16. Cuando el lobo sale

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Fue una puta estupidez de mi parte pensar que podría llegar a ganarme la confianza del agente Jace. 

En estos días, no ha pronunciado más de dos frases seguidas. Su advertencia había sido lo suficientemente clara para entender que no quería que causara problemas, de lo contrario, me acuchillaría él mismo. 

Seven me obligó a ver películas de acción y asesinatos casi toda la tarde en una pequeña sala de cine improvisada. Dijo que era una manera divertida e interesante de pasar la tarde y 'aprender'. Estaba tan paranoica gracias a esas escenas de cadáveres y sangre, que no pude evitar recordar el rostro del rubio que mató en esa casa. 

Apagué rápidamente el televisor al ver cómo un hombre le hacía un corte en la muñeca a otro. La gracia y firmeza con la que sostenía el cuchillo me hacía recordar a los tres agentes que estaban en el piso de abajo. Una gruesa línea de sangre oscura salió de la herida, dejando ver una capa de piel que palpitaba extrañamente. 

¿Qué clase de películas me había dado Seven?

Me dirigí hacia los agentes, encontrándolos con el semblante serio y sumamente concentrados en la explicación del pelinegro. 

El agente Jace hablaba con seguridad mientras apretaba uno de sus cuchillos, casi escupiendo insultos al hablar del lugar. Fijé mi mirada en sus manos, sostenía su arma con tanta fuerza que las venas de sus brazos empezaban a marcarse. Sin embargo, su tono de voz era tranquilo. 

 —Agente Vanderwood, vas a escabullirte en el pasillo siete B. —Marcó un con una línea el lugar, usando el aparato que Seven le había dado—. Quiero que registres cada una de las habitaciones de esos bastardos.

El castaño asintió mientras se ponía un largo abrigo de cuero que llegaba hasta sus rodillas. Seven tomó uno de sus dispositivos, una caja de metal plateada de unos cinco centímetros. A simple vista, inofensiva, pero bastaron unos segundos para que la activara con un comando de voz, convirtiéndola en un arma que disparaba... ¿Humo?

—¿Es uno de tus nuevos juguetes? —habló Vanderwood doblando las mangas de su abrigo.

—Una nueva creación del dios siete ingresa al mercado. —Seven le guiñó el ojo y sonrió sin despegar los labios. 

Se quitó la casaca que siempre llevaba, quedando en una playera de mangas rojas y un collar en forma de cruz. La levantó y pude ver que llevaba puesto un chaleco antibalas debajo de ella. Tragué saliva. 

—¿A dónde iremos? —dije acercándome al pelirrojo.

—Tú no irás, señorita —respondió el agente Jace antes de que Seven pudiera contestar. 

Oh, vaya. Dijo más de tres palabras seguidas. 

Iba a refutar, pero me callé. 

De no ser porque el pelinegro tenía casi mi edad, o tal vez era mayor por unos años, habría estado más aterrada por a su actitud. O sí lo estaba, sólo que intentaba tratarlo como a cualquier persona con la esperanza de que no decida eliminarme, ya que aún podría hacerlo en cualquier momento. 

Lo reafirmo. Fue una puta estupidez pensar que llegaría a ganarme su confianza. 

Era precavido, siempre estaba alerta. La poca, o casi nula, amabilidad que había tenido hacia mí había sido sólo momentánea. Aunque, ¿realmente podía considerarse que había sido amable?

No. Empezaba a pensar que las cuatro o cinco palabras que pronunció en respuesta a lo que le decía, habían sido para que él intentara ganarse mi confianza, no al revés. 

No debía olvidarlo. Él era uno más de los hombres de la agencia que no dudarían en matarte por una broma. 

—Está bien —asentí sin mirarlo a los ojos—. Iré al campo de tiro a practicar.

Represión «Mystic Messenger» [Saeyoung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora