25.- Fiesta de despedida

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Faltaban cinco días para el final del trimestre y normalmente los estudiantes estarían felizmente ocupados sin hacer nada más agotador que empacar para el verano o hacer horarios tentativos para el próximo año (si estaban obsesionados con la escuela, como Hermione), o pasar el rato con sus amigos o durmiendo. A menos que resultara ser Harry Potter. Harry pasó la mayor parte de sus días en la mazmorra de Snape, restregándola con un cepillo de dientes o haciendo el primer jabón antibacteriano y tinta fina de calamar de Hogwarts, que limpia la piel y los cortes sin arder.

Ron, Hermione y la mayoría de los otros miembros de la Casa Gryffindor se compadecieron del joven mago, se quedaron con Snape prácticamente el resto del período, cumpliendo detención. Percy fue uno de los pocos que no sintió pena por Harry en absoluto, y lo dijo.

– No es más de lo que te mereces, por correr y casi matarte, ya sabes. Debes haber roto al menos una docena de reglas importantes de la escuela, aunque salvaste la Piedra –

– Está bien, has dejado claro tu punto, Percy, ¿puedes dejarlo pasar? – Ron había comentado enfadado. – Harry no necesita un maldito sermón, estoy seguro de que ya recibe suficientes de Snape – Ron y Hermione habían hecho el juramento del mago de nunca revelar la adopción secreta de Harry por parte de Snape, pero ambos parecían felices por él.

– Cuidado con tu tono, hermanito – advirtió Percy. – Soy su prefecto, puedo sermonearlo si quiero –

– ¡Percy, eres un perfeccionista tan mandón como un idiota! – Ron espetó.

El mayor Weasley lo fulminó con la mirada.

– Lo digo en serio, Ron. Un comentario más como ese fuera de tu boca, chico, y bajaré y le preguntaré a Snape si puedo tomar prestada su regla de nuevo, ¿entendido? –

Ron tragó saliva y no dijo nada más. Su trasero había estado dolorido durante casi un día después de que Percy lo azotara por su parte en la recuperación de la Piedra Filosofal. Ciertamente no quería otro tan pronto después del primero.

Harry tampoco dijo mucho, porque sabía que Percy tenía razón al regañarlo. Había sido valiente y atrevido, pero también imprudente y por eso lo estaba pagando ahora con todas esas tareas de castigo.

La primera tarea que le habían encomendado había sido extraer la tinta de cincuenta sacos de pequeños calamares de agua dulce, descendientes del calamar gigante que vivía en el Lago Negro. Snape había atrapado el calamar para él y lo había dejado dentro de un barril de agua, aún vivo. Harry tuvo que matarlos, abrir el cuerpo del calamar y quitar el saco de tinta, ubicado cerca del ano, y luego exprimir la tinta en un caldero grande. El calamar tenía que estar vivo ya que la mejor tinta se hacía con calamares "frescos", no con los que habían estado muertos y sentados en un balde de agua.

Al principio, Harry se había negado a matar el calamar, porque nunca antes había matado nada voluntariamente. Severus le había dado un pequeño mazo de metal para hacer el trabajo y él lo miró y al calamar nadando en el barril y gritó:

– Papá, no puedo hacer esto. Solo quieres que... los golpee. ¿la cabeza? –

– Harry, no es diferente a si fueras a pescar y mataste un pez de esa manera –

– Nunca he estado pescando –

– Sin embargo, siempre puedes poner el calamar en la mesa y verlo asfixiarse si eres demasiado aprensivo para darle una muerte piadosa con el mazo. Personalmente, prefiero el mazo, es mucho más rápido y el calamar apenas siente dolor – Severus señaló.

Harry apretó los dientes y decidió usar el mazo. No quería que nada sufriera innecesariamente, ni siquiera un calamar.

Extraer la tinta del calamar fue un proceso desagradable, maloliente y tedioso, que requirió que cortara el calamar y usara un pequeño colador de silicona para colar la tinta en el caldero de porcelana que Snape le había dado. Luego, la tinta se mezcló con aceite de linaza y una pequeña cantidad de agua. Para cuando terminó con diez calamares, estaba salpicado de tinta de la cabeza a los pies, olía a pescado crudo y le dolían la espalda y las manos de empuñar el mazo y apretar los sacos de tinta para secarlos.

Brazos de un ángel oscuroWhere stories live. Discover now