El hombre de la casa.

46.6K 2.2K 300
                                    

#Marcos

Abrí mis ojos por culpa del rayo de sol que entraba por la ventana. Los volví a tapar y me cambié de posición en un nefasto intento por seguir durmiendo, ya no iba a volver a coger el sueño y lo sabía de sobra. Por suerte, era sábado y no me tocaba trabajar, Olivia tampoco tenía colegio, los fines de semanas se estaban convirtiendo en los días favoritos de mi familia, incluido yo mismo.
Aprovechando que todavía era pronto para que cualquiera de mis hijos se levantase a pedir el desayuno, me giré en la cama hasta ponerme de lado para poder observar a mi mujer a mi lado. Mi mujer, mía, aunque todavía fuese mi prometida. Me entretuve en ver cómo dormía tan tranquilamente, tan guapa sobre nuestras sábanas, desnuda aún y con su mano entrelazada en la mía. Habíamos pasado tanto hasta llegar a esto, que a veces pensaba en que teníamos una historia de novela, de novela romántica de verdad, de libro. ¿Sería bonito no?

- No entiendo que es tan interesante en mi cara -susurra Mía aún con los ojos cerrados- cualquier mañana la vas a aborrecer de tanto observarla.

Y no lo decía en broma. Mía pasaba tanto tiempo ejerciendo de madre ejemplar y de ama de casa, que apenas pasábamos tiempo de calidad juntos porque siempre se quedaba dormida del cansancio. Y yo, como el calzonazos en el que me vuelvo cuando estoy con ella, me paso todo el tiempo que puedo viéndola dormir en mi pecho, en el sofá abrazada a mi, en el coche con los niños dormidos en los asientos traseros también... me gustaba, esta era mi familia ahora. La familia que Mía y yo habíamos formado.

- A veces no me creo que seas real - le digo con total sinceridad. Pero ella solo se ríe, no me toma enserio.

- Te has despertado romántico - dice sonriendo aún con los ojos cerrados.

- No, solo veo lo buena madre y mujer qué eres y no me lo creo. Ah, también estás muy buena cielo.

-Para ya. - Se pone roja, colorada como un tomate y a mí me entra ganas de pasarme el resto de la mañana haciéndole el amor. Pero...

- ¿Señores? ¿Señor Marcos? - escucho decir a Carmen a través de la puerta - Su familia acaba de llegar, están abajo esperándoles.

- Gracias Carmen, enseguida bajamos.

Mía me mira, tiene tantas ganas como yo de quedarse en la cama y aprovechar hasta que se despierten los niños. Pero la conozco...

- Voy a ducharme. Recibe a tu madre, no tardo.

- Está bien, te espero abajo - le digo dándole un beso antes de ver como se pone en pie. La cabrona aprovecha para pasearse por la habitación completamente desnuda, riendo y mirándome como si pudiera saber lo que estoy pensando. Joder, claro que lo sabe. Yo no me dejo engatusar tan fácilmente y me voy corriendo para el vestidor, antes de que la imagen de mi mujer deambulando por ahí siga acabando con la poca integridad que me queda.

- ¡No despiertes a los niños si siguen durmiendo! ¡Ahora los llevo yo! - escucho decir a mi mujer mientras el agua de la ducha cae de fondo y yo me abrocho la camisa.

- ¡Vale nena!

Pero cuando termino de bajar a las escaleras escucho la risa de Olivia, a la que me encuentro comiendo churros con chocolate despeinada, en pijama y sentada en las piernas de su abuela mientras el resto de mi familia le escucha hablar embelesados. Incluso Carmen que está preparando lo que supongo que es el almuerzo, sonríe mientras le escucha.

- ¡Marcos!

Mi hermana es la primera que se percata de mi presencia. Enseguida viene corriendo a abrazarme, y yo la cojo en brazos, como cuando tenía la edad de Olivia. Seguiría cogiéndola en brazos hasta que los huesos me fallasen, incluso delante de sus amigas... y me iba a dar exactamente igual si me tomaba como el hermano pesado. Es lo que había.

- Hola preciosa.

-¡Papi!

Veo a través del hombro de mi hermana a Olivia bajarse de las piernas de mi madre y venir corriendo hacia mí con un churro en la mano y la cara manchada de chocolate. En cuestión de segundos tengo a los tres niños abrazándome. Y juro que siento lo mucho que les quiero, a todos y cada uno de ellos de una forma diferente, pero les quiero de verdad. Aunque no voy a mentir si digo que tener ahora a Ramón de cabeza de familia era para mí un gran alivio, había sido el hombre de la casa incluso mucho antes de dejar de ser un niño.

- Ya está, ya está. Poneos a desayunar, venga.

Ellos parecen hacerme caso. Aunque Olivia, siendo tan recelosa como es, se detiene un poco más para engancharse a mi cuello y llenarme la cara de chocolate con sus besos para demostrar una vez más que aunque Lili y Tomi eran mis hermanos, ella era mi hija y por tanto ocupaba un mayor lugar en mi vida que mis hermanos. Que era así, de hecho lo es claramente, pero con tan solo cinco años, mi hija no debía de mostrar ese tipo de posesividad. A menudo Mía me decía que en eso había salido a mi, pero yo no lo creía. No podía ser, ¿no?

- Buenos días hijo, ¿y Mía? ¿Y mi nieto?

- Sí mamá, claro que me alegro de que vengas a verme porque yo también te quiero y te echo de menos - le digo con sarcasmo.

- Lo siento hijo, ven, dame un beso - me dice apretándome a su cuerpo como si fuera un niño todavía. Supongo que es que esto es lo que hacen las madres sin importar la edad que tengas.

- No, es que a veces parece que quisieras más a mi mujer que a tu propio hijo. - Observo su reacción, no doy crédito a lo que veo en su cara.

- Ven aquí chaval y deja de quejarte un poco que ya no eres ningún niño - sonrío para girarme hacia él, que me espera con los brazos abiertos de par en par. Le debo todo en la vida a este hombre.

- Ramón.

TUYA (III)Where stories live. Discover now