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—No quiero adelantarme pero llevamos una buena racha, ¿no es así, Elsa? —preguntó Hiccup, limpiándose el sudor de la frente, observando con orgullo el bote lleno de pescados

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—No quiero adelantarme pero llevamos una buena racha, ¿no es así, Elsa? —preguntó Hiccup, limpiándose el sudor de la frente, observando con orgullo el bote lleno de pescados.

—Muy buena, diría yo —comentó Astrid en un tono de duda. 

La joven vikinga había acudido a la playa desde muy temprano para ayudarlos.

—Sí, la llevamos. Pero hay algo que no me cuadra... —respondió la rubia, viendo a su alrededor con recelo.

No se vieron en la necesidad de entrar mar adentro, los peces se acercaron lo suficiente a la orilla para atraparlos aún y con este frío entumecedor. 

¿Pero por qué? ¿Qué era lo que los atraía? Pensó Elsa.

—¿Qué cosa? —el castaño volteó a verla, confundido.

—No es normal que estén tan cerca de la playa —le respondió ella, frunciendo el ceño y prestando más atención a su alrededor.

—Algo se está descomponiendo por aquí —Astrid anunció, apuntando a un caminito de líquido rojo que encontró no muy lejos de ahí, deslizándose por la arena hasta llegar al agua.

Los tres se acercaron cuidadosos a revisar. Dándose cuenta que lo que fuera que desprendiera esa sangre, venía de más arriba, entre los matorrales.

—¿Tienen con qué defenderse? –Elsa y Hiccup negaron con la cabeza–. Entonces detrás de mí —ordenó Astrid, desenfundando su espada que siempre traía consigo.

Fueron acercándose al origen del fluido, el olor a putrefacto fue incrementando y el sonido zumbante de las moscas aumentando al punto de sentirse ensordecedor.

Se abrieron paso cortando los arbustos, para luego encontrarse de cara con un cadáver. Las moscas levantaron vuelo, por lo que los chicos tuvieron que cubrirse el rostro para que ninguno  entrara a su cavidad bucal.

—Es de lo que se estaban alimentando los peces –dijo Astrid, conteniendo las ganas de respirar–. De un dragón muerto. Es mejor que nos marchemos, esta cosa atrae a las bestias —guardó su espada en la funda que colgaba de su cinturón, y caminó de vuelta al bote.

—¿Qué tipo de dragón es? —se atrevió a preguntar Elsa, cuando vio que la berkiana ya se encontraba lejos de ellos.

Brillaba tanto como las estrellas, seguramente en vida fue blanca y titilante.

—No estoy seguro, ya lleva tiempo siendo devorado —respondió Hiccup, señalando las patas, que no quedaba mucho de ellas.

—¿No me escucharon? Aléjense de ahí si no quieren que los devore un dragón —gritó Astrid, molesta por lo lenta que era la princesita.

—Jamás había un dragón muerto tan cerca de mí —admitió Elsa, avanzando a la par del hijo del jefe.

—No te preocupes, jamás volverás a ver algo como esto —sonrió el ojiverde, quien la tomó del hombro y la agitó amistoso.

Touching the stars | PARTE IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora