15. No quería encontrarte, Dimitri

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Estoy impresionada por todo lo que me ha pasado en un solo día... mi vida no era así, era lo más aburrido y sencillo de llevar, hace tres días mi mayor preocupación era freír puerco y que me salpicara aceite caliente... enserio, ¿dime que no saltas al escuchar la primera explosión de aceite?, ¿soy la única que entra en modo ninja mientras hace movimientos evasivos?... Para mí freír puerco es como vivir una película de terror y suspenso, uno no sabes en que momento puede sorprendente y... ¡atacarte explotándote en la cara!... ¡Madre santa!.

Pero ya... olvidando mi patéticos miedos, estoy muy preocupada por Ermac, desearía que el detective entrara al rescate corriendo con espíritu de Rambo, pero esto no es una novela de acción, ¿o sí?

—Ya llamé a los refuerzos, esperemos unos diez minutos —dice el detective Kross viendo su reloj de pulso.

Delancis tiene un rostro domado por la angustia, ese tipo de angustia que con tan solo verlo uno sabe que va a convertirse en llanto en cualquier momento... ¿Pero saben?, en las pocas horas que tengo de conocer a Delancis, puedo asegurar que ella intentará hacer cualquier cosa que esté a su alcance antes de llegar a eso, ella es de ese tipo de personas que no se permite a sí misma llorar frente a los demás.

—¡¿Diez minutos?!... ¡No!, no puedo esperar tanto —dice Delancis, quien inmediatamente sale corriendo sin poder ser alcanzada por las manos del detective y las de Alexis.

—¡Delancis, aguanta! —le grita Alexis, pero es en vano.

—¡Vamos, Alexis!... Inocencia, tú espera aquí.

No han avanzado ni cinco metros cuando de repente, toda la iniciativa heroica de Delancis empieza desplomarse. Pasa que Delancis ha olvidado el peligro que resulta correr con tacones altos; sus tobillos le hacen tambalear tanto que la obligan a buscar balance usando sus brazos, verla es como ver un payaso aprendiendo a manejar monociclo. Por un momento pensé que se había fracturado, pero parece que no, cayó de pecho al suelo, como si tratara de robar home. No duró mucho en el suelo y, sin sacudirse la tierra, se ha levantado como si nada hubiera pasado. Ahí va..., corriendo como si fuera el fin de su mundo.

Lastimosamente el detective y Alexis no llegaron a tiempo para detenerla, y ahora los veo a los tres entrar en la vieja estructura de madera.

No ha pasado ni un minuto cuando por fin veo llegar en silencio cinco patrullas de la policía, del otro extremo y a lo lejos veo llegar otra cantidad, ya tienen rodeada la barraca de madera.

—¿Detective Kross, dónde se encuentra? Ya estamos rodeando la barraca —uno de los oficiales se baja de la patrulla y empieza a hablar desde un aparato de transmisión, aún no sé cómo se llama, pero prometo averiguarlo con el detective.

—¡Perfecto! Aún estamos buscándolos entre las habitaciones, mándame refuerzos.

—Enseguida los mando, jefe.

El oficial levanta una mano y con señas logra movilizar a varios oficiales, quienes salen corriendo con mucha cautela; van preparados y con armas en mano rumbo a la barraca de madera.

—Señorita, por favor..., aléjese de esta zona, puede resultar peligroso si se queda aquí —me dice otro policía.

—Pero es que... no sé hacia dónde ir.

—¡Solo dé la vuelta y aléjese lo más que pueda!

—Pero...

—¡Vamos, apure!

—¡AY!... ¡Sí, sí!

Hago caso al oficial, doy la vuelta y me alejo de ellos, pero no tanto. Necesito quedarme cerca y no perder de vista el auto de Delancis, porque si llego a perderme tendría que esperar a ser encontrada por el detective o por Delancis, y si nadie me encuentra podría terminar durmiendo en la calle. Así que me quedo escondida en un callejón que divide dos edificios residenciales; y desde el borde de la esquina, husmeo cómo se van dando las cosas. Desde aquí aún puedo escuchar si pasa algo.

De Monja A MafiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora