La guerra con los dragones al fin había acabado, Elsa sintió que ya respiraba con tranquilidad. Estoico el Vasto, el jefe de la tribu, había prometido que ya jamás serían perturbados por esas bestias salvajes, que de ahora en adelante sólo habría pa...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Astrid no podía dormir, daba vueltas sobre las mantas de su cama. Sobrepensando en todo lo que estaba ocurriendo, la parvada de sujetos deambulando por las noches, el huevo de dragón perdido y ahora, posibles navegantes buscando algo o a alguien.
"—Sí me es familiar, aunque no estoy seguro si deba decir nombres... —bajó la voz al final de la oración." Lo que había dicho Harald esa tarde regresó a su cabeza.
Un suspiro cansado brotó de sus labios. Tenía que encontrar la forma de resolver esas inquietudes.
No pasó mucho tiempo que se dio cuenta que el sol ya se asomaba en el horizonte. Con una hora de sueño, decidió que ya era hora de levantarse.
Salió de su casa y caminó directo a la academia, era el día en que debía entrenar a los nuevos para enfrentar batallas con dragones. Y para ser sinceros, no veía grandes cambios en ellos. Y no es que fueran malos, simplemente que la situación abrumaba de tal forma a la rubia, que a veces no tenía tiempo de siquiera fijar los entrenamientos y las actividades del día.
Bueno, no puedes quejarte de algo que está fallando por tu culpa, pensó.
—Buenos días a todos —saludó Astrid al cruzar el marco de madera, con sus herramientas guardadas en un morral que colgaba de su hombro.
Grande fue su sorpresa cuando no encontró a ninguno de sus estudiantes ahí. Sólo a Estoico alado de Bocón.
—Miren quién llegó —habló el hombre sin extremidades, rascándose la barba.
—Eh... ¿Dónde están mis muchachos? —preguntó desconcertada.
—Les pedí que se retiraran, necesitaba ocuparme de unos asuntos contigo —esta vez respondió el jefe.
—Claro, ¿sobre qué? —dejó su morral en el piso.
—Quiero que lideres un ejército.
La saliva se atoró en la garganta de Astrid, por lo que le dolió cuando intentó tragarlo.
Carraspeó un poco, aclarándose la voz:—¿Un ejército? ¿Por qué esa decisión tan brusca? ¿Algo malo sucedió? —instintivamente se acercó a Estoico.
—No aún, pero quiero que estemos preparados. Hoy intentaré hablar con Agdar sobre la tela que encontramos. Quiero ver si pertenece a su nación y averiguar quién pudo haber sido, si su familia o soldados reales del actual monarca.
—Eh... Está bien, iniciaré a reclutar personas. ¿Pero qué les diré cuando me pregunten la razón? La creación de un ejército significa guerra, y aún no conocemos al enemigo.
—Diles que es un nuevo protocolo. Quienes quieran participar, serán recompensados.
[...]
Ya solo faltaba poco para que el sol se escondiera y diera pie a la noche, y Estoico seguía sin poder reunirse con el padre de Elsa. Lo que enfurecía a Astrid de maneras abismales.