Final, parte II

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Capítulo Final

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Capítulo Final

Parte II

Escena retrospectiva

—¿Pudiste hablar con tu padre? —inquirió Elsa en cuanto vio la silueta de Hipo atravesar el umbral de su despacho. Cerró la puerta con pestillo, caminando hacia el pequeño cuerpo de Elsa reposado sobre los sillones viejos, a la espera de su calidez.

—Sí, dijo que convocaría una junta con el Consejo, y que revisarían la situación. Sin duda lo amerita, después de lo que pasó con el ataque de los sujetos hay mucho que reformar —contestó, tomando lugar a su lado—. Pero... 

Elsa lo observó con atención, animándolo a seguir: —Mi padre dijo que, si el Consejo aceptaba, posiblemente pedirían un seguro a cambio.

—¿Un seguro? —repitió, desconcertada con lo que intentaban decir.

—Algo que les asegure que no vas a marcharte después de que ellos te proporcionen su ayuda —luego de estas palabras, supo de qué se trataba.

—Un matrimonio...

El castaño asintió, manteniendo su mirada a la nada.

—No tienes que aceptarlo si no lo deseas, lo entendería perfectamente debido a lo apresurado del asunto pero... —tomó una pausa para girarse a ella, sujetando esas frías y blanquecinas manos cerca de sus labios—... Haré todo lo que esté a mi alcance para apoyarte, y para hacerte feliz —al terminar, besó cada uno de sus nudillos, como una promesa descrita por caricias.

Contrario a lo que Hipo imaginaba, Elsa se sentía preparada para este gran salto. Y no sólo porque estaba segura de que el castaño era totalmente su persona, sino porque más allá de los sentimientos, Hiccup algún día se convertiría en el jefe de Berk. Y él necesitaría de toda la ayuda posible para cuidar del pueblo, y de los dragones también. 

Sin duda, habría ventaja para cuando tuviera grandes aportaciones que podría sugerir en un futuro. Tenía esperanza en que juntos harían que el mundo fuese mejor, al menos ese pequeño e inhóspito lugar en la tierra a la que llamaban hogar.

Para acallar sus dudas, Elsa se arrojó encima del ojiverde, propinándole besos en todo el rostro. No mucho tiempo después, el éxtasis comenzó a desbordarse entre ellos dos, refugiados bajo el manto apasionante de la oscuridad.


Escena presente

Alejado del bullicio que acompañaba la gran celebración, Agdar esperaba aquejumbrado y nostálgico la llegada de su hija, que lo recogería para presenciar su ceremonia de nupcias. 

No se había recuperado del todo después del desplome que sufrió en la oficina de Hipo, el dolor que había estado cargando azotó a su salud con tanta fuerza, que le tomaría tiempo recobrar sus energías. Aún así, sobreexigiría a su cuerpo ese día con tal de ver a su adorada hija contraer matrimonio con el jefe de la Isla. 

Sabía que Elsa había aceptado gustosa esta propuesta, incluso Estoico el Vasto lo había visitado para plantear cómo se llevaría a cabo todas las obligaciones de la futura jefa del pueblo y los beneficios que este matrimonio podría darles a ambos. Sin embargo, no podía sentirse feliz por ella. No con lo que sabía y que estaba conteniendo desde hacía varios días.

Cuando la miraba, lo único que notaba era todo lo que tuvo y que tristemente un día perdió. 

Afuera de la pequeña cabaña, el hombre de cabellos dorados tomaba una taza caliente de hierbas medicinales. A su lado, se encontraba la mujer que lo ayudó en los momentos más difíciles de su vida, haciéndole compañía a sus malos pensamientos.

—Supongo que tampoco has encontrado el momento para decírselo a Elsa —la anciana mujer inició la conversación, contemplando el paisaje frío y moribundo que los rodeaba. El fuego había acabado con el poco encanto que el bosque guardaba.

—No creí que el Consejo aprobaría esta idea, creí que... Que si Berk no aceptaba a los dragones, tal vez así... Ella no saldría de aquí... —admitió Agdar, con sus ojos cristalinos por las lágrimas que amenazaban con caer a sus mejillas.

La mujer chistó con desaprobación. 

—No puedes alejarla de su destino. La grandeza la espera desde que estaba en el vientre de tu difunta esposa, ¿aún recuerdas sus palabras? 

—Que sería quien expiara los pecados de la corona —respondió él, con la voz rota. Dejó la taza en un costado del sendero, y tomó una servilleta de su saco para limpiar todo rastro de su llanto, no quería que su hija se diera cuenta de su sufrimiento cuando llegara a la cabaña—. La bruja de Arendelle nos lo dijo, lo recuerdo como la dolorosa advertencia de que el camino de la realeza está plagado de avaricia y crueldad.

 Si bien Agdar le había contado sobre la conversación tan extraña que había tenido con la Anciana Sabia del pueblo, en realidad no conocía la razón por la cual este pobre hombre estaba desesperado, sufriendo por un futuro que aún no sucedía.

¿Por qué temía tanto por su hija?

—¿Qué fue lo que te dijo? —susurró la curandera, en un hilo apenas audible de voz. 

Su final.

Un alma valiente, escondida entre las sombras, será cazada por los hijos de la corona. Con estas nuevas alas intentará escapar, pero en la tragedia encontrará su lugar, un eco sombrío de la lucha por la justicia.



Touching the stars | PARTE IWhere stories live. Discover now