41.- El desafío

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Severus salió de la cabaña, su temperamento hervía a fuego lento. Ansiaba transformarse en Wraith y hacer pedazos a los invasores por atreverse a amenazar a su hijo y a Boreal, que estaban bajo su protección, pero contuvo el impulso. Cambiar de forma cuando estaba tan enojado era una invitación a cometer un asesinato. Los dos hombres le daban la espalda, sus varitas apuntaban a Harry, quien tenía el sentido común de conjurar un encantamiento escudo como le habían enseñado. Severus notó que también había protegido a Boreal, quien estaba furioso y parecía que quería patear a los extraños a través del Mar del Norte. Severus no podía culparlo, estaría feliz de ayudar al semental.

– ¿Puedo preguntar qué demonios están haciendo, caballeros, apuntándole a mi hijo con una varita? – Preguntó Snape, su voz era todo acero y sombras. – ¿O es una práctica común invadir la propiedad de otra persona y agredir a un niño? –

Los dos hombres se dieron la vuelta y se encontraron cara a cara con el furioso Maestro de Pociones. Ahora que habían intimidado a muchos jinetes y dueños en su tiempo, O'Shea los había elegido para tal propósito, eran sus brazos fuertes. Pero nada los había preparado para el alto mago que tenían ante ellos, cuyos ojos prometían el infierno si sus preguntas no eran respondidas con prontitud, el poder irradiaba de él como un horno, aunque se quedó allí con la suficiente calma.

– Uh... señor, este pegaso aquí es robado – comenzó Sean, con una sonrisa complaciente. – Nos ha enviado su verdadero dueño para traerlo de regreso a casa –

"¡Volveré contigo sobre mi cadáver!" Boreal tocó el cuerno, golpeando el suelo con los cascos y moviendo la cabeza.

– ¿Es eso así? – Preguntó Severus, y les dio a los hombres una sonrisa fría. – Yo diría, señores, que el pegaso no está de acuerdo con ustedes –

– Nos importa un carajo lo que quiera el caballo, viene con nosotros y eso es todo – espetó Patrick, apuntando con su varita a Snape amenazadoramente.

– ¡No! – Gritó Harry. – No se puede separar a un jinete unido y su pegaso. Boreal me pertenece –

– ¡Cállate, mocoso! – gruñó Sean. – ¿Quién te preguntó? –

– Mi hijo tiene toda la razón. La ley de la AIV establece que nada puede separar a pegaso y jinete una vez que estén unidos –

– Oh, no íbamos a separarlos. Íbamos a llevar al niño y al pegaso juntos. Verás, el Sr. O'Shea quiere que Boreal regrese, no le gusta que sus cosas se pierdan, mira, y este es un animal valioso – Sean discutió.

– Ibas a secuestrar a mi hijo y a mi pegaso y arrastrarlos al lugar de donde viniste, ¿es eso? – Severus gruñó. – El secuestro es una sentencia de por vida en Azkaban, especialmente contra los niños. Pero no tendrías que preocuparte por ir a prisión, ya que te destrozaría antes de que lograras ponerles un dedo encima –

Patrick lo miró con inquietud, luego fanfarroneó:

– Seguro que lo creeré cuando el infierno se congele. Solo hay dos de nosotros y uno tú –

– Y yo – intervino Harry, todavía sosteniendo su Encantamiento Escudo en su lugar.

Severus le lanzó una mirada de advertencia e hizo un gesto para que se callara. Harry se calmó, todavía furioso, pero recordando que Severus podía pelear sus propias batallas. Retrocedió un poco, con una mano apoyada en el hombro de Boreal. El pegaso tembló de rabia y Harry pudo sentir la ira y el miedo de Boreal como si fueran los suyos. Los recuerdos lo asaltaron, de estar atado en un establo, y un hombre alto con una mata de cabello rojizo golpeándolo una y otra vez con un látigo como el que tenía en la mano del rubio. Harry prácticamente podía sentir el ardor del látigo en su propio trasero y costados y la rabia impotente de que el mago antes que él se atreviera a tratarlo así, que había dado todo lo que pudo en esa última carrera, a pesar de haber sido cortado en la curva y ensuciado por otro pegaso.

Brazos de un ángel oscuroWhere stories live. Discover now