regala una mirada compasiva y luego sale corriendo tras Bárbara.

—Lo lamento tanto, jefecita —noto a Chitsen algo apenado—, no sabía que ambas eran enemigas, sino no hubiera traído a Bárbara.

—Descuida, Chitsen…

De repente siento un extraño olor proveniente del jardín, trato de identificarlo pero no se me parece a nada, asomo mi cabeza hacia donde está el pasillo y me extraño al encontrar todo el pasillo repleto de un humo de intenso color blanco.

—Ah, jefecita…, veo que ya notó la pequeña fiestecita que tenemos en el patio.

—¿Fiestecita?

«¿Será que tienen alguna máquina de humo? Recuerdo ver una así en la discoteca»

—Si gusta, puede pasar al patio de atrás, jefecita.

La curiosidad me hace ir hacia el patio trasero de la casa.

—Señorita, no creo que sea buena idea salir al patio —me susurra Sebastián, quien me sigue a lo largo del pasillo.

De Monja A MafiosaWhere stories live. Discover now